Aunque tarde por motivos técnicos, y disculpándome por ello, contesto.
LA NOTA
El enfado de D. Ricardo, desmesurado a nuestro parecer, no puede sin embargo dejarnos indiferentes. Y no puede porque tiene razón en una cosa: hemos caído en un error. Efectivamente, si estamos en contra de lo que estamos no deberíamos haber caído en la contradicción de haber puesto que en unos momentos en que ser progresista, miren lo que pasa en España, es estar con los verdugos. Y claro, D. Ricardo ha montado en cólera. Y con derecho porque no debemos hacer afirmaciones sin explicarlas y, por tanto, sin dar la oportunidad a los afectados de defenderse racionalmente.
Así que debemos pedir disculpas. Y las pedimos.
EL ARTÍCULO
Una vez que D. Ricardo cogió el toro por los cuernos, de forma equivocada como pretendemos demostrar, se abrió la caja de los truenos. Y surgieron una serie de respuestas que, debido a estar muy ocupados, no pudimos atender como correspondería a un buen anfitrión. Sin embargo ahora queremos contestar, en líneas generales, a ellas. Y para ello, nos parece conveniente recoger la misma respuesta que nos dio D. Ricardo a nuestras preguntas. Porque, creemos, resume muy bien un estado de opinión que podríamos calificar de hegemónico en la autodenominada izquierda.
En primer lugar, nos interesa analizar la utilización del lenguaje, incluso su filosofía. Empezaré con un ejemplo. Durante la invasión de Irak varias páginas web, incluida la de D. Ricardo y la mía (El Piquete Digital), presentamos a Aznar como asesino o, mínimo, cómplice de asesinato. De hecho, hablo de memoria, hubo creo un juicio sobre una página web por ello y a muchos nos pareció absurdo pues considerábamos que el lenguaje en política tenía un registro diferente a el lenguaje legal. Es decir, admitíamos la idea, correcta, de que el lenguaje no era una isomorfía, a cada palabra un único significado, sino algo más rico. Sin embargo, D. Ricardo ya no lo cree así -aunque luego lo volverá a creer cuando hablemos del Sr. Llamazares-, pues él mismo, sin preguntar, decide que estar significa que yo [en cuanto progresista] ayudo a los asesinos a cometer sus asesinatos, que yo proporciono escondites a los etarras, que les busco armamento y material, porque eso –y no otra cosa- es estar con los verdugos.
Es decir, D. Ricardo decide lo que significan las palabras. Y lo decide literalmente. ¿Siempre? Pues no. Porque ante las declaraciones del señor Llamazares sobre que es medieval negar la política y sustituirla por la moral, D. Ricardo sí admite, curiosamente, la polisemia. Y así, al final y de forma mágica, el líder de IU quiso decir, cito textualmente: es que es antidemocrático que ciertas asociaciones de víctimas y el PP pretendan imponer una forma de pensar que es minoritaria a la mayoría. O sea, todo un ejercicio, permítanme la pedantería, de hermenéutica. Y de doble vara de medir. Porque el criterio sobre la utilización del lenguaje no es el mismo según el interés. Se produce así una perversión del lenguaje y este significa unas cosas según quién las diga. El lenguaje pierde así, y la opiniones con él, el componente objetivo y se transforma en instrumento de manipulación consciente o inconsciente. Hay un lenguaje siempre interpretable y otro literal. Viejo truco de la religión. Pero, y es grave, ahora copiado por la autodenominada izquierda.
