viernes, octubre 22, 2010

VIDA INTERIOR/ 70: COMO EN LAS NOVELAS DE GALDÓS

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz

Yo era joven y era pedante. No podía concebir que alguien de eso que se llamaba Realismo, ya fueran Galdós o Dickens, puideran escribir buenas novelas. Yo era partidario de la novela moderna sin puntos ni comas. Rarita. Me leí Tiempo de silencio y dije que era buenísima. Pero era mentira porque me aburrí leyéndola –luego la volví a leer y comprendí que sí era buenísima-. Dejé en las primeras páginas Volverás a Región pero también señalé su excelencia –luego la acabé, en una acto heróico, y me pareció la redacción escolar de un joven pedante-. Me leí Ulises y orgulloso comenté que era buénisimo –lo era y lo es-. Me leí Manhattam Transfer y flipé -nota: luego leí la trilogía sobre América de Dos Passos y seguí alucinado: un autor injustamente olvidado-. Pero nunca leí a Galdós, ¿para qué? El Realismo era basura. Sin necesidad de leer a Galdós.


Pero, cosas del destino, me gustaba Jack London -nota: aún me gusta y su obra Martin Eden, me la volví en leer en verano, me parece una joya de la literatura-. Y no era literatura tan moderna. y había aún un vínculo. Pasó el tiempo y llevado por la obligación cultural leí Fortunata y Jacinta. Ya no era tan joven: no estaba mal. Además reconocía algo: la maravilla de sus últimas cincuenta páginas. Leí ese mismo año Doctor Fausto y, extraño, reconocí algo: ¿y esta pedantería?


Volvió a pasar el tiempo, a veces es lo único que pasa, y me hice, afortunadamente, mayor. Y por esas cosas de la carrera volví a Galdós: El amigo Manso. Me resultó increíble: Yo no existo, empezaba. ¿Hay alguna novela que haya empezado mejor? Y recuerdo, aún recuerdo, que siendo joven pensé que si pudiera haría sobre ella una película. Todavía tengo su final pensado. Aunque ya no haré película alguna.


Y poco después leí algo asombroso. Se llamaba, así solo, Miau: el maullido de un gato. Pero el maullido acababa siendo la vida humana. Y comprendí -¿se puede acabar mejor una novela?- que Galdós era un magnífico escritor. Y que lo moderno no residía en los signos ortográficos o de puntuación sino en algo más profundo. Como descubrí también a Dickens de Historia de dos ciudades.


Miau. El cesante Villaamil.


El otro día me acerqué a mi antiguo centro el IES Federica Montseny. De allí me echaron en un claustro, defendiendo sin duda la educación pública, la junta directiva y los compañeros profesores -tampoco todos, aunque es verdad que luego tampoco dijeron nada-. Fui ahora para echarme a mí mismo –como diría Homer Simpson: señor Burns, sé echarme solo-. He pedido el cese voluntario de allí y ya no soy de ningún sitio. Cesante.


Empezaba diciendo todo esto que yo era joven y pedante. He dejado, sin duda, de ser joven.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

1.- debería explicar eso de que le echaron, quién, cómo y por qué.
2.- si ha renunciado a la plaza: le asignan otra o queda en expectativa de destino?
3.- lo que más me gusta de Galdós son las pelis de Buñuel. No es el realismo sino su realismo lo que no me llega, y no me llega no sé por qué, porque es obvio que tiene páginas grandiosas.

Anónimo dijo...

Aún es lo suficientemente joven para leer a Clarín