domingo, marzo 29, 2009

CRETINOS Y CONSENTIDOS

Sevilla. Macrobotellón. 14.000 niñatos, según las últimas estadísticas.
Un 36% de fracaso escolar en dicha provincia. Porque hay tiempo para beber pero, ¡ay!, no para estudiar.
Aunque la culpa, seguro, será de la sociedad, que les paga una educación gratuita.
Pues que no decaiga la alegría y la gracia. Sobre todo la gracia.
¡Olé!

viernes, marzo 27, 2009

DEBE DE SER

Debe de ser muy triste ser diplómático de carrera y ganar una pasta y tener prestigio, al menos un poco. Debe de ser muy triste que te nombren ministro y que no te dejen ni escoger tu equipo pero tú callarte. Debe de ser muy triste que alguien te pase por encima, que sea ella, la ministra de Defensa, quien meta la pata y que seas tú, el ministro de Exteriores, quien tenga que mentir y decir que ya lo sabías. Para mantener el coche oficial y el cargo. Aunque tengas la comida asegurada y la dignidad ya perdida.

Debe de ser muy triste no saber cómo llegaste a ministra. Quizás por ser guay. Debe de ser muy triste levantarte cada mañana y preguntarte qué hiciste para conseguir el cargo y, como tantos otros, solo encontrar una respuesta: ser fiel. Debe de ser muy triste meter la pata y hacer que otro, con tan poca dignidad como tú misma, mienta y diga que él, el ministro de Exteriores, ya lo sabía. Y tú, ministra de Defensa sin saber cómo, sonreír con gafas de diseño. Y pensar que tal vez eres el delfín y que tu mérito sigue: ser fiel, ser fiel, ser fiel…

Y, por supuesto, debe de ser muy triste ser tan poca cosa intelectualmente.

Pero alegre debe ser tener un cargo.

lunes, marzo 23, 2009

MADRID, 25 DE MARZO.HUELGA EN EDUCACIÓN: JUSTICIA Y PRIVILEGIO

Hay veces en que las cosas no están tan claras como nos gustaría. Suele ser casi siempre. Y hay veces en que quizás pensar demasiado, como bien le advierten al engreído Gastón en esa joya del cine que es La Bella y la Bestia –la de Disney, no la de Cocteau-, puede resultar si no peligroso sí cuando menos impopular. El próximo día 25 de marzo, miércoles, hay convocada una huelga de trabajadores de la enseñanza pública en Madrid. Y el problema es que la huelga es justa, justísima, pero al tiempo no lo es. O al menos no es tan fácil todo como se pinta.

Efectivamente, podemos preguntarnos tres cosas sobre la huelga del próximo 25: si hay motivos para ella, algo a lo que ya respondimos en un artículo anterior y cuya reflexión sigue vigente; si es justa; y, tercero, si estratégicamente es inteligente.

¿Hay razones para una huelga? No cabe duda de que la idea de Esperanza Aguirre no es la eliminación de los servicos públicos sino su privatización como tales servicos públicos. Es decir, la idea de Esperanza Aguirre es generar servicios públicos ofrecidos, sin embargo, por entidades privadas creando así unos intereses empresariales que ella se preocuparía muy mucho de gestionar sabiamente a través de los lobbys -de empresas sanitarias y educativas fundamentalmente- formados por dichos intereses y que la apoyarían. Como de esto ya hemos hablado en otras ocasiones –una, al menos, en general y otra, más concreta, en educación con el artículo vinculado en primer lugar- no consideramos que debamos pararnos aquí. Pero sí queremos dejar claro, y no como peaje sino como necesidad argumentativa, nuestro frontal rechazo a la política del gobierno Aguirre –quien por cierto ya ha quedado retratada como demócrata en la vergonzosa comisión de investigación sobre la trama de espionaje y antes lo fue como persona en su calcetinada -.

Sin embargo, lo que nos interesa ahora no es aquello ya dicho sino lo que aún queda por decir. Y lo que queda por tratar es la justicia o no de esta huelga y su oportunidad estratégica. Y es que hay veces en que la justicia camina ajena a la oportunidad política o incluso a la oportunidad que hace relación a las propias acciones para conseguir esa misma justicia. Pero hay otras en que curiosamente ambas caminan juntas. No estamos seguros de cual sea este caso, pero el hecho mismo de tener nuestras dudas nos lleva a plantearnos algunas cosas.

