sábado, noviembre 29, 2008

CALCETINES, MARKETING Y DESVERGÜENZA

Yo no ví a los terroristas ni a personas heridas. Ni sabía que eran terroristas. Sólo vi la sangre por la que tuve que atravesar descalza. Pisé bastantes charcos de sangre, Esperanza Aguirre relatando en una rueda de prensa hecha para la ocasión su peculiar aventura en unos atentados en que murieron más de 100 personas en Bombay. Curiosamente en todo el tiempo que pasó hasta regresar a España nadie le pudo conseguir unas medias aunque sí un airbus para volver.


Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.

Evangelio según San Mateo, 6, 1-4


viernes, noviembre 28, 2008

UNA MUESTRA DE SOLIDARIDAD Y RESPETO

Sin duda alguna el tema requiere un tratamiento más desarrollado. Pero la conclusión, y perdonen que la exponga antes del desarrollo que intentaré hacer en fechas posteriores pues ahora estoy muy liado, es clara: por supuesto hay que retirar los crucifijos de los colegios.

Y vaya desde aquí nuestra adhesión y nuestro respeto hacia D. Fernando Pastor en esta cuestión. Pues sin duda luchar por motivo de auténtica libertad contra fuerzas contrarias a la Ilustración y a la emancipación humana, como sin duda son la religión en sí y en concreto la Iglesia Católica, merece un halago y un apoyo.

jueves, noviembre 27, 2008

martes, noviembre 25, 2008

¡PELOTAS! ¡PELOTAS!

Esto es El País actual: 'The Washington Post' asemeja a Obama con Zapatero.
Tal vez, sobre la cursiva.
Y lean el artículo enlazado del periódico estadounidense porque no dice eso.

¿Y de la TDT, qué?


domingo, noviembre 23, 2008

UNA DEL OESTE

Las películas del oeste son la épica de la Ilustración. En ellas se presenta la tarea que la modernidad se dio a sí misma: la creación por parte de los sujetos de un mundo justo. Se genera así la imagen permanente de la creación de un mundo donde las personas puedan, en frase siempre repetida, vivir, con todo el significado que tiene ese verbo, por fin en paz. Así, lo fundamental de las películas de vaqueros no es el mantenimiento del status quo, la sociedad vigente, sino la creación de un orden nuevo que implica precisamente la lucha contra ese status y su destrucción: no hay que conservar sino crear una nueva sociedad. De esta forma, la moral individual y social es la esencia de las películas del oeste.

Pero, ¿por qué entonces hay esa tristeza siempre presente en los grandes western? ¿Por qué, al contrario de como era el musical, otro maravilloso género genuinamente americano, el cine del oeste aparecía rebosante de melancolía? ¿Por qué surgía siempre ese sentimiento de culpa que asolaba a los personajes? Si uno repasa las películas más importantes de este género verá, con cierto asombro, un mundo cargado de pérdida y perdedores: pistoleros arrepentidos, vengadores cansados, borrachos que buscan una expiación, gente que una vez lo tuvo todo y ahora no tiene nada, el sheriff abandonados por su pueblo, granjeros que tienen una tierra desértica, prostitutas que sueñan con un marido e hijos,... Ese grupo humano, que se verá perfectamente resumido en los pasajeros del viaje formal y ético de La diligencia serán los que, de esta manera, pueblen la épica moderna. Y es, frente a dioses, héroes o caballeros andantes, un extraño grupo para plasmar los ideales de una epopeya. ¿Por qué ellos?

Tres elementos impregnan todo el ideario de las películas del oeste: la idea de justicia, el deber y el sentimiento de culpa. Y los tres se juntan en la construcción del mundo, pero de un modo diferente.

