En
un artículo anterior nos preguntábamos por qué se debía ser de izquierdas. Señalábamos
que, de esta manera, nuestra pregunta pretendía ir más allá de la mera
descripción para pasar a cuestionarse por qué la gente debería ser de dicha
tendencia política. Es decir, pretendemos no explicar meramente qué defiende
ahora la izquierda, esa ñoña letanía de pobres pobres, sino su fundamento
objetivo.
Y
comenzábamos ese artículo de una forma negativa al explicar que el fundamento de la izquierda, la razón
última para ser de izquierdas, no podía ser la desigualdad o la pobreza pues no
se es de izquierdas porque aquella exista o porque se esté en su contra. Toca ahora,
por tanto, ya no el argumento negativo sino explicar cuál debe ser el
fundamento de la izquierda y, con ello, cuáles deben ser los motivos objetivos
para tener, y ser, de tal actitud política. Y escribimos motivos objetivos en
contraposición a los aspectos subjetivos que remiten a la biografía personal, y
que sin duda han contribuido a nuestra opción política y a la suya sea cual
sea, pero que no resultan fundamentales para la teoría en sí. Así, de lo que
aquí se trata es de explicar por qué cualquier persona, independientemente de
su biografía, debería ser de izquierdas en la actualidad. O diciéndolo de otro
modo: por qué la izquierda tiene razón ahora.
El
hecho de que una teoría surja en un momento histórico concreto sin duda nos
habla sobre dicha teoría y sobre su contenido. Y nos habla más allá de eso que
se llama contexto histórico pues no nos referimos solo a qué influyó en ella
sino a algo más: a su condición de posibilidad. Es decir, defendemos, y creemos
que es fácil de aceptar desde la ciencia histórica, que las teorías exitosas
tienen una condición de posibilidad por su momento histórico y que si este
hubiera sido otro la teoría a su vez no sería la misma. Esto significa que si no
se hubiese dado esa sociedad concreta, aunque el individuo concreto o autor de
la teoría hubiera nacido, esa teoría nunca se hubiera dado. Han nacido, por
ejemplo, muchos marxs pero solo aquel que tuvo la fortuna de nacer en un momento
concreto ha pasado a la historia; nacieron muchos jesús, pero solo uno en concreto
resultó el fundamento de una religión exitosa –y, sí, nacieron muchos epmesa,
pero yo soy el más listo-. Así, las teorías pueden no llegar a darse nunca pero
si se dan solo pueden aparecer en una época concreta y bajo unas condiciones
determinadas. O dicho de otro modo, ver la época en que surge una teoría nos
habla sobre la propia teoría. Apliquémoslo.
Nuestra
hipótesis concreta será ahora la siguiente. Existe una relación entre el
surgimiento de la izquierda y algo que existía en el contexto de la época de su fundación que hemos datado
en la Modernidad, en general, y en el siglo XVIII, en particular. Es decir, la
izquierda surge en un periodo concreto porque está ahí su fundamento. Y ahora
hay que buscar cuál es.
Como
acabamos de indicar, la izquierda surge como pensamiento político en la época
de la Modernidad y más en concreto en el siglo XVIII. Como explicábamos en el
artículo anterior de esta serie esto nos impide situar su causa en la
desigualdad o la pobreza pues no cabe duda de que estas existían antes de dicha
época. Sin embargo, también es verdad que resulta cierto que la izquierda
siempre ha estado contra la desigualdad y la pobreza. Por ello, esta oposición
debemos verla no como el elemento fundacional sino como una consecuencia del
fundamento. Así, la causa del nacimiento de la izquierda deberá ser otra.
Pero,
¿cuál es esta causa? Buscando en sus orígenes podemos encontrar la respuesta.
En
la Modernidad hay un cambio fundamental que se desarrolla y alcanza su culmen
en la Ilustración. Este cambio fundamental es en la idea de eso que en
filosofía se llama sujeto. Y es necesario hacer aquí una aclaración. Por
sujeto, en Filosofía, se entiende aquel que conoce el mundo: el individuo. Y
como en Filosofía el conocimiento resulta fundamental al hablar de la idea de
sujeto podemos referirla al ideal del ser humano: lo que el ser humano debería
ser. Así, abrevio, cuando en Filosofía hablamos de “sujeto” hablamos del ideal
del ser humano –nota: lo sé amigo filósofo, soy un simple-.
