lunes, enero 30, 2012

LA NUEVA ECONOMÍA/3: EL TRIUNFO (¿para siempre?) DEL NEOLIBERALISMO

Parece una cosa clara: el neoliberalismo va ganando. De hecho, la autoproclamada izquierda no se cansa de advertir, y con razón, de la ofensiva neoliberal. Sin embargo, convendría primero señalar qué es el neoliberalismo para luego analizar, algo fundamental, si su triunfo es o no una necesidad del desarrollo del capitalismo -tal y como también otros defienden-.

¿Qué es, y qué no es, el neoliberalismo? Empecemos diferenciando. El neoliberalismo no es ni una filosofía, como sí lo es el liberalismo, ni tan siquiera una teoría económica general, como lo es el keynesianismo. El neoliberalismo es una práctica económica que responde al interés de un grupo social concreto y dominante económicamente. Por lo tanto, así, de primeras, el neoliberalismo intelectualmente carece de valor porque ni su base es un conjunto de ideas filosóficas sobre el hombre, el conocimiento y el mundo -al modo del liberalismo- ni es una teoría sobre ciclos, producción y crisis económicas -como el keynesianismo-. Efectivamente, el neoliberalismo es una corriente de pensamiento cuya última finalidad no es afianzar el capitalismo sino mantener y aumentar el beneficio de la oligarquía económica y con ella el del resto de las oligarquías sociales. Pero, va ganando.

Definamos neoliberalismo. Su primera característica es que el estado no debe intervenir como agente productivo. El estado, con esta idea, no debe ser un agente económico directo ni como industria ni como prestador de servicios. Pero, esto, a diferencia del liberalismo, no significa su asunción como estado mínimo sino su preminencia con carácter financiero. Efectivamente, el liberal no quiere estado por su idea de libertad, pero el neoliberal sí lo quiere para su idea de negocios. El estado neoliberal no podrá intervenir directamente en economía como agente productivo pero deberá hacerlo financiado a las empresas para que estas se beneficien.

Así, la segunda característica: el estado es un agente financiero en beneficio exclusivo de la empresa privada. Se suele presentar al neoliberalismo como contrario a las prestaciones públicas: nada más lejos de la realidad. El neoliberalismo encuentra su aliado natural en el estado. Efectivamente, la idea clave del neoliberalismo es que el estado financia un servicio, desde la industria de armamento en EEUU hasta los servicios públicos en Europa, que convierte en mercado y beneficio de la empresa privada. Lo último que busca la oligarquía es el desmantelamiento del estado asistencial: lo que quiere es su reparto y clientelismo. El neoliberal, como la nefasta Aguirre, no clama contra el estado sino que busca su complicidad y vasallaje. Con los impuestos de todos consigue, merced a la privatización de la prestación del servicio pero no a su desaparición -ejemplo español es la escuela concertada financiada por el estado y con beneficio privado-, el beneficio exclusivo de su grupo social. El liberal odia al estado por honestidad intelectual, el keynesiano lo ampara como agente económico por honestidad científica, el neoliberal lo quiere como gallina de los huevos de oro por avaricia.

Y aquí entra el tercer punto: el pacto de oligarquías. El liberalismo, verdadero o falso, esconde un sueño emancipatorio y por eso gestó revoluciones. El keynesianismo, un proceso conservador con consecuencias de equidad social. El neoliberalismo es reaccionario: su sueño es la desigualdad social anterior, cuando algunos vivían aún mejor. Si el neoliberalismo ha sido, y especialmente es, posible como práctica se ha hecho así por el interés de la oligarquía social. Efectivamente, la oligarquía económica ha ganado un nuevo campo de explotación económica con los servicios públicos. La oligarquía política ha ganado, a su vez, un aliado fiel que le apoya como aparato profesional a sueldo y prebendas con, entre otras cosas, aparato financiero y mediático. Y todo ello implica una pérdida de ganancia en el más amplio colectivo de ciudadanos.

¿Qué ganancias pierde la ciudadanía con el triunfo neoliberal? ¿Tenderá el capitalismo entonces a la pérdida de derechos sociales?

Primero, resulta indudable que esta mejora para la oligarquía se hace, en el neoliberalismo, con la depauperación del resto del grupo social. Efectivamente, la simpleza del neoliberalismo en teoría económica es así: yo también me como tu parte del pastel. Y lo hace en un frente doble.
En relación a la población, el neoliberalismo roba tarta rebajando condiciones de trabajo y aumentando así la productividad, o sea, su beneficio. Las recetas neoliberales económicas son rebaja de sueldos y de derechos sociales. Para unos.
En relación al estado, se da la lucha contra el déficit sin distinguir gasto de inversión. Una vez creada la alarma, las empresas privadas se adueñan de los servicios públicos como negocio. Así, se da una paradoja: al neoliberalismo le interesa, como mercado, la permanencia del nivel de cobertura de aquellos derechos sociales, nunca los laborales, que puedan convertirse en mercado de explotación. Además, ese mercado pagado por el estado es perfecto: clientela cautiva. De esta forma, el neoliberalismo no tendría en teoría que rebajar el nivel prestación: pero lo hará. ¿Por qué? Porque la búsqueda del beneficio económico implicará no la pérdida formal de derechos, sino la pérdida real de los mismos. Si el estado demuestra su pésimo servicio asistencial por su incompetencia, y lo ha hecho, la empresa privada ofrecerá un pésimo servicio social por su competencia: una clientela cautiva es un buen sujeto de ahorro. Así, el derecho formal seguirá existiendo, pero el real bajará. Y si no le gusta lo público -pero privado- váyase a lo privado: ¡anda!, será lo mismo y la banca siempre gana.