Los dos primeros, la idea de justicia y el deber, proceden de la tradición ilustrada. El hecho de que todos los buenos, buenos culpables sin embargo por algo, tengan unos principios morales profundos y lleven consigo una idea de justicia irreductible implica una diferencia ya con la épica clásica pues esta idea de justicia no es social sino individual. Efectivamente, lo que está en juego en la épica clásica es el honor, como se ve muy bien en su burla que es El Quijote. El honor es un término social referido al buen nombre y al prestigio ante los otros. Sin embargo, lo que se juega en los western es la dignidad -el cumplimiento del ideal que el propio individuo se ha hecho de sí-. Lo que busca el vaquero no es congraciarse con el sistema social reinante sino reconciliarse con el propio ideal de sujeto, reconciliarse consigo mismo. Pero, para hacerlo, no puede sino transformar el mundo. Efectivamente, el tan cacareado individualismo del cine del oeste no es tal, pues la acción del protagonista siempre se encamina a la comunidad y no a sí mismo. En su búsqueda de dignidad el protagonista debe realizar una acción que implica siempre lo externo. De esta forma, la tonta meditación trascendental y el mundo interior son ajenos al western pues el héroe se desarrolla en el mundo actuando sobre él: no es pues individualismo sino autonomía moral. El protagonista de las películas del oeste es un sujeto moderno y la idea de justicia que utiliza solo puede surgir de su propia razón. Por eso la posición social no sólo no importa, cosa que es fundamental sin embargo en la épica clásica, sino que al remarcar su carácter de marginación -pistoleros arrepentidos, borrachos, fracasados, prostitutas,...- se remarca esa distancia con lo social. El héroe del western se siente extraño ante el mundo pero, al contrario, no ajeno a él.

Y por eso surge la tercera idea, esa tristeza que impregna al western y que quien mejor ha sabido captar ha sido sin duda John Ford. Efectivamente, es el sentimiento de culpa otro elemento fundamental de este género. Y un sentimiento de culpa doble: por un lado el reflejado en sus protagonistas; por otro, el de la propia obra.

La expiación ante la culpa es una constante del cine del oeste y sus héroes. El peso de un pasado que ya no se puede resolver, como en el caso paradigmático del pistolero arrepentido, lleva a los protagonistas a una culpa que les acompaña. En la épica clásica el héroe está orgulloso de sí mismo, su linaje y su tierra; en la épica del western el linaje no existe y no hay hogar: el extrañamiento es total. Y este sentimiento de culpa está a su vez en el género. El western es un género fundacional y en concreto trataría, al menos superficialmente, del origen de los EEUU. Así, y en buena lógica patriotera, debería ser algo alegre y edificante –imaginen algo así en cualquiera de nuestras paletas autonomías-. Sin embargo la paradoja es que si hay una épica nacional antinacional esa es el western. Ciertamente, los personajes carecen de hogar y orgullo patrio. Pero aún hay más. El western se hace cuando el sueño ya ha terminado y la realidad social está lejos de cumplir ese mismo sueño fundacional. Si el western siempre defendió a los pequeños agricultores frente a la oligarquía ganadera al final la oligarqoía ha ganado y el mundo es, en el sentido de la metáfora, de los ganaderos.

Y así en el western late esa tristeza entre lo que la realidad es y lo que debería ser. Esa tristeza fruto de su propia conciencia de la realidad. Y es precisamente el surgir del desencanto, del enfrentamiento entre la realidad y aquello que debería haber sido la realidad, lo que hace triste las películas del oeste. El regusto amargo que dejan, con demasiados personajes que pierden aun después de haber cumplido con su deber o incluso mueren negándoseles cualquier recompensa – y sería interesante observar a este respecto como el western es el género en que más protagonistas o secundarios con papeles de bueno mueren o pierden todo- es así fruto de su propia constitución. Pues las películas son hechas en la actualidad, cuando ya conocemos que nada de lo prometido se cumplió, y con ellas presente se desvela esa diferencia entre lo que debería haber sido y lo que se es.

