¿Son
excesivas las vacaciones de los profesores? En primer lugar una aclaración: no
todos los profesores están ahora de vacaciones. Muchos, por obra de sus
patronos privados, en una vieja modalidad ya secular, y públicos, en una modalidad
que tiene tres años, están en el paro para volver a trabajar en septiembre. Por
tanto, no nos podemos referir a ese grupo aquí. Mejor, refirámonos al mío. ¿El
suyo? Sí, porque resulta que yo soy funcionario de carrera (es decir, por
oposición) en el cuerpo de profesores de secundaria. Y resulta, además, que
desde el 1 de julio estoy de facto, aunque no técnicamente pues me hallo en
teoría a disposición de la administración –como se ve en los tribunales de
oposición, por ejemplo-, de vacaciones. Dos meses de vacaciones a las que
habría que añadir otro mes sumando navidades y semana santa.
¿Son
excesivas las vacaciones de los profesores? Pues a todas luces, sí.
Pero
las respuestas categóricas pueden guardar una falsedad. Y la falsedad aquí es
sutil. Porque les voy a contar algo: si yo mañana me presentara en mi centro no
tendría nada que hacer.
Perdón,
dirán ustedes, ¿nada que hacer? Efectivamente, y esto es lo curioso pues
resulta que yo no estoy tanto de vacaciones como de paro empresarial. Mi
empresa, que es la Consejería de
Educación de la Comunidad de Madrid, es una inútil absoluta y me tiene en casa
porque ella misma me impide desarrollar mi trabajo. Es decir, mis jefes me
niegan que pueda trabajar y de hecho si lo hago
incluso por mi cuenta, reformando como cada verano los apuntes de mi
página web La lechuza de
Minerva, mis jefes no me lo considerarán. Para mis jefes es igual, en
definitiva, que yo en julio trabaje por mi
cuenta o que me rasque el pie.
Pero,
¿realmente les da igual? No, y aquí empieza lo interesante: mis jefes, es decir
la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, esperan ansiosos que me
rasque el pie. O dicho de otro modo: no quieren que trabaje en julio –ni en
realidad el resto del año-. Mis jefes buscan que yo me rasque el pie en verano
pues su objetivo último va unido a esa desidia y la precisa. Porque si yo y mis
compañeros trabajáramos en julio de acuerdo a lo que a continuación se va a
explicar no cabe duda de que la educación pública mejoraría. Y la Consejería de
Educación de la Comunidad de Madrid está, precisamente, para impedir eso.
Pero,
expliquemos.
Como
ya hemos señalado en la actualidad yo, y como yo todo el resto del profesorado,
no podemos hacer nada concreto en julio. No es que no queramos, que podremos
querer o no, sino que sencillamente no tenemos nada que hacer ¿Por qué? Porque
yo, y como yo el resto del profesorado, a estas alturas no sabemos en qué instituto
vamos a estar y, por supuesto, tampoco sabemos qué materias y qué cursos vamos
a tener. Efectivamente, resulta que los profesores no sabemos aún, y así es
cada año, qué vamos a dar el año que viene lo que nos imposibilita prepararnos
el curso próximo. De hecho, no lo sabremos hasta, aproximadamente, el día cinco
de septiembre, a una semana de principio de curso. Es decir: sabré, yo y mis
compañeros, lo que vamos a dar cuando solo queden pocos días para empezar el curso
y ya no podamos prepararlo sino a contrapié.
Pero,
¿tantas materias podemos dar? ¿No será esto una excusa? Pues miren, solamente
yo, con Filosofía, podría ejercer en
Educación
para la Ciudadanía de 2º de ESO
Ética
de 4º de ESO
Historia
de las religiones de 3º de ESO
Historia
de las religiones de 4º de ESO
Medidas
de Atención Educativa de 1º, 2º, 3º o 4º de ESO
Filosofía
de 1º de Bachillerato
Historia
de la Filosofía de 2º de Bachillerato
Psicología
de 2º de Bachillerato
Y
tutoría
Es
decir, yo podría dar hasta doce cosas distintas –sin contar aquellas materias
que sin ser de mi especialidad podría dar por necesidades del centro como
Lengua, Historia,…-. Pero, un profesor de Lengua podría dar otras doce. Y así,
cualquiera. De esta forma, como no sé qué voy a dar y ni tan siquiera sé en qué
instituto voy a estar hasta ese cinco de septiembre no puedo hacer nada para el
año que viene ni prepararme nada pues sería como jugar a la lotería.
