viernes, diciembre 05, 2008

CRUCIFIJOS Y ESCUELA

La reciente sentencia, bastante lógica por otra parte, exigiendo la retirada de los crucifijos de una escuela pública ha provocado en la jerarquía eclesiástica y la derecha -ya saben: sin autoproclamada aquí- una especie de revuelo. Rápidamente, han saltado a la palestra para señalar una campaña de anticlericalismo mientras reciben generosas subvenciones- por cierto, si hay sindicalistas liberados, ¿no están liberados todos los clérigos de este país?-, de ignorancia cultural e incluso de persecución religiosa. Lo importante aquí es analizar los argumentos presentados en contra de la retirada de los crucifijos y que, a nuestro juicio, se podrían resumir en los siguientes: primero, hay cosas más importantes que hacer en la escuela o daría lo mismo el hecho de que hubiera crucifijos o no; segundo, se trata de anticlericalismo rancio típico de una izquierda perdida; tercero, se trata, el crucifijo, de un símbolo cultural que va más allá de su significado religioso y que representa significativamente a la cultura occidental; y cuarto, forma parte de una campaña laicista y antirreligiosa que busca el exterminio de la religión y su sustitución por valores hedonistas –sobre esto: ¿alguien sabe realmente lo que decían los pobres hedonistas?-.
Empecemos poco a poco.

El argumento de la irrelevancia de la presencia de crucifijos en las aulas resulta cuando menos ridículo. Y lo es porque se le puede dar la vuelta. Admitamos que no es importante que haya crucifijos o no en el aula. Si, efectivamente no lo es, ¿por qué se arma este escándalo al quitarlos? Si daba igual que estuvieran o no, debería dar igual que no estuvieran. Sin embargo, los mismos que señalan que hay problemas más importantes en la educación para dedicarse que este muestran lo contrario a lo que explicitan cuando se escandalizan porque se retiran. El argumento falaz es viejo: debe dar lo mismo que se dé lo que yo quiero –es decir: lo que a mí no me da lo mismo- y si el resto no lo acepta es que es dogmático. Los demás deben ceder siempre, uno nunca. Al fin y al cabo es lo bueno de hablar desde posiciones tan racionales como la fe.

Pero vayamos al segundo al segundo argumento. Se trata, aseguran, de anticlericalismo rancio. Hay aquí dos cosas muy interesantes. En primer lugar que si el anticlericalismo es rancio más rancio debe ser el clericalismo, aunque sólo sea por una mera cuestión cronológica; en segundo, que cualquier visión objetiva a la historia de España debe dar como mínimo resultado una sospecha sobre el papel que la Iglesia Católica ha tenido en este país: y papel nada bueno. Cualquier persona informada sabe que la Iglesia Católica ha tenido una responsabilidad histórica fundamental en las páginas más negras de la historia de Espña y, claro está, no hablamos sino a partir del siglo XIX cuando de acuerdo al contexto histórico algo podía haber cambiado e incluso integrantes de esa misma organización ya se mostraban críticos. Pero, cabe añadir algo más. Lo único que se ha pedido es que una empresa privada o asociación o asamblea, no sé muy bien cuál será su figura legal, no pueda introducir símbolos propios en un recinto público estatal. Y es algo que parece lógico y se lo explico con un ejemplo personal. Durante la invasión de Iraq, contra la que yo estaba, defendí que los profesores no podían acudir a las aulas con pegatinas o similares del no a la guerra, y lógicamente tampoco de apoyo a la misma, pues allí eran funcionarios públicos y no individuos privados. Del mismo modo, yo mismo, que soy marxista declarado, jamás he defendido en clase posturas personales más allá de la constitución pues considero que los alumnos no vienen a escucharme a mí personalmete sino a seguir enseñanzas de un sistema reglado: no adoctrino en el marxismo desde luego y la foto de Marx que hay en mi aula va acompañada de otra de S. Agustín o de Santo Tomás –por cierto, un genio-. Por ello, lógicamente, tampoco hay motivo para que estos mimso alumnos tengan que tener sobre sus cabezas el símbolo de una religión determinada. Es pura lógica democrática que la educación no debe ser neutral, no es lo mismo ser racista o no serlo o ser geocéntrico o heliocéntrico, pero que eso no quiere decir que los alumnos deban estar expuestos al adoctrinamiento venga de quien venga. Me daría igual que apareciera la imagen de Kant o de Jesús, y a mí el primero me parece más importante intelectualmente sin duda alguna, pues lo importante es que se educa para ilustrar y no para adoctrinar. Y pedir por tanto las retirada de los crucifijos en mi caso, y yo pertenezco a ese extraño grupo que solo habla por sí, es sencillamente un ejercicio de sana democracia.