Cuando uno se afilia a un sindicato puede elegir entre uno de los denominados de clase -UGT, CCOO o CGT, por ejemplo- o bien uno corporativo y limitado a su mera profesión –en educación serían ANPE, STES o CSIF, por ejemplo-. La elección no es en absoluto baladí tanto en referencia a lo que se busca individualmente al afiliarse como a la hora de juzgar la relación entre oportunidad y justicia de las acciones de ese sindicato. Efectivamente, un sindicato coorporativo pretende esencialmente defender el interés gremial de sus afiliados. Sin embargo, al menos se supone, un sindicato de clase busca una conciliación entre ese interés propio y el resto de la población, estando dispuesto a renunciar incluso a ciertas ventajas que se podrían obtener si estas pudieran ir en detrimento del resto de los trabajadores -como por ejemplo la jornada continua en Primaria, a la que por cierto ningún sindicato se niega-. Así, la lógica de actuación sindical no puede ser la misma en unos sindicatos y otros ni tampoco, pero como causa de lo anterior y no como consecuencia, en sus afiliados. Y no solo no puede ser la misma sino que no debería serlo porque por eso también uno se afilió en un sitio y no en otro.

No cabe duda de algo: ser funcionario es un privilegio laboral. Y lo es aún más en tiempos de crisis declarada, ahora que ya no mienten y no nos acusan de antipatriotas podremos llamarla así. Efectivamente, la seguridad laboral que da el funcionariado no parece, en realidad no lo es, igualada por ningún otro empleo. Y resulta curioso que si uno repasa las principales protestas sindicales del año 2009 comprobará como en su mayoría son fruto de funcionarios. Y mientras los empleados de SEAT –cuidado, otros privilegiados laborales- tienen que votar congelar su salario, a los funcionarios se les subirá el año que viene su sueldo. Y curiosamente, mientras los sindicatos piden una subida del 2% en los convenios colectivos, uniéndola a la productiva para aumentarla, en los funcionarios se subirá más del 3 % sin necesidad de productividad alguna. Así, hay una doble vara de medir en las propias organizaciones de trabajadores y que, no curiosamente sino como siempre, perjudica más a los más necesitados: no sólo tienen un contrato laboral que en cualquier momento les puede dejar en la calle sino que además van a ver incrementado su salario, el que aún lo tenga, menos que un funcionario. Y tal vez un sindicato gremial ni se lo plantee, esa es su función, pero uno de clase debería preocuparse al generar la impresión, y la realidad, de trabajadores de primera y de segunda.

Pero, ¿qué significa todo esto? ¿Acaso por ello la huelga del 25 se transforma en injusta y Esperanza Aguirre y su gobierno en bondadosos adalides de la justicia? Comencemos por la segunda pregunta: el interés de Esperanza Aguirre sigue siendo destruir la educación, y la sanidad y cualquier otro servicio público como derecho ciudadano, en Madrid. Es decir, sigue siendo una miserable. En ese aspecto una protesta frente a esto es justa. Vayamos a la primera cuestión.

Si analizamos la primera cuestión podemos ya de paso contestar a la que se planteaba al principio, hace tanto ya para tan poco, del artículo sobre la justicia y oportunidad de la huelga. Dividamos en primer lugar nuestras peticiones como futuros huelguistas en dos bloques. Utilicemos para ello como criterio lo que atañe directamente a la prestación del servicio público y, por otro lado, las reivindicaciones relativas a los beneficios para los funcionarios. Sin embargo, se podría argüir en esta división una falacia y argumentar que en realidad lo que beneficia a los trabajadores repercute en la mejora del servicio. No obstante, y como contrapartida a semejante razonamiento, ante la situación económica y el privilegio de ser funcionario, resultaría dicha pareja escasamente real. Es más, el propio hecho de la ineficiencia de la administracidn pública, lo que incluye una educación pública con un profesorado que como colectivo se ha convertido en un poder fáctico que ha tomado los centros para sus intereses, demuestra que las mejoras laborales no han ido nunca juntas a una mejora del servicio. Por tanto, no cabía esperar ahora lo contrario.

