¿Cuál ha sido la razón por la cual Zapatero (y seguro que Simancas) en una demostración de democracia interna haya(n) elegido a Miguel Sebastián? ¿Por qué alguien desconocido para el gran público y que, tan presuntamente como que ETA no robó las armas, no tiene ninguna posibilidad ante Gallardón?
Veamos primero, el pasado reciente. El mejor candidato posible era Bono aunque hoy Zapatero ya decía que él (¿se escribirá con mayúsculas?) pensó siempre en Miguel Sebastián. Pero Bono, el mejor candidato posible, dijo no. ¿Por qué? Porque detrás de todo había una clara maniobra. Queramos o no Bono todavía representa a un importante sector del PSOE, los barones autonómicos, que había que eliminar. Ya se ha hecho con Rodríguez Ibarra, autoexiliado, y como no se puede con Chaves pues había que hacerlo con Bono. ¿De qué modo? presentándole, a su pesar, para perder. Pero ahí Bono estuvo listo y después de dejarse querer dio la negativa. ¿Finalidad? Paradójicamente demostrar que aún está dispuesto a luchar y no piensa retirarse. Guiño, en otras palabras, a sus seguidores: a mí Zapatero no me dice lo que debo hacer. O de otro modo: ojo, aquí estoy.
Ante esto, Zapatero, que de tonto no tiene nada aunque parezca lo contrario (y lo parece) y que sin duda es el paradigma del político posmoderno (lo cual, por cierto, es repugnante moralmente aunque ya podrían aprender de él Zaplana y Acebes por ejemplo, tan repugnantes moralmente pero bastante más torpes) decidió dar un golpe de autoridad. Porque lo que hizo Bono era hacer dudar, por primera vez en mucho tiempo, que Zapatero pudiera conseguir en el PSOE lo que quisiera. ¿Y cómo dar dicha muestra de poder por parte de ZP? De una doble manera. Por un lado, presentando a alguien que no se correspondiera con la ideología clásica del PSOE sino que fuera pública, incluso polémica, su diferencia. Así, ya se remarcaba la cualidad básica de lo prescindible que podía llegar a ser a partir de ahora la fidelidad demostrada a los ideales clásicos del PSOE (por cierto nada de clásico sino ideales del “felipismo”). De otro, presentado a un candidato sin posibilidad de victoria. Porque los Jefes, así con mayúsculas en cuanto a que su liderazgo escapa a las condiciones normales, donde mejor se demuestran como tales es en sus decisiones absurdas y abocadas al fracaso. Es decir: en política el Jefe se demuestra como tal al ser capaz de mandar algo sin sentido y que esto se cumpla. Es esa la máxima de su poder y Zapatero, como buen jefe, la ha cumplido. Sebastián perderá, seguramente, pero Zapatero ha demostrado ante el partido que él decide.
Porque, ¿ganará Miguel Sebastián las elecciones municipales? No creo. Bueno, ni yo ni nadie. Entonces, ¿para qué presentarle? Pues sencillamente para que ZP pueda por un lado comenzar a descabezar a la vieja guardia y, con ello, demostrar quién manda - como por cierto ya lo hizo Aznar cuando en plan monarquía visigoda seleccionó a su candidato-; y, por otro, desideologizar, aún más, al partido.
En fin, partidos políticos y representación popular. Y que nadie lea en esto, pues tal vez yo me he explicado mal, un ataque a la democracia y a la necesidad de los partidos. Sino, precisamente, lo contrario. A pesar de esos mismos partidos, sus dirigentes y tantas veces, tantas, sus militantes.
Veamos primero, el pasado reciente. El mejor candidato posible era Bono aunque hoy Zapatero ya decía que él (¿se escribirá con mayúsculas?) pensó siempre en Miguel Sebastián. Pero Bono, el mejor candidato posible, dijo no. ¿Por qué? Porque detrás de todo había una clara maniobra. Queramos o no Bono todavía representa a un importante sector del PSOE, los barones autonómicos, que había que eliminar. Ya se ha hecho con Rodríguez Ibarra, autoexiliado, y como no se puede con Chaves pues había que hacerlo con Bono. ¿De qué modo? presentándole, a su pesar, para perder. Pero ahí Bono estuvo listo y después de dejarse querer dio la negativa. ¿Finalidad? Paradójicamente demostrar que aún está dispuesto a luchar y no piensa retirarse. Guiño, en otras palabras, a sus seguidores: a mí Zapatero no me dice lo que debo hacer. O de otro modo: ojo, aquí estoy.
