¿Heraqué?
Heráclito.
Y
vayan aprendiendo a decirlo porque sobre él va esto hoy. Pero, ¿cuál es su
importancia en la Historia de la Filosofía? Como en todos los presocráticos
ninguna en concreto y mucha en cuanto al legado de su actitud.
Recientemente,
a veces el optimismo me puede, hablábamos de Parménides y decíamos que se trataba
de un autor fundamental por, entre otros motivos, haber sido el primero en
distinguir para un discurso racional la apariencia de la realidad. Y tan lejos
quiso llevar esto que incluso llegó a negar como algo imposible de darse el
propio cambio que nuestros sentidos perciben en la naturaleza: el nacimiento de
las plantas, por ejemplo. Efectivamente, razonaba Parménides, si de la nada no puede
salir algo, como todos hemos apreciado más de una vez en nuestra cuenta
corriente, es razonable decir que del no-ser no puede salir el ser -por ejemplo, una semilla no puede pasar de
no-ser árbol a ser árbol-. Así el razonamiento parmenídeo resultaba perfecto y
no podía haber cambio.
Pero...
A
diferencia de la religión, en la Filosofía siempre aparece un pero: y por eso
la religión podrá ser mágica pero la Filosofía es maravillosa. Y aquí el pero
es llamativo: hay cambio. O diciéndolo de modo filosófico: si seguimos a
Parménides habría que admitir una escisión absoluta entre la racionalidad y la realidad.
Absoluta e insalvable, pues parece claro que en la naturaleza hay
transformación aunque la racionalidad perfecta nos señale su imposibilidad. Hay,
pues, un problema. Y ahí, como los buenos superhéroes, aparece Heráclito.
Pero,
como en las mejores intrigas, no nos precipitemos y volvamos a Parménides.
Lo
que hizo Parménides para superar esa separación entre realidad y racionalidad
fue, como ya vimos, distinguir entre la apariencia, lo que parece ser fruto de
los sentidos que nos engañan, y que en este caso sería el cambio que percibimos,
y la realidad, lo que realmente es y que solo resulta accesible desde el
pensamiento. Sin embargo, Heráclito lo que hará será admitir ese cambio, darle
categoría de real, y relacionarlo con la racionalidad dando así, a su vez,
capacidad de conocimiento verdadero a nuestros sentidos. Y, con esto, evitar la
escisión pensamiento y sensibilidad.
De
esta manera, aparece la primera parte del legado de Heráclito a la Filosofía.
Dar importancia en el conocimiento a los sentidos y al mundo empírico. Frente a
la espiritualidad, llamándola así si me
permite, de la metafísica parmenídea, surge la materialidad, que no el
materialismo, del pensamiento heracliteano -que suena a algo así como a un tipo de orgasmo pero, lamento decepcionarlos,
hace referencia a la filosofía de Heráclito-.
Y
esta defensa de esta materialidad, como luego hará también Aristoteles frente a
Platon, se va a apuntalar sobre un principio intelectual fundamental.
¿Cuál
es la idea genial de Heráclito? La idea es la siguiente. Hay que admitir la
realidad tal cual es sin que ello implique negar que esta es, a su vez,
racional. Es decir, la idea de Heráclito, y esto es muy importante, es
introducir la existencia de leyes racionales
en la naturaleza que deben explicar su comportamiento por raro que nos parezca.
O diciéndolo de modo filosófico: hay un logos (una racionalidad) que lleva
adelante todo el proceso natural.
Así
nuestro filósofo explica lo siguiente.
En
primer lugar, admite la existencia del cambio en la realidad. Esto implica una
respuesta trascendental tras Parménides: la admisión, como ya hemos
señalado, de los sentidos como un tipo
válido de conocimiento. Efectivamente, con Parménides y Heráclito va a comenzar
un enfrentamiento que será constante en la Historia de la Filosofía: cuánto
valor otorgar al conocimiento puramente intelectual frente al producido por los sentidos.
En
segundo lugar, Heráclito sitúa este proceso de cambio como un devenir. Apendran
a decir esta palabra porque queda bien: DEVENIR. ¿Y que es un devenir? Un
devenir es un cambio permanente que nunca acaba. Es decir que en la naturaleza
hay cambio pero dicho cambio, a su vez, no conduce a ningún estado superior, no
busca nada. Efectivamente, el paso del tiempo no implica que la naturaleza como
tal se transforme. Las cosas están en permanente cambio pero la realidad como
un todo permanece estable y en armonía. Uno no se puede bañar dos veces en el
mismo río, en célebre fragmento jaleado, pero el río siempre quedará ahí.
En
tercer lugar, que aunque el cambio carezca de finalidad sin embargo no es un
sinsentido. Y aquí entramos en algo muy importante. Heráclito va a introducir
la posibilidad de un orden compatible con el dinamismo. Efectivamente,
Heráclito observa no sólo que hay cambio sino que esa transformación no se da
de cualquier manera sino de acuerdo a un estricto sentido. Pongamos como
ejemplo el proceso de cambio de un perro. Un perro está permanentemente
cambiando, como cualquier otro ser. Cuando yo me iba de casa y volvía, yo soy
muy de volver a casa, el perro que me encontraba era distinto al que había
dejado pues había sufridos cambios tales como perder algún pelo, que le
creciera otro o renovar sus células, por
ejemplo. Pero Heráclito advierte algo: no me encuentro un calamar. Y eso es
asombroso. Porque, para poder cambiar a cualquier otra cosa excepto a perro hay
millones de posibilidades, pero para seguir siendo un can solo hay una. Y si fuera una acción azarosa
lo lógico seria que, por pura estadística, se pudiera dar cualquier cosa
-excepto si es usted anticapitalista
y patriota catalán que siempre le dará empate - y solo muy de vez en cuando
al regresar encontraría un perro. Por
probabilidad, por tanto, si no hubiera una ley que lo rigiera, cualquier cosa
sería posible. Pero como no es así, no ocurre cualquier cosa, entonces debe haber
una norma.
