En
el artículo
anterior veíamos que la Filosofía tenía una serie de características
determinadas que la hacían ser algo
sustantivo, con entidad propia. Es decir, precisábamos que no todo es filosofía
ni filosofía es todo. En esta ocasión, y ya como final de esta introducción y
para empezar con su historia, vamos a ver que esa misma Filosofía tiene partes
en que se puede dividir.
Sin
embargo conviene hacer aquí una aclaración. Vamos a presentar cinco partes en
que tradicionalmente se ha dividido la filosofía. Pero, también haremos una
breve disertación teórica sobre esta misma división y qué puede implicar. Es
decir, y esto es importante, vamos a filosofar, poquito que yo soy muy simple, sobre
ella.
La
Filosofía es pregunta y respuesta. Se puede entender que, me pondré poético
futurista –y pedante-, la pregunta es el motor y la respuesta el camino
recorrido. Así, la respuesta es su historia, que veremos con posterioridad, y
la pregunta aquello que mueve su historia. Pero, como en todo, esto también
tiene algo de falso. Porque la misma pregunta tiene su propia historia y van
surgiendo y concretándose con el propio
devenir histórico de la Filosofía.
Lo
primero que cabe preguntarse, y lo primero por lo que se preocupó la Filosofía
como veremos, fue por la Realidad. Esta pregunta sobre la Realidad se la hace
la Metafísica -nota: no vamos a
hacer aquí distingos entre Metafísica, Ontología o Filosofía Primera, porque, aparte
de que no me la sé, en un texto de este tipo no parece muy necesario-.
Sobre
la Realidad cabe cuestionarse varias cosas. La primera, escapa al sentido
común: ¿realmente existe la realidad? O aprovechando a Descartes: ¿cómo puedo
estar seguro de que lo que veo no es un sueño y no existe la realidad exterior
a mí? Así, esta primera pregunta, que, y no curiosamente, históricamente será
de las últimas, inicia la reflexión no en el tiempo pero sí filosóficamente
-por cierto, si les parece una tontería prueben a resolverla-.
A
continuación, y ya presuponiendo como cierto que esa realidad existe, está
cuestionarnos cómo es realmente. Esta pregunta sin embargo, no pretende una
mera descripción, como hace la ciencia, sino algo más. Pretende conocer si
existe una verdadera realidad y una falsa y qué condiciones cumple cada una
para ser así. Surge así la distinción apariencia/realidad que busca no
describir lo que hay, sino discernir si lo que hay es lo auténtico. Y aquí algo importante. No se trata en este punto de que los sentidos me
puedan engañar, como en un espejismo, sino de una distinción más radical: no
todo lo que existe necesariamente es verdadero -como, por ejemplo un billete
falso-. Y así la distinción entre apariencia y realidad culmina, como veremos y
al añadir el transcurrir temporal, en la distinción entre ser -lo que hay- y
deber ser -lo que debería haber-. Es decir, si lo que hay actualmente es lo que
debería haber racionalmente.
Otra
pregunta que se hará la Metafísica es si esa realidad es un orden, es decir las
cosas ocurren cumpliendo leyes que existen en la propia realidad, o es un caos:
¿realmente las leyes de la física son reales, creadas por los sujetos o meras
formas de explicación? Además, se planteará otra pregunta fundamental y es qué
condiciones cumplen, qué tienen en común, todos los seres solo teniendo en
cuenta que existen. Efectivamente, todos los leones para ser leones tienen algo
en común, a su vez, leones y tigres tienen algo común para ser ambos felinos y,
otra vez, tendrán algo en común para ser animales. Luego, algo en común con las
plantas para ser seres vivos y así sucesivamente mientras, al tiempo, va
bajando el número de coincidencias. Pues la pregunta metafísica es qué tienen
en común todos los seres solo en cuanto que existen: ¿qué tienen en común los
entes?
Pero
la Metafísica, que es muy preguntona y ciertamente es una cotilla del Ser,
todavía preguntará algo muy importante pues quiere conocer el fundamento
último: la causa final, ya sea en el origen del tiempo ya sea última en su
final, que explica que las cosas sean como son. Así, la Metafísica no solo
pregunta al Ser sino que también pregunta por el Ser -y esto, como veremos, le
sentaba muy mal a Heidegger-.
