martes, mayo 17, 2016

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA/5: HERÁCLITO

¿Heraqué?
Heráclito.
Y vayan aprendiendo a decirlo porque sobre él va esto hoy. Pero, ¿cuál es su importancia en la Historia de la Filosofía? Como en todos los presocráticos ninguna en concreto y mucha en cuanto al legado de su actitud.

Recientemente, a veces el optimismo me puede, hablábamos de Parménides y decíamos que se trataba de un autor fundamental por, entre otros motivos, haber sido el primero en distinguir para un discurso racional la apariencia de la realidad. Y tan lejos quiso llevar esto que incluso llegó a negar como algo imposible de darse el propio cambio que nuestros sentidos perciben en la naturaleza: el nacimiento de las plantas, por ejemplo. Efectivamente, razonaba Parménides, si de la nada no puede salir algo, como todos hemos apreciado más de una vez en nuestra cuenta corriente, es razonable decir que del no-ser no puede salir el ser  -por ejemplo, una semilla no puede pasar de no-ser árbol a ser árbol-. Así el razonamiento parmenídeo resultaba perfecto y no podía haber cambio.

Pero...

A diferencia de la religión, en la Filosofía siempre aparece un pero: y por eso la religión podrá ser mágica pero la Filosofía es maravillosa. Y aquí el pero es llamativo: hay cambio. O diciéndolo de modo filosófico: si seguimos a Parménides habría que admitir una escisión absoluta entre la racionalidad y la realidad. Absoluta e insalvable, pues parece claro que en la naturaleza hay transformación aunque la racionalidad perfecta nos señale su imposibilidad. Hay, pues, un problema. Y ahí, como los buenos superhéroes, aparece Heráclito.

Pero, como en las mejores intrigas, no nos precipitemos y volvamos a Parménides.

Lo que hizo Parménides para superar esa separación entre realidad y racionalidad fue, como ya vimos, distinguir entre la apariencia, lo que parece ser fruto de los sentidos que nos engañan, y que en este caso sería el cambio que percibimos, y la realidad, lo que realmente es y que solo resulta accesible desde el pensamiento. Sin embargo, Heráclito lo que hará será admitir ese cambio, darle categoría de real, y relacionarlo con la racionalidad dando así, a su vez, capacidad de conocimiento verdadero a nuestros sentidos. Y, con esto, evitar la escisión pensamiento y sensibilidad.

De esta manera, aparece la primera parte del legado de Heráclito a la Filosofía. Dar importancia en el conocimiento a los sentidos y al mundo empírico. Frente a la espiritualidad,  llamándola así si me permite, de la metafísica parmenídea, surge la materialidad, que no el materialismo, del pensamiento heracliteano -que suena a algo así como a un  tipo de orgasmo pero, lamento decepcionarlos, hace referencia a la filosofía de Heráclito-.

Y esta defensa de esta materialidad, como luego hará también Aristoteles frente a Platon, se va a apuntalar sobre un principio intelectual fundamental.

¿Cuál es la idea genial de Heráclito? La idea es la siguiente. Hay que admitir la realidad tal cual es sin que ello implique negar que esta es, a su vez, racional. Es decir, la idea de Heráclito, y esto es muy importante, es introducir la existencia de  leyes racionales en la naturaleza que deben explicar su comportamiento por raro que nos parezca. O diciéndolo de modo filosófico: hay un logos (una racionalidad) que lleva adelante todo el proceso natural.

Así nuestro filósofo explica lo siguiente.

En primer lugar, admite la existencia del cambio en la realidad. Esto implica una respuesta trascendental tras Parménides: la admisión, como ya hemos señalado,  de los sentidos como un tipo válido de conocimiento. Efectivamente, con Parménides y Heráclito va a comenzar un enfrentamiento que será constante en la Historia de la Filosofía: cuánto valor otorgar al conocimiento puramente intelectual  frente al producido por los sentidos.

En segundo lugar, Heráclito sitúa este proceso de cambio como un devenir. Apendran a decir esta palabra porque queda bien: DEVENIR. ¿Y que es un devenir? Un devenir es un cambio permanente que nunca acaba. Es decir que en la naturaleza hay cambio pero dicho cambio, a su vez, no conduce a ningún estado superior, no busca nada. Efectivamente, el paso del tiempo no implica que la naturaleza como tal se transforme. Las cosas están en permanente cambio pero la realidad como un todo permanece estable y en armonía. Uno no se puede bañar dos veces en el mismo río, en célebre fragmento jaleado, pero el río siempre quedará ahí.

En tercer lugar, que aunque el cambio carezca de finalidad sin embargo no es un sinsentido. Y aquí entramos en algo muy importante. Heráclito va a introducir la posibilidad de un orden compatible con el dinamismo. Efectivamente, Heráclito observa no sólo que hay cambio sino que esa transformación no se da de cualquier manera sino de acuerdo a un estricto sentido. Pongamos como ejemplo el proceso de cambio de un perro. Un perro está permanentemente cambiando, como cualquier otro ser. Cuando yo me iba de casa y volvía, yo soy muy de volver a casa, el perro que me encontraba era distinto al que había dejado pues había sufridos cambios tales como perder algún pelo, que le creciera  otro o renovar sus células, por ejemplo. Pero Heráclito advierte algo: no me encuentro un calamar. Y eso es asombroso. Porque, para poder cambiar a cualquier otra cosa excepto a perro hay millones de posibilidades, pero para seguir siendo un can  solo hay una. Y si fuera una acción azarosa lo lógico seria que, por pura estadística, se pudiera dar cualquier cosa -excepto si es usted anticapitalista y patriota catalán que siempre le dará empate - y solo muy de vez en cuando al regresar  encontraría un perro. Por probabilidad, por tanto, si no hubiera una ley que lo rigiera, cualquier cosa sería posible. Pero como no es así, no ocurre cualquier cosa, entonces debe haber una norma.

