miércoles, junio 23, 2010

CAPITALISMO Y CLASES SOCIALES/1

Nota: el presente artículo es una respuesta a los comentarios sobre mi serie Capitalismo y explotación (1, 2 y 3) en la cual se me criticaba por dejar a un lado el análisis de clase. Por supuesto, se puede leer independientemente.

Extraña un cambio en Marx. El comienzo de El manifiesto comunista versa sobre la lucha de clases y con ello sitúa este hecho como motivo principal de su teoría en la crítica del Capitalismo. Sin embargo, el comienzo de El Capital versa sobre la mercancía –y ni tan siquiera sobre las condiciones de trabajo que la hacen posible-. No se trata, sin embargo, de dar la errónea solución de Althusser, aquella sobre que en Marx hay dos etapas y en la segunda hay un sistema científico frente a la primera, sino de algo distinto. La diferencia radica en que Marx comprendió el desarrollo capitalista que dejó de ser un sistema de explotación igual a los anteriores, basado en la dominación social de una clase sobre otra, para comenzar a convertirse, hoy ya en su apogeo, en un sistema de realidad: un sistema ontológico. Y por eso tuvo que variar su teoría.

La izquierda, sin embargo, ha seguido manteniendo el falso esquema del Capitalismo compuesto de una oligarquía explotadora y una muchedumbre explotada: la lucha de clases. Situando además dicha oligarquía como el sector dirigente y responsable último de la acción capitalista: dicha oligarquía dirige el sistema. Así, la idea básica de la izquierda está más cerca del Manifiesto, aunque tampoco pues se ve superada por la complejidad de este, que de El Capital. Y precisamente lo que pretende este artículo, aún más aburrido que la media y que encima necesitará segunda parte, es demostrar una negación: en el Capitalismo actual la estructura de clases no es sustancial sino accesoria –aunque existente- y no es la causa de la explotación. Por ello, si bien existen clases sociales no se pueden analizar como la clave de la explotación capitalista. Pero, al tiempo, no se podrán obviar en el análisis político y social.

La división del trabajo, que distintos individuos realicen los diferentes trabajos necesarios para la supervivencia social, no implica necesariamente la división social del trabajo (DST). Esta, la DST, va más allá pues hace que el poder, la riqueza y el prestigio social guarden relación directa con la función social, el trabajo, que se tenga. Y es entonces cuando a partir de la división social del trabajo surge la estratificación social: distintos grupos sociales con distinto poder en la sociedad. Pero incluso para que se pueda hablar de explotación de unas clases sobre otras –nota: estamos siempre hablando de clase social en un sentido amplio- hace falta algo más: un sistema económico determinado en el que el trabajo de una clase, o clases, alimente efectivamente a otra, u otras. Que exista una clase social, o varias, que viva, en definitiva y para simplificar, del trabajo de otra. Así pues, para que en el capitalismo fuera cierto que existe explotación de una clase por otra como elemento sustancial del sistema –explotación del sistema hay como hemos demostrado en la serie de Capitalismo y explotación- debería poderse demostrar que efectivamente una clase vive del trabajo de otra y esto es intrínseco y sustancial al sistema económico concreto: no habría Capitalismo sin dicha explotación. Y es ahí donde falla, y Marx se dio cuenta, la ecuación.

Un sistema económico se basa en la explotación de una clase por otra cuando los elementos de la primera viven exclusivamente del trabajo de los de la segunda. Es decir, cuando la primera clase no resulta productiva económicamente y por tanto necesita para su sustento del trabajo de otra clase social. Escogemos aquí un carácter estricto, productivamente económica, porque si bien esa clase social puede ser cultural o políticamente productiva sin embargo si no lo es económicamente, en el estricto campo de la producción, entonces se puede aducir que es explotadora al vivir del trabajo de otros pues los necesita para la supervivencia: hasta los políticos, los poetas o los religiosos místicos comen todos los días. Así, por ejemplo, la nobleza de la Edad Media era una clase explotadora pues carecía de importancia productiva concreta: no generaba beneficio y vivía de la producción, fundamentalmente, de los siervos. Por tanto, situamos una primera definición: una clase social puede ser considerada como explotadora solo cuando viva del trabajo no propio sino de otra clase.

De esta forma, nos repetimos pero es importante, la estructura clase explotadora implica, a su vez, unas características concretas del sistema económico. La fundamental es que la clase explotadora no produzca económicamente nada pues de otra forma bien se podría aducir que resultaría rentable, es decir: pagaría su existencia. Los monjes de los monasterios ricos de la Edad Media eran explotadores, como señores feudales, porque fuera de su, más presunta que real salvo excepciones, defensa de la cultura eran incapaces de producir incluso su propia subsistencia. Vivían de la comida que otros le producían y buscaban mantener ese status quo. Sin embargo, pongamos por caso y para entendernos un ejemplo extremo, Belén Esteban no es productivamente inútil: sin duda podría aducirse que aparentemente no realiza trabajo alguno, pero de hecho produce riqueza económica, por la cuota de pantalla que implica publicidad e independientemente de cualquier juicio moral, que hace que su existencia no se produzca sobre otros sino sobre su propia producción: su vida como mercancía. Por tanto, y es importante, el juicio explotador no se debe realizar sobre la base de un juicio moral, como si hubiera un trabajo moral y uno que no lo es –cosa que puede ser cierta-, sino sobre estrictamente la idea de producción y rentabilidad. Y de esta forma, al fin y al cabo hacemos un análisis marxista, la clave se desplaza al análisis de la producción material. Olvídense de esos aires de superioridad moral que suele tener el analista de la autoproclamada izquierda. Aquí hablamos fríamente de producción: sumar y restar.