Pero en tercer lugar se nos presenta el crucifijo como un símbolo que va más allá del sentido religioso y que representa la cultura occidental. Bueno, por supuesto sería de necios negar que el cristianismo fue determinante en el devenir occidental: como el derecho romano y, más aún que los dos anteriores, la filosofía griega. Pero el problema radica en que los símbolos son siempre peligrosos en la escuela precisamente por su carácter de consigna elemental. A la escuela no se debe ir a reafirmarse borregamente en la socialización sino, precisamente y eso es cultura occidental, a plantearse la propia cultura. Efectivamente, no hay mayor símbolo de la cultura occidental que que no haya símbolo universal de la misma. Mientras que culturas superadas por la historias aún pueden mostrarse simbólicas, e ir desde la barbas del profeta hasta el buda feliz del restaurante chino, la occidental, única esperanza de esa misma historia, no pertenece ya a esa categoría: y por eso, desde un lado y otro, es vilipendiada. El cristianismo es sin duda historia de occidente pero del mismo modo que si hoy en día alguien me dijera que él es aristotélico yo lo único que pensaría es que es ímbécil no cabe ya ninguna posibilidad real de ser cristiano excepto en un campo: el de la fe. Y por eso debe abandonar el aula, pues esta no es lugar para presuntas uniones con Dios ni con su familia. Y de hecho el único lema que sí debería haber en toda aula, y que hay en la mía, sería el sapere aude (atrévete a valerte de tu propio entendimiento) kantiano precisamente por su ausencia de lema y exigencia de autonomía. Es decir: cuestiona y no reafirma.

Y ya por último está la idea de la superioridad moral de la religión sobre el hedonismo que nos invade. La cosa tiene, cuando menos, gracia. En primer lugar destaca que esa religión que regentó occidente durante mil quinientos años permitió la injusticia como norma. Pero, en segundo lugar y que es más interesante, resalta el propio carácter hedonista de esta, y cualquier otra, religión. Efectivamente, característico del hedonismo fue el cálculo de su regla de oro según la cual un sufrimiento que diera un placer posterior debería aceptarse pues en la comparación meditada merecía la pena. Y precisamente el cristianismo es eso. La vida terrena, de sufrimiento, es mínima y por eso merece la pena ser cristiano pues la recompensa es eterna: puro cálculo egoista. No ha habido, ni lo habrá, mayor crítica a la ética egoísta cristiana que la de Kant quien ya supo ver todo este enrevesado juego de intereses que se escondía detrás de la, presunta, religión del amor. Por supuesto seríamos injusto, repetimos, si no destacáramos que esa misma religión, y fundamentalmente gracias a la figura que la tradición ha personificado en San Pablo y no tanto por el mismo Jesús, fue un progreso humano extraordinario en su tiempo, como por otra parte lo fue Mahoma en su contexto, pero a su vez mentiríamos si dijéramos que su discurso es imperecedero. Así, la religión en el fondo, y la cristiana en particular, no supera el hedonismo porque sus proias condiciones de gestación histórica lo imposibilitaban. Y esto se ve muy bien en que el propio Juan Pablo II o el mismo papa actual, que de tontos no tienen un pelo, cuando quieren fundamentar la crítica no entran en la sociedad actual sino que cargan contra la misma Modernidad y la Ilustración pues conocen, al fin y al cabo son cultos e inteligentes, a su auténtico enemigo.

