La socialdemocracia, cada día más meliflua, parece tener un nuevo héroe en el presidente Zapatero y una nueva visión, bastante celebrada, en política exterior: la Alianza de Civilizaciones. Esta alianza, propuesta por el mismo Zapatero, seria la relación establecida entre las presuntas civilizaciones existentes sobre la base del diálogo, la buena voluntad, la cooperación y, esto es clave, la ayuda mutua -pues no sólo es diálogo sino, y sobre todo, una alianza-. Además, sería la, presunta también, idea contraria a la célebre guerra de las civilizaciones de Huntington. Así, con esta propuesta, Zapatero parecería desmarcarse de la idea típicamente “americana” (léase en lenguaje izquierdista: imperialista) y acometer una estrategia europea (traducción izquierdista: progresista, dialogante y de talante). Es decir, aparentemente lo contrario.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. La propuesta de Huntington y la de Zapatero son, ambas, el mismo intento de mantener el status quo imperante en las relaciones internacionales: la injusticia plena. Lo que interesa a ambos, y su campo de acción, no es tanto la consecución de un orden justo, o al menos más justo, sino el mantenimiento del status quo que los nuevos movimientos terroristas quieren cambiar (por cierto, y sin lugar a dudas a peor). Es decir, de nuevo la socialdemocracia se define como mantener el sistema por otro medio.
En primer lugar para entender esto es fundamental dar contenido significativo a la palabra civilización tal y como se emplea en la tesis de Zapatero. Esto es importante porque el significado de las palabras en muchas ocasiones revela la teoría que se halla detrás. ¿Qué quiere decir Zapatero con civilización? Pues su traducción correcta sería sistema social imperante. Efectivamente, Zapatero ha identificado sistema vigente con civilización, cosa que le permite el diccionario. Pero, en política las palabras dicen más que el propio diccionario. Al identificar civilización a sistema social vigente Zapatero niega toda la carga crítica posible. Ya no se habla desde un punto de vista valorativo, donde civilización sería lo contrario de barbarie y haría referencia a una cultura y sociedad libre y justa, sino sencillamente, y falsamente, descriptivo: civilización es lo que hay. Así, la civilización viene determinada por el status quo existente es decir, por la situación actualmente existente en las diversas sociedades. No se juzga este status ni nada se dice sobre él sino que en su petición de diálogo se instituye como dado y, de acuerdo a la falacia naturalista, lo que es pasa a ser lo que debe ser. Así, la situación de extrema injusticia presente en todas las sociedades queda consagrada en el proceso de las civilizaciones como características no cuestionables de esas mismas civilizaciones. Y civilización ya no define un ideal sino el sistema social vigente.
En segundo lugar, y como complemento relativista a lo anterior, al desaparecer el elemento valorativo se elimina de la realidad cualquier hecho político basado en la justicia. Los sistemas sociales no son juzgados sino que se procede con ellos en clave de igualdad. No se trata sólo, no crea el lector, que estamos pensado que el sistema occidental sea moralmente superior a, por ejemplo, las sociedades islámicas, que no solo lo estamos pensando sino que lo defendemos, sino que se elimina a su vez el elemento valorativo dentro de una sociedad porque todo es civilización. La civilización pierde su carácter progresivo y se convierte en tradición. Es, y en esto está de acuerdo con Huntington, la idea del final de la historia. Todas las civilizaciones son iguales y se juzgan por ellas mismas.
Así, tercero, surge la idea de civilización como el conjunto de las ideas dominantes y la tradición. Esta idea que en ciertos estudios sociales puede ser útil de mantener, por ejemplo la antropología, cuando se emplea en política presenta el serio problema de la legitimación pues las ideas dominantes serán aquellas sobre las que se establezca la alianza. En el fondo, no hay un intento de alianza, apoyo mutuo, con los sectores de acuerdo a su ideología, si defienden o no la libertad, por ejemplo, sino a su dominio. Pues de alianza se trata lo que se pretende es pactar con los gobernantes, ya sean sátrapas ya presuntos herederos de Mahoma o su cuñado, en igualdad de condiciones que con las democracias lo cual lleva a sorpresa viniendo de quien viene: el quijote socialdemócrata. Se trata, en realidad de la revisitación de la política llevada a cabo durante la guerra fría: se pacta y punto, sin importar nada más.
