miércoles, mayo 26, 2010

TOMAR MEDIDAS/ Y 2: PRESENTE Y (¿)PORVENIR(?)

Zapatero habia recibido órdenes de reducir el defícit y el problema era cómo. Podía haber varias formas generales hipotéticas pero todas se dividían en dos: o reducir gastos o aumentar ingresos. Pero también podía haber fórmulas mixtas en las cuales se unieran ambas realidades: reducir gastos a la par que conseguir ingresos. En realidad, Zapatero escogió una formula mixta y, para calificarla en un lenguaje facilmente comprensible, reaccionaria socialmente pues se trataba de recortar derechos. La primera medida tomada hace tiempo fue una espectacular subida de impuestos. Pero no todos los impuestos son iguales y Zapatero ni volvió a poner el de patrimonio ni tocó a las SICAV, sino que subió la carga impositiva en el IRPF, con la desaparición de los caciquiles 400 euros que implicó a su vez para muchos una bajada efectiva de sueldo, y los impuestos indirectos que todos pagan por igual, IVA y de carburantes, tabaco y alcohol. La primera medida de aumentar ingresos ya era así reaccionaria en cuanto implicaba un retroceso social no por el mero hecho de subir impuestos sino por subir, en concreto, determinados impuestos en detrimento de otros.

Pero más interesante era la segunda medida a tomar. Si había que reducir gasto, ¿de dónde reducir? No se trataba sólo, como se quiere presentar, de un problema de eficacia sino también de decisión política: lugares para recortar hay muchos. Pero al tiempo, y lo contrario sería caer en la demagogia, se trataba de conseguir el máximo dinero en el mínimo tiempo posible: los mercados mandan. Así, la decisión política era complicada, seamos sinceros. Y hubiera hecho falta un político en el gobierno. No lo tenemos, pero sí tenemos un político, y tal vez de los mejores, en las elecciones. Es ingenuo, mucho, pensar que Zapatero es tonto. Antes bien, Zapatero, como hábil político, ha logrado algo impensable: el mayor recorte social de la democracia con el menor costo político y social. Por menos le hicieron huelga general al PSOE de González y al PP de Aznar. Pero, ¿cómo lo ha hecho?

Primero, las medidas consiguen dinero inmediato. Una medida centrada en impuesto directos no lo haría sino hasta recaudarlos, al menos un año, mientras que las tomadas empiezan a notarse a partir de junio, en un plazo de días. Además, esto mejora inmediatamente la estadística en cuanto a dinero ahorrado y se presentaran como tales en las elecciones autonómicas y ante la UE.

En segundo lugar, y más sutil, la medida dirigida contra el funcionariado tiene un perfil interesante. Primero, porque se dirige a un sector vilipendiando socialmente, de forma justa o injusta y eso es otro tema, y que no va a recibir apoyos extraños a ellos mismos. Efectivamente, la clase asalariada percibe al funcionariado como privilegiado en relación al mercado laboral, cosa que sin duda es cierta, y no está dispuesta a movilizarse para apoyarle. Además, el gobierno conoce que los hasta ahora callados sindicatos, con más de cuatro millones y medio de parados, no se van a atrever a presentar una huelga general porque se les reprocharía, con razón, que por qué no antes. De esta forma, Zapatero sabe que una huelga general es inviable y entiende que una huelga limitada de un sector percibido como privilegiado no le dañará. Pero además hay algo más, y mejor.

Es lo tercero. El gobierno se ha asegurado que pase lo que pase con la futura reforma laboral no triunfará ninguna huelga general. ¿Por qué? Por algo sencillo. En el caso de que las condiciones de despido se modifiquen, y se van a modificar a peor, y los afectados, es decir: los trabajadores de la empresa privada, pretendieran realizar una huelga general se encontrarían ahora de frente con el funcionariado, que les recordaría su escasa solidaridad anterior. Y una huelga general para tener éxito implica, necesariamente en España, el apoyo del funcionariado. Así, la atomización de la respuesta sindical, algo que no pudo conseguir ni González ni Aznar, la ha conseguido Zapatero de la mejor forma posible para sus intereses: al ir primero contra los funcionarios, y encontrar un silencio cómplice social, ha ido contra todos porque ha eliminado cualquier respuesta general. La propia atomización del mercado laboral, entre temporales, fijos y funcionarios –permitida por los sindicatos- ha llegado a un extremo en el cual los distintos intereses son tan dispares que no hay posibilidad de conciliación ni de respuesta conjunta. Cuando Zapatero toma en primer lugar la medida contra los funcionarios, que son trabajadores a cuenta ajena, y el resto de trabajadores se muestra contento no hace sino romper la unidad que hasta ahora había habido en las huelgas generales anteriores. Se cubre la espalda. El sindicalismo de clase tan pretendido por UGT y CCOO queda ridiculizado al haber vendido su alma al diablo.