Pero ¿es esto una necesidad del capitalismo? No lo parece. El neoliberalismo no es sino un intento de la oligarquía de enriquecerse aún más a costa de la población. Sin embargo, que nadie vea aquí una estructura de explotación de clase: eso ya no existe en el capitalismo (aquí 1 y 2). Por eso precisamente es posible derrotarlo.

El neoliberalismo no es un producto necesario del desarrollo del nuevo capitalismo. Lejos de eso, es un proceso que necesita un agente exterior para afianzarse como consecuencia, precisamente, del desarrollo del nuevo capitalismo. La depauperación de un sector de la población occidental implica, necesariamente, su sustitución como demanda. Por eso el triunfo neoliberal se basa en China y los países emergentes. La idea, ya la hemos contado otras veces, es que la demanda la asuman ciertos países occidentales, ya no todos, y la parte abandonada sea tomada por un sector social de esos países emergentes, no hace falta irse más allá del 20%, que sustituirá con creces el consumo perdido. Y además allí será, por su propia situación sociopolítica frente al resto de la población, una oligarquía en sí misma. La alianza está servida. A cambio, una parte de la población europea, sur y antiguo este básicamente, será depauperada en sus condiciones sociolaborales aumentando con ello su productividad, y con esto el beneficio oligárquico, sin inversión, gasto, alguno. La oligarquía gana aún a costa de hundir la economía nacional pues esta implicaría también a la chusma. Y ellos son un grupo selecto: la oligarquía, una vez lo fue el género humano, es la internacional.

¿Cómo combatir el neoliberalismo? Eso, ya, otro día.

domingo, enero 29, 2012

POR LA LIBERTAD EN INTERNET

Un día con más calma deberemos escribir un elogio de internet. Porque es comparable a la imprenta y es más importante que la imprenta. Por eso, piensa la oligarquía que hay que callarla: como difusora de la cultura y como difusora de las ideas.

Por supuesto, internet está lleno de basura. También las bibliotecas clásicas.

Pero hoy hay una urgencia. Twitter ha dado un paso a favor de la censura y en contra de los derechos: desde ahora censurará los mensajes que violen las leyes de un país. Es decir, apoyará las dictaduras.

Usted y yo podemos no estar de acuerdo -o sea: usted está equivocado-. Pero, el problema es que no nos dejen estar en desacuerdo. Por eso, les propongo firmar esta petición en Actuable por la libertad de expresión. La democracia debe ir hacia delante, no hacia atrás.

jueves, enero 26, 2012

CONTRATO ÚNICO (¿?)

Es que no lo sé y por eso lo pregunto. Es decir, este texto es más un intento de encontrar información que otra cosa. Se ha propuesto, varias veces ya, un contrato único, excepto lógicamente para casos muy puntuales, con una progresiva indemnización por despido de acuerdo a los años trabajados. Teniendo en cuenta que la tasa de temporalidad española es una vergüenza, y de ahí te despiden sin nada, y que el paro es espantoso: ¿qué tendría de malo este tipo único de contrato bien negociado, y señalo bien negociado?
Gracias.

martes, enero 24, 2012

(algo sobre) FRAGA

La filosofía trata sobre el deber hacer, la política sobre el poder hacer. Las dos, no se dude, hablan sobre la realidad, pero lo hacen de distinta manera. La primera la analiza de forma radical, es decir: desde su raíz, y su único tribunal es la verdad. La segunda, sin embargo, tiene como tribunal la posibilidad real de su acción y el resultado final. La política, en términos futbolísticos, es resultadista: solo se juzga por lo que se consigue.

El reciente fallecimiento de Fraga y la histérica reacción de la mayoría de la opinión publicada y política, desde la hagiografía vergonzosa a la condena ñoña, nos permite plantearnos esta cuestión: ¿qué debemos decir ante su muerte? Pues curiosamente lo mismo que diremos ante la, esperemos que alejada, muerte futura de Santiago Carrillo.

¿Fraga y Carrillo comparados? Efectivamente. Los dos fueron políticos oportunistas, los dos defendieron dictaduras sin pestañear, los dos estuvieron implicados en crímenes por los que nunca respondieron ni presentaron muestras públicas de arrepentimiento. Los dos, en fin, son demócratas sobrevenidos y circunstanciales adaptados a la fuerza. Y los dos son protagonistas, junto con otros, del paso de una España dictatorial a una España democrática. Y a los dos algo de eso les debemos.

¿Era Fraga, es Carrillo, un demócrata? Por supuesto que no. ¿Ayudó Fraga a la democracia? Por supuesto que sí. ¿Debemos homenajear su figura? No, claro que no. ¿Debemos darle las gracias? Tampoco, porque todo lo que hizo no lo hizo por la libertad ni por nosotros sino por él. ¿Hizo algo por nosotros? Sí. Expliquémonos.

