domingo, mayo 27, 2012

UN PROGRAMA DE IZQUIERDAS/3: CLASE MEDIA

Una  finalidad fundamental de la política es conseguir el poder pues si no se llega a ello no se puede realizar el programa defendido. En política, por consiguiente, el poder no es algo accesorio sino una condición necesaria: si no hay poder uno -a pesar de lo solidario, rebelde y guay que sea- no podrá realizar su proyecto social. Un programa de izquierdas, por tanto, busca llegar al poder, ser gobierno.

A su vez, este poder político se puede alcanzar o de la forma tradicional o de la nueva forma democrática. La forma tradicional, como es fácil de suponer, ha sido la adquisición violenta y posterior control a la fuerza del mismo. La nueva forma democrática, vigente solo a partir de poco tiempo en la historia de la humanidad y en determinados y afortunados lugares, implica ganar unas elecciones. Y nosotros queremos ganar unas elecciones porque hay, también, una cuestión moral sobre la forma de llegar al poder.

Surge así, y como consecuencia de lo anterior, una pregunta: ¿cómo un programa de izquierdas puede ganar ahora unas elecciones y llegar al poder? Pero antes comentemos una curiosidad.

Si usted ha llegado hasta aquí ya está sospechando algo: como un programa de auténtica izquierda es imposible que gane unas elecciones, se nos va a acabar pidiendo que rebajemos su contenido traicionando nuestros altísimos ideales: ¡eso nunca!, grita el puro. Cierto, hay una especie de conciencia social de izquierdas que no solo no cree que se puedan ganar unas elecciones sino que, incluso, considera un agravio pensar en ello, una ofensa a su pureza cuando en realidad lo es a la inutilidad de su acción política. Y lo que late detrás de eso es una corriente de elitismo.

¿Elitismo entre la izquierda? ¿Elitista un tío comprometido como yo? ¿Estás hablando conmigo –obsérvese el homenaje-? Efectivamente, quien así piensa lo hace  considerando que sus ideas son tan extremas, racionalmente superiores y generosas que solo él, ser especial, y tal vez algún otro, pero siempre pocos, puede defenderlas porque escapan a todo interés: son puras. Sin embargo, olvida algo: las élites responden también a lo social. Quienes así piensan, realmente no escapan a la comodidad social e intelectual características de los grupos dominantes. Ese mesianismo, precisamente, esconde la conformidad de un grupo autosatisfecho socialmente que considera la acción política real una traición permanente pero, al tiempo y no contradictoriamente, sitúa toda especulación teórica como algo de quienes habitan en la torre de marfil. Desprecian la auténtica acción política y odian la filosofía. Así, sin efectividad real alguna y sin desarrollo intelectual, su acción es la algarada callejera en la práctica y los lemas, en twitter fundamentalmente con su limitación de caracteres, en la teoría. Pero la autosatisfacción de mantener el discurso verdadero, como en las sectas, hace no solo que el grupo se mantenga sino que prospere por simpatía: ¡son tan idealistas!, piensa la señora antes de ir a misa de una. La autenticidad, siempre tan sobrevalorada, gana adeptos pues no hay que olvidar que nada hay más auténtico, en su simpleza natural, que un borrego.

Nosotros, frente a este argumento de élites, defendemos lo contrario: queremos un proyecto que tenga hegemonía social a través del apoyo de una amplía mayoría de la población y que así consiga el poder. Y para ello, este movimiento político tiene que ser también, aunque no solo,  una respuesta a los intereses  y expectativas de esa mayoría social. Así, si la izquierda quiere ser políticamente efectiva necesita un discurso hegemónico. Y este discurso debe contener una respuesta a los problemas de la mayoría de la población. Y esa mayoría de la población es lo que se llama clase media.

¿Clase media? Pero, ¿qué es la clase media? Es importante antes de nada definir términos. Normalmente, la izquierda siempre ha hablado de  los trabajadores: era un discurso correcto para el anterior capitalismo. Sin embargo, el cuello azul ya no es socialmente relevante. Y un día todos nos despertamos pensando en nuestras vacaciones en Benidorm; alguno, más fino, incluso en Denia o, el colmo de la intelectualidad, en Baleares. Por ello, la base social de un nuevo movimiento de masas tiene que ser este grupo social, la clase media, si se desea ser efectivo.

Pero seamos más estrictos en nuestra definición. Definimos como clase media española aquellas familias que ingresan entre 30.000, la renta per cápita española más o menos, y 60.000 euros anuales en su hogar unitario –obsérvese la precisión tan políticamente correcta-. Esto nos lleva, aproximadamente, al 50% de la población. Si bien podríamos citar elementos ideológicos para definirla, consideramos que la mejor definición es la económica al ser la que aglutina los problemas sociales de este colectivo, independientemente de la visión subjetiva que cada uno de sus miembros tenga sobre la realidad: lo que importa no es lo que uno se sienta, sino lo que efectivamente es. La izquierda necesita a ese 50%. Y, como vamos a ver, la clase media necesita a la izquierda.