Las reivindicaciones del funcionariado están llevándose en un sentido equivocado pues lo único que hacen es aumentar la brecha, acrecentada por la crisis, entre una población que vive la precariedad laboral propia del mercado laboral español –admitida gustosamente por empresariado y clase política- y una casta social intocable del funcionario que, pase lo que pase, puede pedir siempre más. No se trata, no crean, de que las reivindicaciones del funcionariado no sean sensatas sino que en el proceso de atomización llevado a clase por los propios sindicatos -que no saben llevar una respuesta de asalariados conjunta y que tienen precisamente una fuerza fundamental en el funcionariado que les mantiene a ellos mismos como poder social- se convierten en reinvidincaciones elitistas que además se ven magnificadas en su privilegio ante la situación laboral de los propios funcionarios y que los propios padres trabajadores observan, por ejemplo, en el horario administrativo que alcanza cotas de ridículo social – un ejemplo: ¿quién puede ver al tutor de su hijo a las 12 de la mañana?-. ¿Tenemos derecho los funcionarios a pedir un aumento de beneficios -que por cierto se reducen a aumentar el sueldo o los días de vacaciones, aún más, y no a hacer que no tengamos que dar materias para las que no estamos preparados y que perjudica claramente al alumno o a cuestiones fundamentales de docencia cuando esos mismos sindicatos apoyaron la LOGSE y la LOE - con una crisis como la actual y viendo que los sindicatos asisten complacientes ante lo que está pasando con el resto de trabajadores?

Seguramente si los trabajadores funcionarios de la educación, y también de la sanidad, cumplieran con su trabajo de acuerdo a sus condiciones de privilegio laboral, en comparación al resto de trabajadores de este país, la mayoría de la gente seguiría llevando, a pesar de Esperanza Aguirre, a sus hijos a la escuela pública. Y seguramente el funcionariado dejaría de ser una fuerza regresiva socialmente que solo busca su privilegio y se transformaría en grupo social de progreso. Pero ahora mismo eso no es así y resulta difícil, de verdad que lo resulta, distinguir la propia política del privilegio de Aguirre para las clases altas de la política del privilegio del funcionariado para sí mismo. Y uno piensa que el ombligo , ese donde se miran, acaba siendo el mismo. Y todo es un dilema triste.

jueves, marzo 19, 2009

VIDA INTERIOR/21: DÍA DEL PADRE

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz



La familia, célula básica de la sociedad.

martes, marzo 17, 2009

PERSONAL, PÚBLICO Y PRIVADO

Cuando mi compañeros, pues lo son al cobrar en su nómina por el mismo concepto que yo, del IES Federica Monstseny decidieron quitarles a los alumnos la posibilidad de elegir Psicología y de paso, lo que es menos importante pues seguiré cobrando como mis compañeros y por el mismo concepto, quitarme a mí la posibilidad de darla me dijeron una frase: no te lo tomes por lo personal. Incluso alguien lo dijo públicamente en intervención claustral: no debes pensar que esto es personal. Al fin y al cabo la pequeñaburguesía si por algo se significó siempre es por no tomarse nada de forma personal. Y sobrevivir de forma cómoda ante todo el horror que se acumulaba en eso que se ha denominado historia moderna.

Es, sin duda, un progreso civilizatorio el hecho de la distinción entre lo público y lo privado. Y no se trata de algo simple. La idea va en contra del institnto gremial propiamente humano, en cuanto a primate sociable, y presenta una ruptura radical con la naturaleza: lo individual y propio, no la mera transmisión genética sino el aquí y ahora como irrepetible, es lo fundamental. Así, el individuo se transforma en importante frente al mero colectivo social y no todo es el grupo: el yo busca un espacio propio. Pero al tiempo, y al existir el grupo, se presenta una doble realidad: mi esfera intima, ese yo conquistado, y mi esfera social. La segunda, la social, será compuesta de aquello que deseo sea conocido o actuado por o para mis semejantes de manera general; la segunda, la privada, de aquella faceta que o bien solo deseo sea sabida por un grupo pequeño o bien por nadie.