Fraga no era un demócrata. Nadie que entrara en el gobierno de Franco como y cuando él entró, no olvidemos que no fue al final sino en su apogeo (1962), podía serlo. Tampoco era un fascista, en un sentido amplio del término pues Franco tampoco lo era, sino algo que la tradición política española conoce muy bien: un liberal autoritario como Cánovas -algo que Franco no era tampoco-. La ideología de Fraga, como la de los nuevos cachorros del franquismo encabezados intelectualmente por Fernández de la Mora, era la defensa de una sociedad liberalizada en sus costumbres, con una libertad de pensamiento en las élites sociales, la aristocracia del espíritu, pero sin democracia política -todo, muy orteguiano-: era la defensa de una sociedad gobernada por ellos. Así, para este colectivo Franco sería una especie de general Serrano que permitiría, una vez muerto, una restauración donde curiosamente ellos mandarían en beneficio del populacho y, por supuesto, de la oligarquía de la que formaban parte. Y tan poca era la capacidad de análisis político profundo de Fraga que no comprendía que la coyuntura política y social hacía ya imposible ese sueño para él y pesadilla para nosotros.

Así las cosas, Fraga se encuentra con una transición a la democracia que no desea, liderada además no por él, que como Areilza se sentía ya llamado a dirigir España, sino por lo que él considera un advenedizo sin capacidad: Suárez -algún día este país agradecerá a Suárez todo lo que le debe-. Y ahí Fraga pudo hacer dos cosas: o bien mantenerse en su integridad personal y cerrar su carrera o bien traicionarse y entrar en el juego. Entró, por supuesto, en el juego porque a veces el ansía de servir desinteresadamente al país coincide con la ambición personal.

¿Por qué lo llamamos entrar en el juego y no luchar por la libertad? En 1976 las cortes franquistas se habían hecho el harakiri al votar la Ley de Reforma Política que comenzaba la democracia española. ¿Afán democrático? No, afán de supervivencia. La oligarquía de origen franquista- política, económica y eso que se llama espiritual o iglesia católica- había comprendido que su supervivencia pasaba por la compatibilidad con la democracia. Quien no lo entendió así, desapareció. Y ahí está el origen democrático de Fraga: oportunismo. De pronto, el fiel ministro de Franco se despertó demócrata de toda la vida, como por otra parte media España incluida la izquierda hasta entonces totalitaria, y decidió prolongar su carrera.

Pero si Fraga era un oportunista, ¿por qué no se fue, como hizo un importante grueso del franquismo, a la UCD? Por tres motivos: primero, por el desprecio que todos los que se consideraban estadistas tenían al advenedizo Suárez; segundo, porque Fraga sabía que irse a UCD era para ser segundo y él se sentía llamado, como Churchill pero en provincias, a ser líder; y, tercero, porque midió mal su fuerza.

Si ha habido en este país una figura vilipendiada por derechas franquistas y autoproclamadas izquierdas ha sido Suárez. Y ese desprecio llegaba a lo personal: cuando todos se imaginaban como héroes un muchachito de Ávila lo era. Demasiado para el ego de quien creía haber nacido para ser Churchill. Era necesario fundar un partido que jugara con la ambigüedad del respeto al dictador y, al tiempo, la adaptación a la democracia: nació Alianza Popular.

Pero su nacimiento implicó un error de cálculo. Fraga creyó que España era franquista o mejor aún: que él era España -no hay que olvidar que presumió de que la calle era suya-. Sin embargo, AP, entre la nostalgia y la presunta aceptación democrática, solo tenía una fortaleza: no era su electorado, escaso, sino la aún poderosa oligarquía franquista. De hecho, tan poco calado social tenía que el gran estadista nunca tuvo el poder democráticamente y su partido tardó más de 20 años en conseguirlo.

Y así, como representante de esa oligarquía franquista que quería adaptarse, pero no demasiado, Fraga entró a formar parte del proyecto constitucional. Y ahí estuvo, por fin, su auténtico papel democrático. Fraga pudo tensar la cuerda, irse. Se quedó. Muchos miembros de su partido le dejaron solo. Él siguió defendiendo el proyecto. De pronto, pudo ser oportunismo pudo ser responsabilidad, España tuvo algo que agradecer a Fraga. Y cuando decimos España, aquí no somos paletos, no decimos sino usted y yo. Y mi posibilidad ahora de escribir esto.

La filosofía es hermosa porque carecemos de responsabilidad: nadie nos escucha. La política es triste porque todos la sufren. La filosofía es dura porque la verdad es su vida. La política es leve porque admite la circunstancia. Pero admitirla no es necesidad: unos políticos la aprovechan para algo de progreso y otros no. A veces si querer. Sin embargo, quienes lo hacen son mejores. Estoy seguro de que si Fraga hubiera sido presidente del gobierno en lugar de Suárez la transición no se hubiera realizado. Estoy convencido de que si Fraga fuera presidente del gobierno y tuviera poder para ello estaría prohibido este blog, y cualquier elemento de la libertad de expresión, como ya hizo antaño. Sin embargo, también sé que el papel de Fraga en la transición acabó siendo positivo por las circunstancias. Pero también por su respuesta a las mismas. Es la paradoja.

