Hay en cartelera, al menos en Madrid, una película estupenda. Se llama Caterina va in città y es italiana. Tiene una escena atroz. En ella dos padres, uno de extrema derecha y miembro del gobierno berlusconi y otro de la autoproclamada izquierda y presunto crítico, salen juntos después de impedir, merced a sus influencias, que se realice cualquier acción disciplinaria contra sus hijas en el instituto. Es más, ni siquiera ha hecho falta que hagan nada por ellas. El director, hábil, ya no cumplió con su deber ante las elites. Y a la salida ambos hablan simpáticos frente a aquel otro padre que no es nadie. Y hay algo que se reconoce: grupos de poder.
Hoy viendo la vergonzosa marcha de Nunca Mais uno ha pensado en esa película (aunque era fácil, la vi el viernes). Y así, sorprendido uno ha asistido al patético espectáculo de miles de personas manifestándose contra algo que nadie ha demostrado: que los incendios en Galicia han respondido a una especie de conjura o confabulación que llaman “terrorismo incendiario”. Nadie lo ha demostrado, pero ya dos ministros lo han insinuado y dicho. Y todo sin una sola prueba. Una manifestación convocada por la autoproclamada izquierda, autoproclamada y proclamada por uno de los mayores grupos capitalistas del país por cierto, que lejos de resultar crítica ha resultado laudatoria hacia el desastre de gobernantes que con su inutilidad han reaccionado tarde y mal ante el fuego y han mentido en las cifras para disminuir el desastre.
¿Izquierda? Hubo un miserable ministro del interior que salió un día diciendo, eufórico quizás pensando en la renta electoral, que quien pensara que no había sido ETA era un miserable: ni una prueba entonces. Ni una prueba ahora. Pero, entonces hubo indignación en la autoproclamada izquierda ante la mentira. Hoy sólo hay silencio.
Bueno, se llama silencio cómplice.
Y, por supuesto, no se llama izquierda.
Hoy viendo la vergonzosa marcha de Nunca Mais uno ha pensado en esa película (aunque era fácil, la vi el viernes). Y así, sorprendido uno ha asistido al patético espectáculo de miles de personas manifestándose contra algo que nadie ha demostrado: que los incendios en Galicia han respondido a una especie de conjura o confabulación que llaman “terrorismo incendiario”. Nadie lo ha demostrado, pero ya dos ministros lo han insinuado y dicho. Y todo sin una sola prueba. Una manifestación convocada por la autoproclamada izquierda, autoproclamada y proclamada por uno de los mayores grupos capitalistas del país por cierto, que lejos de resultar crítica ha resultado laudatoria hacia el desastre de gobernantes que con su inutilidad han reaccionado tarde y mal ante el fuego y han mentido en las cifras para disminuir el desastre.
¿Izquierda? Hubo un miserable ministro del interior que salió un día diciendo, eufórico quizás pensando en la renta electoral, que quien pensara que no había sido ETA era un miserable: ni una prueba entonces. Ni una prueba ahora. Pero, entonces hubo indignación en la autoproclamada izquierda ante la mentira. Hoy sólo hay silencio.
Bueno, se llama silencio cómplice.
Y, por supuesto, no se llama izquierda.
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