Durante
el periodo clásico de la filosofía griega y la medieval en Filosofía se
defendió, grosso modo, que el sujeto, el ser humano, era un mero espectador de
un mundo ya formado, la naturaleza fija para los griegos o la creación para el
cristianismo, y para conocer esa realidad solo había que observarla. Sin
embargo, a partir de la Filosofía Moderna, inaugurada por Descartes en el siglo
XVII, y especialmente a partir de Kant, en el siglo XVIII, el sujeto ya no es
un mero receptor de la realidad exterior.
Efectivamente,
antes de la Modernidad los seres humanos se movían en un mundo aparentemente
fijo y estable, en una creación que o bien no se podía cambiar o bien era obra
de Dios y solo él podía modificarla. El
cristianismo, es cierto, ya había incorporado la temporalidad, el transcurrir
temporal desde la caída de Adán y Eva hasta el Juicio Final pasando por la
venida del mesías, pero ese desarrollo le pertenecía a Dios y a su divina Providencia.
Consecuentemente, el conocimiento era considerado parecido a la actividad de
quien se sienta delante de una obra de teatro escrita por otro y no puede
intervenir. Y en ese mundo, curiosamente aunque ya deberíamos saber que no tanto,
no surgió la izquierda.
Sin
embargo, con Descartes surge una idea en la Filosofía aparentemente irrelevante
pero que va a tener una proyección extraordinaria: el pensamiento piensa ideas.
Este principio, que parece tonto, es sin embargo clave por el siguiente motivo:
desliga absolutamente el mundo mental subjetivo –el mundo individual- del mundo
real. Y curiosamente así surge el fundamento de la izquierda. Expliquémoslo.
Cuando
Descartes presenta su tesis sobre el pensamiento lo separa radicalmente del
mundo externo y, con él, separa al autor de ese pensamiento, el ser humano, de
la realidad circundante. Así, el sujeto, el ideal de ser humano, y la realidad
se separan como dos cosas radicalmente distintas que, sin embargo, hay que
volver a unir. Y esa unión se convertirá en la idea de verdad. No vamos aquí a
explayarnos en la filosofía cartesiana –pero podríamos, ¿eh?- sino que lo vamos
a intentar ejemplificar: muchas tragedias de Shakespeare son la idea de un mundo
que se derrumba y un protagonista que busca darle orden. Frente a la tragedia
griega, donde los personajes aceptan su destino, la obra shakesperiana está
llena de rebeldes –y esola hace moderna frente a, por ejemplo, el estatismo calderoniano-.
Así,
y como consecuencia de lo anterior, el concepto de realidad mismo cambia
radicalmente en la Modernidad. Esta pasa de ser algo fijo, una necesidad o una
creación de Dios, a una materia prima a partir de la cual construir una
realidad nueva cuyo centro sea el propio sujeto humano. Este desplaza a Dios de
la creación y se convierte en el nuevo orfebre: la hibris es el espíritu del
capitalismo –a veces me pongo pedante, perdonen: quiero decir que el antiguo
pecado griego de la soberbia ante los dioses disputándoles su creación es el ideal
del nuevo espíritu moderno-.
De
esta forma, surge un nuevo ideal humano: un ser racional y autónomo.
Racional,
porque su característica fundamental será un pensamiento analítico y crítico ante
la realidad, ajeno al principio de autoridad de las creencias religiosas.
Autónomo,
porque ese mismo criterio racional propio será el fundamento de su acción y ya
no la obediencia a las leyes naturales o a la palabra de Dios. Y precisamente
ese sujeto moderno que deviene en ideal es la clave de la izquierda.
Pero,
el lector, que también se pone pedante a veces, puede estar pensado en dos
contraejemplos: el liberalismo, como pensamiento de derechas, y Rousseau como
pensador anti ilustrado pero clave en la izquierda. Y hace bien en pensar así y
hay que explicarlo.
Así,
tenemos una tarea por delante.