¿Y
quién es el culpable de este hecho? La Consejería de Educación que es la que me
nombrará, a mí y a todos los profesores que estamos en esta situación que somos
mayoría, ese cinco de septiembre en vez de haberme nombrado en mayo o junio.
Mayo
o junio… Efectivamente, ahora es donde viene aquello que debería hacer la
Consejería: nombrar las plantillas de profesores en mayo o en junio, algo
perfectamente posible. Así, cada uno ya sabría en ese mes dónde va a estar y qué
va a dar el próximo curso y se dedicaría el mes de julio a preparar el material
y la docencia teniendo que ir al centro, incluyendo el trámite administrativo
de programaciones y demás chorradas, para empezar en septiembre con unos profesores
que han tenido tiempo de prepararse aquellas materias que van a dar y de
renovar su docencia trabajando en ella no con urgencia sino con plazos
razonables.
Pero,
¿no puede nombrarnos antes la administración? Por supuesto que sí. Técnicamente
es tan sencillo que no implica dificultad alguna: para explicarnos, es tan
fácil técnicamente como quitarnos la paga extra. Sin embargo, no lo hace ¿Por
qué no lo hace? Es más, nunca lo ha hecho ¿por qué nunca lo ha hecho?
De
nuevo, las respuestas no son categóricas. Si nunca lo había hecho, hasta hace un
lustro aproximadamente, fue porque hasta entonces el funcionariado docente era
una, con palabras de moda, casta. Efectivamente,
a partir de la segunda mitad de los 80 y durante los 90 y primera década del
nuevo siglo, toda la organización escolar estaba pensada básicamente para
satisfacer las exigencias corporativas de la casta profesoral –aquí Fernández
Enguita sobre esto y aquí yo
también sobre esto-. Así, la escuela pública cumplía las exigencias del
colectivo profesorado, que no eran desde luego para trabajar mucho, hasta hace
unos siete u ocho años.
Pero,
seamos justo, esto ya no ocurre así. En la actualidad la escuela pública ya no
está pensada corporativamente en torno al profesorado, como se ha visto en las
medidas adoptadas los últimos años. Pero que no esté pensada para el interés corporativo
del profesorado no quiere decir que esté pensada para el interés público. En la actualidad, la escuela pública está
dirigida con el único fin de acabar con ella. Y es por eso ninguna medida que
pudiera favorecerla se tomará por parte de la administración. Esta solo piensa
en medidas que ahorren dinero, para salvar las finanzas de la oligarquía o
poder bajar los impuestos a los ricos, y que al tiempo destruyan lo poco que
tenía, o lo mucho, la enseñanza pública de este país como derecho social. Por
eso, una medida que no costaría nada de gasto y que sin embargo implicaría una
mejora de la enseñanza, pues muchos profesores nos podríamos preparar las
clases reales que íbamos a tener, no se toma.
Hace poco instalé aire acondicionado en casa. El primer día que lo puse cayó una granizada impresionante: funciona. Estar de vacaciones en julio y en agosto es sin duda un privilegio. Lo llamamos así, y no un derecho, porque el único fin que persigue es, en la actualidad, la destrucción sistemática de la enseñanza pública al tiempo que los profesores, tampoco todos, toman despreocupados el sol. Las vacaciones en julio, en realidad como ya saben paro empresarial, son un mes menos para una enseñanza pública realmente concebida como servicio público. Pero igual el año que viene, con aire acondicionado a pleno rendimiento, diré que es mi derecho.
Hace poco instalé aire acondicionado en casa. El primer día que lo puse cayó una granizada impresionante: funciona. Estar de vacaciones en julio y en agosto es sin duda un privilegio. Lo llamamos así, y no un derecho, porque el único fin que persigue es, en la actualidad, la destrucción sistemática de la enseñanza pública al tiempo que los profesores, tampoco todos, toman despreocupados el sol. Las vacaciones en julio, en realidad como ya saben paro empresarial, son un mes menos para una enseñanza pública realmente concebida como servicio público. Pero igual el año que viene, con aire acondicionado a pleno rendimiento, diré que es mi derecho.
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