Es
ingenuo pensar que la épica debe ser utilizada en política. Es más, la mayoría
de las veces resulta reaccionario. Sin embargo, a veces recurrir a ella puede
ser un buen ejemplo. En el siglo V antes de Cristo los griegos formaron Occidente
al oponerse al avance del Imperio Persa en las Guerras Médicas. Por supuesto,
su idea no era crear occidente ni generar el pensamiento racional: no hubieran
luchado por tal cosa. Pero, al luchar contra el avance persa lo hicieron.
Lo
que actualmente está ocurriendo con Grecia y eso que se llama Unión Europea
merece cuando menos un comentario. Y este comentario sólo puede hacerse
precisamente desde aquello que los propios griegos clásicos nos enseñaron: el
uso desapasionado de la argumentación racional. Por ello que nadie espere ver
aquí una historia de buenos y malos, exaltación ridícula al sistema o al
antisistema.
El
planteamiento del problema no es, sin embargo, muy claro pues no se trata de quién
es el culpable de lo que ahora está ocurriendo en Grecia sino otra
aparentemente más simple: ¿qué está ocurriendo realmente con Grecia? Pero a
veces las preguntas muy simples necesitan respuestas muy complejas y, sin duda,
esta es una de esas ocasiones. Porque al preguntarnos sobre lo que ahora está
ocurriendo en Grecia no podemos referirnos sólo a la celebración del referéndum
del próximo domingo sino también a las causas que han llevado a todo este
proceso. O diciéndolo de otro modo, porque el domingo va haber un referéndum en
Grecia sobre su acuerdo con eso que se llama Unión Europea necesitamos saber
realmente qué se está votando.
Empecemos
por el principio. No cabe duda de que los principales responsables de la
situación que produjo el rescate de Grecia están en Grecia –bueno, o en Suiza-.
Pero es importante distinguir entre quienes están en Grecia y todos los
griegos, pues necesariamente no es lo mismo: no hay que tomar la parte por el
todo. Efectivamente, los anteriores gobiernos griegos son responsables del
cúmulo de despropósitos que llevaron a Grecia a una total y absoluta bancarrota.
Hasta ahí creemos que está claro.
Pero,
el problema no concluye ahí sino que continúa. Y lo hace con las medidas
impuesta por la Troika para solventar presuntamente el problema de la deuda
griega. Las medidas se pretenden reducir a una palabra: austeridad. Pero es una
palabra equívoca porque la clave no es esa sino precarización.
Los
problemas se pueden analizar de dos maneras: o a través de ceñirnos
estrictamente al mismo o buscando una
explicación más amplia.
Si
empleamos la primera acción y nos ceñimos estrictamente a lo concreto y
limitamos nuestro análisis nos resulta que la Troika es una incompetente. En
primer lugar, se ha equivocado permanentemente en sus predicciones. En segundo
lugar, sus recetas, que Grecia y toda Europa han seguido hasta que
recientemente el Banco Central Europeo rectificó, han resultado un fracaso
absoluto. Tercero, todos sabemos que la deuda griega es inasumible. Visto así,
en el campo estrictamente de la ortodoxia económica, la Troika tenía que ser
despedida por inútil.
Pero,
resulta extraño pensar que un organismo tan importante como el Banco Central
Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea sean tan
inútiles. No resulta por tanto pensar esto, todo se puede achacar a la
incompetencia, una solución aceptable. Efectivamente, si todos sabemos que las
medidas impuestas por la Troika han sido inútiles resultaría absurdo que si el
objetivo último era que Grecia pagara su deuda y entrara en la prosperidad las
medidas no hayan sido cambiadas hace tiempo. Es decir, ¿por qué entonces se
mantiene el discurso de la Troika?