El hinduismo y su sistema de castas sirve como un buen -en realidad mal- ejemplo de un pensamiento que aún no ha conquistado lo privado. En él, la esfera privada y social están tan identificadas que el premio o castigo tras la muerte es medrar socialmente. Igualmente podría decirse de la ley judía, donde la esfera privada se haya absolutamente coaccionada por la pública. Son ambos, sin embargo, buenos sistemas de dominio social a pesar de su primitivismo. Pero también lo es aquel sistema religioso, más avanzado intelectualmente, que sitúa las realidades social y personal tan alejadas entre sí, como en el cristianismo, que la vida terrena carece de sentido excepto como inversión para la eterna. Así, en el cristianismo y en las grandes religiones modernas, la esfera privada se separa trascendentemente de la sociedad y surge pura y asocial: mil años de dominación certifican su éxito ideológico. De esta forma, y con las grandes religiones, la conquista del yo había comenzado pero al tiempo hubiera concluido en ideología.

Shakespeare es, sin duda, una representación de la Modernidad. Y en sus personajes se presenta algo sorprendente. Hamlet, por ejemplo, unifica su esfera privada con la pública para conseguir su venganza, pero sin perder ambas: ama a Ofelia mientras la repudia, se hace el loco mientras planea. Así, no cabe hablar de un protagonista o privado o público, sino de uno personal: Hamlet es una unidad en una tarea. La Modernidad unificó así lo privado y lo público y esto se ve muy bien en que la petición siempre presente de las revoluciones burguesas fue la libertad de pensamiento y la posibilidad de hacerlo público, es decir: que la esfera privada tuviera repercusión pública. Surgio así la idea de lo personal como la unificación de ambas realiades: el sujeto moderno no quería sólo una vida íntima y única -incluso Robinson anhela a Viernes- ni tampoco la pérdida de su identidad en la forma de dominación social -D. Quijote persevera en su deseo-. Quería vivir su vida propia y para ello necesitaba transformar el mundo. Era una tarea unida en lo privado y lo público, pero al tiempo marcando las distancias, y su fracaso implicaba el fin de la persona. El equilibrio entre lo privado y lo público, cuya clave estaba quizás en la preponderancia de la dignidad frente al honor, era la clave de lo personal. Yo no era yo sin nosotros pero nosotros éramos un conjunto de cada uno de los yo.

La auténtica globalización del capitalismo avanzado no es hacia los mercados exteriores, algo ya presente desde el comienzo del propio capitalismo con el colonialismo y el imperialismo, sino la globalización hacia la vida privada. El hecho de que cualquier actividad aparentemente privada lleve el sello de una mercancía –piensen cuántas cosas de su vida interior no producen beneficio directamente económico- es el auténtico hecho revolucionario del nuevo capitalismo. Así, la fuerza de dominación capitalista no consiste en su salida a nuevos mercados extranjeros tanto como en su presencia en cualquier faceta de la vida humana: la vida conquistada como mercado. La propia vida privada, que había logrado crearse como fondo revolucionario en la Modernidad, fue fagocitada por el Capitalismo. Y como consecuencia el yo, como forma productiva que ya era, adquirió una relevancia social sin precedentes en la historia. Efectivamente, el yo como mercado a conquistar por el desarrollo capitalista tuvo su consecuencia lógica en la preponderancia social de ese mismo yo: ya en su vertiente elitista, con una cultura profunda de problemas existenciales, ya en su vertiente popular, con los libros de autoayuda. Y así, esa vida privada se convirtió en el refugio de autenticidad del individuo ya absolutamente alienado: producía beneficio económico en cualquier circunstancia de su vida al tiempo que la persona se sentía realizada en esa misma falsa privacidad. El viejo sueño de la vida como horario completo de producción de mercancías se había cumplido. La jornada laboral extendida veinticuatro horas al día aseguraba la producción incesante de las mercancías que se consumían incasablemente. El dominio total se extendía.

La esfera privada, objetivamente inexistente, era sin embargo el gran producto de mercado y como tal se presentaba acorde a la necesidad de consumo. Los individuos, así condicionados, generaban una vida interior profunda, ay, tan profunda. La promesa del paraíso pasaba de un inexistente cielo a una inexistente vida interior y lo privado y lo personal, separados definitivamente de lo social, volvían a identificarse otra vez como en las viejas religiones que tanta utilidad habían demostrado para la destrucción de cualquier atisbo de rebelión. Y otra vez para el dominio.