El western ha muerto como lo ha hecho la propia Ilustración. La desaparición del ideal de sujeto arrastra con él sus consecuencias. El cine del oeste nos ayudó a exigir la justicia y a sentir el deber. Nos dijo que más allá de nuestra felicidad existía esa misma justicia y la vida de otros. Y nos enseñó a sentirnos culpables porque el mundo no fuera hermoso. Todo era demasiado humano, en el sentido más noble de la palabra, para que perviviera ante el totalitaritarismo del desarrollo capitalista. Imposible así de recuperar, el western ha desaparecido y, como en su imagen mítica final, aquellos ideales que forjaron la esperanza ilustrada cabalgan hacia el crepúsculo.

martes, noviembre 18, 2008

ALGO DE RACIONALIDAD: SOR MARAVILLAS

La pregunta -personalmente tal vez injusta pero racionalmente irrenuncionable- que debe hacerse, y con ella va la crítica, ante el hecho de la placa que se pretende poner en el Congreso dedicada a sor Maravillas es sencilla: ¿si Kant no tiene ahí una placa cómo se les ocurre ponérsela a alguien que decidió renegar de su racionalidad, y con ella de su autonomía moral, en aras de una ridícula trascendencia?

Y es una pregunta muy radical. Porque ante esta idea de la señora Elena Valenciano seguiría viva. Pues la racionalidad no es el empate a uno en la irracionalidad.

lunes, noviembre 17, 2008

EDUCAR PARA ADOCTRINAR

Yo me aburro. Y pues que voy y que me pongo a navegar por internet. Y en esto que entro en El País. Y leo , ya que estaba allí: ¿otra asignatura nueva?

Y en esto que me llama la atención:
y además se mueven en un mundo en el que no disciernen bien lo que son contenidos apropiados y los que no, y lo que es legal o lo que es pirata.
¿Qué es lo pirata?

Pues que entro en Internet. Y como en la noticia no hay ni un vínculo ni aparece tal manifiesto pues lo busco y solo encuentro, seguro que por mi torpeza, un escrito -tras poner en Google “manifiesto cultura audiovisual”- que parece más un manifiesto de profesores que de empresas (ahora se llaman asociaciones) y en ningún sitio aparece eso de la piratería.

Y claro, indignado me voy a un periódico de (autoproclamada) izquierdas de verdad y entro en Público y observo que la noticia es ésta.

Y ahora pienso que debo de ser el único que piensa mal. Seguramente, seguro, porque soy una persona infeliz.

viernes, noviembre 14, 2008

educación para la ciudadanía, todo en minúsculas

Congreso de los Diputados, 12-11-2008. Tras el asesinato de dos soldados
españoles en Afganistan y mientras habla la ministra Carmen Chacón.

Bloque 4. Las sociedades democráticas del siglo XXI.
(…) La política como servicio a la ciudadanía: la responsabilidad pública.

Currículo de Educación para la Ciudadanía y los derechos humanos, RD 1631/2006 (BOE 5 de enero de 2007)

miércoles, noviembre 12, 2008

OBAMA

Resulta interesante y un reto escribir sobre Obama. Resulta interesante porque no cabe dudar de la distancia ideológica que nos separa de sus ideas y resulta un reto porque, desde esa perspectiva ideológica pedante que nos caracteriza, cualquier lector pensará que voy a despotricar sobre el presidente de EEUU y que si no lo hago seré contradictorio con mis propias convicciones.

