Hay algo en que coinciden el gobierno más progresista de la
historia de España y las autonomías más cercanas al pensamiento neoliberal de
la historia de España. Ese algo es curiosamente la idea de que la solución a la
pandemia han sido las clases semipresenciales, añadiendo la transmisión de la
clase por vía telemática a los alumnos que no están presentes en ese momento en
el aula. Consiste en que el profesor da la clase normal, a los alumnos allí
situados físicamente y que son la mitad del grupo, y a través de una cámara se
transmite esa misma clase a los alumnos que en ese momento están en su casa.
Esto se presenta como si
fuera una solución al problema de la pandemia. Pero, es un paripé.
Efectivamente, las clases
online así realizadas no son más que un paripé educativo cuya finalidad no es
que el alumno aprenda o que el profesor pueda desarrollar su tarea docente,
sino mantener contentos a los padres y aparentar que se está haciendo algo en
el campo de la educación. Y es un paripé porque resulta un imposible pedagógico
y un imposible laboral para el profesorado.
Es un imposible pedagógico
porque o das clase presencial o das clase online: son dos cosas distintas.
Intentar hacer las dos a la vez es, ha sido, tarea imposible. Efectivamente,
una clase online no se puede dar como si fuera una clase presencial y,
lógicamente, una clase presencial no se puede dar como una clase online. Pero,
precisamente, es lo que se está haciendo a diario. Se trata así de pedirle al
profesorado que realice algo imposible. Por eso, pedirlo es un paripé.
Además, es un paripé, o
diciéndolo más correctamente: una sobreexplotación, en relación al trabajo
realizado por el profesorado. Efectivamente un profesorado sobresaturado de
horas lectivas, que ya en sí mismas no se pueden preparar bien, se le exige que
además doble la preparación de sus clases, doblando así su trabajo. De esta
forma, los profesores estemos trabajando más que nunca y con resultados mucho
peores que nunca en lo educativo.
Pero, si la educación
telemática simultánea con la presencial resulta absolutamente inútil, ¿por qué se
está haciendo?
El primer motivo es a corto
plazo: para mantener la sobreexplotación horaria y laboral de los padres, que
no pueden atender a sus familias en casa y por lo tanto de lo que se trata es
de llenar o sustituir la vigilancia familiar de los niños. Es la escuela como
aparcamiento. La idea básica así es que mientras los padres han tenido que ir a
trabajar, ya saben: o economía o salud, los niños debían estar vigilados de
alguna forma y esto es lo que cumplen las clases presenciales como paripé. El
viejo y real “Gran Hermano te vigila”.
El segundo motivo es la
preparación para un nuevo modelo educativo que cada vez que puede anuncia la
inútil ministra de Educación. Se trata de ese modelo en el cual van a
desaparecer las materias concretas y los contenidos culturales en aras de una
serie de competencias, cuya única finalidad real es convertir a los alumnos en
sujetos perfectamente adaptados a las nuevas condiciones del mercado laboral y
del mercado de consumo. Las competencias educativas así, como explicamos en uno y dos, son en realidad nada más que un proceso para la
creación de un nuevo sujeto del nuevo capitalismo. Y las clases online lo que
están haciendo es servir como prueba para después generar inmensos grupos de
alumnos que los profesores tengamos que atender, unas veces de forma presencial y otras telemáticamente, aumentando
radicalmente la ratio, ahorrándose una cantidad ingente de dinero en la
educación y al tiempo generando un nuevo modelo educativo alejado de la
tradición académica y cercano a la conformación de una modelos adaptativos. El
poder lo llama hiperaulas, en realidad es almacén.
Pero, ¿se podía haber hecho
otra cosa?
Por supuesto, del mismo modo
que en Infantil o en Primaria se han reducido los grupos, se podía haber hecho en
Secundaria y en Bachillerato. Y para esto hay espacios de sobra, porque se
podría incluso haber doblado el turno viniendo unos alumnos por la mañana y
otros por la tarde, aumentando la plantilla de profesores, y reduciendo de esta
forma cada una de las ratios de las aulas. Y si esto lo he hecho así no es
porque el Estado no tenga dinero, como demuestra que el Estado gasta el dinero
allí adónde quiere y sin problemas como puedan ser por ejemplo en el rescate
bancario, el rescate de las autopistas de peaje o la operación Castor, sino
porque esto podría presentar un peligroso precedente en relación a la ratio del
alumnado. Y esto se ha visto muy bien con el nuevo anuncio de que las ratios no
se reducen para el próximo curso. Volvemos, pues, a la a-normalidad.
Y ya acabamos. Todo este
modelo educativo actual, donde lo que menos importa es que el alumno aprenda y
lo que más interesa es que se conforme como individuo adaptable, va a ser el
modelo educativo del futuro. No se cansa de advertirlo la inútil ministra de
Educación en cada uno de sus tuits con tono profético a la par que festivo y
pensamiento positivo barato. La idea, efectivamente, es la destrucción de la
escuela como transmisora de conocimiento y su sustitución como un método de coaching,
o sea: adiestramiento, para la conformación de un nuevo modelo de individuo adaptable
perfectamente a todo el proceso social.
En 1984, George Orwell
imaginaba un mundo totalitario basado en el control absoluto a través de
cámaras donde el Gran Hermano lo veía todo. Las cámaras han venido para
quedarse y cada instituto se parece cada día más a esa distopía. Pero mientras
que 1984 se presentaba a sí mismo como tal horror, en nuestros institutos se
presenta como un modelo cargado de luz, aulas diáfanas y actividad innovadora
atendiendo a las competencias. Puro dominio totalitario de los individuos para
el desarrollo del sistema capitalista.
1 comentario:
Totalmente dacordo.
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