¿Se deben retirar los crucifijos de las escuelas? Sin duda, como cualquier otro lema o consigna. Y es un deber que quienes opinamos que no queremos pancartas en clase contra la guerra, más de una quité, o de que el hecho de tener una alumna con velo es un fracaso social y educativo y no una muestra de diversidad cultural, pues no vemos ahí cultura en ninguna parte, opinemos a su vez que los crucifijos no deben estar en el aula. Y por la misma razón: educamos para la autonomía y no para la servidumbre a creencias arcaicas. O diciéndolo más filosóficamente, educamos para el sapere aude o, cuando menos, lo intentamos.

10 comentarios:

cojin dijo...

Llevare un año leyendo el blog, y dejando algún comentario (con algún nombre de usuario aleatorio) recuerdo haber leído algo igual de bueno en la columna de la izquierda, "Lo básico de mi blog".

Supongo que llevaba un tiempo en el que no me gustaba demasiado, a veces estando de acuerdo y otras no tanto, hoy creo que esta perfecto.

Desde luego estoy plenamente de acuerdo, lamentablemente creo que va a servir de poco, algo, pero muy poco. Contestas muy bien a la derecha, pero, la ineficacia de quitar los crucifijos va a venir de la autoproclamada izquierda, lo que trasciende de sus miedos no son ni por asomo los motivos que pones aquí. Son otros mucho más vacíos, solo responden a los dos primeros argumentos que señalas y de forma parcial.

Como bien dice no hay un mejor símbolo de occidente que su misma ausencia, el problema es que si nadie se percata de ese símbolo también se perderá lo que podría simbolizar este paso.

Un Oyente de Federico dijo...

Cerca de mi trabajo, hay un colegio, cuyos profesores sacaron a los niños al parque con pegatinas de “No a la guerra” en los babys.
Me indigné por dos motivos, por la utilización de los crios y porque el partido que encabezaba la consigna de no a la guerra, era el mismo que había bombardeado Irak en 1991.

Con la reirada del crucifijo, me paso casi lo mismo. A pesar de considerarme cristiano no quiero crucifijos en la escuela pública. Pero lo que me molesto de esa retirada fue lo que intuí primero y después se confirmé, no era más que un acto de anticlericalismo rancio ejercido por un nacionalsocialista seguidor de la swastica vasca, alejado absolútamente de razonamientos como el que Ud expone aquí.

Si, anticlericalismo rancio. El anticlericalismo es un invento de la masonería, que si bien en su origen era cristiana, luego se flipan con el rollito “nueva era” esotérico de los ejipcios y se montan el Gran Oriente de Francia (de innegable protagonismo en la Revolución francesa) que tiene entre sus fines la desaparición de la Iglesia Católica.

No le discutiré su afirmación de que los cristianos de ahora seamos imbéciles, incluso si quiere, como el ilustrado alcalde de Getafe, también seamos unos tontos de los cojones.
Pero ud. en su extenso texto no mienta ni principíos ni valores éticos o morales y es justamente eso lo que nos mueve a los imbéciles de ahora a elegir colegio para nuestros hijos.

Ud. afirma que el Cristianismo y el Islam fueron un progreso extraordinario, no dice el porqué.
Y ese porque que Ud. no comenta, explicaría que mientras miembros de la Iglesia Católica como el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, antropólogo descubridor del “Hombre de Pekín” defendiera la “Teoria de la Evolución” de Darwin; los gobiernos marxistas de Stalin y Mao, siguiendo las consignas de ilustrados como Trofim Lysenco de perseguir el Darwinismo, asesinaban, represaliaban y hacián morir de hambre a 10.000.000 de personas.
Siendo los regímenes marxistas los que han escríto las páginas más negras y sangrientas de la Historia de la Humanidad ¿encontraría Ud. razonable que se dijera que un marxista hoy, es un indeseable?

Su ultimo parrafo, me aporta razones suficientes para estar de acuerdo con Ud. en la retirada de símbolos cristianos de las escuelas públicas.
Y sus parrafos anteriores me evidencian la necesidad de escuelas cristianas que aporten principios y valores éticos, imprescindibles para el progreso social.

Enrique P. Mesa García dijo...

