lunes, noviembre 26, 2007

¿PARA QUÉ SE ESCRIBE?

Hay un texto terrible de Kant: terrible por su sinceridad. Como todos saben, Kant propuso que había que actuar por deber y sin esperar nada más: solo por deber. Pero, a diferencia de tantos, Kant no estaba encantado de haberse conocido. Y junto a la ética más hermosa y humana que jamás se ha propuesto, comprendió no la imposibilidad de su realización, sino algo mucho más triste: la imposibilidad de saber que se estaba cumpliendo. En efecto, Kant señala lo terrible: nunca sabremos si al hacer algo lo hacemos para cumplir con nuestro deber o por alguna otra causa oculta egoísta y, por ello, inmoral. El bueno nunca podrá estar convencido de serlo.

En este tiempo, permitan que les cuente algo personal, en que he faltado a esta cita con el blog he pensado, poco bien es cierto, en estas cosas. ¿Para qué escribir? Es evidente que hay en todo esto un egocentrismo. Es evidente que uno mismo, y cualquier otro, ha soñado con llegar a algo: la gloria. Tal vez la historia fundacional de occidente sea la guerra de Troya. Y en ella se da algo que tiene que ver con esto: Aquiles, ante la contienda, debe escoger entre quedarse y vivir feliz una larga vida muriendo desconocido por todos o bien morir joven pero con gloria inmortal en Troya. Eligió lo segundo. Y algo de ello hay -en una clave ridícula como corresponde a tiempos de esperpento y no de épica, aunque esos tiempos épicos también es cierto que nunca existieron- en la elección de escribir un blog: buscar la gloria.
Siquiera, entrar en Google.
Pero ya estoy en Google.

Felicidad hoy es ideología. Pero la cosa se complica cuando uno comprende que infelicidad es también ideología y comprende que hay mucha felicidad en la idea de la propia infelicidad. Hay un texto de Larra genial en el que el autor intuye que su propia melancolía no forma ya parte sino del espectáculo: en la pista central el repugnante sufro mucho mucho ante lo real porque soy muy sensible. Resulta así inmoral la idea que la superioridad intelectual encarna en su presunta capacidad de sufrir en eso que la pequeña burguesía llama vida interior mientras que en la vida real se han aceptado todas y cada una, porque no puede ser de otra forma, de las condiciones del desarrollo de la totalidad: la primera de todas ser catalogado como maldito y antisistema -¡uy, qué miedo!-.

Hablar sobre uno mismo tiene algo de repugnante y falso a la vez y por ello, tal vez, la poesía ya ha muerto. Repugnante porque resulta inmoral pretender que uno es bueno y de especial sensible frente al resto de la gente siempre dispuesta a venderse –y desgraciadamente nunca dispuesta a comprar lo que nosotros vendemos como nuestras obras-. Falso porque cuando el desarrollo del Capitalismo como sistema totalitario ya ha convertido la vida en sucesión temporal de tráfico de mercancías es ingenuo pretender que la propia existencia presenta tal valor que podría servir de ejemplo. La propia vida es una mercancía más en el inmenso mercado que constituye ya la Realidad Ontológica. Y con tal hay que jugar.

¿Para qué escribir? Cuando el mar hace naufragar un barco su inmensidad no puede evitar sin embargo algo: los restos del naufragio que flotan durante un tiempo como la huella de lo que hubo ahí y de las esperanzas perdidas. El Capitalismo desarrollado tiene más inmensidad que cualquier océano y nosotros menos presencia que un barco. Pero hay algo en la Historia de la Filosofía que nos lleva a pensar que todo el empeño no debería, lo que no quiere decir que no quede, en vano. Mantenemos la escritura como los restos del naufragio que un día, puede ser, aparecerán en la playa.

Hay una historia que refiere Primo Levi en Si esto es un hombre cuando habla de su reclusión en el campo de exterminio. En ella, el recluso Levi ve como cada mañana uno de los prisioneros se afeita y se acicala como si no estuviera en el campo de concentración, perdiendo así valiosas energías escasamente recompuestas con un alimento escaso. Y al preguntarle por qué lo hace, el motivo de tal comportamiento, el prisionero responde que cada día se acicala y afeita porque precisamente a los nazis no les gusta que lo haga pues ellos pretenden eliminar su dignidad y en esa situación, allí en el campo de exterminio, afeitarse y lavarse es mantenerla. Nada más, pero también nada menos, que por eso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigue usted confundiendo el "qué" con el "desde dónde"; por eso continúa despertando admiración, que le encanta, donde sólo debería haber pesamiento, lo cual le supondría un esfuerzo incompatible con la fungibilidad de la forma "blog". A los nazis ya no les fastidia que usted se afeite a diario, porque se han dado cuenta de que los demás prisioneros lo consideran un rasgo de dandismo. Su escritura padece el mal de lo que quiere criticar: la intercambiabilidad no mediata de sujeto y objeto. Más terrible aún que cualquier pasaje de Kant es echar un vistazo a los comentarios de su entrada anterior. Deje de malgastar el tiempo; intente algo de una vez. Suyo siempre, Gilhooley.

Silene dijo...

"Hablar sobre uno mismo tiene algo de repugnante y falso a la vez y por ello, tal vez, la poesía ya ha muerto"

Triste pero cierto...

Veo que el tiempo sigue sin estropearle, Enrique.

Hasta hoy, he leido todos sus textos en silencio y nunca me he atrevido a comentar nada...supongo que será porque pensé que se lo tomaría como un comentario más de una de las personas a las que dejó su huella dando clase, aún así reciba la admiración de una antigua alumna suya.

Me alagaría su visita por mi blog...

Anónimo dijo...

Con lo fácil que es decir que escribe porque le gusta y porque comunica sus pensamientos, y porque ese es su derecho (de momento).

Uno intentando halagarle, y usted disculpándose por ello.

Tiene todo el derecho del mundo de dar su opinión sacando todo el pecho que le de la gana si pisar la cabeza de nadie, tal y como usted normalmente hace.

Repitase todo lo que crea conveniente que a muchos todavía no les ha llegado el mensaje. Un buen mensaje, por cierto.

Anónimo dijo...

Hermosa metáfora la del naufragio. Por favor, no nos prive nunca de este asidero en alta mar. Enhorabuena.