Hasta la irrupción del Capitalismo la producción económica era puramente material, en su sentido de productos físicos. Lo fundamental de la producción eran los productos materiales, bienes ya del sector primario, básicamente, o del secundario, escasamente. Y para la producción de dichos bienes era su clave la fuerza de trabajo humana en su vertiente física. Así, el trabajo ideológico, ya fuera artístico, político o de cualquier otra índole, era económicamente improductivo en cuanto a que no producía beneficio económico relevante. Sin embargo, era esencial para la dominación –y también para la emancipación pero por eso no se gestionaba- social. Es ahí donde está la clave de la explotación de clases: una clase vive de otra porque su trabajo es improductivo en cuanto a beneficio económico, pero al tiempo es la clave de esa misma dominación social. O diciéndolo de otro modo: una clase trabajadora, pues solo hay beneficio económico por su trabajo, mantiene a otra que a su vez defiende activamente las condiciones de dicha explotación y con ello su lugar de privilegio social. Efectivamente, y para ejemplificar, en una sociedad esclavista o feudal la fuente fundamental y prioritaria de producción económica es el trabajo físico humano al tiempo que hay unas oligarquías sociales que viviendo de dicho trabajo tienen como su función social mantener dicho status quo sin producir económicamente. Desde el pater familia romano hasta el señor feudal o el aristócrata del Antiguo Régimen se puede hablar de explotación de unas clases sobre otras porque la estructura económica tiene una doble característica: por un lado, la clave de la producción es el trabajo físico humano de una inmensa mayoría social; por otro, hay unas élites que no trabajan ni producen pero detentan el poder social y viven alimentadas por la clase productora. Ahí sí hay, como esencia del sistema productivo, explotación de una clase sobre otra. La nobleza vivía de lo siervos pues la nobleza, debido a una estructura económica que se basaba en el trabajo físico, no producía económicamente nada relevante.

Así, para que hubiera en el Capitalismo esa misma explotación de clase tendría que ocurrir algo similar: una élite social que viviera del trabajo ajeno, por ser ella misma improductiva, y que además hiciera lo posible por mantener dicho status quo. Pero en el Capitalismo surge una figura relevante nueva en la economía que es la mercancía. Y esto cambia todo. La oligarquía social seguirá siéndolo política y socialmente, y de hecho actuará como tal para mantenerse en su privilegio, pero sin embargo no será clase explotadora en la producción del sistema pues surge la mercancía. Pero esto, la nueva estructura social en el Capitalismo y el motivo por el cual este no es explotación de clase, en un próximo artículo.


3 comentarios:

Don Güapo dijo...

Una idea, para cuando escriba su segundo post.

Son los ricos los más explotados por la mercancía, de tal forma que la contribución de muchos de ellos es infinitamente superior a los beneficios personales que obtienen, sirviendo aquella para mantener el paraíso fiscal inverso denominado estado del bienestar.

ElSrM dijo...

De aburrido, nada, profesor :-) Creo que al público que pasa por aquí ya nos gustan estas cosas.

Precisamente hoy hablaba de las clases sociales en la página del Sr. Caso. Decía allí que creo que a día de hoy los trabajadores no somos ni siquiera una clase social. No todos somos de una misma clase social si tomamos la división [baja, media, alta] con sus posibles subdivisiones. El concepto de clase definido por el Sr. K. Marx y estratificado [proletario, burgués] creo que no sirve ya para hoy, tras la Tercera Revolución Industrial de las T.I.C.

Se pueden encontrar muchas diferencias de imaginario, gustos, intereses, hábitos... entre, p.ej. y con todos los respetos para todos ellos, un albañil, un oficinista y un neurocirujano. En la época de esa formulación de la clase no existían los trabajadores altamente cualificados como p.ej. lo son hoy los ingenieros.

En términos estrictamente productivos, los obreros fabriles eran indistinguibles unos de otros. Se les podía adaptar fácilmente de un puesto a otro y no tenían mucho valor diferenciador. Pero hoy un oficinista contable no puede hacer —costaría horrores— el trabajo de un operario de taller de reparación automovilística, ni el de un ingeniero en Física Nuclear, ni el de un peón de obra... Ya no son fácilmente intercambiables ni sustituibles. La sustitución depende hoy del Mercado de Trabajo, donde, habiendo desempleo, ésta es más fácil. El intercambio de distintos trabajadores de puesto se ha perdido debido a lo complicado y lo especializado de cada tarea.

Las "leyes" (empíricas) de la competencia mercantil, del mercadeo, "gobiernan" por igual a trabajadores y empresarios, independientemente de la parte de la tarta de los beneficios producidos que le toque a cada uno o de la posición de jerarquía que ocupen dentro de la organización mercantil y fuera de ella, en la sociedad. Uso las expresiones "ley" o "gobernar" en sentido figurado. En sentido real más bien hablaríamos de un fuerte condicionamiento estratégico y táctico.

La empresa o el empresario que intenten ir contra esas leyes empíricas o estrategias competitivas mercantiles y pierden al hacerlo eficacia y eficiencia en la actividad económica, son aventajados por empresas rivales y se arruinan. La empresa se disuelve y el empresario deja de ser tal.

Un saludo,

ElSrM dijo...

Veo alguna relación con esto que enlazo.

Innopolis: Elogio de la ociosidad, por B. Russell.

Habla también de clases sociales ociosas y laboriosas antes y después de la Revolución Industrial.

Saludos,