lunes, abril 21, 2008

EL SUEÑO DE MR. SCROOGE: EDUCACIÓN Y ASISTENCIA SOCIAL

Hay artículos de fondo y artículos de tiempo presente. Parecería que este artículo, sobre la nueva estructuración del Ministerio de Educación que se ha reconvertido en, por una parte, Educación, Asuntos Sociales y Familia y por otra, con la universidad, en Ciencia e Innovación, es un artículo de eso que se llama de radiante actualidad. Sin embargo, no mintamos. Habla de un proceso general en los países industrializados, que se da no sólo en el mundo de la educación, y que en España se remonta, al menos, a la LOGSE. Aunque sí que es verdad que los únicos que se ha atrevido a llevarlo hasta sus últimas consecuencias en este país, si bien con tácticas distintas y después del amago LOCE del PP reducido a la Educación Infantil, han sido Zapatero y Aguirre. Y, no lo duden, todos le seguirán.

Analicemos el tema. Ahora se desgaja el tronco educativo al trasladar la universidad a otro misterio distinto al de Educación y se incluye en el tradicional ministerio educativo las funciones de asuntos sociales –por cierto, ¿alguien sabe lo que es eso?, ¿no serían todos los ministerios, menos el divino tal vez, de asuntos sociales?- y familia –aún más surrealista: ¿de qué trata un ministerio que se autodenomina de familia?¿tal vez de prepararnos y excitarnos para la procreación?-. En el tema de educación se produce, así, una importante novedad: por fin se da el definitivo despliegue de lo que podríamos llamar el espíritu LOGSE y, ya sin careta, surge la enseñanza como mero sistema asistencial. Efectivamente, el nuevo ministerio pasa a ser de Educación, Asuntos Sociales y Familia, desgajándose además la universidad, concebida ya como élite productiva, de él. La educación básica se reduce de esta manera a la asistencia social. La escuela no es ya un lugar para formar individuos en la cultura, tal vez nunca lo fue pero ahí estaba su ideal, y se transforma en una producto que tiende a cubrir una necesidad doble del tejido productivo: por un lado, la necesidad de colocar a las crías en ambientes protegidos mientras los padres generan una parte de la producción (la otra, el consumo, se realiza en familia); por otro, la idea de una socialización que necesita estar basada ya en la ausencia de un contenido concreto: no se enseña nada y los alumnos no saben nada por esa propia necesidad del sistema productivo.

Cuando se criticaba a la LOGSE sus defensores solían argumentar dos cosas: en primer lugar, que era indudable el hecho de la LOGSE había conseguido una educación obligatoria hasta los dieciséis años; segundo, que el problema de la ley no era ella misma sino su desarrollo. Es ahora, sin duda, cuando se ve que tal problema de la ley, el bajísimo nivel cultural alcanzado con la educación universal, no era un problema sino un objetivo. Efectivamente, la progresiva limitación de los contenidos en las materias conduce a la idea de una escuela que tiene como una de sus finalidades, luego veremos la otra, aparcar niños. Y los aparca sin preocuparse de exhibir un mínimo nivel educativo, no necesario ya fuera de la mera presentación social, porque sabe que la clase media y alta superará ese problema por las actividades extraescolares, la preocupación paterna y su propia motivación familiar -pues conoce que en cualquier estudio el factor fundamental a la hora de triunfar en el nivel académico es el propio ambiente familiar- mientras que las clases desfavorecidas serán carne de cañón laboral, siempre necesaria, aun cuando posean un título ya regalado, con una cada vez menor exigencia, como ya gratis por el caciquismo son los 400 euros famosos. De esta forma, la prioridad ya no es educativa, la formación de individuos concretos en valores culturales, sino de orden (público) social -como en la mejor derecha-: el sistema educativo es, en un sentido pues queda la propia formación en valores sociales como el otro, la vía para prevenir el conflicto de unos padres que en una de sus facetas de producción –repetimos, la otra es el consumo- no pueden estar con sus crías. Y se señala así a Asuntos Sociales como la unión lógica con educación cuando ésta ha sido despojada de cualquier espíritu ilustrado: el sapere aude kantiano puede ser sustituido por el chiki-chiki que une más, y esto sin duda y sin ironía, a la familia y a la sociedad.

¿Pero y desgajar la universidad? Aquí se une un hecho, la educación básica como mera asistencia social, con el otro, separar de ahí la universidad. La universidad pierde, por supuesto, su función educativo, que la tenía a pesar de su propia estructura como reino de taifas, pero entra de lleno en un carácter productivo en un doble sentido: primero, generando obreros cualificados, ellos prefieren llamarse licenciados; segundo, entrando en el tejido productivo puro a través de la investigación. La universidad se constituye así como empresa, de formación laboral cualificada y de investigación, dejando a un lado cualquier función social que pudiera, lo que no quiere decir que realmente se diera, tener. Y por ello, al igual que la propia ciencia queda reducida miserablemente a los intereses de la economía productiva debido a su complejidad y coste, la universidad entra en un ministerio de nueva creación que con nombre de planta de El Corte Inglés, Ciencia e Innovación, entre menaje del hogar y moda joven, solo indica la actividad de beneficio capitalista ya sin tapujos. Beneficio capitalista que, por cierto, no guarda relación con el interés de una clase empresarial malvada, como cree la caricatura más explotada del marxismo, sino de una objetividad real de un sistema que se impone a la voluntad de sus integrantes.

