El próximo día 2 de diciembre se realizarán en Madrid las elecciones sindicales de enseñanza pública. Estas elecciones adquieren un valor añadido porque ocurren después del fracaso de la huelga general y una feroz campaña en contra de los sindicatos, con una parte importante de razón y otra, tan importante como la primera, de demagogia. Se trata, por tanto, de un buen momento para reflexionar y no solo eso: es un momento necesario. Pero lo es, además y al menos a título personal, porque resulta que yo voy en la lista de CCOO por la dirección territorial de Madrid capital. Y si es verdad que iré en un puesto bajo, el 132 exactamente, y que seguramente no salga elegido también puede que alguien como yo, lo que cuestiona sin duda cualquier votación, lo sea. Por tanto este artículo pretende desarrollar dos cosas: uno, una cierta defensa crítica de los sindicatos; dos, una explicación que pretende trascender lo subjetivo sobre mi decisión de presentarme.
Lo mejor siempre es dejarse de florituras y hacer una pregunta directa: ¿son necesarios hoy en día los sindicatos? Al centrarnos en esta pregunta no queremos hacer trampas. Vamos a hablar ahora de la institución, los sindicatos en abstracto como asociación de trabajadores, y luego ya hablaremos de los actuales sindicatos, centrándonos en los denominados de clase.
¿Son necesarios, en general, los sindicatos? La respuesta es sin duda sí y, curiosamente, más aún con la crisis ideológica de la izquierda. La lucha por los derechos civiles, y una parte fundamental de ellos son los laborales, es imprescindible mantenerla. Y lo es con un criterio claro y sencillo: mejorar el nivel de vida de la parte de la población que vive de su trabajo asalariado. No se trata así de ínfulas revolucionarias como la lucha de clases o la dignidad de la clase obrera sino de algo simple: los asalariados queremos vivir con una cierta comodidad económica y social. Y en eso son imprescindibles los sindicatos. Pero, ¿por qué?
Resulta claro que la forma más simple, a corto plazo al menos, para desarrollar y aumentar el beneficio empresarial -o sea: lo que gana un empresario con su empresa que para eso la monta y no para generar empleo- es la reducción del coste laboral especialmente en una economía productiva de bajo nivel tecnológico y de formación como la española. Además, y acompañando a esto, hay una tendencia creciente en los gobiernos a adelgazar los sistemas de protección social desde la sanidad hasta la educación. Es decir, hay una creciente acción –nota: por cierto, que nadie le llame ofensiva neoliberal que un día explicaremos que los neoliberales no tienen nada que ver con esto- para generar una estructura social parecida a la estadounidense donde los individuos asalariados, no así por cierto los sectores adinerados por su trabajo o el de papá y mamá, dependen exclusivamente de las fluctuaciones del mercado. Por ello, los sindicatos son imprescindibles como contraparte que busque evitar eso. Se trata, sencillamente, de una organización que actúa como presión frente a los gobiernos y otros poderes y que busca generar opinión pública defendiendo a ese sector que vive de su salario para crear condiciones sociales perdurables, desde sanidad o educación y pasando fundamentalmente por las condiciones laborales y sociales que vayan más allá de la individual ante las fluctuaciones del mercado de trabajo. Diciéndolo rápidamente: los sindicatos son hoy muy necesarios porque ante un mercado mundial, esto no lo olvidemos, se puede tener una mano de obra no consumista, es decir: sin salarios elevados, pues el producto se consumirá en otro lugar. Y cualquier país del tercer mundo como China -¡cielos!, China del tercer mundo a pesar de que su población vive en condiciones que ningún occidental aceptaría: ¡qué simpleza!- demuestra que el empresariado por sí mismo no hará nada por aumentar el nivel adquisitivo sin una lucha organizada. Bueno, y también lo demuestra la propia historia europea. Y más la española. Es simple.
