domingo, septiembre 15, 2024

PERFECT DAYS, DE WIM WENDERS, Y LA EXALTACIÓN DEL NUEVO CAPITALISMO

La película Perfect days, de Wim Wenders ha tenido un éxito notable. En ella, aparentemente y según la autoproclamada  izquierda, hay una feroz crítica al  Capitalismo. Sin embargo, y en realidad, Perfect days no es más que la exaltación de la subjetividad propia y complaciente de ese mismo Nuevo Capitalismo. Y lo es, precisamente, porque toda aspiración es sólo a esa vida sencilla de fotografiar árboles en silencio y nada más. La vida sencilla que exalta el yo falsamente construido y que sólo esconde la realidad de la existencia como mercancía.

En la película, por cierto magníficamente interpretada por Kôji Yakusho, se nos presenta a un trabajador de la limpieza de los retretes públicos de Tokio que, cumpliendo escrupulosamente su trabajo, vive feliz realizando su tarea, ya saben que la alienación en el trabajo hace tiempo que la izquierda no sabe lo que es, oyendo música pop en casetes y, en sus ratos de ocio, fotografiando árboles mientras sobrevive comiendo comida industrial. Lo que era un estilo de vida cuya presentación anteriormente hubiera sido ejemplo de alienación, hoy, sin embargo, se nos da como feroz critica anticapitalista.

Y para analizar por qué, pues es una película, corresponde investigar sus dos aspectos fundamentales: la propia historia narrada y la forma de contarlo, que es la manera de rodar.

En el guion vemos a un personaje que carece de cualquier relación social más allá de su necesidad en lo laboral, comer o comprar libros. El protagonista de Perfect days no tiene, ni siente, ninguna obligación hacia los otros y vive encantado en su soledad autosatisfecha. De hecho, la única relación con alguien, el juego de tres en raya, es a distancia y anónima. No es que sea un solitario, sino que no ayuda a nadie porque eso perturbaría su paz interior, lo que otros menos espirituales llamamos su egoísmo. Esto se ve muy bien en la historia con la sobrina, a la cual no es solamente incapaz de ayudar realmente, sino que incluso, en el resto de la película, no vuelve a intentar contactar con ella en ningún momento para, al menos, preocuparse. E igual ocurre con la novia de su descerebrado compañero, a la cual él no intenta cambiar en su deriva cierta, aunque ella muestra, al menos, síntomas de interés en interactuar con él.  De esta forma, lo que se nos presenta en realidad es a un egoísta asocial de primera categoría, al que le preocupa más la luz que se vierte entre las cúrsiles hojas de un árbol que la propia vida de aquellas personas que le rodean. Y esto es interesante pues, en el fondo, es la misma imagen con que se presenta al emprendedor: aquel que se aleja de resto de los individuos porque es el mejor y no se reconoce en ellos. Que el mejor lo sea por sus ganancias económicas o por su superioridad moral, como ser de luz que además no hace fotos digitales sino en carrete como si así no fuera una mercancía capitalista, no niega el discurso del emprendimiento sino que, precisamente, lo aumenta. El protagonista de Perfect days es un emprendedor porque se le presenta, falsamente, como aquel que vive como él ha elegido, aunque para ello haya tenido que arrojar a cualquier otro de ella: su emprendimiento es su (ridícula) vida.

Pero aún es más interesante la forma de rodar la película. En primer lugar, destaca la ausencia de diálogo. Es lógico, pues la interacción social, en el emprendedor espiritual que está por encima de la chusma, sobra. En segundo lugar, la escena más repetida en la película es la del protagonista entrando en su furgoneta, pone una cinta de casete y suena una canción antigua, no demasiado tampoco, que marca su distanciamiento con la realidad social actual, mientras la cámara empieza a filmar planos generales de su vehículo circulando por Tokio como exaltación de su diferencia: forma de rodar que, aquellos que venimos del pasado siglo, llamábamos videoclip y hoy, cursimente, debe ser cine trascendental. Pero, ¿por qué rodar así? Porque esta exaltación del propio ego, ya sea en la propia persona ya sea en la furgoneta que destaca, no es más que la representación idealizada, pobre pero rico espiritual en la película, del nuevo modelo rebelde que se siente por encima de la chusma mientras compra en comercio justo y tiene capital para un coche eléctrico que le permite no ser expulsado de su propia ciudad. El protagonista de Perfect days tiene una presunta cualidad moral superior porque no aspira a nada, sino sólo a fotografiar árboles, y no ayuda a nadie ni se implica en nada: la comunidad no existe. Y esto se presenta como una crítica al discurso dominante, cuando en realidad no es más que su aceptación absoluta. Así, el auténtico mensaje de Perfect days, como lo fue el de otra película alabada por la autoproclamada izquierda como Nomadland, es la defensa del propio yo alienado como la verdad absoluta frente a los hechos sociales.

El cine clásico americano nos enseñó que sus protagonistas sólo se redimían al hacer algo por la comunidad. También por aquellos años, en 1948, Vittorio de Sica filmó una película indispensable que se llama Ladrón de bicicletas. En ella, un pobre individuo, de esos que antes se llamaba clase trabajadora y que hoy imagino se incluiría en algún lugar de la diversidad, se veía en la necesidad de robar dicho vehículo para conseguir un empleo que le permitiría sobrevivir a él y a su familia: cosas del trabajo asalariado. Esta película, plagada de una absoluta tristeza que no era existencial, pues no se correspondía con los sentimientos subjetivos sino con la realidad social, es sin duda una obra maestra. Y al final de ella, el protagonista no se va a fotografiar árboles, sino que, derrotado y de la mano de su hijo, marcha hacia un futuro sin esperanza. Así, esta vieja película muestra la desesperación de una sociedad que nos hace a todos ladrón de bicicletas. El film de Wim Wenders, sin embargo, lo único que muestra es la autosatisfacción de un público que falsamente se siente por encima del Nuevo Capitalismo cuando, en realidad, no es más que su triste producto.

lunes, septiembre 09, 2024

LA APM Y LA SEPFi CRITICAN LA FALTA DE INFORMACIÓN SOBRE LA PAU 2025

LA ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE FILOSOFÍA DE MADRID (APFM) Y LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PROFESORADO Y PLATAFORMA DE FILOSOFÍA (SEPFi) CRITICAN LA FALTA DE INFORMACIÓN SOBRE LA PRUEBA DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD (PAU) 2025

La Sociedad Española de Profesorado y Plataforma de Filosofía (SEPFi) y la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid (APFM) presentan conjuntamente el presente comunicado para mostrar su indignación y lamentar la actuación tanto del Ministerio, la Comunidad de Madrid y las Comisiones universitarias de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) para el curso 2024-2025.

Lea nuestro comunicado pinchando en la imagen