miércoles, enero 07, 2015

OCCIDENTE Y LO HUMANO (otra vez recordarlo es importante)

Nota: este artículo se publicó originalmente en septiembre de 2008. Volvemos a ponerlo porque hoy es necesario. No buscaban matar solo a los dibujantes sino también a la Ilustración: a occidente. 

El pensamiento occidental es superior.
El pensamiento occidental es culpable.
El pensamiento occidental es la única esperanza.

El pensamiento occidental es superior. Solo esta frase ya habrá hecho que muchos dejen de leer: debo de ser un xenófobo. Sin embargo el criterio de superioridad para estimar a occidente no proviene de razones innatas entre la gente que habitó o habita este lado del planeta, eso sí sería racismo, sino que dicho criterio resulta de un hecho historico incontestable: el predominio absoluto en la actualidad del capitalismo. Efectivamente, el capitalismo se ha impuesto a nivel universal y toda la realidad, sea cual sea el lugar que analicemos, es ya capitalismo. Toda cultura, a su vez, lo que pretende es dar una respuesta a su entorno. Y así, indudablemente con mi cultura occidental moririría en la selva amazónica si estuviera solo y el indígena de allí, sin embargo, sobreviviría. Pero la selva amazónica no es el universal y, sin embargo, el capitalismo sí. De esta forma, la realización universal del capitalismo implica que aquella cultura que lo desarrolló y lo explica es la única que tiene actualidad, pues las otras, que explicaban hechos históricos pasados y muertos, son ya pura fantasmagoría y la realidad que explicaban ha quedado reducida a hecho histórico pretérito cuando no a puro resto arqueológico o folklórico despliegue.

Pero hay algo más sobre este tema, y que desarrollaremos con mayor amplitud al tratar la esperanza, pues la superioridad de la cultura occidental no es sólo real desde un puro pragmatismo, que está claro, sino desde una visión progresista de la humanidad. Si progreso va unido a emancipación humana, y esto hay que decirlo claro, va unido a su vez a occidente: espíritu de la Ilustración.

¿Pero acaso la humanidad habita ya en un mundo feliz? No, y por ello la cultura occidental es culpable de no haberse cumplido a sí misma. Efectivamente, sería ingenuo pensar que la inmensa fábrica feliz en que se ha convertido el mundo no tiene que ver con fuerzas que ya estaban presentes en el desarrollo de la racionalidad occidental. De esta forma, la realización de la idea de sujeto y su consiguiente dominio del mundo para humanizarlo pasó a ser dominio sobre el propio sujeto por una realidad externa convertida, a su vez, en sujeto universal: el capitalismo. Así, la fuerza que debería liberar a los hombres -el conocimiento- se convirtió en carcelero. Y este desarrollo del nuevo sujeto universal de explotación, que no hubiera sido posible si no hubiera habido racionalidad occidental, es, por consiguiente, responsabilidad suya. Ninguna otra cultura, aunque todas ellas hayan sido a su vez de dominación de unos hombres sobre otros, ha llegado tan lejos en la generación de un sistema totalitario: que dicha dominación no se realice ya prioritariamente desde unos grupos sociales sino que la misma realidad domine sobre todos del mismo modo. Es así el sueño cumplido de la vuelta a la naturaleza pero, tras Darwin, sabiendo que la naturaleza no es hermosa. Pero además se trata de una realidad no devenida bajo condiciones ajenas a la acción humana sino construida por el propio desarrollo de la conciencia occidental. Efectivamente, sin occidente el mundo no tendría capitalismo y dominación universal. Pero esto tampoco quiere decir que ello le hiciera libre. Pues las otras culturas tampoco se han caracterizado precisamente por el cariño a la emancipación y la autonomía del pensamiento. Sin embargo, es claro que esta es la culpa del pensamiento occidental: el desarrollo del capitalismo como dominación universal sobre los seres humanos.