El
análisis demasiado concreto no nos parece haber ayudado demasiado. Pero la
apariencia una vez más engaña porque siguiéndolo hemos concluido una
interesante pregunta: ¿por qué mantener durante años una propuesta que todos
sabíamos que era inútil? Es decir, hemos perfilado nuestra pregunta y la hemos
concretado: ya no es ¿qué está ocurriendo en Grecia? sino ¿por qué se mantiene
una propuesta fracasada y sin futuro por parte de la UE?
Lo
inútil lo es en referencia a algo pues no existe como término absoluto: nada es
inútil para todo. Pero además, si algo se mantiene por parte de gente preparada
debe ser para algo. Y tal vez el error del análisis es que estamos juzgando erróneamente
el objetivo de la Troika. Efectivamente, este objetivo no es salvar Grecia sino
otro distinto. Y quizás, presentando otro objetivo todo acabe encajando.
¿Cuál
podría ser ese nuevo objetivo? Hemos hablado repetidas veces en este lugar de
lo que denominamos como proceso
de precarización. Llamamos así a un hecho que está ocurriendo
fundamentalmente en los países europeos, pero que se va a extender a otros países
desarrollados, y que consiste en que por fin la oligarquía es capaz de bajar
las condiciones de vida de forma general para la población porque el consumo
puede sustituirse por los nuevos consumidores que traen los países emergentes.
Hasta ahora el nuevo capitalismo necesitaba una Europa próspera para establecer
ciertas condiciones de consumo a través de la renta media de sus habitantes,
pero este hecho puede ser sustituido ahora por una minoría de las poblaciones
emergentes que, aún siendo minoría, resulta más numerosas que todos los
habitantes de la Unión Europea juntos. Y ahora este proceso permite
inmediatamente rebajar las condiciones económicas y sociales de la población
europea y aumentar el beneficio de la oligarquía.
Como
ya hemos hablado
varias veces aquí de este proceso no vamos a repetirlo sino que lo que
vamos a ver es si realmente esta hipótesis podría explicar perfectamente el
problema que ha surgido con Grecia. Y lo queremos ver en un doble sentido: por
un lado, hablando en términos económicos; por otro, analizándolo en sentido
político.
Hablando
en términos económicos, ya hemos visto cómo las recetas de la Troika han
resultado inútiles para generar una situación estable y por lo tanto una base
para la prosperidad en Grecia –y tampoco en Europa-. Sin embargo, estas
recetas, que se han extendido a lo largo de toda Europa, lo que sí han
permitido es acentuar ese proceso de precarización con pérdida del poder
económico por parte de la mayoría de la población unido a la pérdida de
derechos sociales y políticos. Por lo tanto, económicamente las medidas
adoptadas por la troika son inútiles si pretendemos salvar a Grecia o mejorar
la condición de vida de los ciudadanos europeos pero son extraordinariamente
útiles cuando lo que se pretende es extender un proceso ya iniciado de
precarización que favorece a la oligarquía europea. Y se mantienen.
Hablando
en términos políticos el problema es similar. La llegada de Syriza al poder ha
resultado un auténtico fiasco para la tranquilidad política que esperaba a la
Unión Europea en la ejecución de este proceso de precarización pues hasta
entonces ningún gobierno se había ni tan siquiera atrevido a defenderse de él.
El mejor ejemplo de la servidumbre de los gobiernos lo tenemos curiosamente muy
cerca y no hay que irse a la península Helénica para verlo sino quedarnos en la
Ibérica. Efectivamente, Zapatero cambia radicalmente su política social al
recibir la famosa carta –en realidad manual de instrucciones- del Banco Central
Europeo donde indican exactamente los pasos a seguir en la nueva política para
cumplir el proceso de precarización. Y estos pasos, Rajoy acabara de culminarlos
incumpliendo para ello claramente su programa electoral. Así las cosas, la
calma política era total hasta que el pequeño gobierno griego cae en manos de
lo que la prensa califica como radicales, traducimos a socialdemócratas de toda
la vida, y que conlleva por primera vez una respuesta frente a la pretensión de
la Unión Europea de gobernar los distintos países de acuerdo al proceso de
precarización. Y como el emperador darío, cuenta la leyenda, llevaba a un
esclavo que le recordaba permanentemente la existencia de Atenas como
territorio hostil, la Troika decidió dar un escarmiento.