La tesis de Zapatero y Hutington buscan lo mismo, la pervivencia del denominado orden internacional, pero de distinto modo: la primera con la diplomacia, la segunda con la acción militar. Aunque el auténtico drama no es ya solo este de la nueva Alianza, que como la antigua y Santa no es sino el mantenimiento de la situación internacional, sino cómo paulatinamente, y merced a aceptar un relativismo moral que nunca ha estado en ella, la izquierda va quedando sin discurso. Y su último parto, una Alianza de las Civilizaciones cuya clave radica precisamente en ese relativismo cínico que sólo esconde la aceptación del capitalismo como verdad universal, no es más que otro ejemplo.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. La propuesta de Huntington y la de Zapatero son, ambas, el mismo intento de mantener el status quo imperante en las relaciones internacionales: la injusticia plena. Lo que interesa a ambos, y su campo de acción, no es tanto la consecución de un orden justo, o al menos más justo, sino el mantenimiento del status quo que los nuevos movimientos terroristas quieren cambiar (por cierto, y sin lugar a dudas a peor). Es decir, de nuevo la socialdemocracia se define como mantener el sistema por otro medio.
En primer lugar para entender esto es fundamental dar contenido significativo a la palabra civilización tal y como se emplea en la tesis de Zapatero. Esto es importante porque el significado de las palabras en muchas ocasiones revela la teoría que se halla detrás. ¿Qué quiere decir Zapatero con civilización? Pues su traducción correcta sería sistema social imperante. Efectivamente, Zapatero ha identificado sistema vigente con civilización, cosa que le permite el diccionario. Pero, en política las palabras dicen más que el propio diccionario. Al identificar civilización a sistema social vigente Zapatero niega toda la carga crítica posible. Ya no se habla desde un punto de vista valorativo, donde civilización sería lo contrario de barbarie y haría referencia a una cultura y sociedad libre y justa, sino sencillamente, y falsamente, descriptivo: civilización es lo que hay. Así, la civilización viene determinada por el status quo existente es decir, por la situación actualmente existente en las diversas sociedades. No se juzga este status ni nada se dice sobre él sino que en su petición de diálogo se instituye como dado y, de acuerdo a la falacia naturalista, lo que es pasa a ser lo que debe ser. Así, la situación de extrema injusticia presente en todas las sociedades queda consagrada en el proceso de las civilizaciones como características no cuestionables de esas mismas civilizaciones. Y civilización ya no define un ideal sino el sistema social vigente.
En segundo lugar, y como complemento relativista a lo anterior, al desaparecer el elemento valorativo se elimina de la realidad cualquier hecho político basado en la justicia. Los sistemas sociales no son juzgados sino que se procede con ellos en clave de igualdad. No se trata sólo, no crea el lector, que estamos pensado que el sistema occidental sea moralmente superior a, por ejemplo, las sociedades islámicas, que no solo lo estamos pensando sino que lo defendemos, sino que se elimina a su vez el elemento valorativo dentro de una sociedad porque todo es civilización. La civilización pierde su carácter progresivo y se convierte en tradición. Es, y en esto está de acuerdo con Huntington, la idea del final de la historia. Todas las civilizaciones son iguales y se juzgan por ellas mismas.
Así, tercero, surge la idea de civilización como el conjunto de las ideas dominantes y la tradición. Esta idea que en ciertos estudios sociales puede ser útil de mantener, por ejemplo la antropología, cuando se emplea en política presenta el serio problema de la legitimación pues las ideas dominantes serán aquellas sobre las que se establezca la alianza. En el fondo, no hay un intento de alianza, apoyo mutuo, con los sectores de acuerdo a su ideología, si defienden o no la libertad, por ejemplo, sino a su dominio. Pues de alianza se trata lo que se pretende es pactar con los gobernantes, ya sean sátrapas ya presuntos herederos de Mahoma o su cuñado, en igualdad de condiciones que con las democracias lo cual lleva a sorpresa viniendo de quien viene: el quijote socialdemócrata. Se trata, en realidad de la revisitación de la política llevada a cabo durante la guerra fría: se pacta y punto, sin importar nada más.
La tesis de Zapatero y Hutington buscan lo mismo, la pervivencia del denominado orden internacional, pero de distinto modo: la primera con la diplomacia, la segunda con la acción militar. Aunque el auténtico drama no es ya solo este de la nueva Alianza, que como la antigua y Santa no es sino el mantenimiento de la situación internacional, sino cómo paulatinamente, y merced a aceptar un relativismo moral que nunca ha estado en ella, la izquierda va quedando sin discurso. Y su último parto, una Alianza de las Civilizaciones cuya clave radica precisamente en ese relativismo cínico que sólo esconde la aceptación del capitalismo como verdad universal, no es más que otro ejemplo.
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