D. Cojin, de acuerdo con usted. El auténtico problema aquí no es tanto la derecha, uno se lo puede esperar, como la autoproclamada izquierda y su consignas, pues no llegan a argumentos.
D. Oyente:en primer lugar yo no he llamado imbécil, ni indeseable, a nadie (excepto a los aristotélicos actuales, tal vez) sino que he señalado que el cristianismo no puede tomarse como una teoría filosófica sino solo como fe. SEguramente lo habré escrito mal, pero creo que me distingo por no insultar personalmente a nadie en mis escritos.
Segundo, sí he explicado el porqué el cristianismo fue, ya no lo es, progresista. Si visita el tag religión verá que hay un artículo dedicado a Jesús en que se pretende explicar eso. Tal vez, y voy a editar el artículo, debería vincularlo.
Tercero, Teilhard no defendió nunca la teoría de la evolución de Darwin sino que la utilizó. La teoría de la evolución no puede ser teleológica (con una finalidad) y todo el pensameinto de Teilhard está plagado de teleologismo. De todas formas podría usted citar igualmente a Lemaître, el sacerdote teórico del Big Bang, y sería lo mismo.
Y cuarto, la enseñanza tiene valores morales fundamentales y se explicitan en el artículo: la formación de la autonomía del sujeto.

Un Oyente de Federico dijo...

Es en este párrafo, donde como ateo y cristiano, me doy por aludido:
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“El cristianismo es sin duda historia de occidente pero del mismo modo que si hoy en día alguien me dijera que él es aristotélico yo lo único que pensaría es que es ímbécil no cabe ya ninguna posibilidad real de ser cristiano excepto en un campo: el de la fe.”
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“Al que le pica, ajos come” que decia mi abuela.

Si alguien como Gustavo Bueno, se declara “ateo y católico” y afirma, entre otras cosas, que Benedicto XVI es «kantiano”, que el catolicismo es derecho romano más filosofía griega… …, quizás Ud. incluya a Don Gustavo entre los aristotélicos de hoy; pero a mi me da garantías de que el camino que he elegido no es el peor de todos.

He buscado en su blog el artículo que me indica: “la formación de la autonomía del sujeto”. pero no lo he localizado.

Anónimo dijo...

Don Oyente, es usted tremendo.
Yo no lo sé pero, quizás usted, con su enorme erudición, nos pueda decir cuántos son los seres humanos asesinados en el nombre de la Cruz, desde oriente a occidente, por los siglos de los siglos, amén.
y después díganos qué ideología, según usted, ha escrito las páginas más sangrientas de la historia.
Ricardo.

Un Oyente de Federico dijo...

Don Ricardo, si para defender una idea hay que mentir, le aseguro que esa idea no merece la pena.

No se trata, de ser erudito, se trata de no taparnos y ojos y oidos ante lo que no dice lo que queremos.

Ud. como cualquier otra persona, si quiere, se coge el libro de Alexander Solzhenitsyn “Alerta a Occidente”, editado por Acervo (Barcelona) en 1978, lo abre por su página 254 y allí podrá leer lo que este historiador y escritor, Premio Nobel (como Saramago), dice sobre las perdidas humanas consecuencia del experimento socialista en la URSS, desde 1917 se cifran en 66.000.000.
Y añade que sin contar las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.

Como sin contar las victimas de guerras son los 10.000.000 son los muertos por la hambruna en la China comunista consecuencia de la persecución de Mao al Darwinismo y le añade Ud. los 300.000 asesinados de la posterior Revolución cultural.

Y sin contar las guerras, son los 2.000.000 de asesinados por el Comunismo camboyano de Pol Pot, por cosas como saber leer o llevar gafas.

76.300.000 de asesinados en apenas 50 años, víctimas del Comunismo. No de sus guerras, que si quiere Ud. los añede.

Y esto, ni por muchos orientes y occidentes ni por muchos de sus siglos por los siglos, ni por muchos de sus amenes que quiera Ud. añadir al Cristianismo desde Etiopia a Santiago, llegarían a superar en víctimas al trabajo de una mañana de Stalin.

No tengo las cifras de victimas de la Inquisición en Europa, pero tengo las de la Inquisición en España (segun Uds. la peor de todas), las que contabilizó minuciosamente el anticlerical Miguel Morayta Sagrario —http://www.filosofia.org/ave/001/a284.htm— en su “Historia General de España” Edic. de 1891, Tomo 5, página 1254:
Quemados en persona: 31.612
Idem en estatua: 17.659
Penitencias con penas graves: 341.021

En 400 años de la pavorosa Inquisición Española llena de terribles Torquemadas, apenas les dio para 32.000 asesinatos, que no digo que sean pocos, pero comparados con los comunistas, no se quedan ni en anecdota.

