Con el presente, llevamos tres artículos en esta serie, pero tranquilos que ya acabamos. En el primero, refutamos la Teoría del Patriarcado. En el segundo, y apoyando esa refutación, reflexionábamos sobre cómo el Capitalismo había logrado, en su propio interés, desarrollar la igualdad entre hombres y mujeres. Y en este tercero pretendemos desvelar por qué, si es falsa, se sigue defendiendo la Teoría del Patriarcado. Y la explicación es porque sirve para un feminismo de élite.
Efectivamente, todo este conglomerado de presunta defensa de la mujer desde perspectivas falsas, es utilizado por una oligarquía femenina para la defensa de sus propios intereses. No cabe duda de que la igualdad de la
mujer es un derecho social por el cual hay que luchar pues todavía no se ha
conseguido. Del mismo modo, hay que luchar por la igualdad de derechos del
colectivo homosexual, contra el racismo
o por los derechos de otros grupos marginados. Pero estas luchas no significan
necesariamente que sean luchas de contenido revolucionario, pues resulta
evidente que una sociedad capitalista, y cada vez se está dando más, pueda ser
absolutamente no racista, que defienda los derechos de los homosexuales o,
también, que realice una absoluta igualdad entre hombres y mujeres. Y esto es
así porque en el Capitalismo no existe un solo elemento que determine desde su
producción económica estas diferencias, pues para él todos los seres humanos
son mercancías que solo sirven para la producción de beneficio, dando igual sus
gustos personales, su color de piel o su sexo biológico.
Pero, ¿a qué llamamos feminismo de élite? El
feminismo de élites es aquel feminismo defendido por sectores sociales dominantes
y que pretende, sin tocar para nada esta estructura social donde unos tienen
más poder que otros, ingresar dentro de la estructura dominante alegando para
ello un discurso feminista. Lo llamamos de élite porque su objetivo último es
que ciertas mujeres, que ya están en la oligarquía social, aumenten su poder en
las grandes empresas o en los movimientos sociales y políticos o en la
universidad, defendiendo supuestos reclamos feministas, como las cuotas, que
solo les importan y benefician a ellas. E igualmente, porque este movimiento
feminista oligarca olvida los problemas reales que actualmente tienen las
mujeres en su camino hacia la igualdad en la vida cotidiana como por ejemplo, y
por poner el caso más evidente, la maternidad y el cuidado de los hijos en
relación al desarrollo laboral, preocupándose más del lenguaje inclusivo y de
descubrir a la ultimísima pensadora olvidada para aumentar sus publicaciones.
El feminismo de élite, que es el que está
detrás de todas estas teorías del Patriarcado, busca así adquirir los mismos
privilegios que ciertos sectores sociales masculinos, también élite, tienen
sobre otros sectores sociales tanto masculinos como femeninos. Lo que quiere en
realidad es que la oligarquía tenga un 50% de oligarcas y de oligarcos
–obsérvese mi solidario uso del lenguaje inclusivo- y con ello entrar en el reparto
de la dominación social.
Así, mientras cualquier mujer sabe que corre
riesgo de perder su puesto de trabajo al quedarse embarazada o por el cuidado
de sus hijos, sin embargo lo que ha triunfado socialmente es decir todos y todas y defender la teoría de
que la historia de la humanidad ha sido la historia de la explotación de los hombres
sobre las mujeres. Es un feminismo de élite porque lo que pretende no es
defender los derechos sociales de la mujer, que todavía siguen siendo
vulnerados, sino defender a un sector específico de mujeres que pertenecen a un
grupo social determinado para mantener y aumentar su propio control social y su
poder en su ascenso en la oligarquía social.
Pero además hay otro factor fundamental para la
defensa de este feminismo de élite y es la creación de un nicho de mercado
laboral exclusivo para este sector oligarca de mujeres. Así cualquiera
universidad que hoy en día se precie tiene que tener unos estudios sobre género
y cualquiera de estas mujeres de la oligarquía puede escribir sus dos libros
sobre filósofas, científicas, matemáticas, o escritoras olvidadas en el tiempo
y compararlas, con rubor o sin él, con razón o sin ella, con autores clásicos.