Sin embargo, y al comprender que necesitamos a la clase media, podría ocurrir que acabáramos realmente adaptando nuestro discurso para triunfar, perdiendo su ideal de progreso al buscar satisfacer el interés de esa misma clase media.  Pero, esta preocupación es diferente al sentimiento anteriormente citado de la élite izquierdista. Esta, llevada por el dogmatismo, niega la relación con la clase media a priori huyendo del impuro; nosotros, sin embargo, pretendemos reflexionar sobre el discurso de izquierdas para ver su compatibilidad o no con la clase media. Por ello, hay analizar si los objetivos básicos de un programa de izquierdas son o no compatibles con los intereses sociales de la clase media. Porque, el programa es lo primero -y esto tampoco es lo mismo que decía Anguita-.

Un discurso político responde a la actualidad y no a la historia; no vive en el pasado sino para el porvenir. La actualidad europea, como ya hemos analizado aquí, pasa por un proyecto de precarización social. Esto choca con los intereses de la clase media y la lleva objetivamente a necesitar una política de izquierdas. ¿Por qué?

El objetivo básico de la clase media es medrar socialmente. Esto no debe entenderse como algo peyorativo, sino al contrario: la clase media quiere que sus hijos sean más que ellos. Es algo, lo decimos sin ironía, que demuestra un anhelo de humanidad: por eso mi padre, y seguramente el suyo, me mandó a la universidad mientras él se desvivía en dos trabajos. Pero los deseos individuales más hermosos se transforman en lo social y es ahí donde deben analizarse. Así, el deseo de medrar de la clase media le lleva a actuar de distinto modo según la coyuntura económica. En bonanza económica, el interés objetivo de la clase media como grupo social es mantener a las clases sociales con menor status en su sitio, reduciendo la presencia estatal que podría compensar la estructura social y convertir a estos grupos en competencia. Sin embargo, en crisis o en situaciones de precarización como la actual, esa misma clase media es la primera que necesita el efecto paliativo del estado y su intervención para evitar una aún mayor depauperación social. Además, en esta circunstancia de crisis busca que la brecha con las clases altas no aumente más y mantener, así, la posibilidad de su asalto social, imposible si la distancia se incrementa, hecho para el que necesita igualmente apoyar una política socialmente redistributiva. De esta forma, la clase media en época de crisis como la actual se hace objetivamente de izquierdas.

Efectivamente, es la clase media la que más tiene que temer con la pérdida del estado social y ante el cumplimiento del proyecto de precarización europea porque será ella quien más perjudicada salga. ¿Por qué? Porque la clase baja va a seguir recibiendo ayudas públicas y, curiosamente, será la que menos note el cambio pues los servicios sociales, escasos y priorizados de acuerdo a  la renta y  entendidos ya como mera asistencia social y no como derechos, no los abandonaran a ellos sino a las clases medias. Por eso, esta depauperación de las clases medias se hará así general: perderán nivel económico y social porque todas las reformas y recortes, tanto laborales como en lo relativo a los servicios públicos, les afectarán más que al resto.

De esta forma, el interés objetivo de la clase media actual es, como mínimo, mantener el actual estado social pues es la única forma de mantener su status e impedir su precarización. O diciéndolo con cinismo: la única manera de que sus hijos no acaben yendo a una escuela pública subsidiaria o a una seguridad social convertida en servicios caritativos y ambas plagadas de inmigrantes. La clase media es, en Europa la clase de la izquierda. Y lo  es, por supuesto, por interés y egoísmo propio. Seguramente, por cierto, como usted o como yo.

El discurso social de la izquierdas no es  de solidaridad sino de justicia social. No pretende estar basado en la bondad de los sentimientos individuales sino en  el interés de los colectivos sociales más desfavorecidos para, a partir de ellos, generar una sociedad habitable: está plagado de interés. Objetivamente, como hemos visto, la clase media necesita ahora políticas de izquierdas. Y si la izquierda quiere tener un discurso hegemónico, y no meramente una opinión guay en las redes sociales, necesita a la clase media.

Platón era puro: rico de nacimiento. Un día la democracia ateniense, por cierto: tan asamblearia ella, mató a Sócrates. Y Platón decidió hacer filosofía para que aquello no volviera ocurrir. Dejó de ser puro y comenzó en la filosofía.

5 comentarios:

Don Güapo dijo...

No existe posibilidad de hablar de clase media europea, como un ente autónomo con intereses desvinculados del mundo actual, porque la globalización lo impide. Olvidarlo es convertir el argumento en un sofisma.