Ante esto, Zapatero, que de tonto no tiene nada aunque parezca lo contrario (y lo parece) y que sin duda es el paradigma del político posmoderno (lo cual, por cierto, es repugnante moralmente aunque ya podrían aprender de él Zaplana y Acebes por ejemplo, tan repugnantes moralmente pero bastante más torpes) decidió dar un golpe de autoridad. Porque lo que hizo Bono era hacer dudar, por primera vez en mucho tiempo, que Zapatero pudiera conseguir en el PSOE lo que quisiera. ¿Y cómo dar dicha muestra de poder por parte de ZP? De una doble manera. Por un lado, presentando a alguien que no se correspondiera con la ideología clásica del PSOE sino que fuera pública, incluso polémica, su diferencia. Así, ya se remarcaba la cualidad básica de lo prescindible que podía llegar a ser a partir de ahora la fidelidad demostrada a los ideales clásicos del PSOE (por cierto nada de clásico sino ideales del “felipismo”). De otro, presentado a un candidato sin posibilidad de victoria. Porque los Jefes, así con mayúsculas en cuanto a que su liderazgo escapa a las condiciones normales, donde mejor se demuestran como tales es en sus decisiones absurdas y abocadas al fracaso. Es decir: en política el Jefe se demuestra como tal al ser capaz de mandar algo sin sentido y que esto se cumpla. Es esa la máxima de su poder y Zapatero, como buen jefe, la ha cumplido. Sebastián perderá, seguramente, pero Zapatero ha demostrado ante el partido que él decide.
Porque, ¿ganará Miguel Sebastián las elecciones municipales? No creo. Bueno, ni yo ni nadie. Entonces, ¿para qué presentarle? Pues sencillamente para que ZP pueda por un lado comenzar a descabezar a la vieja guardia y, con ello, demostrar quién manda - como por cierto ya lo hizo Aznar cuando en plan monarquía visigoda seleccionó a su candidato-; y, por otro, desideologizar, aún más, al partido.
En fin, partidos políticos y representación popular. Y que nadie lea en esto, pues tal vez yo me he explicado mal, un ataque a la democracia y a la necesidad de los partidos. Sino, precisamente, lo contrario. A pesar de esos mismos partidos, sus dirigentes y tantas veces, tantas, sus militantes.
5 comentarios:
Oiga, ¿y los votantes?.
Los votantes tardan en caerse del guindo. Pero un día van y se caen.
No, si no me refiero a eso, don Berlin. Yo lo que le pregunto a don EP, quizás con demasiadas porcas explicaciones es el lugar que tienen los votantes y la propia sociedad en el fracaso del sistema de partidos de que habla al final de su artículo. Que sí, que los partidos se han convertidos en instrumentos de poder, que más parecen empresas de márketing político que movimientos ciudadanos (aunque no todos en la misma medida), pero ¿quén es el responsable de haberse replegado y haber dejado el manejo del poder en manos de una minoría profesionalizada?.
Don EP, discrepo en su analisis de lo que hizo Bono, bono antes de presentarse conservABA influencias, si se hubiera presentado y hubiera ganado a Gallardon, lo hubiese conservado, pero se acojono, le entro el canguelo y, al mismo tiempo, jodia a Zapatero. Pero hoy por hoy, Bono ya no es nadie en el PSOE, no va a ser ni diputado, como mucho senador(es posible que ni eso) o diputado europeo.
La jugarreta a Zapatero le va a salir muy cara, si no, tiempo al tiempo
estos son todos idiotas profe anda q perder el tiempo en leer eso pa acer comentarios
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