Julio César, acto III, escena II, William Shakespeare.
Tras cuatro años intentándolo, el PP puede afirmar con orgullo que ha cumplido el objetivo de un importante sector de su elite dirigente: ha perdido las elecciones y ha obligado, con ello, a celebrar un congreso extraordinario. El siguiente paso será el cambio de líder ¿Pero, de qué estamos hablando?
La tesis principal de este artículo es sencilla: ha habido un sector del PP, en concreto el representado por Acebes. Zaplana y Aguirre, cuyo objetivo era perder las elecciones para asaltar, una vez logrado esto, el poder del partido. Y la estrategia era la más lógica de todas: realizar una oposición inútil.
Los partidos políticos son realidades sociales cuya finalidad, tal y como ya hemos dicho otras veces e independientemente de los intereses individuales de sus integrantes, es la permanencia en el poder. Con ello, logran al tiempo, pero no como finalidad última pues eso sería reducir su componente social a voluntades individuales, la permanencia de sus élites dirigentes. Para ello necesitan ganar elecciones: cuestión de marketing. Y por ello, al igual que ya señaló Groucho Marx, si sus principios más profundos no gustan no debemos preocuparnos, tienen otros y los cambian. Así, por ejemplo, Aznar al llegar al poder en la primera legislatura no dudó en hablar catalán en la intimidad, aumentar el cupo vasco o certificar denominación de origen: movimiento vasco de liberación. Tenía efectivamente otros principios hondamente incluidos en su alma liberal preparados para preservarse en el poder.
Las encuestas durante toda la legislatura anterior fueron machaconas: resultaba que el PP nunca era capaz ni tan siquiera de empatar en porcentaje de votos con el PSOE. La estrategia de markenting, pues, era errónea, pero -e incluso sin embargo- la estrategia curiosamente no fue cambiada y el PP sólo tuvo, ahora sí y de nuevo curiosamente, unos principios. Por tanto cabe la pregunta de por qué antes, y apuesten: después, se cambiaron sin rubor y ahora, justo ahora, no.
El interés de las élites, ya lo hemos dicho, es su perpetuación. Rajoy era un cabeza de lista débil: sin más fuerza en la dirección que su presencia impuesta a dedo por Aznar, el liderazgo del partido era accesible para cualquiera en cualquier situación excepto en una: una victoria electoral. Además, era temido que si Rajoy llegara a alcanzar dicho poder dejaría de ser un líder títere y pasaría a ser un hombre fuerte –tal y como el ejemplo de Zapatero había demostrado con toda la fortuna del todo, es cierto, pero también con toda la astucia-. Así, ganadas las elecciones, el líder actuaría seguramente como ya ha hecho incluso perdiendo y acercaría a los círculos de poder a gente de su confianza y ya no al equipo de Aznar ni a aquellos que se habían postulado demasiado deprisa como sucesora. Había pues un doble interés en su eliminación: por un lado, la vieja guardia se jugaba su supervivencia pues sabía que Rajoy les iba a achacar la culpa de la derrota de 2004 exonerándose así de toda responsabilidad; por otro, el sector al asalto de la cima, fundamentalmente Aguirre, sólo podía aspirar a la misma con un criterio ideológicamente profundo y cargado de razón moral: el mercado electoral ha hablado.
Así las cosas, la victoria electoral no beneficiaba a casi nadie, o sea: exclusivamente en el aparato al mismo Rajoy perjudicando a muchos más. Incluso, el sector aznarista y la propia Aguirre podrían ver peligrar sus posiciones pues en el retrovisor asomaban para la sucesión el grupo valenciano de Camps, a quien Rajoy ya había apoyado frente a Zaplana y el sector antiguo, y por el centro a Gallardón como nueva estrella de la política nacional.
Así, todo esto se vio perfectamente escenificado tanto durante la campaña como en los inmediatos días posteriores. La única vez que Rajoy se acercó peligrosamente a ZP fue cuando la estrategia anterior justo a la campaña se centró en asuntos económicos y cotidianos y se eludió el tema ETA e Irak. Sin embargo, durante la campaña y especialmente en el último debate, Rajoy, y a nadie se le ocurre que lo hiciera solito, insistió en el tema Irak y toda la caterva de tertulianos aznaristas no dudaron en volver al España se rompe y la traición a las víctimas. Así, de nuevo las encuestas se alejaron del empate técnico y volvieron a la ventaja socialista. Y la élite, que ya había demostrado tobo su interés en ganar y su altura de miras cuando Aguirre ridiculizó al candidato con el tema Gallardón, pudo respirar tranquila. E incluso, y confirmando la tesis, después de las mismas elecciones, y tras el sorprendente mensaje de despedida de Rajoy, se postuló la candidatura Aguirre al señalar por parte de su testaferro que Madrid se había ganado. Los buitres corren al cadáver.
