Imagine. Usted recibe un cargo y hace una nueva ley. La nueva ley, imagine usted que la llaman LOGSE, por imaginar algo, sale adelante y resulta un fracaso.
Usted pide tiempo. Pasan 16 años.
Y todos los indicadores señalan que usted no ha mejorado en nada aquello de lo que trataba su ley (imagine usted que de la educación).
Ahora imaginemos que llega al poder un gobierno de izquierdas y progresista. Pero que muy progresista: un montón. Y un agente social, o sea: una empresa con intereses en el sector que usted iba a salvar y qe curiosamente ha ganado mucho, pero mucho dinero con su ley, hace unas jornadas de educación.
Pues imagine quién va. Y quién da lecciones.
Pero hay más. Imagine usted a quién acaban nombrando secretario general de la OIE (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
Después del éxito.
Y ahora imagine de nuevo. Usted se apellida Marchesi. Y la culpa de todo la tiene que el resto de la población, incluidos profesores, padres y alumnos, no le han hecho caso. Porque para algo, se supone, es usted catedrático, nada más y nada menos, que de universidad.
Pero aún no deje de imaginar. Y si es usted profesor, por ejemplo, imagine cuando fue la última vez que se indignó de veras.
Usted pide tiempo. Pasan 16 años.
Y todos los indicadores señalan que usted no ha mejorado en nada aquello de lo que trataba su ley (imagine usted que de la educación).
Ahora imaginemos que llega al poder un gobierno de izquierdas y progresista. Pero que muy progresista: un montón. Y un agente social, o sea: una empresa con intereses en el sector que usted iba a salvar y qe curiosamente ha ganado mucho, pero mucho dinero con su ley, hace unas jornadas de educación.
Pues imagine quién va. Y quién da lecciones.
Pero hay más. Imagine usted a quién acaban nombrando secretario general de la OIE (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
Después del éxito.
Y ahora imagine de nuevo. Usted se apellida Marchesi. Y la culpa de todo la tiene que el resto de la población, incluidos profesores, padres y alumnos, no le han hecho caso. Porque para algo, se supone, es usted catedrático, nada más y nada menos, que de universidad.
Pero aún no deje de imaginar. Y si es usted profesor, por ejemplo, imagine cuando fue la última vez que se indignó de veras.
Y se levantó, y protestó, y se negó.
Y dijo que por ahí no.
Que si la dignidad de su profesión.
Que si su labor docente.
Y resulta que descubre usted que fue en septiembre. Tras darle su horario y descubrir, ¡oh, Dios mío!, que los viernes no salía de trabajar a las 11 de la mañana.
Y dijo que por ahí no.
Que si la dignidad de su profesión.
Que si su labor docente.
Y resulta que descubre usted que fue en septiembre. Tras darle su horario y descubrir, ¡oh, Dios mío!, que los viernes no salía de trabajar a las 11 de la mañana.
2 comentarios:
No la tomes con el pobre Álvaro: él no es más que uno entre los muchos de su generación que de buenas a primeras se encontraron con el poder en las manos.
Los chicos - y las chicas - que decidieron que con el PSOE habría oportunidad de cambio tenían razón: mira cómo han cambiado sus vidas.
En fin.
Un beso.
yo no lo pillo
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