Pero
la Filosofía no es solo cotilla sino que busca también fundamentar su propio
cotilleo: busca llegar a conocer si su propio cotilleo es cierto o no. Es
decir, ¿cómo puedo saber que eso que conozco es la verdad? La segunda pregunta que se hace la filosofía
es así por el conocimiento. Esta pregunta se le hace la Epistemología.
La
pregunta más concreta aquí es si aquello
que yo tengo en mi mente, que es siempre una representación de la realidad, es
igual a la misma realidad o no. Y caben tres posibilidades que luego, por
supuesto, es necesario matizar: puedo conocer la realidad tal y como es
exactamente; puedo conocer, segunda posibilidad, la realidad de forma similar a
como es pero nunca exactamente igual pues mi mente interpreta y modifica –incluso
crea- dicha realidad; y, por último, no puedo conocer en absoluto la realidad.
Así, y como consecuencia, surgirá además
la cuestión sobre los límites de mi conocimiento y si podré llegar a conocerlo
todo, por ejemplo explicar todo lo que ocurre y saber si Dios existe, por
ejemplo y como pregunta fundamental, o bien solo podré conocer una parte de la
realidad o, incluso, nada.
La
tercera pregunta es ya en concreto sobre el ser humano y de ella se ocupa la Antropología filosófica. Su cuestión es
básicamente triple: en primer lugar si el ser humano es un compuesto de cuerpo
y alma o solo cuerpo. En segundo lugar, qué es lo esencial o característico del
ser humano que le hace ser humano. Cuál es su condición específica: la razón,
los sentimientos, la sociabilidad, la barretina,... Y, por último pero no menos
importante –como diría un niño bilingüe: last but not least- cuál es el sentido
de la existencia humana.
La
cuarta pregunta se plantea sobre el bien y el mal moral y la refiere la Ética. La pregunta no es solo qué está
bien y qué está mal sino, y sobre todo, cuál es la causa de esto. Es decir, la
Ética no pretende tanto ser una guía práctica de comportamiento como una
reflexión y argumentación sobre el bien y el mal moral. Además, al preguntar
esto se plantea de suyo el problema de la felicidad: primero, se pregunta si se
puede distinguir una felicidad falsa de una verdadera; y, segundo, cuál sería
esa felicidad auténtica.
Por
último, surge el problema de la sociedad. No se trata aquí de describirla, como
hace la sociología, sino de analizar si es justa o no y por qué. La Política, en Filosofía, no es
necesariamente pragmática pero, como veremos, tampoco es una utopía ideal.
Vemos
así cinco problemas. Pero esto no nos debe engañar porque todos ellos están
engarzados entre sí. Efectivamente, existe una unidad en la Filosofía que hace
que todos estos problemas sean Filosofía. Por ello, guste o no, la Filosofía
encierra en sí el anhelo de sistema en cuanto a una teoría que explique toda la
Realidad y no solo una parte. Y esto implica que cada una de sus partes está en
necesaria convergencia -y unión- con todas las demás: no hay derecho a la
autodeterminación. Y ocurre con todos los grandes filósofos incluso a su pesar:
así, Nietzsche dice eso en la moral porque la realidad es un devenir y el conocimiento
no puede llegar a la verdad. Kant, frente a la crítica que no le entiende, tiene una moral determinada por la necesaria
unión entre su epistemología y su metafísica. Platón, también, trasladó la
dualidad metafísica entre un mundo verdadero y otro falso a toda su teoría. Y
así todos.
Las
cinco partes así no son hechos aislados sino la expresión de una racionalidad
enfrentada al mundo. Y esta racionalidad enfrentada exige esa misma unidad. La
razón no desea rendirse de antemano y abandonar un campo de lucha. Frente eso,
batalla siempre y en cada lugar. Y batalla para vencer o para ser derrotada. Por
eso, toda la historia de la Filosofía es ese intento desde lo racional por llevar a la Realidad más allá de donde su
pobre origen la ha abandonado. Y, por eso, la Filosofía tiene una historia que
comenzó en Grecia.
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