Nos situamos en Hobbes y Rousseau. Ambos autores hablan de un contrato para organizar la sociedad. Pero, con una diferencia. Mientras que en Hobbes la finalidad última del contrato es amoral, pues carece de contenido sobre una vida más justa o buena, en Rousseau su fin es moral: se tata de crear un mundo mejor, más justo. Así, desde el principio, la izquierda se definió como sucesora del pensamiento rusoniano en tanto en cuanto pretendía no sólo llegar a un acuerdo sobre la forma de gestionar la realidad sino que dicha sociedad formada tuviera un componente moral de justicia: igualdad y libertad. Mientras que en Hobbes lo imprtante era la supervivencia, en Rousseau era la emancipación: la vida no de cualquier manera.
Se trataba así de juntar la política con la moral. O diciéndolo de modo más auténtico: de convertir la política en instrumento de la moral. La auténtica diferencia entre Hobbes y Rousseau no estaba, pues, en la distinta forma de presentar al estado, sino en el análisis que ambos hacían del modelo social: para el primero, la sociedad servía para sobrevivir; para el segundo, Rousseau, la sociedad era el marco para desarrollar la vida plena. Desde entonces, la izquierda siempre ha pensado la democracia como algo más que un modelo de gestión social basada en procedimientos legales, un mero marco legal, y ha intentado presentarla como una realidad social. Es decir: no vivir con la democracia sino vivir en democracia. Se trataba de dotar de contenidos a la democracia para presentarla como algo más que un mero juego que, por su propia constitución, fuera el menos malo de todos los sistemas. O diciéndolo en un contenido menos oscuro: democracia y ética iban irremediablemente juntos. Y la democracia sería, así, el sistema político de la justicia. La democracia, por tanto, debía ser algo más que unas reglas para jugar: era la misma finalidad del juego, incluyendo a la propia economía. La democracia era un fin: una sociedad igualitaria y justa.
Además, este modelo justo de sociedad tenía unos principios claramente marcados, es decir: no se construía desde cualquier punto de vista sino que tenía unos contenidos concretos desde la idea de verdad: no valía todo, no todo cabía. De esta forma, y paradójicamente el modelo social de la democracia se distinguió del modelo de la dictadura o del modelo totalitario en que este podía ser de cualquier tipo, carecía de deseo de verdad, pues su único fin era la eficaz dominación mientras que en el modelo de la democracia al ser su fin la emancipación del sujeto no cabía todo sino solo aquello que la desarrollase. Así, la democracia en su búsqueda de la libertad su unía a la filosofía y ambas pretendían, y esa sería la clave de Marx, por ejemplo, en cuanto al último gran moderno, no la construcción de un modelo de convivencia, pues la convivencia bien se puede establecer desde la injusticia, sino la construcción de una realidad social justa. Su fin no era pues la convivencia ni la paz, que como ya señalaba Kant con ironía bien se podía hallar en cualquier cementerio, sino la justicia y la emancipación de los seres humanos.
La democracia exigía la creencia en un concepto de verdad y, a su vez, en unos principios racionales que no se podían traspasar. No era el mero acuerdo de sus miembros, ni la negociación su clave son su racionalidad en pro de la emancipación. La auténtica democracia no era neutral: era, cuando aún esta forma de hablar tenía sentido, de izquierdas.
Por eso, hoy resulta el sonrojo. Cuando el ridículo Llamazares –frase célebre: es medieval negar la política y confundirla con la moral- reconvertido en palmero del PSOE, y el impresentable Zapatero –frase célebre: la cintura es la esencia de la democracia- se presentaban a sí mismos, a ellos, como izquierda.
¿De izquierdas?