Apelar a las fronteras para ello, que será lo próximo, y como hacen algunos ya, tampoco es posible.

La recuperación del status europeo vendrá, pero en un futuro lejano y será a remolque de la riqueza de otras regiones distintas a Europa.

Enrique P. Mesa García dijo...

D. Güapo: es que usa usted un argumento que no me vale. El proceso de precarización europeo, que ya se ha analizado en este blog, forma parte de aprovechamiento que la oligarquía hace de la globalización. Todo eso ya ha sido aquí expuesto, por tanto no se obvia. De hecho, desde aquí ya hemos planteado que el objetivo fundamental es lograr que la UE sea un país, y no por razones poéticas sino económicas.

ElSrM dijo...

A falta de leerme sus dos últimos artículos más profundos (éste y la segunda parte del análisis sobre la presunta maldad capitalista) de nuevo y con más detenimiento, cosa que por ahora no puedo hacer por obligaciones académicas, hay algo que me llamó la atención: ¿se cifra a las clases medias en el 50% de la población? Así a ojo me parece un porcentaje demasiado alto. Sí que las clases populares suelen ser mayoría demográfica, pero que sólo las clases medias sumen el 50% me ha dejado con ganas de tomar, con tiempo, alguna estadística fiable y hacer cálculos sobre esto.

Cordialmente,

Enrique P. Mesa García dijo...

D. Sr M: antes de nada disculpe usted la tardanza en contestar, pero yo entro en junio y es una vorágine de exámenes. Mire por donde, hoy publica esto el periódico http://economia.elpais.com/economia/2012/06/26/actualidad/1340732322_644924.html que creo puede despejar dudas. Además, recuerde usted, auqnue s´que lo recuerda, que hablamos en el artículo de hogar y no de individuos.

ElSrM dijo...

Hola, profesor.

Dicen en el artículo de prensa aportado: "(...) los que cobran el triple (más de 27.000 euros al año), el 72% de los asalariados se queda fuera de este grupo."

Es decir, que el 72% de las personas que trabajan por cuenta y riesgo ajenos (que, como sabemos, no son el 72% de la población, ni tampoco el 72% de la población activa laboralmente, ni tampoco del electorado) están por debajo de los 27.000 euros brutos anuales.

Si esas personas luego están formando parte de una unidad familiar en la que entren más ingresos, pues sí que podrían entran como unidad familiar en esa horquilla de 30.000-60.000 € anuales que vd. dibujaba como definición de clases medias.

Habría que considerar el índice de desempleo, que determinará la probabilidad de que esas personas estén en una familia con otras personas quienes ingresan rentas laborales o, por el contrario, si forman familia con personas en desempleo. En este segundo supuesto, no entrarían en la horquilla de 30.000-60.000 €.

También habría que considerar la distribución salarial de ese 72% de trabajadores que cobran menos de 27.000 € anuales. Dado que algunos cobrarán los 26.999 pero, otros, cobrarán los 9.000 € anuales mínimos. Estos últimos, aunque estuviesen en una familia con otra persona que percibiese rentas, tendrían más difícil entrar en la horquilla de 30.000-60.000 € que quienes cobran los c. 27.000 €. Dieciocho mil € anuales más lejos, en concreto, los cuales tendrían que ser aportados por una o más personas de las integrantes familiares.

Se me ocurre, finalmente, que podría tener que atenderse también a la relación entre lo anterior: entre el desempleo, el nivel de renta y las unidades familiares. Porque es probable que el desempleo afecte de forma característica a personas con determinados niveles de renta (cuando trabajan e ingresan) y que exista una correlación entre los ingresos de las distintas personas que integran una familia. Es decir, que es probable que las personas que integran una unidad familiar tengan niveles de renta semejantes.

Quizá todo esto venga publicado en el informe del INE que enlaza el artículo de prensa aportado. O quizá habría que ampliarlo con datos de la EPA (Encuesta de población activa) del INE.

Hace poco revisaba unos datos sobre distribución de rentas en USA en 2008. Quizá extrapolables a España con algunas salvedades, en tanto que ambos son de los países altamente industrializados. El 10% de las personas que más rentas perciben allí (contando rentas del capital, predominantes, y también del trabajo), concentraban en 2008 un 52% de la renta nacional. Dentro de ellas, su cúspide, el 1%, concentraban el 28% de las rentas nacionales anuales.

Quizá podría hacerse también la distribución en clases sociales usando la división por percentiles de población y renta.

Saludos,

P.D.: El homenaje ¿es a "Taxi driver"? :-P

P.P.D.: Discúlpeme también a mí por la tardanza en responder. He pasado un tiempo medio desanimado, medio desconectado. Ando por quizá demasiados frentes para mis energías.