Hoy en día un montón de pijos autosatisfechos critican la transición. Sin duda ellos lo hubieran hecho mejor. Sin embargo, jamás en su historia España -o sea: usted y yo- hemos disfrutado de tanta prosperidad y paz. Si yo fuera un pijo autosatisfecho, pero indudablemente progresista, no dudaría en desear que Fraga se pudra en el infierno. Si perteneciera a la oligarquía, o fuera un perro fiel de ella, no dudaría en exaltarle. Soy, sin embargo, un mediocre. Por eso, solo puedo al conocer su muerte desear que descanse, para siempre, en paz.

lunes, enero 23, 2012

PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Y DEMOCRACIA

Imaginemos por un momento. Yo poseo una empresa y a uno de mis trabajadores le imputan de un delito. Sin esperar a juicio, le despido: el nombre de mi marca comercial está por encima de la presunción de inocencia. Y ya oigo el grito: ¡¡¡¡¡¡fascista!!!!!!

Vayamos a una realidad. Hay un partido político y a uno de sus miembros le imputan. Sin esperar a juicio debe dimitir o le echan: el nombre de mi marca comercial está por encima de la presunción de inocencia. Y ya oigo el grito: dignidad democrática.

Raro.


jueves, enero 19, 2012

ENTRE LA CULTURA Y LAS MERCANCÍAS

Aviso: esta nota tiene su fundamento en dos artículos (1 y 2) ya publicados en este blog.

La llamada ley SOPA está a punto de ser aprobada en EEUU. La ley Sinde, en España. Y me imagino que otras leyes similares, en todo el mundo (bueno, menos donde no hacen falta como Corea del Norte, Irán, China o Cuba). Yo tengo un blog gratuito en internet -pues casi pongo el enlace- y una página web gratuita para mis alumnos -nota: este año me han vuelto a imponer un patético libro de texto-. Incluso, publico gratis -obsérvese la astucia para la autopromoción-. Seguramente, por lo primero o lo último nadie me pagaría, y hasta lo entiendo; pero, seguramente por lo segundo, sí. Es gratis y seguirá siendo gratis, al menos mientras la ley lo permita.

Estaría bien que los autodenominados creadores -¿si lo hago gratis, lo de publicar no se emocionen, no soy creador?- se decidieran: o crean cultura o crean mercancías. Si deciden lo primero, debería primar la difusión. Si deciden lo segundo, ya lo demuestran los muertos de hambre en el mundo, el precio. Ese es el auténtico problema.

martes, enero 17, 2012

DRIVE Y LA IDEOLOGÍA DEL YO

1.- Hace poco se ha estrenado en España la película Drive. Esta película ha cosechado muy buenas críticas, por nuestra parte no como ya veremos, y en varias de ellas se la ha relacionado con filmes anteriores como Raíces profundas, extraordinaria película, y con El silencio de un hombre, película a nuestro entender muy sobrevalorada y que aquí no vamos a tratar. Nosotros, además, la vamos a relacionar con otra película exquisita como es Hana-Bi.

2.- Recientemente escribíamos un artículo sobre capitalismo e ideología. En él, señalábamos que la ideología actual era la idea del yo. Se exaltaba ideológicamente ese yo mientras en la realidad no era más que mercancía. Y se producía así lo que llamábamos alienación negativa: los individuos se sentían absolutamente distanciados de la sociedad a la que veían como falsa frente a la, presunta, autenticidad de sus vidas.

3.- Pero una ideología omniabarcante como la que presentábamos tiene que tener presencia social explícita. No hay cosa más falsa que hacer análisis social y no presentar hechos empíricos de dicho análisis escondiéndose en una profundidad que esconde la vacuidad: una metafísica del capitalismo no se lo puede permitir.

4.- Por eso, analizaremos Drive como una muestra de la ideología del yo. Y para ello la analizaremos como, presunta, obra de arte. Y al hacerlo la compararemos con otras dos películas que ya hemos citado: Raíces Profundas, como ejemplo de película ilustrada como toda buena película del oeste, y Hana-Bi, que siendo también ideología del yo son embargo supera esa mera adscripción.

5.- Una película es un todo. Sin embargo, en ellas, se puede metodológicamente, hacer una división entre el guion y la forma de rodar dicho guion. Así, hay películas cuyo guion está por encima de la forma de ser rodado y hubiera sido necesario hacerlo de otra manera y, también al revés, hay películas cuya filmación supera el guion. Por ello, podemos metodológicamente analizar una película distinguiendo su guion y su puesta en imagen, pero teniendo en cuenta que ambos son su forma.

6.- ¿Por qué Drive es un ejemplo de la ideología del yo? Por los dos motivos citados: guión y filmación. Drive es un ejemplo, otro más, de la ideología del yo en cuanto a lo que se presenta y la relación que lo que se presenta pretende con el espectador: la pura identificación en lo autosatisfecho.