Se trataba así de juntar la política con la moral. O diciéndolo de modo más auténtico: de convertir la política en instrumento de la moral. La auténtica diferencia entre Hobbes y Rousseau no estaba, pues, en la distinta forma de presentar al estado, sino en el análisis que ambos hacían del modelo social: para el primero, la sociedad servía para sobrevivir; para el segundo, Rousseau, la sociedad era el marco para desarrollar la vida plena. Desde entonces, la izquierda siempre ha pensado la democracia como algo más que un modelo de gestión social basada en procedimientos legales, un mero marco legal, y ha intentado presentarla como una realidad social. Es decir: no vivir con la democracia sino vivir en democracia. Se trataba de dotar de contenidos a la democracia para presentarla como algo más que un mero juego que, por su propia constitución, fuera el menos malo de todos los sistemas. O diciéndolo en un contenido menos oscuro: democracia y ética iban irremediablemente juntos. Y la democracia sería, así, el sistema político de la justicia. La democracia, por tanto, debía ser algo más que unas reglas para jugar: era la misma finalidad del juego, incluyendo a la propia economía. La democracia era un fin: una sociedad igualitaria y justa.
Además, este modelo justo de sociedad tenía unos principios claramente marcados, es decir: no se construía desde cualquier punto de vista sino que tenía unos contenidos concretos desde la idea de verdad: no valía todo, no todo cabía. De esta forma, y paradójicamente el modelo social de la democracia se distinguió del modelo de la dictadura o del modelo totalitario en que este podía ser de cualquier tipo, carecía de deseo de verdad, pues su único fin era la eficaz dominación mientras que en el modelo de la democracia al ser su fin la emancipación del sujeto no cabía todo sino solo aquello que la desarrollase. Así, la democracia en su búsqueda de la libertad su unía a la filosofía y ambas pretendían, y esa sería la clave de Marx, por ejemplo, en cuanto al último gran moderno, no la construcción de un modelo de convivencia, pues la convivencia bien se puede establecer desde la injusticia, sino la construcción de una realidad social justa. Su fin no era pues la convivencia ni la paz, que como ya señalaba Kant con ironía bien se podía hallar en cualquier cementerio, sino la justicia y la emancipación de los seres humanos.
La democracia exigía la creencia en un concepto de verdad y, a su vez, en unos principios racionales que no se podían traspasar. No era el mero acuerdo de sus miembros, ni la negociación su clave son su racionalidad en pro de la emancipación. La auténtica democracia no era neutral: era, cuando aún esta forma de hablar tenía sentido, de izquierdas.
Por eso, hoy resulta el sonrojo. Cuando el ridículo Llamazares –frase célebre: es medieval negar la política y confundirla con la moral- reconvertido en palmero del PSOE, y el impresentable Zapatero –frase célebre: la cintura es la esencia de la democracia- se presentaban a sí mismos, a ellos, como izquierda.
¿De izquierdas?
6 comentarios:
Cangrejos retrogrados que al «dar palos de ciego» le llaman «ser progresista».
Que yo sepa «progesar» es «ir a mejor» y estos castrados morales se han apropiado indebidamente del adjetivo.
Si, es tan extraño como lo que ocurrió en 1977...
Nadie sabe como fué, pero se negoció con los hijoputas de los fascistas y se montó una pseudodemocracia con un rey impuesto por el hijodeputa jefe.
Saludos.
«Nadie sabe como fué, pero se negoció con los hijoputas de los fascistas y se montó una pseudodemocracia con un rey impuesto por el hijodeputa jefe.»
Se ve que tu no lo sabes. ¿Mucho progre con el sindrome de la bella durmiente? ¿Fue zETAp el que te desperto con un beso?
Si nadie lo sabe, es obvio que yo no lo sé.
Menuda chorrada que acabas de escribir.
Progre será tu madre.
¿Como voy a dejarme besar por una persona que ha negociado y hecho concesiones politicas a los franquistas hijoputas?
Ala, sigue intentadolo, haber si te sale algo decente del teclado.
Un saludo.
zETAp es ese retrogrado que quiere volver al 36 y borrar dando como invalida toda la transicion, icluido el felipismo y por supuesto el aznarismo. Quiere que entre el y el 36 no haya nada, nisiquiera un recuerdo.
Te le pareces un poco tio progre. ¿Seguro que no te la ha transmitido zETAp? ¿Estas seguro?
STD = Sexually Transmited Dementia
El Beso de ZP
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