Primero,
explicar ahora por qué el sujeto moderno, una vez hemos marcado su importancia,
es la clave del pensamiento de izquierdas y qué consecuencias tiene eso.
Segundo,
explicar ese contraejemplo del liberalismo y de Rousseau.
Pero,
yo ya he terminado el pacharán nocturno. En breve, más.
4 comentarios:
No he leido todavía su comentario pero me es oportuno.
Tal día como hoy, 11-M, hace diez años, yo, que nunca había votado ni me interesaba especialmente la política, decidí votar a la derecha para contribuir a que no ganara esa izquierda tan obsesinada con Aznar que le impedía percibir la tragedía.
Un Oyente de Federico
D. Oyente, eso que cuenta demuestra claramente que una persona tan inteligente como usted puede ser engañada por un gobierno que tuvo un comportamiento tan miserable como aquel en aquellas fechas. No se me olvida: "quien no piense que ha sido ETA es un miserable".
Lo primero es notificarle que el enlace con “¿Por qué se debería ser de izquierdas?/1” no funciona. remite, otra vez, al “¿... izquierdas?/2”
Lo que puedo entender como izquierda, supongo que es el objeto que han pretendido cada vez que se definía un proyecto social en cualquiera de sus formas. Es ir un poco, o todo lo que se pueda, mas allá del apoyo mutuo que traemos de serie.
Para Marx el mundo tenía que ser obra humana y para el cristianismo divina, pero ya siendo el aglutinante la Humanidad o Yavé el objeto de las normas y leyes de ambos, es que el hombre sobreviva y progrese. La diferencia está en el método y en los resultados.
Por lo que creo que sería facil argumentar que lo que entiendo que Ud. plantea como “izquierda” viene de antiguo, enriqueciendose con el rodar del tiempo, hasta ahora que le hemos añadido nuevos requerimientos como la paz y el medioambiente. El hito está en que en el siglo XVIII, se hizo de la utopía el objetivo de la política de estado.
En el ¿Por qué se debería ser de izquierdas?1 y 2, veo muy lógica su explicación. Pero le espero cuando escriba lo de“¿Para qué se debería ser de izquierdas?”. A ver si ahí está tan atinado.
Respecto al 11-M.
Yo era de los que desde el primer momento pensó “han sido los moros”. Hacía poco habían hecho lo mismo (con suicidas de verdad, no de los de Gabilondo) en un cercanías de Moscú. Justifique al gobierno porque sabíamos lo de la furgoneta con explosivos para atentar en los trenes detenída pocos días antes y en la tensión de dar datos minuto a minuto.
No encontré justificación alguna para el repugnante respaldo al anuncio de “Golpe de estado” anunciado por Almodóvar y al acoso y violencia visceral resentida contra los que sólo eran adversarios electorales y una victima más, como todos los españoles, hubieran sido los que fueran los autores de los atentados.
Un Oyente de Federico
Como me voy a ir de vacaciones, y todavía no nos ha explicado por qué hay que ser de izquierdas, voy a adelantar el comentario que deseaba publicar cuando terminase sus reflexiones. Creo que actualmente hay que ser de izquierdas, porque ya hemos llegado al colapso global. Ha comenzado el declive de las materias primas, el cambio climático se hace cada vez más patente, estamos ante la sexta extinción, la población mundial sigue creciendo y las migraciones masivas también. Esta crisis no la pueden gestionar los mercados. Debido a la competitividad, los mercados agotarán los recursos, seguiremos contaminando aire y agua, destruiremos la biodiversidad y nos extinguiremos durante este siglo entre violencia y miseria. Para gestionar los recursos sin agotarlos (o controlando racionalmente el ritmo de agotamiento de los mismos para permitir una transición, por ejemplo, invertir el último petróleo en construir aerogeneradores, en lugar de consumirlo en trasporte privado), para reducir la producción de deshechos de todo tipo, para proteger la biodiversidad, hay que decrecer; y para decrecer de forma no catastrófica, las leyes del mercado no tienen respuesta (para decrecer catastróficamente, sí, las leyes del mercado son adecuadas). Es absolutamente imprescindible una economía planificada.
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