Es fácil ser feliz. Basta con no oir, no ver, no oler, no escuchar. Cualquier imbécil puede serlo. Pero incluso esto, sin embargo, tiene una dificultad: requiere una concentración extrema que solo la superchería oriental se ha atrevido a buscar con la ñoña meditación. Es más sencillo, y digamos más inteligente, duplicar lo individual y sentirse obligado en una faceta, la social donde no soy yo y por tanto no me siento responsable, y la personal, donde se da mi verdadero yo. Y aplicar a esta faceta privada la regla de la vida interior: uno es una persona sensible, pero que muy sensible, en un mundo injusto. Claro está, no hay que tomarse las cosas por lo personal.

Se cuenta una historia real de Krupp, el empresario alemán. Al acabar la Segunda Guerra Mundial fue llevado a los juicios de Nuremberg y ante la pregunta de por qué utilizó mano de obra de prisioneros judíos contestó ufano: cuando se compra un buen caballo, hay que aceptar unos pocos defectos. Y siguió durmiendo cada noche porque Krupp había comprendido que aquello no era personal. Es la misma forma que duermen mis compañeros, esos que cobran por el mismo concepto que yo en la nómina. O, para qué mentir, la misma forma en que dormiré ahora yo mismo tras tomarme mi pacharán.

LOS CAMINOS DEL SEÑOR

Que la Iglesia Católica –con mayúsculas por cuestión ortográfica- pretenda excomulgar -ya sea de forma publicada o sea de manera automática y discreta (vean el final del artículo)- a la madre de una niña de nueve años y a los médicos que la ayudaron a abortar tras haber sido violada y correr riesgo su vida por el embarazo.
Que, sin embargo, nunca hayan pretendido excomulgar a dictador alguno o incluso a terrorista concreto o, por ejemplo, al padrastro que violó a dicha niña –ni de forma pública ni automática-.
Todo ello evidencia una vez más algo: Los caminos del Señor son inescrutables.

Y por tanto, y para evitar sorpresas, lo mejor es no transitar por ellos e ir por lugares algo más seguros.

jueves, marzo 12, 2009

ABORTO Y BORREGUISMO

No vamos a hablar aquí sobre el aborto. Ya lo hicimos. Solo vamos a mostrar nuestra sorpresa ante algo que al parecer a nadie llama la atención. Se llevará próximamente al Congreso, seguramente cuando surja el peor dato económico, una futura ley del aborto y las cuentas son en relación a bloques parlamentarios. ¿Es que nadie del PSOE o de IU o de la autoproclamada izquierda está contra el aborto? ¿Es que nadie del PP, de CiU o de la real derecha está a favor? ¿Se va a votar por bloques? ¿Son tan borregos los diputados que ni en esto van a votar como individuos? ¿Es que viven tan bien? ¿Es que deben tanto?

Y si todo esto es así, ¿para qué pagar a 350?

lunes, marzo 09, 2009

OTRA VEZ DÍA DE LA TORTILLA

Fuenlabrada. Día laborable. Nueve de marzo.
El descampado lleno de botellón.
Las aulas vacías.

¿Se quejará en el ayuntamiento la autoproclamada izquierda?
¿Se quejará en el ayuntamiento la real derecha?
¿Se quejarán en los claustros los profesores?
¿Se quejarán en algún lado los padres?
¿Irán los alumnos a la huelga?

¿Alguién?

sábado, marzo 07, 2009

viernes, marzo 06, 2009

NO DAR LECCIONES (y menos a Cuba)

Tiene razón ese profundo pensador y eminente conocedor de Marx que es Cayo Lara cuando dice que antes de dar lecciones de democracia a Cuba y criticar su ausencia de derechos humanos -¡a Cuba!, pero quiénes se han creído que son- los españoles deberían mirar su democracia.

Total, que iba yo a escribir un artículo muy sesudo sobre el hambre en el mundo pero siguiendo el pensamiento Lara, que para algo conoce en profundidad a Marx, decidí que no era quién para hablar de ese tema pues yo mismo tenía hambre y debía resolverla primero antes de pontificar sobre otros. Y me fui a cenar.
Cerveza,
unas alitas de pollo fritas,
una ensaladita de escalora con una vinagreta de pimentón.
Y me daba cuenta, mientras mondaba un hueso de alón, que no puedo hablar de la inanición de otros sin resolver primero la mía pues no se puede pretender dar lecciones así como así.
¡Qué razón Cayo Lara!

