domingo, septiembre 30, 2018

¿TIENEN DERECHOS LOS ANIMALES?/1: SUJETO Y OBJETO DE DERECHO

La presente serie de compone de 4 artículos:

Esta serie pretende demostrar tres cosas.


Primero, que el problema de si los animales tienen derechos o no es un problema filosófico que gira en torno al problema de qué es la Realidad, es un problema metafísico, y como tal hay que abordarlo -nota: ¿han flipado, eh? Pues lo peor es que es verdad.-.

Segundo, que vamos a defender que los seres humanos tienen derechos inalienables por ser seres racionales y por ello son sujetos de derecho, es decir: tienen derechos conferidos por su propia existencia, como ya desarrollaremos. Sin embargo, los animales efectivamente podrán tener derechos, pero no los tendrán por sí mismo, por su propia existencia, sino dados por otros: serán objetos de derecho. Y esta diferencia entre ser sujeto u objeto de derecho se dará, precisamente, por una cuestión filosófica y no emotiva. No se tratará, por tanto, de ser especista, que defendamos al ser humano como especie tal y como claman los animalistas, sino de defender la primacía de la razón como el campo de la libertad frente al totalitarismo natural.

Y, tercero, y como consecuencia de lo anterior, que detrás por lo tanto de las tesis animalistas no puede haber sino un movimiento reaccionario y totalitario al que la izquierda, si quiere seguir siendo progresista, debe atacar necesariamente.

Empecemos.
La primera parte de este escrito pretende contestar a la pregunta de si los animales tienen derechos. La respuesta, que para una mejor comprensión la haremos comparando con los seres humanos, es la siguiente: los animales tienen derechos limitados al ser objetos de derecho frente a los seres humanos que tienen derechos inalienables como sujetos de derecho. Ahora, se trata de explicar la causa de esta diferencia y explicarla.

En primer lugar, pasemos al hecho de ser objeto o sujeto de derecho. Un ser es sujeto de derecho cuando por sí mismo y autónomamente, por ser de esa manera y no de otra, tiene derechos inalienables propios.  Algo es objeto de derecho, por el contrario, cuando tiene derechos porque otro se los ha concedido. La diferencia fundamental radica en que un sujeto de derecho tiene derechos por su misma existencia y por sí mismo mientras que aquello que es objeto de derecho posee derechos donados por un tercero y, por tanto, bajo ciertas circunstancias. Para decirlo de forma clara: un sujeto de derecho nace con derechos y un objeto de derecho nace sin ellos pero se le pueden conceder. Nosotros vamos a defender aquí que cualquier ser racional, obsérvese que no ponemos persona ni homo sapiens y en seguida veremos por qué, es un sujeto de derecho pero los animales irracionales sólo podrán ser, y de hecho hay una obligación moral en ello que luego explicaremos, objetos de derecho. Por tanto, las personas en cuanto seres racionales, y no como especie animal, tendrán derechos inalienables pero los animales, o por ejemplo la propiedad, no.

Pero muy bien, dirán ustedes ¿Y esto por qué es así? Es decir, ¿por qué lo seres humanos tienen derechos inalienables y los animales no? Este es el auténtico meollo del problema y su clave.

¿Por qué los seres humanos tienen derechos y los animales no? La diferencia se fundamenta en la radical ruptura entre racionalidad y naturaleza.
Los animales –nota: a partir de ahora y para facilitar el texto cuando hablemos de animales excluimos al ser humano- pertenecen únicamente a la naturaleza. Por supuesto, el ser humano en cuanto animal también. Es decir, el ser humano como especie biológica, como homo sapiens, sería un ser que pertenecería a la naturaleza. Esta naturaleza es una realidad, un reino por llamarlo de forma poético/festiva/homenajeaKant, que tiene solo realidad fáctica. Es decir, es solo Ser, mera existencia concreta y nada sin más. Cuando usamos el término solo Ser no estamos pretendiendo contraponerlo a una presunta trascendencia, algo así como que pudiera existir otro mundo espiritual y superior, sino a que la naturaleza, el universo como tal, es meramente existencia sin más. Por eso, no se le puede aplicar un lenguaje más allá de lo fáctico, de lo concreto. Los seres naturales, por tanto y en cuanto seres naturales, no tiene ni proyecto de vida ni derechos ni deberes ni pueden ser juzgados moralmente, pues su existencia es solo existencia fáctica. Son y sólo son tal y como son.