Efectivamente,
toda negociación de Unión Europea con el gobierno de Atenas ha estado marcada
por un inmovilismo absoluto en las condiciones europeas aun sabiendo que eran
claramente imposibles de cumplir. En realidad esto ha sido así porque la troika
no estaba negociando realmente con Grecia sino que estaba dando una lección de
ejemplaridad al resto de la población europea señalándoles que cualquier salida
de tono por mínima que fuera, es decir: aplicar políticas socialdemócratas, iba
a ser imposibilitado desde los organismos superiores y que por tanto en
aquellos países donde iba a haber elecciones próximamente, y entre ellos se
cuenta España, iba a dar igual el resultado de las mismas pues la Unión Europea
ya definido la política económica a seguir.
Así,
lo que ha pretendido la Troika en toda negociación con Grecia es inutilizar las
urnas y el voto de los ciudadanos como un elemento de desarrollo de políticas
sociales o económicas. Es decir, lo que la Troika ha demostrado en la
negociación es que no quiere la democracia como modelo político sino que
pretende generar una oligarquía que defina la política económica y esta
meramente sea cumplida por los ciudadanos eliminando los procesos democráticos
y gobernando desde instituciones que carecen de cualquier proceso electivo. Es,
en definitiva, la defensa y desarrollo del proceso de precarización –
económico, social y político- sobre los intereses de los ciudadanos europeos.
Pero,
Grecia y su nuevo gobierno empezaban a molestar. ¿Y cuál ha sido la gota que ha
colmado el vaso para esa misma troika autosatisfecha en el desarrollo del
proceso de precarización? Esta gota ha sido el anuncio por parte de Tsiripas de
un referéndum para votar sobre la propuesta, no de acuerdo sino de rendición,
presentada por la Troika para Grecia. Lo que ha indignado a la oligarquía
Europea es que los griegos se atrevan a votar aquello que la propia oligarquía
ha decidido hace tiempo que se debe hacer. Lo que ha indignado a la oligarquía
es en el fondo que sigue existiendo la democracia.
Cuando
uno está en guerra no debe mirar a sus aliados con lupa esperando que todo lo
que produzcan sea sumo bien y decisiones absolutamente correctas.
Puede
ser que nos parezcan erróneas las condiciones en que se ha presentado el referéndum
en Grecia y que existan varias cosas que nos pueden no gustar del Gobierno de Syriza,
pero no hay una sola cosa que nos guste del proceso de precarización.
Podemos
dudar de la estrategia del gobierno griego, pero estamos convencidos de que la
Troika no es un apoyo para la democracia.
Podemos
creer que Grecia se ha equivocado en las negociaciones, pero sabemos con
certeza que la Troika lo único que pretende es desarrollar un proceso que empobrece
económica social y políticamente a todos los habitantes de Europa.
En
el siglo V antes de Cristo, Grecia paró al Imperio Persa y con ello inició un
proceso que culminó en la Ilustración y en las ideas de la democracia. Hoy
Grecia sola no puede parar el proceso de precarización que se está imponiendo
desde la oligarquía Europea a los habitantes de nuestro continente. Por ello,
es necesaria la creación de una izquierda auténticamente europea que, lejos de
lo paleto y nacionalista, comprenda que nuestro territorio político, social y económico
es, y como mínimo, el continente europeo y que por tanto nuestra lucha social y
política es toda Europa. Este proyecto europeo de izquierdas no es una utopía
sino una necesidad si lo que queremos es mantener aquello que se inició en el
siglo V antes de Cristo y que, con todos sus fallos, ha llevado al mayor
progreso de la humanidad.
No se trata de revivir
las danzas tribales, se trata de desarrollar la libertad.