Se habrá leído en los periódicos. Un tribunal, por llamarlo de alguna manera, de Guantánamo, donde los presos no tienen derechos y no rige ni la democracia ni la cavilación ha sido condenado, tras torturas, a siete años de cárcel. ¿Son los autodenominados juicios de Guantánamo admisibles en democracia? Respuesta tajante y sencilla: no. De hecho, un gobierno, que no un país, que los permite no es demócrata. Guantánamo no es más que un campo de internamiento ilegal, inmoral y antidemocrático característico de un gobierno dictatorial. Cercano a Cuba no sólo geográfica sino políticamente. Pero, cabe como siempre la pregunta, ¿por qué Guantámano es inmoral y antidemocrático?
En primer lugar en democracia hay una diferencia entre estado y gobierno. El estado es la estructura política, administrativa y judicial que se instituye como guardián y garantía de la libertad. Sin embargo, el gobierno es sólo el administrador, durante un periodo legislativo, de dicha garantía. Cuando el gobierno Bush ha decidido convertirse en estado, es decir en dador y negador de derechos fundamentales y eso explica el hecho de alejar el campo de internamiento de Guantánamo de los propios EEUU, ha roto la primera regla de la democracia. Y ha decidido convertirse en estado al instaurar un régimen penal excepcional para ciertos individuos alejado del régimen penal colectivo. Así, los secuestrados en Guantánamo carecen de derechos porque el gobierno ya no es tal, pues entonces no podría negar los derechos fundamentales de los secuestrados al estar estos por encima de él, sino estado. Y cuando el gobierno y el estado se confunden hay dictadura.
En segundo lugar, porque una clave de la democracia es la desconfianza del ciudadano. La democracia pretende, frente a otras formas de gobierno, ser racional y la racionalidad es cuestionarse. Por eso en democracia hay una desconfianza institucionalizada hacia el poder. Y esta desconfianza se da en un doble sentido: por un lado, la división de poderes que pretende que, por no fiarnos de ellos, ningún poder sea absoluto sino que unos se recorten unos con otros.; por otro, los derechos ciudadanos, que implican precisamente que hay hechos principios absolutos ajenos a la intervención de esos mismos poderes y el principal son los derechos individuales y no el derecho de los poderes. Así, la democracia necesita, para ser tal, que el poder esté permanentemente puesto en entredicho. El demócrata no deja su confianza ciega en el poder y por eso exige las elecciones en cuatro años. Guantánamo no es, sino, la negación de esa misma desconfianza, es decir, la negación de la democracia. En Guantánamo el gobierno americano ha decidido pedir a sus ciudadanos una confianza ciega para hacer y deshacer a su antojo, en pro de la autodenominada por el mismo gobierno seguridad nacional, la libertad. Y para defender la libertad la suprime al tiempo que clama contra quien se opone tildándolo de desleal y antiamericano. Al fin y al cabo, el gobierno Bush, volviendo al primer punto, busca generarse como estado: garantía, y por lo tanto dador o negador, especialmente claro lo segundo, de libertad. Y quien no esté de acuerdo es antiamericano y desleal. Pero así, el gobierno americano solo demuestra su totalitarismo. Demasiada bandera en la solapa resulta sospechosa cuando esa bandera o defiende aquello que siempre significó, sino la dictadura. Frete a ello, la obligación de un ciudadano demócrata es desconfiar de todo: llevar adelante, en definitiva, su pensamiento crítico.
Pero, hay una tercera cuestión. La democracia exige conocimiento. Nada hay tan antidemocrático como la existencia de los autodenominados secretos oficiales. Resulta indudable que estos existen, y de hecho son una garantía democrática su existencia conocida, pero al tiempo que debe haber una ley muy precisa sobre ellos. Y, especialmente, debe quedar claro que nunca un dirigente debe basarse en secretos para actuar de una forma determinada al tiempo que pide comprensión por no poder explicar su acción amparándose en un conocimiento que los demás ignoran. Se trata, otra vez, de pedir confianza ciega porque usted no sabe lo que yo sé. Por eso, es antidemocrático Guantánamo: en él todo es secreto y por lo tanto incognoscible lo que ocurre dentro y, así, no criticable pues la crítica sería rápidamente disuelta con el famoso estribillo de la ignorancia del asunto que se critica. Una democracia no puede permitirse el lujo de ser secreta so pena de dejar de ser democracia pues el desconocimiento implicaría la necesidad de la confianza ciega en el gobierno.