En segundo lugar, aparece otro elemento fundamental: la pérdida del contenido político. Efectivamente, si ustedes revisan las respuestas a mi artículo o la de D. Ricardo verán que todas ellas se basan en dos principios formales: la legalidad y la legitimidad. Pero, curiosamente, nadie parece dispuesto en decir cuál es su opinión concreta sobre el tema. Así, la gente se preocupa de recordarme, como si no lo supiera, que es legítimo gobernar con la derecha (es decir: el PNV), acercarse a los terroristas (esa frase de Zapatero sobre Otegi) o no votar una propuesta que señala que tiene que haber vencedores y vencidos. Pero nadie señala, o casi nadie y desde luego D. Ricardo, como síntoma, no, si eso les parece bien o mal. Y eso, interesante para huir de la anécdota, ha ocurrido igual con ese miserable estatuto catalán cuyo debate era sólo si era constitucional o no. Así, los autodenominados progresistas han eliminado la justicia y la moral, Llamazares dixit (e incluso Pixie), y el análisis racional. Todo es ya pura gestión legalista. Y lo que no es así, reducido al pael legal, es reducido a la caridad cristiana y el viejo ser buenos: la solidaridad sustituye a la justicia. Y la idea clave de todo es un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes. Ñoñería.
Y , en tercer lugar, y cuando ya se ha llegado a ese relativismo ñoño, surge la idea de quien no es así, en el fondo quien no es un totalitario que manipula el lenguaje y sigue al jefe, es un dogmático. Y claro que uno lo es en esos términos pues ser dogmático, para ellos, es tener ideas propias y considerar que se tienen con razón: ser ilustrado. Pero al tiempo, ellos son capaces de señalar buenos y malos sin dogmatismo. Y haber, en la vieja terminología gramsciana, hegemoneizado a la sociedad. Así, la hegemonía de la ideología progre, lejos de la liberación que aún latía en Gramsci, pretende acallar las voces discordantes.
¿Qué hemos hecho con la política? ¿Cuándo desapareció la filosofía y la moral de ella? Anclados en sus marcas los distintos grupos autoindentificativos parece que la gente que opina se encuentra encantada de haberse conocido. Y de haber renunciado a ser libres. ¿Somos libres nosotros? Desde luego sería ridículo pretender que sí a priori. Pero al menos lo intentamos.
Y UN AVISO
Al fin y al cabo debían volver. Porque nunca se fueron del todo. Así que les hemos fichado después de su exitosa carrera en El Piquete Digital: Liberty Valance y Helios Guevara Castro. Fieles exponentes de somos de derechas y somos de izquierda. Todo sea por el éxito.
LA NOTA
El enfado de D. Ricardo, desmesurado a nuestro parecer, no puede sin embargo dejarnos indiferentes. Y no puede porque tiene razón en una cosa: hemos caído en un error. Efectivamente, si estamos en contra de lo que estamos no deberíamos haber caído en la contradicción de haber puesto que en unos momentos en que ser progresista, miren lo que pasa en España, es estar con los verdugos. Y claro, D. Ricardo ha montado en cólera. Y con derecho porque no debemos hacer afirmaciones sin explicarlas y, por tanto, sin dar la oportunidad a los afectados de defenderse racionalmente.
Así que debemos pedir disculpas. Y las pedimos.
EL ARTÍCULO
Una vez que D. Ricardo cogió el toro por los cuernos, de forma equivocada como pretendemos demostrar, se abrió la caja de los truenos. Y surgieron una serie de respuestas que, debido a estar muy ocupados, no pudimos atender como correspondería a un buen anfitrión. Sin embargo ahora queremos contestar, en líneas generales, a ellas. Y para ello, nos parece conveniente recoger la misma respuesta que nos dio D. Ricardo a nuestras preguntas. Porque, creemos, resume muy bien un estado de opinión que podríamos calificar de hegemónico en la autodenominada izquierda.