Lo concreto no es, necesariamente, lo más real. El pensamiento positivista cree que la realidad es aquello que se nos presenta y que debemos hablar sólo de lo concreto, lo particular. Es un error. Pero lo es no porque haya una especie de dimensión espiritual, cosa que no existe, sino porque la realidad solo puede explicarse desde la pura abstracción, como muy bien sabe la ciencia. Efectivamente, las ciencias han triunfado en la explicación y control de la realidad no a través de lo concreto sino a través de leyes y fórmulas abstractas. La abstracción es más real, así, que lo real. Sin embargo, una cosa es que lo particular no sea lo real, en cuanto su fundamento no está en sí mismo, y otra bien distinta es que no exista. Obama no puede ser explicado sin atender al desarrollo de sus condiciones socioeconómicas -que son en última instancia las condiciones del capitalismo avanzado- y en eso se parece a Zapatero. Sin embargo, y como fenómeno particular, tiene cosas específicas que le hacen, como a cualquier otro particular, único. No se trata, pues, de generar una especie de teoría holista que explique los hechos particulares como indistintos entre sí al estar subsumidos al sistema, sino precisamente de una acción contraria. La clave consiste en comprender que efectivamente, y en primer lugar, es cierto que la totalidad no puede explicarse por la reducción a los elementos de los que consta, pero que estos elementos, sin embargo, sí pueden, y deben, ser analizados como si, y subrayemos esta expresión, fueran independientes para darles sentido -aunque, claramente, su significado último debe remitir a la propia totalidad-. Y ello por dos motivos: uno, porque metodológicamente esto es lo correcto pues la forma de dominación capitalista es la subsunción de lo particular pero no su desaparición; dos, porque hay una lucha por las condiciones de existencia, que no de vida, que pertenece sin duda a lo reformista y que sería suicida abandonar. Y es precisamente desde esa perspectiva desde la cual señalamos el otro día nuestra alegría por la victoria de Obama.

Y ahora toca explicarla.

En primer lugar, resulta interesante ya no la victoria de Obama sino su propia candidatura, al igual que la de McCain. Eso sería impensable, tanto la candidatura como el propio proceso llevado a cabo, en España donde el mayor mérito posible de cualquier político es la servidumbre al partido y la pertenencia al denominado aparato. Así, la figura de gente mínimamente independiente, como son Obama o McCain, resulta imposible por el control del partidismo. Sin embargo, en EEUU, que por supuesto no está exento de estas servidumbres, la aparición de figuras independientes al aparato es más sencilla pues su elección, al menos en parte, por las bases permitiría que alguien que no contara con la aprobación de la elite del partido sin embargo sí contara con las de sus bases. Pero, claro, para ello estas figuras independientes deben tener dos cosas: preparación y dotes. ¿Qué currículo pueden presentar la mayoría de nuestros políticos? Únicamente el servicio al aparato del partido y, si acaso, haberse sacado una oposición. Así, el prestigio varía aquí y en EEUU. Mientras que el prestigio del candidato presidencial estadounidense debe ser preferentemente público, el prestigio del político español sólo debe ser interno y para la organización -y esto se ve muy bien en el caso Palin donde un prestigio partidista, al fin y al cabo la señora no es muy inteligente, no se ha correspondido con uno público y se ha perdido la votación-. El borreguismo en la política española está así servido en un doble sentido: porque, primero, sólo llega el que no se ha significado por sus conflictos con la dirección; segundo, porque el único oficio de la mayoría de nuestros congresistas y senadores es la política y no pueden abandonarla, so pena de bajar drásticamente sus ingresos, y por tanto se convierte en prisioneros de su propia situación: el sistema partidista genera la mediocridad como mérito.

Además, a esta independencia se añaden dos elementos interesantes: el sistema de elección y la no perseverancia en la candidatura. Como ya hemos advertido el candidato no es seleccionado por un aparato, aunque algo de ello también hay como esperó Hillary Clinton, sino por sufragio con lo que un candidato preparado y ajeno al aparato puede triunfar. Pero si no triunfa, además, pierde. Esto sonará extraño -no se puede olvidar que en España no hay noche electoral en que no ganen todos y todos se mantengan, y si alguien esiá pensando en Llamazares que no olvide que no renuncia a su jugoso sueldo de diputado-, sin embargo, y ahí están la elegancia de Gore o de McCain, en EEUU se pierde. Y no vuelves salvo raras excepciones. De esta forma, la posibilidad de que en la candidatura surja alguien brillante es mayor en EEUU que en España y la posibilidad de que aparezca un idiota de acuerdo al establishment es la misma: Bush no es, ni ha sido, el único presidente idiota. NI EEUU es el único país donde gobierna un inútil.