Y aquí viene la diferencia con el ser humano pero no como ser natural sino racional. La racionalidad va más allá del Ser y tiene Deber Ser. Pero, ¿qué significa esto? Empecemos definiendo.

Por “Ser” entendemos las cosas tal y como son, lo concreto, fáctico y actual que se da como existente. Pongamos un ejemplo. Por Ser, los embriones del tiburón toro se devoran entre sí siendo el ganador el más fuerte. Por ser, en la naturaleza rige el principio de selección natural. Y por ser, todo esto ni está bien ni está mal pues es así y punto. El Ser es y nada más que es como es.

Pero Deber Ser, es otra cosa. Por deber ser se entiende algo que va más alIá de lo existente en un doble sentido: de realidad y de moral. De realidad, en cuanto a que deber ser se iguala con podría ser y es la capacidad de pensar y hacer lo real de otra forma distinta a como existe de hecho en la actualidad. De moral, en cuanto a que es la capacidad de plantearse que lo que hay no debería ser sino que debería, y no sólo podría como en el anterior, ser otra cosa distinta. Ejemplificamos para explicarnos mejor.
Yo podría decir, en el primer sentido de deber ser como podría ser de otra manera, que por ser, por lo que hay por naturaleza, las corrientes de agua corren por determinados cauces. Pero alguien podría ir más allá y considerar que podrían correr por otros: hacer cañerías y grifos. Así, el Deber ser (podría ser) se transforma en Ser. Yo podría lamentar que los embriones de los tiburones toro se devoren entre sí y señalar que no debería ser así sino de otra forma: así el ser se ve juzgado moralmente por el deber ser. De esta manera, hay un mundo del Ser (el natural, el universo) y un mundo del Deber Ser, el mundo racional, que no son el mismo y que ambos pueden crear Realidad.

Los animales pertenecen exclusivamente por sí mismos al mundo del ser. El ser humano en cuanto homo sapiens, especie biológica, pertenece igualmente al mundo del Ser pero en tanto ser racional pertenece al mundo del Deber Ser. Y ahora surgen nuevas preguntas.

¿De dónde sale ese mundo del Deber Ser?
¿Qué tiene que ver con el tema de los derechos?
¿Me pagarán bien por este artículo?

Eso lo contestaremos en el próximo escrito de esta serie. 
Y sí, ya les noto a ustedes expectantes.

domingo, septiembre 16, 2018

GLOBALIZACIÓN Y POLÍTICA: EL AUGE DEL NACIONALISMO


La Globalización es una nueva realidad económica que se impone dentro del desarrollo del Capitalismo. Parecería que, por tanto, su análisis fundamental estaría en ese campo estrictamente económico. Pero eso, precisamente, significaría no haber entendido el proceso de globalización porque lo que implica, como proceso global, es el fin de la fácil separación entre economía y política. Por ello, debemos analizar también sus consecuencias en el ámbito político. Y en este tiene al menos tres elementos claves: primero, el fin de la izquierda tradicional; segundo, el nacimiento de una nueva autoproclamada izquierda, pues otra cosa es que lo sea, donde prima el populismo y la política de la diversidad o identidades; y, a lo que nos dedicaremos en este texto, el auge del nacionalismo. Y resulta evidente que ha habido, en todos los países desarrollados, un auge de movimientos nacionalistas, en Cataluña por poner un ejemplo, que se deben relacionar con el proceso de la Globalización.

El nacionalismo como tal tiene dos hechos que lo conforman del siglo XIX. El primero de ellos es el surgimiento del mismo como una nueva ideología que se genera a partir del Romanticismo, en respuesta a la Ilustración y criticando su defensa de la Razón. El segundo, que tiene que ver con el surgimiento del Capitalismo decimonónico, es la necesidad de crear un mercado nacional para conseguir el desarrollo de ese mismo Capitalismo.