¿Pero y los pensionistas? Pues otro grupo fácil de presionar pues nadie, realmente, les respalda. Podrá haber fiesta del abuelito, pero a la vista está que la protesta social cuando se violan sus derechos será nula.

Así las cosas caben dos interpretaciones. Una, la de medio plazo. Se la cuento. Después del verano vendrá mucha memoria histórica, mucha guerra de los abuelitos y mucha tontería ideológica, ahora sí en su sentido marxista como falsa conciencia. Además, habrá un impuesto para los “ricos” y algunas palabras malsonantes para los “especuladores” por parte del gobierno. Luego toda una campaña de tonterías varias esperando que la situación internacional empiece a generar empleo, en algún momento tiene que ser. Y si las encuestas remontan, adelanto electoral.

A largo plazo, sin embargo, la cosa es más grave. Porque lo que todo esto significa políticamente es un cambio fundamental político y social. Político, en cuanto que el epicentro de poder ya no es el parlamento elegido democráticamente –da igual nacional o europeo- sino la Unión Europea como gobierno no elegido. Social, porque la finalidad última es finiquitar el estado del bienestar europeo no tanto en sí mismo como en cuanto una realidad pública y estatal. Así, lo que se juega en la crisis no es, como pensaba al principio la eufórica y desinformada izquierda, el capitalismo sino aquellos elementos que aún pervivían, como era la función pública, ajenas a la entrada de la capitalización –sin por ello, por supuesto, querer decir que el estado del bienestar tradicional fuera algo así como la emancipación ilustrada-. Pero todo esto, otra vez, otro día.


2 comentarios:

Un Oyente de Federico dijo...

Lo tremendo es que en el mismo Consejo de Ministros en que decidían el contenido del decreto ley en el que se recortaban pensiones y prestaciones sociales; cinco minutos después de que ellos decidieran que debemos vivir peor para intentar esquivar las consecuencias de su ineptitud e incapacidad, deciden aumentar los fondos destinadas a esa pandilla de antisemitas creacionistas que son todos los que forman esa sandez de la “Alianza de Civilizaciones” de la que Zapatero es el “pagafantas” y esta vez será con el dinero que quitan a pensionistas y trabajadores.

Como es una constante en este país (y me arriesgaría a decir que en todos) los peores enemigos de las clases más humildes, son los que se autodenominan como sus auténticos defensores.

ElSrM dijo...

No sé si una huelga general precisa del apoyo del funcionariado para tener éxito en España, pero ha reproducido con su texto —sin saberlo— una parte del razonamiento que hacía servidor hace poco: hemos visto con estos movimientos del Gobierno Zapatero un ejemplo práctico de la antigua táctica del "divide y vencerás".

Yo no soy trabajador público. Lo soy del sector privado y, además, estoy desempleado. No tiene nada que ver. Mi mensaje es claro, tanto por principios como también por táctica: hay que apoyar a nuestros trabajadores públicos. Quizá yo sólo sea uno, pero lo tengo muy claro.

Asistimos a un desmantelamiento de los Estados Democráticos de Derecho tal como los conocíamos. Dice el Sr. S. Benítez que los neoliberales —en propiedad, diríamos neoconservadores en lo político y neoclásicos en lo económico— son la avanzadilla de los anarcocapitalistas. Le comentaba hace poco en su página:
«
Uno mira la última legislatura del ex Pte. G. W. Bush y se ve claramente el antipatriotismo en el sentido de antiestatismo profundamente antiamericano: vendió hasta el Ejército, uno de los iconos yankees —por mucho que sea detestable— a empresas privadas. Ha vendido sus funciones mediante contratas adjudicadas a dedo, los aprovisionamientos estaban vendidos desde hacía tiempo...

Ya el pensador europeo N. Maquiavelo advertía del peligro de combatir empleando mercenarios remontándose nada menos que a una cita de esa obra literaria mitológica conocida como "Sagrada Biblia" en la que el Rey David declina con diplomacia una oferta para combatir con armas ajenas.

Advierte Maquiavelo en su "El príncipe" que combatir con ejércitos mercenarios se acaba pagando muy caro. Claro, él piensa en el Reino como algo a proteger. En cambio, los plutócratas que están desmantelando los Estados Democráticos de Derecho hoy no actúan por accidente debilitando nuestros Estados. Lo hacen a propósito, por lo que técnicamente no contradicen, sinó que cumplen a sabiendas, lo advertido por el estratega italiano.

En la capital del Reino de las Españas tenemos a una Presidenta que ha vendido ya hasta el agua de los madrileños, el Canal de Isabel Segunda, a una empresa privada en uno de esos concursos públicos tan peculiares que acostumbra a hacer su Gobierno. ¿Eso no es vender España? Y por España no me refiero por supuesto a las banderitas, los escudos y los himnos, que sirven para bien poco si antes han vendido hasta el agua potable de boca de los ciudadanos.
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Mi más cordial saludo,