Pero la posibilidad no implica, como sabemos por repetida experiencia, la necesidad. Hora es, pues de que veamos si Obama es o no un buen candidato.

En primer lugar conviene señalar que Obama sólo puede ser juzgado, por ahora, de acuerdo a su candidatura y no como presidente. Como candidato Obama ha logrado generar una ilusión no tanto en el aparato del partido, que tenía a Clinton como su candidato, como entre la gente ajena al aparato. Si algo sorprende en estas elecciones ha sido que ambos candidatos se han presentado como buscadores de un cambio frente a la estructura política más tradicional. Y ello solo es posible por lo que hemos explicitado más arriba y la idea de que dicho cambio sería también posible. La independencia de Obama y McCain les otorgan, al menos, el benefecio de la duda y así, siendo distintos, es sencillo que la gente le reciba con ilusión, harta como está de una estructura política cuyo único fundamento real son los propios intereses de las élites que la conforman. Incluso una de las primeras medidas tomadas por Obama, que tiene mucho significado en la política de Washington, en referencia a limitar el poder de los lobbys marca bien claro una esperanza para la clase media americana harta de unos políticos alejados de lo real.

Pero además, Obama tiene discurso. No es solo que sea un gran orador, lo cual es de agradecer en estos tiempos, sino que sus discursos tienen ideas que, gusten o no, se pueden al menos discutir. Obama tiene un proyecto de país, con el que evidentemente no estamos de acuerdo, pero al menos tiene contenido -y eso le diferencia radicalmente de Zapatero- en cuanto a que la esperanza que ha despertado en EEUU no es vacía –aunque en Europa pueda parecerlo por desconocimiento de la estructura ideal del sueño americano-. Incluso, dentro de esta esperanza Obama ha jugado muy bien la baza racial, que podía haber sido un handicap, presentandose a sí mismo no como un negro, lo cual por cierto hubiera hecho el juego al racismo blanco, sino como un ciudadano americano, lo que ha sido más progresista. Y así ha criticado, y con razón, a la propia comunidad negra y su victimismo, lo que le ha generado la rèpulsa de ciertos líderes negros, no dejándose llevar por esa fácil respuesta de echarle la culpa de todo al hombre blanco. Así Obama, astutamente, lejos de mostrar un mundo en blanco y negro, el chiste era casi una exigencia, lo ha presentado gris lo que siempre denota cierto pensamiento intelectual complejo –muy lejos de Zapatero y su memoria histórica, por ejemplo-.

Pero además esta extensión programática se da a su vez en la política exterior. Obama ya ha señalado dos cosas fundamentales: la necesidad de la cooperación internacional y, por otra parte, la diferencia entre la guerra de Irak y la de Afganistán. Esto le separa radicalmente de Bush quien situó a su país en el unilateralismo y en el criminal error de Irak. Así, el hecho de que el sector más fanatizado de Israel haya mostrado su preocupación por su elección, y hablamos de la opinión pública israelí porque es la única libre de la zona, demuestra que Obama anda independiente de ciertas ataduras incluso en Oriente Medio. E incluso la necesidad del cierre de Guantánamo, algo que ha prometido realizar, demuestra una visión de la política exterior alejada del desastre del anterior gobierno y una preocupación, al menos mínima, por los derechos humanos.

Pero además, Obama anda lejos del fundamentalismo cristiano y paleto de Bush en una materia, que olvidada por nuestros políticos analfabetos, es sin embargo fundamental: el apoyo al desarrollo científico que si bien no necesariamente es el apoyo a lo ilustrado si es condición necesaria del mismo. Resultaría extraño, y mucho, ver que entre las prioridades de un político español estuviera algo que oliera a ciencia, aunque se puedan gastar el dinero en cúpulas extrañas y, digamoslo, ridículas. Sin embargo, y ante ello ya han clamado las oscurantistas organizaciones de rigor, una de las prioridades posibles, pues aún no se ha especificado del todo, de Obama guarda relación con la ciencia y con ella con el progreso: reabrir el estudio de las células madres en organismos públicos. Así, en unos momentos en que no en la investigación puntera pero sí en la opinión pública la ciencia, y con ella repetimos el ideal de la ilustración, en EEUU corre peligro, parece que Obama se ha lanzado a otra campaña: defenderla.

