Imaginen ustedes una empresa privada que decide que sus trabajadores tienen todos que haber nacido o haberse formado en una determinada zona de pastoreo que linda con sus instalaciones. Imaginen que no permitiera la entrada de gente de fuera de esos lindes –porque hablan raro o piensan raro o no llevan bien calada la boina- o de inmigrantes. Usted, progresista lector, gritaría indignado: ¡fascistas! Y tendría cierta razón (no tanto en el nombre elegido como en la idea que late tras tal sustantivo). Pero vengamos a la realidad y sepa usted que eso ocurre con el Athletic de Bilbao, donde nadie juega sin antes pasar un riguroso examen de origen. Y ahora usted dirá como la prensa: ¡que romántico! Porque el racismo, progresista lector, era también, lo es aún, muy romántico.
Imagine usted que alguien harto de ver extranjeros en su empresa decidiera que había llegado la hora de españolizarla y encima lo publicara en un periódico. Piense usted por un momento que toda una corriente de opinión pública exigiera que se contrataran a más españoles en una empresa determinada frente a otros profesionales extranjeros. Ya está usted hablando de xenofobia. Y usted, progresista lector, gritará de nuevo indignado: ¡fascistas! Y tendría cierta razón (no tanto en el nombre elegido como en la idea que late tras tal sustantivo). Pero vengamos a la realidad y sepa usted que toda la prensa de este país -se llamaba España o nación de naciones o algo así que ya no recuerdo- viene diciéndolo como crítica al nuevo presidente del Real Madrid. Que no ficha jugadores españoles: ¡voto a bríos! Y ahora usted dirá: ¡que miserable es ese tal Pérez!
Y ahora imagine usted que es un descerebrado, un imbécil integral pero no por ello inofensivo. Mejor aún: imagine usted que ha decidido, porque así es, ser un idiota. Y va usted al fútbol los domingos con su peña de, a su vez, idiotas hechos a sí mismos –por ejemplo: Ultra Sur o Frente Atlético- a la que los jugadores adoran porque quizás tengan su mismo nivel intelectual. Y en el equipo de enfrente juega un jugador negro, en el suyo tres o cuatro, y empiezan a abuchear. Usted, progresista lector, gritaría indignado: ¡fascistas! Y tendría cierta razón (no tanto en el nombre elegido como en la idea que late tras tal sustantivo). Y ahora el árbitro para el partido, y ahora la prensa habla de parar el racismo, y ahora usted, hipócrita lector, se siente aliviado.
Porque ante el racismo, ni un paso.
Imagine usted que alguien harto de ver extranjeros en su empresa decidiera que había llegado la hora de españolizarla y encima lo publicara en un periódico. Piense usted por un momento que toda una corriente de opinión pública exigiera que se contrataran a más españoles en una empresa determinada frente a otros profesionales extranjeros. Ya está usted hablando de xenofobia. Y usted, progresista lector, gritará de nuevo indignado: ¡fascistas! Y tendría cierta razón (no tanto en el nombre elegido como en la idea que late tras tal sustantivo). Pero vengamos a la realidad y sepa usted que toda la prensa de este país -se llamaba España o nación de naciones o algo así que ya no recuerdo- viene diciéndolo como crítica al nuevo presidente del Real Madrid. Que no ficha jugadores españoles: ¡voto a bríos! Y ahora usted dirá: ¡que miserable es ese tal Pérez!
Y ahora imagine usted que es un descerebrado, un imbécil integral pero no por ello inofensivo. Mejor aún: imagine usted que ha decidido, porque así es, ser un idiota. Y va usted al fútbol los domingos con su peña de, a su vez, idiotas hechos a sí mismos –por ejemplo: Ultra Sur o Frente Atlético- a la que los jugadores adoran porque quizás tengan su mismo nivel intelectual. Y en el equipo de enfrente juega un jugador negro, en el suyo tres o cuatro, y empiezan a abuchear. Usted, progresista lector, gritaría indignado: ¡fascistas! Y tendría cierta razón (no tanto en el nombre elegido como en la idea que late tras tal sustantivo). Y ahora el árbitro para el partido, y ahora la prensa habla de parar el racismo, y ahora usted, hipócrita lector, se siente aliviado.
Porque ante el racismo, ni un paso.
1 comentario:
Buenos días. Aunque sin aportar nada nuevo, me parece un tema interesante el que ha elegido. Lo divide en tres partes (a mi entender con buen criterio) aunque no los separa, sino que da la sensación de que los enlaza. Creo que son temas diferentes y que deberían ser tratados de forma diferente.
En el primer bloque se pone como ejemplo el Athletic que utiliza jugadores vascos para su equipo. Con el título del texto que habla de racismo no creo que encaje este ejemplo. El Athletic habla de su origen para poder jugar, no de la raza.
Tanto el primero como el segundo bloque me parece que roza más la xenofobía, pero no creo que vaya más allí del nacionalismo cazurrón de los pueblos españoles. Y bueno, por otro lado los polítcos ya están empezando a alabar las bondades de los productos nacionales, ¿por qué no en el fútbol también?
Los del último parrafo los englobaría entre los analfabetos, borregos y faltos de inteligencia, todo ello unido, juntado a una dosis alta de alcohol (sólo eso en el mejor de los casos) y una actividad física barbara, brutal que les lleva a muchos de ellos a la edad de piedra.
¿Qué pretendemos si el fútbol y los toros son unas de la identidades de este país...?
Bastante más nos merecemos...
Un saludo
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