¿Qué ocurrirá ahora? Rajoy ha sorprendido algo, luego ya ha dado marcha atrás y tarda y tarda en nombrar portavoz y en presentar al rimbombantemente anunciado su equipo, con su permanencia en el cargo y su promesa de presentarse a un congreso. Un partido de disciplina paramilitar como el PP donde los cargos se heredan -ya saben: liberales- no puede permitirse una lucha externa democrática en el congreso anunciado –ya saben: liberales-. Si se presenta al final ganará Rajoy con todos aplaudiéndole. Pero ganar un congreso externo delante de los hinchas no es ganar la realidad. Rajoy no será el futuro candidato del PP si no hay elecciones anticipadas, que es por cierto lo que Rajoy espera que ocurra merced a la crisis económica que seguramente se avecina pues sabe que es su única salvación. Porque presume, acertadamente, que si vuelve a haber autonómicas un año antes que generales y Aguirre gana con tiempo suficiente para postularse, él está perdido. Y, seamos sinceros, tampoco será una gran pérdida pues al fin y al cabo él tampoco es el bueno.
Tras cuatro años intentándolo, el PP puede afirmar con orgullo que ha cumplido el objetivo de un importante sector de su elite dirigente: ha perdido las elecciones y ha obligado, con ello, a celebrar un congreso extraordinario. El siguiente paso será el cambio de líder ¿Pero, de qué estamos hablando?
La tesis principal de este artículo es sencilla: ha habido un sector del PP, en concreto el representado por Acebes. Zaplana y Aguirre, cuyo objetivo era perder las elecciones para asaltar, una vez logrado esto, el poder del partido. Y la estrategia era la más lógica de todas: realizar una oposición inútil.
Los partidos políticos son realidades sociales cuya finalidad, tal y como ya hemos dicho otras veces e independientemente de los intereses individuales de sus integrantes, es la permanencia en el poder. Con ello, logran al tiempo, pero no como finalidad última pues eso sería reducir su componente social a voluntades individuales, la permanencia de sus élites dirigentes. Para ello necesitan ganar elecciones: cuestión de marketing. Y por ello, al igual que ya señaló Groucho Marx, si sus principios más profundos no gustan no debemos preocuparnos, tienen otros y los cambian. Así, por ejemplo, Aznar al llegar al poder en la primera legislatura no dudó en hablar catalán en la intimidad, aumentar el cupo vasco o certificar denominación de origen: movimiento vasco de liberación. Tenía efectivamente otros principios hondamente incluidos en su alma liberal preparados para preservarse en el poder.
Las encuestas durante toda la legislatura anterior fueron machaconas: resultaba que el PP nunca era capaz ni tan siquiera de empatar en porcentaje de votos con el PSOE. La estrategia de markenting, pues, era errónea, pero -e incluso sin embargo- la estrategia curiosamente no fue cambiada y el PP sólo tuvo, ahora sí y de nuevo curiosamente, unos principios. Por tanto cabe la pregunta de por qué antes, y apuesten: después, se cambiaron sin rubor y ahora, justo ahora, no.
El interés de las élites, ya lo hemos dicho, es su perpetuación. Rajoy era un cabeza de lista débil: sin más fuerza en la dirección que su presencia impuesta a dedo por Aznar, el liderazgo del partido era accesible para cualquiera en cualquier situación excepto en una: una victoria electoral. Además, era temido que si Rajoy llegara a alcanzar dicho poder dejaría de ser un líder títere y pasaría a ser un hombre fuerte –tal y como el ejemplo de Zapatero había demostrado con toda la fortuna del todo, es cierto, pero también con toda la astucia-. Así, ganadas las elecciones, el líder actuaría seguramente como ya ha hecho incluso perdiendo y acercaría a los círculos de poder a gente de su confianza y ya no al equipo de Aznar ni a aquellos que se habían postulado demasiado deprisa como sucesora. Había pues un doble interés en su eliminación: por un lado, la vieja guardia se jugaba su supervivencia pues sabía que Rajoy les iba a achacar la culpa de la derrota de 2004 exonerándose así de toda responsabilidad; por otro, el sector al asalto de la cima, fundamentalmente Aguirre, sólo podía aspirar a la misma con un criterio ideológicamente profundo y cargado de razón moral: el mercado electoral ha hablado.