¿Es Guantánamo democrático? Por supuesto que no: es ejercicio de un gobierno dictatorial. Pero no lo es sólo por ilegal, que también, sino fundamentalmente porque su propia existencia es la negación de los principios mismos de la democracia. Guantánamo es el primer caso, hagan cuenta de lo anterior y verán qué sorpresa se llevan al situarlo en otros países y dirigentes, de un nuevo orden, no tan nuevo, que se está intentado dar a la democracia: convertirla en un mero ejercicio de voto y al gobierno en un asunto de confianza en su dirigente principal. ¿Una nueva era de caudillismo? No, de marketing.
En primer lugar en democracia hay una diferencia entre estado y gobierno. El estado es la estructura política, administrativa y judicial que se instituye como guardián y garantía de la libertad. Sin embargo, el gobierno es sólo el administrador, durante un periodo legislativo, de dicha garantía. Cuando el gobierno Bush ha decidido convertirse en estado, es decir en dador y negador de derechos fundamentales y eso explica el hecho de alejar el campo de internamiento de Guantánamo de los propios EEUU, ha roto la primera regla de la democracia. Y ha decidido convertirse en estado al instaurar un régimen penal excepcional para ciertos individuos alejado del régimen penal colectivo. Así, los secuestrados en Guantánamo carecen de derechos porque el gobierno ya no es tal, pues entonces no podría negar los derechos fundamentales de los secuestrados al estar estos por encima de él, sino estado. Y cuando el gobierno y el estado se confunden hay dictadura.
En segundo lugar, porque una clave de la democracia es la desconfianza del ciudadano. La democracia pretende, frente a otras formas de gobierno, ser racional y la racionalidad es cuestionarse. Por eso en democracia hay una desconfianza institucionalizada hacia el poder. Y esta desconfianza se da en un doble sentido: por un lado, la división de poderes que pretende que, por no fiarnos de ellos, ningún poder sea absoluto sino que unos se recorten unos con otros.; por otro, los derechos ciudadanos, que implican precisamente que hay hechos principios absolutos ajenos a la intervención de esos mismos poderes y el principal son los derechos individuales y no el derecho de los poderes. Así, la democracia necesita, para ser tal, que el poder esté permanentemente puesto en entredicho. El demócrata no deja su confianza ciega en el poder y por eso exige las elecciones en cuatro años. Guantánamo no es, sino, la negación de esa misma desconfianza, es decir, la negación de la democracia. En Guantánamo el gobierno americano ha decidido pedir a sus ciudadanos una confianza ciega para hacer y deshacer a su antojo, en pro de la autodenominada por el mismo gobierno seguridad nacional, la libertad. Y para defender la libertad la suprime al tiempo que clama contra quien se opone tildándolo de desleal y antiamericano. Al fin y al cabo, el gobierno Bush, volviendo al primer punto, busca generarse como estado: garantía, y por lo tanto dador o negador, especialmente claro lo segundo, de libertad. Y quien no esté de acuerdo es antiamericano y desleal. Pero así, el gobierno americano solo demuestra su totalitarismo. Demasiada bandera en la solapa resulta sospechosa cuando esa bandera o defiende aquello que siempre significó, sino la dictadura. Frete a ello, la obligación de un ciudadano demócrata es desconfiar de todo: llevar adelante, en definitiva, su pensamiento crítico.
Pero, hay una tercera cuestión. La democracia exige conocimiento. Nada hay tan antidemocrático como la existencia de los autodenominados secretos oficiales. Resulta indudable que estos existen, y de hecho son una garantía democrática su existencia conocida, pero al tiempo que debe haber una ley muy precisa sobre ellos. Y, especialmente, debe quedar claro que nunca un dirigente debe basarse en secretos para actuar de una forma determinada al tiempo que pide comprensión por no poder explicar su acción amparándose en un conocimiento que los demás ignoran. Se trata, otra vez, de pedir confianza ciega porque usted no sabe lo que yo sé. Por eso, es antidemocrático Guantánamo: en él todo es secreto y por lo tanto incognoscible lo que ocurre dentro y, así, no criticable pues la crítica sería rápidamente disuelta con el famoso estribillo de la ignorancia del asunto que se critica. Una democracia no puede permitirse el lujo de ser secreta so pena de dejar de ser democracia pues el desconocimiento implicaría la necesidad de la confianza ciega en el gobierno.
¿Es Guantánamo democrático? Por supuesto que no: es ejercicio de un gobierno dictatorial. Pero no lo es sólo por ilegal, que también, sino fundamentalmente porque su propia existencia es la negación de los principios mismos de la democracia. Guantánamo es el primer caso, hagan cuenta de lo anterior y verán qué sorpresa se llevan al situarlo en otros países y dirigentes, de un nuevo orden, no tan nuevo, que se está intentado dar a la democracia: convertirla en un mero ejercicio de voto y al gobierno en un asunto de confianza en su dirigente principal. ¿Una nueva era de caudillismo? No, de marketing.
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