Pero en esta misma queja radica la esperanza. Solo quien siente la culpa posee la esperanza como objetividad. Efectivamente, el sentimiento de culpa expresa el deberia ser y este, a su vez, indica la existencia de un ideal no realizado, de una promesa no cumplida. Y en la cultura occidental esta esperanza objetiva no se define sólo por pensar que ojalá todo hubiera ocurrido de forma distinta sino que las cosas podrían y deberían ser de otro modo: objetividad. Y dicha crítica a la realidad se realiza de forma inmanente y de acuerdo a lo que la misma realidad es: son los mismos conceptos que desarrollaron el capitalismo los que se definen como inacabados en su trayectoria histórica. Así, el único punto de anclaje para un principio de esperanza está en aquello que la propia tradición del pensamiento occidental lleva en sí, la emancipación de los seres humanos, y que permanece sin cumplirse. De esta forma, las críticas desde otras culturas ajenas a los procesos mencionados no pasan ya de ser el anhelo de volver a formas primitivas de dominación pues las ideas que se utilizan en ellas pertenecen a realidades ancladas en el pasado o a residuos civilizatorios más folclóricos que actuales. Diciéndolo en frase: la conciencia primitiva no puede entender el sistema de dominación más complejo y racionalizado que nunca haya existido. Y así solo puede hacerlo la conciencia que lo creó y se sofisticó con él. La crítica a la realidad, pues, sólo se puede hacer desde el pensamiento occidental en una doble perspectiva: por un lado, la formalización del pensamiento como pensamiento racional; por otro, sólo desde las ideas que hicieron surgir el propio capitalismo es posible comprenderlo, primero, y ver tras él una potencionalidad traicionada, ver algo más de lo que pretende ser.

El pensamiento racional es el único que es capaz de comprender la propia racionalidad extrema del capitalismo. El pensamiento mítico, aquel en que la identificación plena se da en su mero aparecer, como en la ñoña mística, no puede comprender el capitalismo pues su apariencia es la del libre mercado de mercancías que sirven al desarrollo humano: su falsa apariencia se presenta como su esencia. Solo el pensamiento racional occidental escarba más allá de esa apariencia y en su búsqueda de la causa encuentra la explotación. Solo la cadena de pensamiento que occidente generó, y cuyos meritorios proyectos serían la ciencia, la filosofía y el arte, es capaz de aplicarse al capitalismo para comprenderlo como explotación aún más allá de su apariencia exitosa.

Pero además, y este es el segundo punto, aquellos conceptos que occidente creó y a los que dio sentido de emancipación en su discurso -sujeto, autonomía, libertad,…- están aún vivos en esa misma tradición y son la única esperanza frente a su propio desarrollo traicionado en el capitalismo. Esos conceptos que se usan diariamente significan más en su tradición que en su uso cotidiano y dicha tradición no es sólo pasado histórico sino que aún está presente en las obras de arte o en obras de pensamiento. Y por ello la dominación ha convertido la cultura, esa tradición, o bien en fósil para la élite o en desaparecida para la masa, incluyendo aquí el empleo de un sistema educativo demencial y reaccionario, señalándole que todo vale igual en el flujo de la mercancías donde relativismo y multiculturalismo pueden convivir sin problemas pues el único problema real es, precisamente, la cultura.

Nosotros, sin embargo, mantenemos aún realmente la esperanza. Pero este nosotros ya no cabe entenderlo como hombre blanco o negro, nacido en el hemisferio sur o el norte, cerca de un océano o de otro, macho o hembra: solo cabe entenderlo como pensamiento humano. La expansión global del capitalismo ha universalizado el mundo y la respuesta ante él, la única respuesta, está en el desarrollo de aquel pensamiento que es capaz de entenderlo y criticarlo pues a su vez lo germinó. Así, ya no existe pensamiento occidental sino solo pensamiento que podría llegar a ser de emancipación -como una vez lo fue- pues todos los demás han sido arrojados, y tal vez de forma justa, al vertedero de la historia donde ellos mismos arrojaron a sus víctimas. Sin embargo, no cabe olvidar que ese mismo pensamiento ha generado la situación actual de absoluto dominio sobre el hombre. Por ello, no es el pensamiento como museo aquel que se exige aquí sino ese otro que se realiza no solo sobre sí mismo sino, y fundamentalmente, contra sí mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Occidente inicio La Guerra Del Opio.

Guerra que sigue en pie.