Así las cosas, la victoria electoral no beneficiaba a casi nadie, o sea: exclusivamente en el aparato al mismo Rajoy perjudicando a muchos más. Incluso, el sector aznarista y la propia Aguirre podrían ver peligrar sus posiciones pues en el retrovisor asomaban para la sucesión el grupo valenciano de Camps, a quien Rajoy ya había apoyado frente a Zaplana y el sector antiguo, y por el centro a Gallardón como nueva estrella de la política nacional.
Así, todo esto se vio perfectamente escenificado tanto durante la campaña como en los inmediatos días posteriores. La única vez que Rajoy se acercó peligrosamente a ZP fue cuando la estrategia anterior justo a la campaña se centró en asuntos económicos y cotidianos y se eludió el tema ETA e Irak. Sin embargo, durante la campaña y especialmente en el último debate, Rajoy, y a nadie se le ocurre que lo hiciera solito, insistió en el tema Irak y toda la caterva de tertulianos aznaristas no dudaron en volver al España se rompe y la traición a las víctimas. Así, de nuevo las encuestas se alejaron del empate técnico y volvieron a la ventaja socialista. Y la élite, que ya había demostrado tobo su interés en ganar y su altura de miras cuando Aguirre ridiculizó al candidato con el tema Gallardón, pudo respirar tranquila. E incluso, y confirmando la tesis, después de las mismas elecciones, y tras el sorprendente mensaje de despedida de Rajoy, se postuló la candidatura Aguirre al señalar por parte de su testaferro que Madrid se había ganado. Los buitres corren al cadáver.
¿Qué ocurrirá ahora? Rajoy ha sorprendido algo, luego ya ha dado marcha atrás y tarda y tarda en nombrar portavoz y en presentar al rimbombantemente anunciado su equipo, con su permanencia en el cargo y su promesa de presentarse a un congreso. Un partido de disciplina paramilitar como el PP donde los cargos se heredan -ya saben: liberales- no puede permitirse una lucha externa democrática en el congreso anunciado –ya saben: liberales-. Si se presenta al final ganará Rajoy con todos aplaudiéndole. Pero ganar un congreso externo delante de los hinchas no es ganar la realidad. Rajoy no será el futuro candidato del PP si no hay elecciones anticipadas, que es por cierto lo que Rajoy espera que ocurra merced a la crisis económica que seguramente se avecina pues sabe que es su única salvación. Porque presume, acertadamente, que si vuelve a haber autonómicas un año antes que generales y Aguirre gana con tiempo suficiente para postularse, él está perdido. Y, seamos sinceros, tampoco será una gran pérdida pues al fin y al cabo él tampoco es el bueno.
3 comentarios:
Permita un comentario discrepante.
El resultado electoral puede analizarse desde múltiples perspectivas.
La más simple es la que dice que el PSOE ha gando con 169 diputados, y se acabó porque eso es lo que vale. Pero ningún estratega electoral ni ningún analista fino debería aceptar ese ese razonamiento.
Mi discrepancia radica en que Ud toma ese razonamiento como base para analizar lo que denomina derrota de Rajoy, y llega a conclusiones que no son, a mi criterio, las reales.
Veamos.
El PP ha consolidado su techo. Muy pocos más votarían y votarán al PP. Ha arañado los votos de centro, desplazando al PSOE a la izquierda (aunque ahora haga otra política más centrada). No tiene a nadie a su derecha, y los miniritarios exóticos que pululan por el centro derecha, han conseguido menos votos que nunca. Por tanto, la estrategia de Rajoy (con los mismos votos que Aznar en 2000) es correcta.
Pero ese excelente resultado no tiene reflejo político porque el PSOE sí ha conseguido movilizar a su electorado que, en muchas ocasiones, se abstiene.
La clave de la victoria socialista ha estado en la movilización originada por la crispación; en la confluencia de las autonómicas andaluzas; y en el atentado de ETA (al margen de la intención de los terroristas que, supongo, era otra).