En primer lugar, nos interesa analizar la utilización del lenguaje, incluso su filosofía. Empezaré con un ejemplo. Durante la invasión de Irak varias páginas web, incluida la de D. Ricardo y la mía (El Piquete Digital), presentamos a Aznar como asesino o, mínimo, cómplice de asesinato. De hecho, hablo de memoria, hubo creo un juicio sobre una página web por ello y a muchos nos pareció absurdo pues considerábamos que el lenguaje en política tenía un registro diferente a el lenguaje legal. Es decir, admitíamos la idea, correcta, de que el lenguaje no era una isomorfía, a cada palabra un único significado, sino algo más rico. Sin embargo, D. Ricardo ya no lo cree así -aunque luego lo volverá a creer cuando hablemos del Sr. Llamazares-, pues él mismo, sin preguntar, decide que estar significa que yo [en cuanto progresista] ayudo a los asesinos a cometer sus asesinatos, que yo proporciono escondites a los etarras, que les busco armamento y material, porque eso –y no otra cosa- es estar con los verdugos.
Es decir, D. Ricardo decide lo que significan las palabras. Y lo decide literalmente. ¿Siempre? Pues no. Porque ante las declaraciones del señor Llamazares sobre que es medieval negar la política y sustituirla por la moral, D. Ricardo sí admite, curiosamente, la polisemia. Y así, al final y de forma mágica, el líder de IU quiso decir, cito textualmente: es que es antidemocrático que ciertas asociaciones de víctimas y el PP pretendan imponer una forma de pensar que es minoritaria a la mayoría. O sea, todo un ejercicio, permítanme la pedantería, de hermenéutica. Y de doble vara de medir. Porque el criterio sobre la utilización del lenguaje no es el mismo según el interés. Se produce así una perversión del lenguaje y este significa unas cosas según quién las diga. El lenguaje pierde así, y la opiniones con él, el componente objetivo y se transforma en instrumento de manipulación consciente o inconsciente. Hay un lenguaje siempre interpretable y otro literal. Viejo truco de la religión. Pero, y es grave, ahora copiado por la autodenominada izquierda.
En segundo lugar, aparece otro elemento fundamental: la pérdida del contenido político. Efectivamente, si ustedes revisan las respuestas a mi artículo o la de D. Ricardo verán que todas ellas se basan en dos principios formales: la legalidad y la legitimidad. Pero, curiosamente, nadie parece dispuesto en decir cuál es su opinión concreta sobre el tema. Así, la gente se preocupa de recordarme, como si no lo supiera, que es legítimo gobernar con la derecha (es decir: el PNV), acercarse a los terroristas (esa frase de Zapatero sobre Otegi) o no votar una propuesta que señala que tiene que haber vencedores y vencidos. Pero nadie señala, o casi nadie y desde luego D. Ricardo, como síntoma, no, si eso les parece bien o mal. Y eso, interesante para huir de la anécdota, ha ocurrido igual con ese miserable estatuto catalán cuyo debate era sólo si era constitucional o no. Así, los autodenominados progresistas han eliminado la justicia y la moral, Llamazares dixit (e incluso Pixie), y el análisis racional. Todo es ya pura gestión legalista. Y lo que no es así, reducido al pael legal, es reducido a la caridad cristiana y el viejo ser buenos: la solidaridad sustituye a la justicia. Y la idea clave de todo es un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes. Ñoñería.
Y , en tercer lugar, y cuando ya se ha llegado a ese relativismo ñoño, surge la idea de quien no es así, en el fondo quien no es un totalitario que manipula el lenguaje y sigue al jefe, es un dogmático. Y claro que uno lo es en esos términos pues ser dogmático, para ellos, es tener ideas propias y considerar que se tienen con razón: ser ilustrado. Pero al tiempo, ellos son capaces de señalar buenos y malos sin dogmatismo. Y haber, en la vieja terminología gramsciana, hegemoneizado a la sociedad. Así, la hegemonía de la ideología progre, lejos de la liberación que aún latía en Gramsci, pretende acallar las voces discordantes.
¿Qué hemos hecho con la política? ¿Cuándo desapareció la filosofía y la moral de ella? Anclados en sus marcas los distintos grupos autoindentificativos parece que la gente que opina se encuentra encantada de haberse conocido. Y de haber renunciado a ser libres. ¿Somos libres nosotros? Desde luego sería ridículo pretender que sí a priori. Pero al menos lo intentamos.