Y hay un último motivo sencillo y directo para alegrarse del triunfo de Obama. Es imposible que sea peor que Bush ni más inútil ni más criminal.

¿Hubiera votado por Obama? Está claro que no. Las diferencias ideológicas entre ambos son profundas. Pero, al menos, hay que reconocer que Obama merece un respeto, por ahora y lo puede perder, como político: al menos, dará gusto discutir, observen que no digo hablar, con él. Algo que resulta muy dificil señalar de alguno de nuestros políticos: tan insignificantes intelectualmente, tan ridículos políticamente y tan pobres culturalmente.


lunes, noviembre 10, 2008

NO-DO

La lengua del Tercer Reich sentimentaliza; eso siempre es peligroso.
Victor Kemplerer, La lengua del Tercer Reich. Barcelona, Ed. Minúscula, 2001, p. 59


En el telediario de la 1, el sábado 8 de noviembre de 2008.

jueves, noviembre 06, 2008

¿CRISIS DEL CAPITALISMO?/2: LIBERALISMO E IZQUIERDA

Hay un dato llamativo en la obra de Marx: la diferencia del inicio entre el Manifiesto Comunista (1848) y El Capital (1871). En el primero, Marx y Engels comienzan hablando de la lucha de clases; en el segundo, Marx inicia el libro por el análisis de la mercancía. ¿Por qué? La idea que se barrunta en Marx es absurda por arriesgada: el capitalismo es un sujeto. Es decir, no existen realidades que al unirse formen el capitalismo siendo este su resultado socioeconómico –la sociedad de clases, la propiedad privada, la explotación,…-, sino que el capitalismo es el que conforma cada fragmento de realidad. O dicho de otro modo: el capitalismo es la totalidad a priori. Pero este a priori no debe entenderse en sentido temporal sino como fundamento. Así, los elementos sociales solo adquieren sentido en tanto en cuanto son estudiados en referencia a esta totalidad. Por supuesto, los intereses fragmentarios permanecen e incluso deben ser explicados ciertos hechos concretos, ya políticos o ya sociales, de acuerdo a ellos -como hemos hecho aquí en referencia a determinados temas al hablar de las élites en los partidos políticos, la política lingüística o el cupo femenino- pero no se puede aplicar al análisis de la totalidad como tal. De esta forma, desde el capitalismo entendido como sistema, se puede dar sentido a los fragmentos que, a su vez, pueden explicar fenómenos aislados pero no puede ocurrir lo contrario pues los fragmentos nunca explicarán la totalidad. Se funciona necesariamente, al analizar los fenómenos de las sociedades capitalistas, por abstracción de lo general a lo particular y no por inducción: no es lo empírico lo real sino la fundamentación abstracta que ha llegado a ser.

Lo que distingue a la filosofía moderna -a partir de Descartes- de la filosofía antigua -la anterior y dejando al humanismo renacentista como intermedio- es, sin duda, la idea de sujeto. En la segunda -el mundo clásico y la edad media- el sujeto es meramente entendido como una realidad académica en la explicación del conocimiento: sujeto es el que conoce y objeto es lo conocido formando todo parte de una realidad que los trasciende ya sea la Physis -naturaleza- y su logos ya sea la creación y Dios. Así, el sujeto podrá tener una importancia en la teoría del conocimiento pero ninguna en la metafísica, el estudio de la realidad y su fundamento. Sin embargo, en la filosofía moderna, y paradójicamente en la propia teoría del conocimiento, aparece una tesis trasgresora: el pensamiento piensa ideas. Detrás de esta aparente evidencia tonta se esconde, sin embargo, un principio radical de escisión: el sujeto posee algo irreductible a la realidad circundante, su mente o su yo, que le hace ser distinto a todo lo demás pues su capacidad más radicalmente humana ya no le conecta con lo real sino consigo mismo. O dicho de otro modo, el sujeto se separa de la realidad al ensimismarse y su racionalidad ya no está en el logos o en Dios sino en su propio ser autoconsciente. Y el objeto, la realidad exterior, se presenta a su vez como algo que debe adaptarse a ese mismo pensamiento pasando a ser objeto de dominio. De esta forma, la Modernidad tuvo que reinventar todo el proceso racional del conocimiento -ciencia, ingeniería, política, economía, arte,...- pues debía reconstruir el mundo a su imagen y semejanza. Y la pieza clave era el sujeto.