7.- Empecemos por el guion. Drive y Raíces Profundas tienen una historia común: un delincuente solitario encuentra una familia con niño a la que ayuda. Lo interesante es, sin embargo, su desarrollo que implica, a su vez, al protagonista principal.
En primer lugar, los dos visten de forma peculiar identificándose así. Pero ya aquí empiezan las diferencias porque mientras que Shane, protagonista de Raíces Profundas, cambia su forma de vestir como intento de integración en la comunidad a la que ayudará, Drive -a partir de ahora llamaremos así a su protagonistas, sin cursivas- lleva una horterísima cazadora como signo de su irreductible, y falsa, individualidad. Y el ejemplo aquí es categoría. Efectivamente, en Raíces Profundas la construcción de una sociedad justa es central, la lucha entre pequeños agricultores y ganaderos latifundistas, y por tanto el héroe es aquel que actúa para ello y por ello se sacrifica. Sin embargo, en Drive todo se reduce a una lucha individual. En el no hay nada similar a una realidad social, ni a construir ni a defender, que simplemente ya no existe ni aparece. ¿Exageramos?
Hay otra escena clave. Cuando Drive quiere impresionar al niño conduce ilegalmente y de forma poco precavida -de hecho la escena es un canto a qué no hacer en un coche- con el beneplácito, lógico, del pequeño y la admiración, idiota, de la madre: está haciéndose el machote. Pero, además, está filmada buscando que todos simpaticemos con ella, hortera videoclip, luego diremos más sobre esto, incluido. Cuando Shane intenta enseñar a disparar al niño, él es un pistolero, la madre se lo impide y Shane deja de hacerlo: hay demasiadas pistolas en el valle, dice. Pero hay más. En el bar del pueblo, Shane es humillado por un vaquero y él se deja humillar porque delante está el niño: no hay machote.
Así, en Drive el protagonista se presenta como autoreferencia: está encantado de haberse conocido y lo único que surge hacia él es la admiración. Sin embargo, Shane es complejo: se avergüenza de lo que es, por eso cambia su ropa, intenta ser otro y no puede. En Shane hay temporalidad, él intenta cambiar y no puede pero sí hace cambiar la realidad, en Drive solo hay circularidad autosatisfecha.

8.- ¿Pero y la forma de filmarse?, clama el crítico de la imagen. Bien, analicemos. Cuando uno ve Drive se encuentra con dos objetos básicos: la cámara lenta y el videoclip musical. Aparentando un realismo absoluto, sin embargo Drive no esconde sìno la apoteosis de la autosatisfacción posmoderna y usa para ello el preciosismo estético.
Efectivamente, la cámara lenta busca permitir y realizar la identificación plena entre el espectador y la obra: todo es más chulo así, especialmente la violencia al paroxismo. A su vez, la finalidad del videoclip es meramente esteticista y no narrativa. El videoclip en la película busca que el espectador se sienta fascinado con lo bonito y sentimental que queda y que de nuevo surja la identificación plena con el objeto. La identificación así, el momento de gozo estético para entendernos, no viene del desarrollo de la obra sino de su preciosidad aparente e inmediata. La forma clásica de rodar, que permitía la reflexión ante las imágenes por su propio ritmo narrativo, es sustituida por una forma que busca la identificación no en lo que nos falta como personas, de ahí la narratividad del cine clásico, sino en lo que ya tenemos, de ahí el preciosismo estético del actual. El preciosismo estético reconcilia con la vida mientras la narrativa clásica la interrogaba. Y así, cuando Shane acaba su duelo final con victoria, solo puede mirar hacia atrás, con la cámara, y ver los muertos para, luego, pedirle al niño algo tan ridículo en un mundo de autosatisfacción como que sea bueno y honrado. Que no sea, así, como él.

9.- Pero sería ingenuo pretender con ello que Drive no sea formalmente perfecta. Al contrario, en Drive hay una vinculación extraordinaria entre forma y fondo, al igual que en Raíces profundas. El problema no está ahí. Y eso nos lleva a otra reflexión: tal vez no baste con una forma perfecta, en la relación forma-fondo, para que una obra sea arte. Tal vez una obra de arte sea más que forma perfecta. Pero, ahora no.

10.- ¿Y Hana-Bi? En Hana-Bi hay cámara lenta, hay, cierto, videoclip y no hay vinculación social alguna: los personajes solo pretenden salvar su yo. ¿No es como Drive? No, porque en la película de Kitano -sí, el de humor amarillo- hay una conciencia trágica que impide la satisfecha identificación. La forma de rodar y el guion generan la imposibilidad de lo autosatisfecho. Hay una escena en que el protagonista recoge agua para poner unas flores a su mujer, enferma condenada de cáncer, y un individuo se burla de él señalándole que las flores ya están muertas: como ella. Y hay otra en que él hace trampas con un retrovisor descubriendo las cartas que ella esconde, haciéndola reír. La simple humanidad de esas escenas, veánlas porque contadas parecen ridículas, escapa a la identificación autosatisfecha. Hana-Bi, cercana a Raíces profundas pero de otra forma, nos habla de lo que ya no seremos y no se congratula en lo que somos. Al fin y al cabo, volvemos a la realidad, solo somos mercancías y no es para echar cohetes.

y 11.- Autosatisfacción, esa es la clave. El personaje de Raíces Profundas quiere ser otro cambiando. El personaje de Drive siempre es el mismo porque ya se acabó cualquier proyecto: es un ser humano y un verdadero héroe. Su yo es sagrado: es un delincuente con palillo en la boca y cazadora macarra. Igual si yo fuera así, tampoco querría cambiar.

domingo, enero 15, 2012

ALGUNA PETICIÓN POR LA CULTURA.

No es que sea yo muy de pedir apoyos y de firmar cosas. Pero a veces hay que hacerlo, al menos para los que creemos que la ciencia es uno de los logros mayúsculos del pensamiento humano.