Efectivamente, en el Antigua Régimen había una serie de mercados regionales escasamente relacionados, autárquicos básicamente, aunque hubiera productos que rompieran excepcionalmente la regla. La existencia de mercados mayores y que superaran el ámbito comarcal o regional no era precisa pues tanto la propia producción, básicamente de subsistencia, como el modelo productivo, básicamente el feudalismo, no precisaba mayor extensión. El reino, en el mejor de los casos, era una unidad legislativa y fiscal pero no necesitaba ser una unidad de mercado. Y esto se ve muy bien plasmado en el problema de la diversidad de los sistemas de pesos y medidas, que variaban ya no solo nacionalmente sino incluso de unas regiones a otras.

Sin embargo, la fabricación industrial y el Capitalismo necesitan la ampliación del mercado y con ello la creación de uno a nivel nacional tanto por para nuevas materias primas, que de hecho posteriormente será lo primero que se globalizará, como para mejorar la oferta y demanda mercantil de consumo. De esta forma, el Capitalismo decimonónico desarrolla y expande el mercado regional característico de los sistemas económicos anteriores. Y, por eso, se podría considerar que ese proceso de creación de un mercado nacional es la globalización del siglo XIX.

Así, lo que el desarrollo del Capitalismo industrial decimonónico genera es una expansión mercantil que tiene su repercusión política en la formación y desarrollo del estado nacional como uno de sus elementos principales. La política responde así al desarrollo del Capitalismo con la formación del estado nacional. Y de esta forma la expansión capitalista y la expansión política se retroalimentan. Pero lo que nos interesa teóricamente aquí es ver cómo el Capitalismo del XIX, en su expansión económica necesita la formación de mercados cada vez más amplios y por ello recurre a lo que podríamos llamar la nacionalización, presentada como la fase inferior de la actual globalización  -nota: obsérvese el sutil y al tiempo irónico homenaje al texto de  Lenin que ni usted ni yo nos hemos leído-.

Y aquí entra el Nuevo Capitalismo y su globalización, una vez superada la fase del proceso industrial en su expansión internacional a través del Capitalismo anterior. Esto tiene cómo resultado qué el mercado deje de ser nacional y se transforme en universal. Es muy importante aquí señalar además que no es sólo que el mercado se haga internacional, es decir que distintas empresas se sitúen en otros países o que las mercancías viajen de unos países a otros, sino que es un elemento cualitativamente distinto. Consiste en que la propia realidad económica se convierte en universal y que la economía conquista todos los sectores de la existencia humana, y por ello lo que ocurra en cualquier territorio o sector social afecta a cualquier otro en un plazo de tiempo muy breve. Se trata en definitiva de una nueva expansión de lo que primero fue un mercado nacional a un mercado universal y por ello de la vida nacional a la vida internacional. Es decir, no es solo una globalización del mercado estrictamente hablando sino una globalización de toda forma de existencia. Y aquí está la clave del problema del nacionalismo.

El proceso de globalización capitalista implica la pérdida de sentido de la política nacional. Ésta se convierte en subsidiaria de todo el proceso económico, se pierde la rimbombante soberanía nacional, y surge una nueva realidad política internacional alejada de los focos de poder tradicionales. Y eta internacionalización, en realidad globalización pues el poder político se diluye frente a una realidad económica sin fronteras, genera necesariamente una pérdida de poder, presente y especialmente futura, de las oligarquías nacionales. Estas oligarquías nacionales habían adquirido poder con la expansión del mercado nacional y lo mantenían con su constreñimiento pues no entraban en competencia necesaria con oligarquía de otros países. Sin embargo, la Globalización necesariamente les trae una competencia feroz a sus fronteras. No es,  evidentemente, que la globalización democratizara el proceso económico, sino que se gestiona sin necesidad de las oligarquías nacionales y estas quedan en el mejor de los casos aparcadas en un espacio protegido hasta que se extingan o, en el peor para ellas, precarizadas en la selva del mismo proceso.