¿Qué significa todo esto? Que la educación universal y básica, y a su vez la universidad al separarse de ésta, por fin logran entroncarse con el desarrollo del nuevo capitalismo. Efectivamente, había una dificultad entre que algo nacido en el ideal ilustrado como era la educación, aunque realidad y necesidad de la propia revolución industrial, pudiera casar con la nueva realidad productiva, que ya no necesitaba una élite culta que percibiera el mundo como su hogar ante los bárbaros (el proletariado revoltoso) y lo defendiera bajo el ala ideológica de la gran cultura frente a la barbarie, pues el consumo masivo se ha impuesto como la nueva ideología. Por ello, la educación universal y obligatoria como formación cultural debía cambiar pues el contenido ideológico de la cultura como defensa del sistema y privilegio ha, a su vez, cambiado para desaparecer. La respuesta primera, en España, fue la LOGSE que eliminó los contenidos como la clave de la educación comenzando a dar a los procedimientos y a la capacidad de aprender a aprender, sin explicar nunca qué era eso que había al final que aprender, la clave. De esta forma, hay que ver esta capacidad de aprender a aprender no como un contenido pedagógico sino como una necesidad productiva. En primer lugar relacionado con la nueva realidad tecnológica en la producción, que exige obreros no intelectualizados con contenidos concretos sino formalmente preparados para cambiar de puesto y adaptarse a las nuevas tecnologías como meros apéndices, periféricos, de esa misma tecnología productiva creciente. En segundo lugar, vinculado con el consumo –la otra faceta productiva-, que necesita una estructura de la personalidad inestable que propicie la adaptación al consumo masivo y permanente en el tiempo y no el poderoso yo de la burguesía tradicional que buscaba transformar el mundo a su imagen y semejanza y adaptar la realidad exterior a él mismo. Se busca así, y se consigue, un yo sin contenidos y plenamente adaptativo al consumo variado y permanente de mercancías: un yo necesitado de autoarfirmarse en el mercado y al tiempo perder su identidad para adquirir la próxima mercancía.

¿Qué queda de la enseñanza entonces? Nada. Cualquier criterio educativo resulta obsoleto ante el avance de la realidad. La idea de cultura y conocimiento queda inservible ante una sociedad donde objetivamente el chiki-chiki mola mogollón. Pero no se trata de un fenómeno ideológico sino real, vinculado al propio sistema productivo, que ha llegado a convertirse en la única realidad vigente y a dominar, lejos de los intereses decimonónicos de clase, la realidad.

A Mr. Scrooge, en Cuento de Navidad, esa impresionante obra de Dickens, le piden una ayuda para los pobres y él, entre indignado y preocupado, contesta: ¿por qué, acaso han cerrado las cárceles? Hoy la teoría profética de Mr Scrooge se ha cumplido y por el mismo precio tenemos institutos, rediles y campos de reeducación para la conciencia: nada ya de educación. Y los fantasmas del pasado ilustrado ya no nos visitan, los del presente son tristes y los del futuro, aterradores.

2 comentarios:

Un Oyente de Federico dijo...

Durante el estado de incultura fascista, se evidenciaba en los gustos sociales, Durante el franquismo el programa de TV más visto fue “El Gran Hermano”

Por contra, durante la Ilustración democrática de la LOGSE, el más visto fué la serie documental “El Hombre y la Tierra” de Félix Rodriguez de la Fuente.

La recuperación de la “Memoria Histórica” que efectúa la izquierda, ha tenido su efecto tambien en los resultados académicos.

Por una parte, el estado pone en práctica el viejo proyecto antiliberal, del ministro Bravo Murillo, que resumía en: “España no necesita hombres que piensen sino bueyes que trabajen”.

Y por otra el Sindicato de Estudiante, recupera la consigna libertaria de Tolstoy: "no hay una regla de coacción general que justifique la asistencia escolar obligatoria contra los deseos del pueblo".

Avanti popolo.

Anónimo dijo...

Prometo leerme el artículo no sólo por encima y con mucha atención (interesarme huelga el explicarlo, pero se me empiezan a juntar las letras en la pantalla, incipiente astigmatismo producto de la edad) sino en profundidad. Pero ante el comentario publicado y ciertas referencias que se suelen hacer con asiduidad, yo insisto siempre, ante gran extrañeza de la concurrencia, que por qué seguimos llamando izquierda a algo que quizá no lo es, no lo fue nunca y no lo será, esperemos nunca. Me resisto a dejar el espacio posible que denominemos izquierda a lo que se denomina, por ejemplo, en la rferencia "La recuperación de la "Memoria Histórica" que efectúa la izquierda". Me rebelo. Y si hace falta hasta me revelo. ¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital! ¡Abajo la Seguridad Social! ¡Viva la CIA! ¡Viva la Economía!

el Sanfe.