¿Y
cuál es esa norma? Heráclito no puede dejar de ser un hijo de su tiempo y
recurrirá a algo muy fructícero en toda la visión mítica: los contrarios.
Efectivamente, en la mentalidad mítica siempre ha habido una cadencia por
defender la armonía en virtud de contrarios que se enfrentan. La idea era que
la suma de contrarios sería cero (1+(-1)=0) y por lo tanto nada cambiaría. Y
así lo sigue fielmente como esquema Heráclito.
Pongamos
un ejemplo: Vida-Muerte. Si todo fuera Vida, y no hubiera pues Muerte, el mundo
estaría demasiado lleno y seria imposible de habitar. Pero, si todo fuera Muerte,
pues tampoco sería como un lugar muy agradable. De esta manera, los elementos
contrarios generan una armonía.
Pero
hay una diferencia con el mito. En el mito, los elementos contrarios luchan
entre sí de modo propio e individual llevados por su propia voluntad como si
fueran dioses que se enfrentan. Sin embargo, para Heráclito lo hacen todos los
contrarios (día-noche; fuego-agua; seco-húmedo…, y así todos) obedeciendo a un
logos que está por encima, como si fuera una ley necesaria de la naturaleza y,
por tanto, algo que está más allá de la voluntad de los dioses. Así, Heráclito
introduce una dialéctica de contrarios que ya no es meramente la lucha de esos
de forma individual, sino la apuesta por una ley externa y racional, un logos,
que dirige el curso natural de los acontecimientos.
Recapitulemos.
La importancia de Heráclito en la Historia de la Filosofía es la aparición de
una actitud. Frente a la idea de una racionalidad incompatible con el mundo
empírico que había realizado Parménides, Heráclito presentará el ideal de un
conocimiento compatible con la realidad
al señalar el cambio como un
componente racional. Así, Heráclito estará señalando, sin poder desarrollarlo,
una idea de la filosofía mundana en cuanto es capaz de explicar lo inmanente
desde la propia inmanencia. O diciéndolo de otra forma: Heráclito convierte la
Metafísica en un saber no trascendente y
espiritual sino inmanente y cuyo legado, como veremos, continuará en
Aristoteles.
¿Que tiene hoy Heráclito que enseñarnos? En
realidad nada en concreto. Pero su espíritu filosófico marcará un paradigma que
recorrerá toda la historia de la filosofía. Frente al conocimiento muchas veces
casi espiritual de la filosofía de
Parménides o del movimiento pitagórico, el intento inmanente de Heráclito logró que la Filosofía no cayera
en la religión de nuevo. Tal vez sin él, hagamos filoficción, la Historia de la
Filosofía hubiera sido absorbida de nuevo por el mito o hubiera concluido, como
de hecho le ocurrió al pitagorismo, en un movimiento iniciático. Gracias a su
esfuerzo, junto al de otros, eso no ocurrió.
Por
todo ello, gracias Heráclito.
2 comentarios:
Gracias Don Enrique.
Otro capítulo más para la cole de su pequeña historia de la filosofía online.
Esto es como volver a principios del siglo XX cuando, insertados en los periódicos, venían los cuadernillos coleccionables para completar y, despues, encuadernar novelas e incluso diccionarios.
Ahora, Don Enrique, apelo a su condescendencia y en caso de que lo que le expongo a continuación sea una tontería o sea algo que ya se acostumbra a hacer, no sea excesivamente cruel con mi ignorancia.
Como a la Sra. Carmena a mi también se me ocurren ocurrencias y una de ellas a propósito de su “Una pequeña historia de la filosofía” sería poner ejercicios prácticos de filosofía. Que sería tomar sucesos y situaciones actuales y analizarlas según el pensamiento de un determinado filósofo.
Por ejemplo: ¿que diría Heráclito de la visita de Otegui al parlamento catalán?
Pretendiendo con ello que sus alumnos se metan en la piel de los pensadores.
Un Oyente de Federico
El otro día estuve en unas charlas sobre el papel que juega la ciencia en la fundamentación de las creencias. Hablaba, entre otros, un físico teórico. Contaba una cosa que no venía muy a cuento, pero que era interesante. Parece ser que el florecimiento de la física en la edad moderna no se debió, como algunos piensan, al descubrimiento del método científico. Eso se sabía desde hacía tiempo. Lo que había sucedido entonces era algo tan trivial como... la invención del reloj.
Hasta entonces no existían relojes precisos. Sin ellos no se puede, por ejemplo, comprobar que los cuerpos en la superficie de la Tierra caen siempre con la misma aceleración, pesen lo que pesen.
Si no se puede medir el tiempo, no se puede empezar a hacer nada en física. "Porque la física se encarga fundamentalmente del cambio. La física es el estudio de las leyes que rigen el cambio en el mundo material." Y aprovechó para dar las gracias a Heráclito por lo mucho que le debe la física.
Yo recordaba la palabra "cambio" asociada a Heráclito, y su alusión me parecía poco más que una licencia poética. Aquí he entendido a qué se refería.
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