lunes, abril 06, 2009

EL PLAN DE BOLONIA/1: UNIVERSIDAD BASURA (la actual)

De todo el sistema de enseñanza español sin duda alguna el peor es la universidad. No se trata, no crean, de una opinión subjetiva e infundada. Mientras que las enseñanzas medias nos sitúan en una triste y ridícula zona media baja de la OCDE, según las últimas estadísticas, no hay un solo informe internacional de evaluación que no sitúe a la presunta élite educatica superior en el furgón de cola. Y dicho furgón de cola se ocupa además sea cual sea el análisis sobre la actividad universitaria: ya sea por su pésima docencia –si se ponen a pensar en los mejores profesores que tuvieron veran como muy pocos son de la universidad cuando en ella se dan las condiciones idóneas para que fuera lo contrario- como por su ridícula investigación -salvando por supuesto las excepciones que lo son a pesar de la propia institución-. Así pues, la universidad española es, resumiendo, una porquería. Pero lo interesante no es sólo describir, sino enunciar causas. Y este artículo, primero de una serie, pretende eso mismo: explicar el motivo que lleva a que la universidad española sea tan, y tan, mala.

Todo este preámbulo viene al caso cuando se analiza el tema de Bolonia. Efectivamente, creemos que el célebre proceso de Bolonia está siendo manipulado por la mayoría de los que se declaran fervientemente a favor del mismo como por esos otros que, en nombre de la sociedad y la cultura, se declaran en contra. No se trata, no crean y volvemos a lo de siempre, de que se obre de mala fe por su parte, sino que el grado de corrupción moral y educativa ha llegado a tal punto en la universidad, siempre estuvo en ella, que los intereses sujetivos y coorporativos han pasado a ser los intereses institucionales. Y por tanto la defensa de la institución tal y como existe en la actualidad, y es algo que ya también empieza a ocurrir en la enseñanza pública media, es idéntica a la defensa de estos intereses coorporativos del funcionariado. Así, para hablar de Bolonia hay que hablar primero de la universidad española actual y situarla y su contexto y luego analizar si Bolonia va a mejorar o no esa situación. Pero tampoco hablar solo de eso.

La actual universidad española no está al servicio de la sociedad. Tampoco, claro está, al servicio del saber o la cultura. Sólo está al servicio endogámico de sí misma. Pero hay que explicar este sí misma para no caer en la oscuridad. Y en este sí misma hay un agente interno y uno externo. Analilemos primero el interno.

La clave para entender la institución universitaria española es, como ya hemos señalado, el mandarinato del funcionariado. Y no debe entenderse solo el docente sino también el administrativo. Toda la universidad está montada efectivamente sobre la base de los privilegios de este funcionariado concebido como élite social desde su horario diario -hace poco los administrativos de la Universidad Autónoma de Madrid iniciaban una severa protesta contra la idea de hacerles fichar e impulsaban a cambio la petición, increíble pero cierto, de un plus de puntualidad- hasta el calendario oficial –con, por ejemplo, un adelanto de la selectividad en Madrid que ha ocasionado una pérdida de horas lectivas fundamentales en 2º de bachillerato- pasando por la vergonzosa selección del profesorado a través de la formación de grupos privados de intereses que entre favor recibido y favor dado, van imponiendo a sus candidatos no por su mérito, aunque casualmente puedan poseerlo o no, sino por su pertenencia a la familia: el candidato de la casa. Así toda la institución no está pensada como servicio sino como medio de conservación de dichas élites funcionaliares. Del mismo modo, pero con menos razón, que los parques naturales conservan linces incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones de su hábitat, las universidades conservan funcionarios de élite y reproducen sin descanso esa especie. La universidad española de esta forma y actualmente tiene como misión principal servir a los intereses de sus ilegítimos dueños, el profesorado fijo y el resto de funcionarios, y toda ella, desde los alumnos y los becarios que aguantan lo que sea con tal de llegar a su sueño de una plaza hasta el rector, se mueven de acuerdo a dicha realidad.

Y este espeluznante panorama no solo no ha cambiado desde los tiempos del franquismo, donde tuvo su origen, sino que se ha acrecentado con los reinos de taifas que han acabado siendo las autonomías. La clase política española autonómica, otra élite, ha generado universidades en cualquier lugar de la geografía, lo que no tendría que ser malo, y cuanto más paletas -léase en lenuaje correcto: con más identidad nacional- mejor. La finalidad de stas universidades no eran los estudiantes ni la mejora de la calidad de la enseñanza superior sino generar una red de control institucional a costa del presupuesto público. Era una cuestión de prestigio que toda autonomía, y sus principales ciudades, tuviera una universidad independientemente de su necesidad o no. Pero también era un proceso, especialmente en las autonomías con lengua propia y nacionalismo, de hegemonizacion y control social y político. Efectivamente, se trataba de expulsar a los desafectos al nuevo régimen nacionalista e impedir la entrada de aire fresco del resto del estado. Así, el requisito imprescindible era el idioma regional –uy, lo que he dicho- lo que se imponía al profesorado, especialmente al que quería llegar a serlo, y al alumnado. Como consecuencia, resultaba más dificil a un estudiante del resto de España irse a estudiar a Cataluña que a un país extranjero y cualquier profesor debería preocuparse más de estudiar catalán que de comprender a Kant. Así, las autonomías generaron una universidad que lejos de servir de motor de modernización fue un elemento político al servicio de los caciques: la propia clase política autonómica y la funcionaral.

De esta forma, la universidad española nunca estuvo al servicio de la sociedad o de la cultura, por ejemplo ha sido incapaz de generar un solo premio nóbel, sino solo al doble interés, desde la época de la dictadura, del funcionariado privilegiado de la misma y, con las autonomías, de una clase política que la ha usado para sus intereses homogeneizadores. Pero, ¿quiere esto, por otra parte tan obvio, decir que Bolonia será bueno porque ya nada puede estropear la universidad? ¿Quiere decir que Bolonia necesariamente deberá mejorar esto? Pues no necesariamente. Pero ya queda para otro día.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿usted afirma que la situación actual nació en el franquismo?¿Antes del franquismo las cosas eran diferentes?

Enrique P. Mesa García dijo...

A ver D. Pocholo, el problema, yo creo, radicaría en comparar la universidad de una sociedad de élites, la anterior a los años 70 en España, con una universidad de una sociedad de masas. Sí que creo que el actual organigrama de la universidad española, en cuanto a su carácter caciquil, empieza en el franquismo,aquí, por cierto, un articulo muy ineresante sobre el tema. Sin embargo, ello no es óbice para asegurar que es más grave esta situación ahora que entonces primero, y fundamentalmente, porque nos hallamos en una sociedad distinta y, segundo, por el tamaño que ha adquirido la trama. No es, por tanto, mi intención con ese comentario exculpara a los culpables actuales de que la universidad sea una basura: pueden cambiarla y no quieren.

Anónimo dijo...

La universidad española es basura.