Ha salido recientemente una petición de recogida de apoyos en actuable, basada en un artículo del blog Resistencia numantina -que tal y como está la cosa no me extraña que se llame así-, cuyo autor es un científico español. La petición consiste en exigir una casilla en la Declaración de la Renta para poder dar el 0'7 % de nuestros impuestos, recientemente aumentados por el gobierno que no los iba a subir, a la investigación científica, cuyo presupuesto ha vuelto a ser recortado.

Pueden firmarla, si lo desean, aquí.

jueves, enero 12, 2012

LA NUEVA ECONOMÍA/2: ¿EL FRACASO DEL KEYNESIANISMO?

Una vez analizado el fracaso liberal ante la nueva economía, pasamos a analizar el keynesianismo. Se observará, confío yo en mis lectores, que aquí no aparece en referencia a él una afirmación sobre su fracaso, sino un interrogante. Porque frente a lo que se pregona no vivimos el fracaso del keynesianismo sino su desarrollo que implica, y no paradójicamente, su fin: curiosamente como neoliberalismo.

El keynesianismo tiene tres pilares básicos. El primero es la intervención del estado tanto en la regulación legal de las actividades económicas como en la intervención directa productiva, a través de empresas públicas u obra pública, o indirecta, a través de financiación. El segundo, es una política económica que se basaría en poder mantener un déficit para activar la economía y en políticas de devaluación e inflacionistas. El tercero, se basa en la importancia de la demanda, el consumo para entendernos, como clave de la actividad económica. Así, la realización o no de estos puntos citados anteriormente como característicos de la teoría a analizar nos darían la clave del fracaso o el éxito del keynesianismo en la actualidad.

Comencemos por el principio. La primera característica del keynesianismo es la intervención del estado en la economía. Esta puede ser directa, cuando interviene a través de la industria o las finanzas, o indirecta, cuando interviene a través de la política regulando la acción económica mediante leyes e instituciones.

¿Interviene el estado en economía? Bueno, vayamos primero con la distinción indicada anteriormente. De forma indirecta el estado interviene claramente en la economía ya no solo a través de la regulación con leyes, sino directamente imponiendo medidas a través de organismos supragubernamentales a gobiernos soberanos. Efectivamente, podríamos decir que en este aspecto el keynesianismo está, también, globalizado. Así el núcleo de organismos internacionales con poder económico de imposición de medidas, y no solo de regulación, no solo no ha bajado sino que se ha visto reforzado con la crisis. Desde el FMI, pasando por el Banco Mundial y llegando a la propia UE, el keynesianismo ha triunfado.

Pero, ¿y en la intervención directa? Aquí cabría una importante distinción. Es cierto que el estado ha dejado de intervenir como entidad industrial y baja su ritmo como prestador de servicios -en otro artículo posterior veremos como esto se relaciona con el neoliberalismo- sin embargo, su intervención directa en la economía sigue desarrollándose. Efectivamente, la espléndida concesión económica a las entidades financieras, en España y en el extranjero, señala, por ejemplo, que el estado no ha, ni mucho menos, abandonado la producción económica. Así, el estado se convierte en un agente económico fundamental: keynesianismo duro.

Pero enlazando con esto va otro punto fundamental como es la política monetaria. Es cierto que la devaluación de la moneda ha desaparecido -excepto en China a través de la conversión del yuan- del horizonte económico de las potencias, pero también lo es que los bancos centrales y sus actuaciones -en términos de tipos de interés y compra de deuda- ocupan un lugar primordial en la economía. Los organismos gubernamentales, globalizados o no, realizan así una política financiera y monetaria de primer orden siguiendo el modelo de Keynes.

Sin embargo, donde sí el keynesianismo ha sido eliminado es en la idea del déficit del estado. Efectivamente, uno de los puntos básicos de la teoría de Keynes era la posibilidad de mantener un déficit público, sobre todo en tiempos de crisis, resultado de esa intervención estatal para reactivar la economía. Pero, por partes. Efectivamente, es importante ver que las ayudas financieras estatales aparentemente no se cuentan en dicho déficit, sino solo los servicios sociales que serán, ya lo han sido, recortados. Y esto es importante porque así la pelea contra el déficit no es en realidad contra un estado económicamente interventor, sino contra un estado como servicio público. Y ya veremos que esto deriva en un punto básico del neoliberalismo. Es decir, no se trata de estar contra el déficit público, sino en contra de que el estado ocupe una parcela de negocio.

Por último, queda por analizar el punto principal de la demanda, el consumo, como base de la economía.

Primero, conviene aquí aclarar un error. El keynesianismo no es lo mismo que la socialdemocracia. Para esta, la idea clave es el aumento del nivel de vida y como consecuencia un aumento de la demanda que activa la economía. Sin embargo, el keynesianismo es distinto: la idea clave es el aumento de la demanda que conlleverá, o no, una mejora en la calidad de vida. Así, el keynesianismo no tiene como condición necesaria el estado del bienestar ni tan siquiera un alto nivel de vida de la población. Efectivamente, puede haber economía keynesiana sin estado de bienestar, EEUU sería un ejemplo, y el nivel de vida no es un imperativo moral sino una táctica para la demanda interna.