Y UN AVISO
Al fin y al cabo debían volver. Porque nunca se fueron del todo. Así que les hemos fichado después de su exitosa carrera en El Piquete Digital: Liberty Valance y Helios Guevara Castro. Fieles exponentes de somos de derechas y somos de izquierda. Todo sea por el éxito.
3 comentarios:
Don EP:
Me he cambiado de casa, como habrá leído usted. A ver cuándo viene a cenar, que ahora tengo mucho más sitio, y me sé ciertas recetas nuevas entre las que se encuentran las ratas churruscaditas y el pollo al lambrusco.
Pero al grano: lo de la casa viene a cuento, porque estoy sin conexión a Internet. Así que no podré responderle con la celeridad que requiere el caso. Me llevo su artículo impreso a casa, monto el ordenador, que lo tengo son montar, todavía, paseo al perro, cuelgo unos cuadros, paseo al perro, preparo la cena, intento escribir un poco, trabajo, paseo al perro, cuelgo más cuadros, paseo al perro, preparo la cena, intento escribir un poco más, veo House, trabajo, paseo al perro, cuelgo más cuadros, y así sucesivamente hasta que consiga escribir algo publicable. Yo creo que para el fin de semana, podré publicar una respuesta.
Pero ya le adelanto que no tiene usted razón.
Me permito, como autodenominado progresista, contestarle de forma muy escueta.
Por supuesto, a los tres puntos.
Primero: lo que hiciera o dejara de hacer el señor Ricardo cuando Aznar y las Azores es indiferente. El hecho es que usted "demonizaba" toda una línea de pensamiento (el progresista) al afirmar que hoy en día iba de la mano de los verrdugos. Yo no llamé asesino a Aznar. Simpolemente voté la opción que no incluía en paquete de sus sucesor a dedo. Me movilicé. Me manifesté. Grité. Pedí paz. pero en ningún momento llamé asesino a nadie.
Así que su primera no me contenta.
Segundo, todo lo que dice que hace el progresismo lo ha hecho el centro, la derecha como quiera llamartlo. No se trata de un intento de "y tú más", sino de un hecho que demuestra que esto no es patrimonio progresista, sino nacional. No he visto a Rajoy hablar una sola vez de l interior del Estatuto. Sólo de que rompe España,que es malo malo y que impone muchas cosas. Pero no dice qué. Nunca entra al debate. Y estoy hablando de Rajoy, uno de los que más concretan en el PP. Es decir: de circunloquios en la forma y la "legalidad" pero nada de fondo o "legitimidad" tienen todos un máster.
Y por supuesto, el PSOE y el Gobierno también. Y a mi juicio, muy lamentable.
Tercero, más de lo mismo. Recuerdo a cierto miserable. recuerdo a cierto ladrador de rencor por las esquinas. Recuerdo otras consideraciones sobre manifestantes. O sea, que Aznar es progresista. Con un par.
Simplemente basta decir "lo lamento, me equivoqué". No es tan difícil. Le reconozco que me sentí ofendido con su texto, la verdad. Aunque por supueso no dejo de leerle por ello. Pero de verdad, por un aprecio extraño que siento por la gente que lea: no me insulte. No me meta en ningún saco. No lo haga, por el respeto que le tengo.
Disculparse es sencillo. Basta con que se ponga en mi lugar y entienda qué puedo sentir ante sus palabras.
Miren, yo sólo soy un artista invitado que se dejó liar por el Sr. Royo y terminó por romper una lanza.
Como el Royo no termina de mudarse ni aunque pase frío en la calle le dejo al Sr. Mesa la perorata que escribí al respecto. Sin duda, no tan brillante como su limpia escritura.
Pues eso, tenga:
http://nochesconfusas.blogspot.com/2006/03/intercedo.html
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