El liberalismo es encantadoramente ingenuo. Tiene un cierto aire de cuento infantil que enternece. Según su teoría, la totalidad no es sino la suma de sus partes. Así, la realidad social se conforma en la suma de individualidades y sus acciones y por eso el máximo político es el contrato. Pero se trata de ideología. Efectivamente, la ingenuidad del liberalismo es no distinguir claramente entre ideal y realidad. Lo que presentó realmente el liberalismo fue un deber ser -cómo debía ser la sociedad: un lugar para el libre desenvolvimiento de los individuos- y no una explicación de la realidad existente. Así el liberalismo funcionó como ideal revolucionario y progresista en principio, y precisamente por su carga de ideal, pero, en cuanto las condiciones sociopolíticas cambiaron con la revolución industrial, el liberalismo se convirtió en ideológico al pretender que el ser, la sociedad capitalista aún ya en sus comienzos, era el deber ser, el lugar para la vida libre.

Pero sería ingenuo pensar que esto pilló por sorpresa a la propia teoría liberal. Efectivamente, el liberalismo llevaba en sí el germen del dominio en su asociación con el empirismo. Ciertamente la renuncia de este a la idea de sujeto como esencia, frente al racionalismo continental, permitía a aquel, al liberalismo, mantener las relaciones comerciales ajenas a los factores éticos cuando ya Kant había marcado que los seres humanos no podían ser tratados como medios. Así, si los individuos eran solo individuos -y no sujetos lo que implicaría que no podían ser medios para otra cosa como ganar dinero, por ejemplo- podían libremente entrar en el contrato mercantil. De esta forma, cuando el liberalismo se libró del sujeto, merced al empirismo, se libró de un problema.

La izquierda política, al principio, realizó una inteligente acción: diferenciar el programa de mínimos del programa de máximos. El segundo era el ideal, el primero era el conjunto de una serie de reformas encaminadas a cumplir ese ideal y que se exigían en un breve lapsus temporal debido a las ínfimas condiciones de existencia. Una de las prioridades de este programa mínimo eran las relaciones entre clases sociales y mejorar las condiciones de existencia de la clase trabajadora. El mejor ejemplo fue la lucha por la jornada de ocho horas: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y –lo más hermoso- ocho horas de educación. Para ello, hubo de presentar un discurso de corte empirista basado en la presencia de actores concretos y principales: capitalistas y trabajadores, pues la negociación exigía tal simplificación. Esta división, en un principio metodológica, tuvo éxito social, es decir, logró mejorar sustancialmente las condiciones de existencia, y ello le llevo a acabar tomando consideración filosófica absoluta: el capitalismo era el resultado de la acción de los capitalistas en su empeño en explotar a los trabajadores. Así, el análisis liberal, que se basaba en la suma de individualidades para dar sentido a la totalidad, pasó a la izquierda quien, supuestamente, estaba en contra del liberalismo. Todo el discurso izquierdista, desde la socialdemocracia hasta el marxismo-leninismo, acabó siendo empirismo liberal en el fondo: defensa de un análisis inductivo de la realidad y de que el capitalismo no era sino la unión de intereses de la clase empresarial frente a los intereses de los trabajadores. Todo, de esta forma, tenía una explicación elemental de la cual, paradójicamente, no se dudó, al tiempo que se iban profesionalizando partidos y sindicatos, a pesar de su simpleza: había unos malvados capitalistas -hoy son el FMI, el Banco mundial o las empresas multinacionales- que dominaban la realidad frente a las personas. Todo simple, todo evidente, todo ñoño. Pero superguay para la manifa que se podía reducir en un lema y que se hacía justo después de la jornada laboral, ahora sí de ocho horas, y ya nunca en día festivo pues se dedicaba ese día a descansar tras la obligada marcha de la noche nada educativa. La autoproclama izquierda -ahora sí autoproclamada y no cuando en el siglo XIX eran heróicos trabajadores, y esto hay que decirlo muy alto, que se jugaban la vida a pesar, o tal vez por ello en otra paradoja, su simpleza ideológica- había abandonado la filosofía para distinguir el mundo entre buenos y malos, entre, con un lenguaje entre ridículo y presuntamente directo, capital y trabajo. Daba igual que el capitalismo se hubiera convertido en algo diferente a su desarrollo decimonónico o que las condiciones reales exigieran una nueva reflexión. Igual que el liberalismo, el pensamiento de la autoproclamada izquierda mantenía un discurso que venía a simplificarse en que el capitalismo eran el conjunto de empresarios y sus instituciones que explotaban a los trabajadores. Y si el liberalismo resaultaba ideológico, la autoproclamada izquierda lo era, y lo es, también. Y con ello culpable.