Pero ahora bien, ¿deben ser sindicatos de los denonimados de clase, como UGT o CCOO, o sindicatos profesionales y corporativos? Esta es una segunda parte. La tendencia actual del pensamiento de derechas es que los sindicatos de clase son una estructura antigua frente a los corporativos y profesionales –o frente a la dinámica y contemporánea estructura de la iglesia católica, por ejemplo- . Pero resulta justamente, una vez más, al contrario. Un sindicato de clase se diferencia de uno corporativo en que para el primero las mejoras parciales no pueden ir en detrimento del grupo social más amplio entendido como los trabajadores. Es decir, frente al interés parcial que defiende el sindicato profesional se supone, aunque no siempre sea así en la realidad, que un sindicato de clase tiene un interés social mayor o debería, por su misma definición, tenerlo. Y precisamente por ello, en realidad, es más actual que el otro. La globalización económica no es solo de un mercado exportador internacional -eso ya estaba en el germen del capitalismo decimonónico- sino, y fundamentalmente, una globalización social en un doble sentido. Primero, en cuanto a que los distintos sectores productivos se hayan estrechamente interrelacionados entre sí; segundo, porque la vida individual ya no pertenece a un solo sector sino a varios. Esto es lo que implica que los distintos sectores productivos están relacionados entre sí en su fase económica y también en su repercusión social. Así, al haberse situado la producción en una totalidad de fabricación/consumo todos participan de dicha producción de un modo directo en cualquiera de los dos procesos y sus intereses están interrelacionados: por eso no hay sectores privilegiados sino comunes. Esto se vio claramente, por ejemplo, en la reciente y salvaje huelga de metro de Madrid donde desde una perspectiva añeja, que es la corporativa, los sindicatos, con la mirada benevolente de la autoproclamada izquierda, actuaron en contra de los intereses del sector social mas humilde mientras Esperanza Aguirre ganaba lógicamente la batalla del pensamiento. Ella entendió lo que la izquierda debería saber.
Eso sí, los trabajadores consiguieron el 1%. Dignidad obrera.
Lo mejor siempre es dejarse de florituras y hacer una pregunta directa: ¿son necesarios hoy en día los sindicatos? Al centrarnos en esta pregunta no queremos hacer trampas. Vamos a hablar ahora de la institución, los sindicatos en abstracto como asociación de trabajadores, y luego ya hablaremos de los actuales sindicatos, centrándonos en los denominados de clase.
¿Son necesarios, en general, los sindicatos? La respuesta es sin duda sí y, curiosamente, más aún con la crisis ideológica de la izquierda. La lucha por los derechos civiles, y una parte fundamental de ellos son los laborales, es imprescindible mantenerla. Y lo es con un criterio claro y sencillo: mejorar el nivel de vida de la parte de la población que vive de su trabajo asalariado. No se trata así de ínfulas revolucionarias como la lucha de clases o la dignidad de la clase obrera sino de algo simple: los asalariados queremos vivir con una cierta comodidad económica y social. Y en eso son imprescindibles los sindicatos. Pero, ¿por qué?
Resulta claro que la forma más simple, a corto plazo al menos, para desarrollar y aumentar el beneficio empresarial -o sea: lo que gana un empresario con su empresa que para eso la monta y no para generar empleo- es la reducción del coste laboral especialmente en una economía productiva de bajo nivel tecnológico y de formación como la española. Además, y acompañando a esto, hay una tendencia creciente en los gobiernos a adelgazar los sistemas de protección social desde la sanidad hasta la educación. Es decir, hay una creciente acción –nota: por cierto, que nadie le llame ofensiva neoliberal que un día explicaremos que los neoliberales no tienen nada que ver con esto- para generar una estructura social parecida a la estadounidense donde los individuos asalariados, no así por cierto los sectores adinerados por su trabajo o el de papá y mamá, dependen exclusivamente de las fluctuaciones del mercado. Por ello, los sindicatos son imprescindibles como contraparte que busque evitar eso. Se trata, sencillamente, de una organización que actúa como presión frente a los gobiernos y otros poderes y que busca generar opinión pública defendiendo a ese sector que vive de su salario para crear condiciones sociales perdurables, desde sanidad o educación y pasando fundamentalmente por las condiciones laborales y sociales que vayan más allá de la individual ante las fluctuaciones del mercado de trabajo. Diciéndolo rápidamente: los sindicatos son hoy muy necesarios porque ante un mercado mundial, esto no lo olvidemos, se puede tener una mano de obra no consumista, es decir: sin salarios elevados, pues el producto se consumirá en otro lugar. Y cualquier país del tercer mundo como China -¡cielos!, China del tercer mundo a pesar de que su población vive en condiciones que ningún occidental aceptaría: ¡qué simpleza!- demuestra que el empresariado por sí mismo no hará nada por aumentar el nivel adquisitivo sin una lucha organizada. Bueno, y también lo demuestra la propia historia europea. Y más la española. Es simple.