¿Y cuál es esa norma? Heráclito no puede dejar de ser un hijo de su tiempo y recurrirá a algo muy fructícero en toda la visión mítica: los contrarios. Efectivamente, en la mentalidad mítica siempre ha habido una cadencia por defender la armonía en virtud de contrarios que se enfrentan. La idea era que la suma de contrarios sería cero (1+(-1)=0) y por lo tanto nada cambiaría. Y así lo sigue fielmente como esquema Heráclito.

Pongamos un ejemplo: Vida-Muerte. Si todo fuera Vida, y no hubiera pues Muerte, el mundo estaría demasiado lleno y seria imposible de habitar. Pero, si todo fuera Muerte, pues tampoco sería como un lugar muy agradable. De esta manera, los elementos contrarios generan una armonía.

Pero hay una diferencia con el mito. En el mito, los elementos contrarios luchan entre sí de modo propio e individual llevados por su propia voluntad como si fueran dioses que se enfrentan. Sin embargo, para Heráclito lo hacen todos los contrarios (día-noche; fuego-agua; seco-húmedo…, y así todos) obedeciendo a un logos que está por encima, como si fuera una ley necesaria de la naturaleza y, por tanto, algo que está más allá de la voluntad de los dioses. Así, Heráclito introduce una dialéctica de contrarios que ya no es meramente la lucha de esos de forma individual, sino la apuesta por una ley externa y racional, un logos, que dirige el curso natural de los acontecimientos.

Recapitulemos. La importancia de Heráclito en la Historia de la Filosofía es la aparición de una actitud. Frente a la idea de una racionalidad incompatible con el mundo empírico que había realizado Parménides, Heráclito presentará el ideal de un conocimiento compatible con la realidad  al  señalar el cambio como un componente racional. Así, Heráclito estará señalando, sin poder desarrollarlo, una idea de la filosofía mundana en cuanto es capaz de explicar lo inmanente desde la propia inmanencia. O diciéndolo de otra forma: Heráclito convierte la Metafísica en un saber  no trascendente y espiritual sino inmanente y cuyo legado, como veremos, continuará en Aristoteles.

 ¿Que tiene hoy Heráclito que enseñarnos? En realidad nada en concreto. Pero su espíritu filosófico marcará un paradigma que recorrerá toda la historia de la filosofía. Frente al conocimiento muchas veces casi  espiritual de la filosofía de Parménides o del movimiento pitagórico, el intento inmanente  de Heráclito logró que la Filosofía no cayera en la religión de nuevo. Tal vez sin él, hagamos filoficción, la Historia de la Filosofía hubiera sido absorbida de nuevo por el mito o hubiera concluido, como de hecho le ocurrió al pitagorismo, en un movimiento iniciático. Gracias a su esfuerzo, junto al de otros, eso no ocurrió.

Por todo ello, gracias Heráclito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Don Enrique.
Otro capítulo más para la cole de su pequeña historia de la filosofía online.
Esto es como volver a principios del siglo XX cuando, insertados en los periódicos, venían los cuadernillos coleccionables para completar y, despues, encuadernar novelas e incluso diccionarios.

Ahora, Don Enrique, apelo a su condescendencia y en caso de que lo que le expongo a continuación sea una tontería o sea algo que ya se acostumbra a hacer, no sea excesivamente cruel con mi ignorancia.

Como a la Sra. Carmena a mi también se me ocurren ocurrencias y una de ellas a propósito de su “Una pequeña historia de la filosofía” sería poner ejercicios prácticos de filosofía. Que sería tomar sucesos y situaciones actuales y analizarlas según el pensamiento de un determinado filósofo.
Por ejemplo: ¿que diría Heráclito de la visita de Otegui al parlamento catalán?
Pretendiendo con ello que sus alumnos se metan en la piel de los pensadores.

Un Oyente de Federico

Ibarra dijo...


El otro día estuve en unas charlas sobre el papel que juega la ciencia en la fundamentación de las creencias. Hablaba, entre otros, un físico teórico. Contaba una cosa que no venía muy a cuento, pero que era interesante. Parece ser que el florecimiento de la física en la edad moderna no se debió, como algunos piensan, al descubrimiento del método científico. Eso se sabía desde hacía tiempo. Lo que había sucedido entonces era algo tan trivial como... la invención del reloj.

Hasta entonces no existían relojes precisos. Sin ellos no se puede, por ejemplo, comprobar que los cuerpos en la superficie de la Tierra caen siempre con la misma aceleración, pesen lo que pesen.

Si no se puede medir el tiempo, no se puede empezar a hacer nada en física. "Porque la física se encarga fundamentalmente del cambio. La física es el estudio de las leyes que rigen el cambio en el mundo material." Y aprovechó para dar las gracias a Heráclito por lo mucho que le debe la física.

Yo recordaba la palabra "cambio" asociada a Heráclito, y su alusión me parecía poco más que una licencia poética. Aquí he entendido a qué se refería.