Lo que sí es cierto ahora es que en los tiempos de crisis que vivimos, que implican una bajada del consumo, la idea de que la economía dependa de la demanda es un absurdo. Es más, la tendencia a la bajada del nivel de vida en ciertos países de Europa, y con ello de su consumo, y la permanente petición de la oligarquía a la mayoría para que nos apretemos el cinturón parecería indicar que se acaba esa importancia de la demanda. Sin embargo, esto es un error.

Ya hemos tratado aquí este tema de forma más extensa, por tanto presentaremos un resumen. La idea clave de todo esto radica en el volumen de la demanda y su sustitución. Los países emergentes, con China a la cabeza, suman una población tal que con que una décima parte de la misma adquiera capacidad de consumo, es decir: condiciones para una vida digna de subsistencia económica, pueden sustituir con creces a la parte occidental depauperada. Pero además, esta nueva sociedad consumidora sería una clase oligárquica en sus países, frente a la clase popular occidental, y consciente de sus privilegios que apoyaría, sin dudarlo, a la propia oligarquía occidental. Es decir, la demanda no bajaría, incluso aumentaría, y además la homogeneidad de los intereses sociales de los demandantes aumentaría. Y es ahí donde aparece el neoliberalismo.

El keynesianismo no ha muerto, solo se ha transformado. Y lo curioso es que le ha salido un hijo del que maldice pero es un triunfador. Efectivamente, la nueva economía tras la crisis presenta un claro vencedor: el neoliberalismo. Pero lo presenta de forma curiosa. Primero, porque el neoliberalismo no es solo un desarrollo del liberalismo, que lo es al tiempo que su traición, sino que a su vez es una adaptación del keynesianismo al interés de la oligarquía social -nota: por si acaso, ya en este blog hemos negado que se pueda hacer un análisis del capitalismo desde una perspectiva de clases sociales y de lucha de clases-. Y segundo, porque cabe preguntarse si el neoliberalismo es una necesidad del desarrollo del nuevo capitalismo o no. Así, hablar hoy del keynesianismo implica, por la idea de estado como agente económico, analizar el neoliberalismo. Pero eso, otro día.

lunes, enero 09, 2012

EXCELENCIA: LUCHA DE CURRÍCULOS (O yo quiero ser consejero en lugar del consejero).

Tiene razón Esperanza Aguirre cuando señala a la excelencia y al mérito como principales hechos que deben adornar la formación de una persona. Incluso es más, bajo ellos se debe juzgar un currículo para lograr un cargo de responsabilidad. Debe escogerse, sin duda,a los mejores y por eso este escrito. Efectivamente, la excelencia y el mérito son cualidades sin duda necesarias para entrar a formar parte del selecto grupo de la aristocracia epistémica (¿a que quedo bien? Quiere decir el grupo de lo más listos) que gobierna la comunidad de Madrid. Y se nota.

Por ello, en nuestro afán de medrar y servir a nuestra patria -y región- proponemos aquí nuestra candidatura para consejero de educación en justa liza epistémica (la segunda vez ya cansa un poco) entre mi persona y la actual encargada doña Lucía Figar. Y así, osamos entablar una lucha de currículos.

Lucía Figar es licenciada en economía por CUNEF, centro de reconocido prestigio en el orbe mundial. Yo, soy licenciado en filosofía por la UAM, centro de reconocido prestigio en el orbe mundial (a su vez).

Yo soy premio extraordinario de licenciatura. Ella, no.

Yo soy doctor, ella tampoco.

Yo tengo experiencia en la empresa privada (eso gusta mucho a la derecha) y en la pública. Ella, en el PP (no sé como definirlo).

Yo fui el primero de mi promoción en las oposiciones. Ella seguía en el PP.

Ella se casó con Carlos Aragonés, mano derecha de Aznar. Yo, no (tampoco me gusta).

Yo soy profesor de secundaria. Ella, es Consejera de Educación: del PP.

Algo no cuadra...
Algo no cuadra...
Algo no cuadra...

O cuadra excesivamente.


jueves, enero 05, 2012

VIDA INTERIOR/91: ESPERANDO A LOS REYES

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz



Portal de belén: ay recortes.

martes, enero 03, 2012

CAPITALISMO E IDEOLOGÍA/ y 3

En los dos artículos anteriores de esta serie, hemos analizado la idea de ideología en Marx y si esta se podía o no aplicar a la sociedad actual. Llegábamos a la conclusión de que no y señalábamos al final que la ideología actual presentaba una forma absolutamente novedosa: la ideología era el yo. Precisamente, la necesidad de explicar esto nos obliga a este tercer artículo.

¿Qué era ideología? Ideología es falsa conciencia, es decir, pensar que algo es una cosa cuando en realidad es otra. Pero, no solo eso sino que a su vez dicho pensamiento equivocado provoque en los sujetos un estado de aceptación del estado social. Así, al enfrentarnos a la ideología hoy caben tres preguntas: la primera, ¿hay hoy ideología?; la segunda, ¿si la hay en qué consiste?; y, por último, ¿cómo funciona?