Y es aquí donde surge la respuesta nacionalista como una respuesta primero conservadora y luego reaccionaria frente a la globalización. Es respuesta porque el actual auge del nacionalismo es producto de esta misma globalización y consiste en intentar frenarla por parte de la oligarquía que ve peligrar sus privilegios. Es conservadora porque la idea no es enfrentarla con un orden nuevo de cosas, algo que se presente como una realidad futurible nunca alcanzada, como lo era el  estado nacional de los ciudadanos en la Revolución Francesa o el estado socialista en la Revolución Rusa, sino algo que ya existe y que se considera debe perseverar como es el estado nacional capitalista. Y es reaccionaria porque este perseverar frente a la fuerza de la marea económica supone una vuelta real atrás tanto a nivel ideológico, los conceptos decimonónicos de pueblo, lengua y patria, como a nivel social y político, al situar a la estructura social como subalterna del concepto de patria y bandera y defender el concepto “pueblo” ya no como conjunto de ciudadanos sino como etnia. El nacionalismo no surge como defensa de los trabajadores, en su sentido económico, o de los ciudadanos, en su sentido democrático, sino como defensa de los patriotas, en su sentido de comunidad nacional.

La oligarquía hasta hace poco dominante, nacional o regional, teme así que el proceso imparable que primero les llevó a ellos a ser oligarquía ahora les arrase desapareciendo su statu quo. Y ante ello, como se ve reflejado perfectamente en el tema de Cataluña donde son las rentas altas las que copan la los sentimientos nacionalistas, actúan al unísono como un solo hombre y mujer, seamos ahora inclusivos pues la defensa del privilegio no tiene sexo ni género. El nacionalismo es la respuesta de una oligarquía limitada a sus propias fronteras nacionales o regionales, que incapaz de adaptarse a la nueva realidad económica, pues no puede, pretende pararla con cuestionamientos políticos del siglo XIX.

Pero, alguien podría decir que qué ocurre entonces con la autoproclamada izquierda y su cariño a la determinación de los pueblos y ñoñerías semejantes. Y aquí el caso es distinto porque lo que está detrás de esto es otra cosa diferente, pero fruto a su vez de la Globalización, como es el Populismo. Y de esto ya hablaremos más adelante en otro escrito –nota: ¿suena a amenaza, eh?-. La nueva izquierda, o sea: la del entorno de Podemos y cosas así, no es nacionalista sino populista.

Hay una película de Paco Martínez Soria, por cierto: un extraordinario actor, que se titula La ciudad no es para mí. En ella un entrañable pueblerino lega a la gran urbe y se asusta ante la desvergüenza de sus habitantes enfrentada a la aparente pureza de las costumbres aldeanas. Lo que la película oculta, lógicamente, es que esas costumbres aldeanas y sencillas eran tan sencillas que nunca produjeron nada más allá que la cosecha y una mentalidad de terruño. Hoy, el nacionalismo pretende presentarse como una solución ante el avance capitalista cuando no es más que el egoísmo de una oligarquía que siempre pensó que la bandera era un tapiz de su salón y el territorio nacional su jardín. 

domingo, septiembre 09, 2018

viernes, septiembre 07, 2018

EPMESA TURISTA: POR LA CONVERSIÓN DE RUSIA/14


Como me voy, desmontan ya todo (lo decostruyen, que diría un pensador).
En Moscú y en la Industria de la cultura.
Y sí, me gusto en mi extensa cultura y especialmente en mi pedantería.
#EstoSeAcaba

lunes, septiembre 03, 2018

domingo, septiembre 02, 2018

EPMESA TURISTA: POR LA CONVERSIÓN DE RUSIA/13

Pared entre dos cuadros. 

Obsérvese la infinita soledad a la vez que la denuncia por la alienación irreversible de la condición humana arrastrada al vacío por la depredación capitalista.
En la Galeria Tetriakov de Moscú
Un arte con mensaje filosófico

sábado, septiembre 01, 2018

EPMESA TURISTA: POR LA CONVERSIÓN DE RUSIA/12


En las puertas del Infierno
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA.

Sí, de Dante, la DivinaComedia 
Sí, es el Metro de Moscú
Sí, crítica feroz (pero intelectual) al TotalitarismoSoviético
Sí, me pongo sutil´