Analice el mapa electoral. la victoria del PSOE ha estado en la Andalucía interior (la subvención y las autonómicas), en la Cataluña inmigrante (la crispación antiPP) y en el P.Vasco (el atentando influyó. De hecho por muy poquitos votos el PSE tiene 1 escaño que era del PP).
Que hubiere ocurrido sin crispación, sin confluencia electoral y sin atentando?
Qe el PP hubiera ganado por mayoría absoluta.
La victoria socialista aunque victoria, es ciertamente tramposa. Y con el inconveniente para ellos del descenso de votos en las zonas más dinámicas (Madrid, Valencia, Murcia, cornisa mediterránea andaluza) que la aleja de la uniformidad deseada y la convierte en rehén de políticas insostenibles, ya que ni la crispación se puede mantener siempre, ni la subvención del voto puede ser eterna.
Además se encuentra con dos contradicciones insalvables entre su electorado, a saber, la financiación autonómica que ya les está creando problemas (Catalucia es un oximorón) y el problema de ETA que les obligará a una mayor dureza que no será del agrado del votante del PSE.
El PP no tiene esos problemas; ha tenido un resultado inmejorable, pero deberá afrontar el cambio estético necesario para convecer, quizá, a algunos reticentes.
Me va a permitir que discrepe de su análisis. Y lo haré porque usted considera que A, Z y A forman un único grupo y no es así. En primer lugar, Zaplana está amortizado y no puede liderar el partido ni acompañar a otro líder. Acebes es el secretario general del partido y no se conoce caso de secretario que no cese junto al líder. En el caso de Aguirre le debo dar la razón: ella sí estaba interesada en que se perdiera pero que se ganara a la vez en la comunidad madrileña. De hecho movió sus peones -de los media- en la misma noche del 9-M con el resultado que ya sabemos todos. Pero, ay, Esperanza es la vieja guardia del partido y si algo tiene claro el partido es que con la vieja guardia no se vuelve a ganar, ni con crisis económica ni sin crisis económica. Y no tiene apoyos fuera de Madrid, lo que la hace inviable como presidenta del partido.
De acuerdo talmente como lo manifiesta Don Güapo.
Pero da la sensación de que la publicidad, no influye para nada en las elecciones.
Los partidos gastan cantidades astronómicas de dinero, en campañas publicitarias y da la sensación que eso no importa, no forma parte de ningún análisis electoral.
Pero eso es el dato real. El PSOE desde antes de 14-M/2004, se hizo con todos los medios de difusión privada a nivel estatal y al ganar las elecciones del 2004 añadió los medios de difusión pública, TV1, TV2, TV24H, RN…
El PP sólo ha contado con los medios escritos de El Mundo y La Razón. Y en las ondas sólo con la COPE y alguna franja horaria de la programación de Onda Cero y Antena-3.
Por contra el PSOE, además de los medios públicos, ha tenido a su disposición toda la omnipresente multimillonaria maquinaria mediática del grupo PRISA con sus expertos equipos de oteadores de terroristas suicidas. A los que luego añadieron los del “amigo” Roures.
A lo que cada uno sumó los medios públicos autonómicos que controlaba.
A nadie se le escapa, que ese es el motivo de la desaforada persecución del PSOE a la COPE y todos sus intentos de cerrarla. La COPE era el único altavoz de PP.
El PP ha ganado en todos los sitios donde ha podido difundir su mensaje. Ha perdido, donde los medios están bajo el control del regimen corrupto de Chaves o de los nacionalsocialistas.
Sólo contando con la COPE, Rajoy ha superado en votantes al Aznar que disponía de TVI, TV2, TV24H y la Radio Nacional.
Sorprendente ha sido el caso de Rosa Diez, prohibida en los medios de PRISA y Roures y tambien en TeleMadrid; sólo contando con la COPE, donde Jimenez Losantos la ha dado un espacio en su programa; y la calle, con un megáfono, ha conseguido un escaño.
A no ser que sea verdad lo de que todos los rojos escuchan la COPE, la lógica es que Rosa diéz le ha quitado sus votantes al PP. Y si hacemos caso a Zapatero y su pandilla de que la COPE es la “derecha extrema”, va a resultar que a la autentica e histórica izquierda que es la que representa Rosa, la ha votado la derecha extrema.
La izquierda de PRISA todavía tiene prohibido mentar su nombre.
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