¿Hay hoy ideología? Señalábamos en el artículo anterior de esta serie que no en su sentido tradicional pero sí en un sentido nuevo: el yo es la ideología. Pero tal vez, recuperar un análisis sobre el actual capitalismo nos ayude a explicarlo.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de que la ideología es el yo? Sin duda queremos decir que toda la vida humana es ideología. Muy listo, frase célebre, pero ¿que significa y, segunda pregunta, en qué consiste dicha ideología? Significa lo siguiente. La clave del actual capitalismo es la globalización de la vida como mercancía y, por tanto, como producción. Por ello, ocurre la eliminación de la distinción entre vida productiva, el trabajo propiamente dicho, y vida improductiva, el ocio o los momentos donde no se trabaja y que es entendida como vida interior ajena al proceso productivo. Frente a esta distinción, hoy toda la vida es mercancía en cuanto producción de beneficio económico. Y además, no es producción de economía concreta e individual donde prima la importancia de cada individuo como tal, como podría serlo en determinados procesos productivos ligados a la singularidad, sino en un sentido abstracto porque lo que importa no es quién gasta sino que gasta: produce valor. Así, la vida concreta e individual carece de valor real pues no importa la identidad como individuo sino la presencia pura como mercancía en que se ha transformado la vida: por eso en África se mueren de hambre. Efectivamente, cada vida individual es accesoria y solo vale como soporte de la mercancía.

Sin embargo, si algo se exalta socialmente -desde la publicidad hasta el discurso de la autoayuda, la espiritualidad o la protesta política como indignado- es precisamente la idea de yo: la gente está encantada de haberse conocido. De esta forma, la diferencia real y objetiva entre la importancia social y real de la individualidad concreta que es nula y el hecho de que sea, sin embargo, el gran referente del discurso social es ideología: a veces ángel, a veces demonio, pero siempre yo, clama una camiseta de éxito. El yo es la ideología actual porque realmente no existe pero se presenta como fundamental: la gente cree que está viviendo su vida -y por cierto, yo también-. Y con nuestra creencia producimos valor como mercancía. El individuo así cree, creemos, llevar una vida individual, propia e irrepetible, cuando en realidad solo interesa realmente como producto mercantil. Por supuesto, no se trata de que cada individuo esté determinado por el contexto social en cada acción, sino que la vida y la muerte de cada individuo está marcada por su carácter de mercancía. Si yo no muero de hambre es porque soy mercancía frente al individuo que tuvo la mala suerte de nacer en el África subsahariana y no serlo: ese se muere de hambre. Así, el enfrentamiento entre los que creemos ser y lo que en realidad somos es la ideología.

Aparece así, respondamos ya a la tercera pregunta de cómo funciona, una curiosa forma absolutamente nueva de alienación: la alienación negativa. De siempre la alienación como fenómeno ideológico objetivo fue poner en otro lo propiamente personal: perder la individualidad y con ella la autonomía. En ella, por ejemplo en la religiosa analizada por Feuerbach o Marx, el sujeto ponía su potencialidad en un ser imaginario como era Dios que, una vez así inventado, dirigía la vida de los individuos. Sin embargo, aquí y ahora ocurre algo novedoso. La alienación negativa implica que el individuo se siente absolutamente desligado de la sociedad que en realidad le da la forma como lo que realmente es, pura mercancía, y presenta ante los otros y en su conciencia su yo como absolutamente alejado de la esfera social: algo prístino. El yo vive, presuntamente, independientemente de la estructura social y se siente por encima de ella. Surge así la nueva alienación negativa: el sujeto gana su individualidad quitándole a la objetividad la verdad de su componente. Es una ensoñación que hace a cada individuo creerse irrepetible cuando en realidad está colocado en la estantería del supermercado real. Es negativa porque lo que resalta en la individualidad, frente a la anterior, pero es alienación porque el individuo realmente no supera la heteronomía de su existencia ganando su real autonomía: su única razón suficiente, jugando con el lenguaje filosófico y significando con ello la condición que le hace ser lo que es, es ser mercancía.

Pero alguien podría decir, ¿y entonces no sería lo revolucionario huir de la estructura social y hacerse mendigo, por ejemplo? La mentalidad ñoña es libre de serlo pero precisamente eso es el máximo triunfo de la realidad totalitaria. Efectivamente, toda la ñoñería de perdedores posmodernos y bohemias romanticonas no es sino el máximo triunfo del ideal de aquel que se siente por encima de la realidad social aunque luego, como buen mercader, exija, por ejemplo, sus derechos de autor en los versos protesta. Así, el ideal del pensamiento totalitario, que durante toda la anterior historia fue el movimiento de masas, ha pasado a la disolución posmoderna: individuos que se sienten al margen del sistema cuando sobreviven, como usted y yo, por él (aunque no gracias a él).

El yo es la clave del hecho ideológico porque la vida es solo mercancía. Cada individuo en el nuevo capitalismo debe sentirse especial y diferente y vivir intensamente la vida porque eso le lleva, necesariamente, a consumir. Y al hacerlo, produce beneficio que es, realmente, su finalidad. Por supuesto, que nadie quiera ver en esto un canto a la vida ignorante y basura de las sociedades preindustriales o salvajes, la vida simple que nunca tuvo mejor nombre, o a las entidades colectivas que niegan la individualidad -como pueblos, patrias o partidos-. El yo es irrenunciable porque idealmente implica, y esa es ahora su única verdad, que cada individuo es irrepetible. Pero, a la vez y esa es su paradoja, es falso porque en la realidad dada no lo es. Precisamente trabajar desde esa paradoja es la tarea de una filosofía que pretenda ser emancipatoria.