Anónimo dijo...

Sr. Oyente, yo no había pensado tanto en la Inquisición como en la santa cruzada del nacionalCATOLICISMO de su amigo Franco, Franco, Franco, la otra cruzada más reciente del sr. Bush, las cruzadas históricas de santiago matamoros, las cabezas de moros cortadas y servidas en bandeja a la duquesa de Alba por el ilustre Millán Astray, los indios americanos de norte a sur de Colón y sus carabelas, las víctimas de las dictaduras latinoamericanas bendecidas por Juan Pablo II -así como Pío XII hizo con el III Reich-, los cátaros, los niños que se cepillaban los cristianos en la edad media y en épocas más recientes -en la edad media estaba bien vista la pederastia, ahora se hace la vista gorda-, los negros del África, etc.
No me voy a molestar en buscar cifras, porque no tengo tiempo y confiaba en que usted no cerrara los ojos a la evidencia. he sido un iluso. en cualquier caso estoy seguro de que usted maneja fuentes fiables. lo que queda claro es que para usted hay muertos de primera y de segunda, aunque tiene su gracia que hable de los muertos orientales cuando ya sabemos del connatural racismo del cristianismo occidental.
y por cierto, discrepo con el señor Mesa cuando habla de la imbecilidad del ser cristiano. Para mí se trata de responsabilidad. ¿Cómo se puede seguir siendo miembro de una secta asesina? (¡hombre!, se me olvidaban las excelentes relaciones de Juan Pablo II y la mafia... de eso también hay cifras)
Ricardo.

Enrique P. Mesa García dijo...

A ver:
1.- que yo no he dicho que ser cristiano es ser imbécil. Es un error,eso sí, pero nada más.
2.- Las cuentas del gran capitán. A ver D. Oyente. Si murieron 66 millones en la URSS y otros 27 en la segunda guerra mundial da un toal de 93 millones de rusos muertos en unos 70 años. Teniendo en cuenta además la población darí que entre un 30-40 % de la poblaciópn fue asesinada. Bueno, exagerado, ¿no?. Estoes como cuando a Franco se le cataloga de genocida. Son dos dicatadores miserables, pero las exageraciones precisamente sirven para exculparles al ser tan fáciles de negar. Nadie en sus cabales puede creer ni que Franco fuera un genocida ni que el PCUS exterminara a 66 millones. Resulta ridículo (y otro ejemplo, es como cuando se dice que los conquistadores españoles hicieron un genocidio con los indígenas americanos). Esto no les exonera de sus culpas sino que es puro sentido histórico.
Además, hace usted una trampa histórica que me ha decepcionado. MIentras que en las víctimas del comunismo (¿por cierto, quién lo ha defendido aquí?) cita causas directas e indirectas, en la víctimas del cristianismo solo la INquisición. Bien, podríamos hablar de las víctimas indirectas que produjo el oscurantismo cristianismo, aún hoy en materia como las células madre, por ejemplo, a lo largo de la historia al impedir el avance científico o los movimientos sociales emancipatorios (incluyendo la persecución a los moviemintos liberales)y las cifras se igualarían o aumentarían las del cristianismo. Pero sería un absurdo pues no se habla de eso.
Y otra cosa más,D. Oyente, es usted incansable, le felicito.

Un Oyente de Federico dijo...

No seré yo el que pretanda corregir las cifras de un profesor de filosofía y mucho menos de un Premio Nobel.
Y mucho menos hacer “trampas”. Si lo que he expuesto no les parece correcto no vea en ello pretención alguna, más que mi ignorancia.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Estoy de acuerdo con usted. No hay forma de estar en desacuerdo si se acepta el hecho fundamental de que los símbolos (sea cuales fueron) no son pertinentes cuando se convierten en guías, cuando niegan los otros símbolos, cuando tratan a los demás como inútiles. Y está claro que la sociedad occidental es cristiana, es griega, es romana, es árabe. Todo así mezclado para dar esto que somos.