Y luego, me tomé mi pacharán.
Y ya me entró sueño.

miércoles, marzo 04, 2009

DESPIDO (aún más) LIBRE

Las palabras mienten. También dicen la verdad. Acompañar a unas palabras de otras es por eso un ejercicio no solo literario sino también, y siempre, moral: se busca decir algo más con ellas que la mera descripción. Las palabras tienen así un aire de conjuro que buscan reducir la realidad a sus límites. Y a veces, falsificarla.

Los empresarios españoles se han lanzado, con la complicidad de los medios de la derecha, a una batalla antigua: la consecución del despido gratuito. Sin embargo, ellos le llaman despido libre lo cual es, sin duda, la primera falacia. Y lo es porque en España el despido es libre, es decir: se puede despedir a cualquier trabajador, salvo cuando se violan sus derechos fundamentales y se cae, tras sentencia judicial, en despido nulo. Y la prueba fehaciente de que esto es así, es decir de que hay despido libre, es la larga lista del paro que se incrementa mes a mes a pesar, en la versión empresarial, de la enormes dificultades que sufren para despedir a alguien muy, siempre muy, a su pesar.

Así, y oyendo el monotema empresarial, nos encontramos ante un dilema: ¿es la causa de la crisis económica española y el incremento del paro la actual legislación sobre el mercado laboral? ¿Es la solución a dicho paro el poder echar a alguien de su trabajo de forma gratuita –a partir de ahora llamaremos así a lo que en su lenguaje se llama flexibilización de las condiciones del mercado de trabajo-? Es decir, ¿tienen razón los empresarios cuando señalan que la causa de las destrucción de empleo en este país es el rígido mercado laboral y que con él resulta imposible volver a crear empleo?

Vayamos por partes analizando, sosegadamente como nunca se quiere que se haga, todos los elementos.

¿Es la causa de la crisis española el mercado laboral? Veamos. Si bien ya hemos analizado aquí la crisis, es bueno recordar algo. La causa principal de la crisis no es industrial sino financiera. Esto se deriva al crédito, de una forma lógica, y afecta especialmente a aquellos sectores que viven básicamente de él. La economía española tiene dos sectores fundamentales: construcción y turismo. A ello cabría añadir, si acaso, el sector del automovil. Es decir: tres sectores que en la producción y consumo o en el consumo viven del crédito de una forma fundamental. Y este tejido industrial español, tan dependiente de lo financiero y en particular del crédito, es así por dos motivos. El primero, que la dictadura franquista generó un tejido industrial ridículo y una economía tercermundista durante los años, precisamente básicos, que tuvo para asentar una base económica industrial con condiciones; la segunda es que, acontecido lo anterior y a partir especialmente de los años 90, la clase empresarial española y la clase política decidieron un acuerdo implícito en el cual la gran locomotora económica del país iba a ser la construcción porque conseguía una acelerada reducción del paro, grandes y rápidos beneficios para los empresarios y extraordinarias plusvalías que permitían llenar las arcas administrativas mientras, para el mercado electoral y es que todo es un mercado, se prometía una reducción de impuestos. Es decir, la estructura económica española es cierto que es fruto de una condición objetiva -el retraso por la dictadura franquista- pero a su vez se generó porque beneficiaba a dos colectivos sociales determinados: empresarios y clase política. De esta forma, los únicos que nada tenían que ver con ese tejido industrial que se fabricaba como castillo de naipes sin base sólida eran los trabajadores que se incorparaban a él o a otros mercados, como las hortalizas, laborales. Y de hecho tan poco tenían que ver los asalariados españoles con esta conformación económica nacional que -oh sorpresa- no sacaban beneficio alguno del mismo excepto un puesto de trabajo pues su poder adquisitivo caía cada año independientemente del partido que gobernara. Incluso es más, el ahora inflexible mercado laboral español, de nuevo con la complicidad de la clase política y la empresarial, permitió, y permite, la tasa de temporalidad más alta de la OCDE, tasa bajo la cual los empresarios españoles estuvieron contratando mucho tiempo sin que en ellos surgiera la inquietud por las condiciones de trabajo de precisamente esos empleados a los que podían despedir -se llama no renovar su empleo- y además presionar para que no reivindicaran sus derechos laborales precisamente por su precariedad laboral -sí ya sé que eso nunca ocurre en el mundo laboral español-. Es decir, el mercado laboral español -o sea: la venta diaria de cada persona bajo ciertas condiciones legislativas- resultó perfecto mientras produjo beneficio, que indudablemente iba destinado a un mundo mejor y más justo, pero de pronto y ante la situación de crisis sobrevenida por otro factor es el gran chivo expiatorio. Y en vez de reconocer que la causa del actual desbordamiento del paro en España es debida a lo anteriormente expuesto y que no fue creado sino por las élites sociales y benefició fundamentalmente a las mismas y a sus intereses siendo ellos responsables, se presenta a los más débiles, los asalariados, como los malos y protegidos excesivamente. Mientras el estado mima a la banca.