Así, Hipatia compite con Platón o con Aristóteles, y una monja medieval, famosa
por tener visiones místicas y seguramente un caso psiquiátrico, compite
intelectualmente con Tomás de Aquino, que por cierto también tenía visiones
pero no sólo. E igual ocurre en los partidos políticos, sindicatos y
movimientos sociales donde secretarías de igualdad y género desarrollan nichos
de promoción social. Y lo importante de esto es que no se lucha objetivamente,
aunque ellas puedan actuar de buena fe, por la igualdad de la mujer sino para reescribir
la historia y que las mujeres de la élite social tengan una justificación ideológica
de su propia existencia como jerarquía dominante lejos de la pura y dura
explotación social. El objetivo es presentarse a sí mismas como esas
excepciones brillantísimas que han logrado triunfar en un mundo de hombres. Y mientras que oligarcas y oligarcos se
reparten el poder al 50%, el resto de la población dice todos y todas cuando en realidad son unos pocos –y sí, seamos
inclusivos, pocas- los relevantes.
UNA CONCLUSIÓN
La Teoría del Patriarcado no explica en
absoluto la historia. Esta no ha sido la dominación de los hombres sobre las
mujeres sino que su explicación viene dada, al menos hasta el Nuevo
Capitalismo, por la posesión de los medios de producción. Así, no existen
hombres y mujeres como protagonistas de la historia, sino grupos sociales
determinados por la posesión o no de los medios de producción.
Además, la Teoría del Patriarcado es un
producto ideológico elitista que pretende legitimar las ambiciones oligarcas de
un grupo social concreto, las mujeres de la propia oligarquía, para conseguir
mayor poder y que se constituye en un feminismo de élite para ello. Este
feminismo tiene como objetivo prioritario no la liberación de la mujer sino la
adquisición de más poder social para la oligarquía femenina. Su objetivo último
no es la lucha por los derechos de la mujer, todavía necesaria, sino por su
propia promoción social.
Y UN EPÍLOGO
Estaba yo en un instituto, hará ya 15 años,
cuando las profesoras más progresistas
del centro montaron una exposición: Mujeres
en la sombra, se llamaba. Consistía, y era justo, en destacar el trabajo de
las mujeres en el campo de la ciencia y que no había sido reconocido, pero sí el de sus maridos o familiares
masculinos. Curiosamente, todas aquellas mujeres olvidadas eran de buena clase
social. Así que yo propuse que tras acabar esa exposición, y era justo,
hiciéramos otra: Servidumbre en la sombra,
donde mostráramos a todos los criados, mujeres y hombres, que esas mujeres
injustamente olvidadas a su vez habían tenido y que nunca habían podido
destacar en ningún trabajo intelectual.
Y ellas me miraron y me dijeron: tú eres un
machista.
1 comentario:
Muy bien expuesto ese discurso autodenominado feminista que lucha por igualar a la mujer burguesa con el hombre burgués y no por la igualdad efectiva entre ambos géneros.
Sin embargo, he echado en falta que se hubiese hablado de la peor consecuencia de estas luchas parciales. Más allá de que centren la atención en la chorrada y el chorrado del lenguaje inclusivo que nada hace realmente por la liberación de la mujer, o que se esfuercen más en dar a asociaciones un nombre de salón de masajes (A buen entendedor, pocas palabras) que a extinguir los prejuicios sobre las mujeres científicas actuales (o las no científicas), ciertos feminismos encubren explotaciones brutales en nombre precisamente de la liberación.
Siguiendo el modelo de 'opresión de la mujer por el hombre por encima de la opresión de clase social', se busca negar la trata de blancas, los abusos en la pornografía y evitar las criticas hacia la sexualización del cuerpo femenino alegando que se coarta la libertad de la mujer de guiar sus vidas como quieran. Y no se trata de ser mojigato, ningún problema con lo que quieran ser, el problema es que eso sea la excusa de explotadores (y explotadoras) para limpiarse las manos y eludir cualquier crítica. Un ejemplo es Amarna Miller, una productora y actriz porno que en una entrevista a El País afirmó que si hiciera una pornografía diferente a la actual, refiriendose a que es una industria hecha por y para hombres, "no pagaría ni media factura" (le juro que la conozco por ser parte de la cultura popular, no por otra cosa..)
PD: Supongo que ya sabe quien soy. Tenía pendiente desde hace tiempo leer su blog, en especial los artículos de temas políticos y sociales. Y aquí estoy
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