Las simplezas funcionan bien y eso ya lo sabían los nazis. La gente está dispuesta a salir incluso a la calle en manifestación -siempre que no sea un día festivo, claro, y menos que haya puente- para luchar contra los malvados empresarios que identifican con su jefe. No se trata, por supuesto, de que su jefe o los empresarios sean inocentes, hay gentuza y hay buena gente aunque en la relación laboral abunden claramente los primeros, sino que la lucha contra el capitalismo no es eso. El barrunto de Marx, volvamos al principio, no era gratuito. La lucha de clases no era ya la clave del capitalismo -es decir: el capitalismo y su explotación habían superado su etapa infantil en la que era posible identificarlo con cierta clase social y con los empresarios o los ricos- sino la mercancía. El capitalismo, así, había superado la fase de ser un mero sistema económico.

Pero, entonces, ¿qué es el capitalismo?

miércoles, noviembre 05, 2008

UNA SOLA ANOTACIÓN SOBRE OBAMA

Que como cualquier persona sensata, me alegro por su elección.
Y ahora sigo escribiendo lo del capitalismo, que se complica.

domingo, noviembre 02, 2008

VIDA INTERIOR/14: MUERTOS

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.



DÍA DE DIFUNTOS

Una sepultura en el cementerio de la Almudena

y DÍA DE LAS ÁNIMAS


Otras sepulturas, en el mismo cementerio


El rumor es éste: Bartleby había sido un empleado subalterno en la Oficina de Cartas Muertas de Washington, del que fue bruscamente despedido por un cambio en la administración. Cuando pienso en este rumor, apenas puedo expresar la emoción que me embargó. ¡Cartas muertas!, ¿no se parece a hombres muertos? Concebid un hombre por naturaleza y por desdicha propenso a una pálida desesperanza. ¿Qué ejercicio puede aumentar esa desesperanza como el de manejar continuamente esas cartas muertas y clasificarlas para las llamas? Pues a carradas las queman todos los años. A veces, el pálido funcionario saca de los dobleces del papel un anillo -el dedo que iba destinado tal vez ya se corrompe en la tumba-; un billete de banco remitido en urgente caridad a quien ya no come, ni puede ya sentir hambre; perdón para quienes murieron desesperados; esperanza para los que murieron sin esperanza, buenas noticias para quienes murieron sofocados por insoportables calamidades. Con mensajes de vida, estas cartas se apresuran hacia la muerte.


¡Oh Bartleby! ¡Oh humanidad!



Herman Melville, Bartleby, el escribiente.