Pero ahora bien, resultaría que el actual enfrentamiento entre empresarios pidiendo el despido gratuito -recuerden: ellos lo llaman libre- y la clase política -que o bien, en el caso del PP y la dereha, ni lo apoya explícitamente ahora ni lo concedió cuando gobernó o bien, en la autoproclamada izquierda, ya se ha negado- iría contra nuestra tesis anterior de la alianza de estas élites. Sin embargo, no es así. Pues el problema aquí estaría en que ambas élites ahora se enfrentan en la asunción del gasto social, económico y político de la misma crisis. Es una pelea entre sectores privilegiados precisamente para mantener sus extraordinarios beneficios anteriores pues ninguno quiere cederlos a pesar del cambio de situación. Los empresarios saben que con el despido gratuito para ellos todo serían ganancias: económicas, en cuanto que les ahorraría dinero; sociales, pues en un país con una bajísima afiliación sindical, cosa que no extraña por cierto, el despido gratuito implicaría la automática sumisión del empleado; y político, pues quedaría constituido el sector empresarial como el principal actor social. Sin embargo, la élite política piensa que sólo encontraría pérdidas: económicas, pues implicaría tener que aumentar el gasto social que actualmente está muy por debajo de la media de la UE -27% frente al 20% español-; sociales, pues los sindicatos, incluso la UGT fíjense, tendrían que movilizarse contra la clase política y se generaría además una respuesta social espontánea aún más peligrosa por sus imprevisibles consecuencias; y política, pues habría que asumir electoralmente la subida significativa de impuestos directos para aumentar ese mayor gasto social o bien aguantar la movilización social. Así, las dos élites ahora sí están enfrentadas pero no en pro de la economía del país, que al fin y al cabo consideran su cortijo, sino por sus propios intereses como tales élites –que por supuesto son independientes socialmente a la propia creencia individual de cada sujeto perteneciente a ellas-. Y o bien encuentran una solución de compromiso que les permita a ambas mantener su privilegio o bien entrarían, obsérvese la astucia de empleo del tiempo verbal, en colisión.

Pagar el coche es duro. Pagar un coche de lujo, sin duda, requiere más esfuerzo. Si se puede conseguir que ese esfuerzo lo hagan otros la cosa saldrá satisfactoriamente. No se trata, sin embargo, de una maldad personal, algo así como que los empresarios o los políticos sean malas personas pues imaginamos que habrá de todo, sino que como forma social su interés es opuesto al interés de los asalariados. Tampoco se trata, no vayan a creer, de la lucha de clases pues no existe en la actual estructura capitalista intereses sociales que trasciendan las actuales condicones de vida. Se trata, de forma más simple, de grupos sociales con intereses distintos y que buscan su propio beneficio: empresariado, clase política y asalariados. Pero el problema surge de que en el juego de alianzas inherente a esa situación unos siempre ganan, pues tienen más fuerza, y otros pierden. Y ya el BBVA ha conciliado la postura de los dos grupos más fuertes: bajar las cotizaciones sociales al empresario –¡yupi!- y subir el IVA, el impuesto indirecto por excelencia, para beneficiar a la clase política –¡que guay!-. El perjudicado queda claro.

Ya se están poniendo de acuerdo. Es un alivio.