Pero ahora bien, ¿deben ser sindicatos de los denonimados de clase, como UGT o CCOO, o sindicatos profesionales y corporativos? Esta es una segunda parte. La tendencia actual del pensamiento de derechas es que los sindicatos de clase son una estructura antigua frente a los corporativos y profesionales –o frente a la dinámica y contemporánea estructura de la iglesia católica, por ejemplo- . Pero resulta justamente, una vez más, al contrario. Un sindicato de clase se diferencia de uno corporativo en que para el primero las mejoras parciales no pueden ir en detrimento del grupo social más amplio entendido como los trabajadores. Es decir, frente al interés parcial que defiende el sindicato profesional se supone, aunque no siempre sea así en la realidad, que un sindicato de clase tiene un interés social mayor o debería, por su misma definición, tenerlo. Y precisamente por ello, en realidad, es más actual que el otro. La globalización económica no es solo de un mercado exportador internacional -eso ya estaba en el germen del capitalismo decimonónico- sino, y fundamentalmente, una globalización social en un doble sentido. Primero, en cuanto a que los distintos sectores productivos se hayan estrechamente interrelacionados entre sí; segundo, porque la vida individual ya no pertenece a un solo sector sino a varios. Esto es lo que implica que los distintos sectores productivos están relacionados entre sí en su fase económica y también en su repercusión social. Así, al haberse situado la producción en una totalidad de fabricación/consumo todos participan de dicha producción de un modo directo en cualquiera de los dos procesos y sus intereses están interrelacionados: por eso no hay sectores privilegiados sino comunes. Esto se vio claramente, por ejemplo, en la reciente y salvaje huelga de metro de Madrid donde desde una perspectiva añeja, que es la corporativa, los sindicatos, con la mirada benevolente de la autoproclamada izquierda, actuaron en contra de los intereses del sector social mas humilde mientras Esperanza Aguirre ganaba lógicamente la batalla del pensamiento. Ella entendió lo que la izquierda debería saber.
Eso sí, los trabajadores consiguieron el 1%. Dignidad obrera.
Así, un sindicato no corporativo, de los llamados de clase, en realidad está en condiciones mejores para responder al nuevo modelo social pues su visión de la situación, debería ser al menos, más amplia: unifica la respuesta ante la realidad de la globalización. Pero esto tampoco quiere decir que no deban cambiar su estructura y organización, ciertamente anquilosada, actual.
Pero si está anquilosado, ¿por qué yo voy y acepto entrar en las listas de un sindicato de clase como CCOO? Aparte de un claro afán de notoriedad, hoy estoy el 132 pero igual llego al 127 y ya voto a favor del recorte de las pensiones y la reforma laboral o de la invasión de Iraq para mantenerme-¿me estoy liando?-, hay razones concretas en educación y en Madrid para ello. Y algo más, hay una idea, al aceptar ir en una lista electoral, contra el borreguismo de la disciplinada militancia. Porque entro, pero pongo condiciones -suena ridículo, ¿eh? Lo sé: puesto 132-
Pero eso, y comprendo que no les importe, en breve que aún da tiempo.
1 comentario:
Hola D. E.:
perdona que utilize esta denominación, pero ahora está de moda eso de SR. X.
Soy un antigüo delegado de Fuenlabrada que visitaba tu instituto el "montseny" en tus últimos años allí.
Me alegro de tu participación en esta boragine (listas, campañas, propaganda, mesas electorales, interventores, resultados, etc.) ante tanta crítica al movimiento sindical, por incapacitados, por tu parte en tus entradas de tu blog, que como ves sigo frecuentemente.
En serío "intelectuales", conciencias críticas como la tuya deben particiapar, por que veo que coincides en lo esencial con nosotros, "los parias proletarios" que vamos por los centros intentando dejar información, posturas concretas ante asuntos socio laborales, económicos, politicos, etc. Pero somos defenestrados y menospreciados por estos claustros llenos de "profesionales", acríticos y desclasados. Tuve una reunión contigo en ese centro en una sala, tu y yo solos, cuando ambos habiamos convocado una asamblea en tu centro con tiempo más que suficiente. Desesperante, nadie más que un crítico intelectual, tú, y yo un "juez y parte", que iba a informar de una campaña de no se que tipo que CC.OO. ponía en marcha.
Lo dicho bienvenido y por lo que nos toca a ganar el futuro.
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