viernes, junio 29, 2007

ORGULLO DE LO HUMANO

Otra vez es el día del orgullo gay. Y ahora europeo. Por varias ciudades de España habrá desfiles, actos, fiestas y todas esas cosas con las que se suelen celebrar este tipo de actos. Sin embargo, el día del orgullo gay se distingue de otras fiestas en que tiene, o pretende, un tono reivindicativo: poner de manifiesto la marginación y limitación de los derechos de los homosexuales que se dan efectivamente con este colectivo. Además, la fiesta del orgullo gay tiene una repercusión mediática en la que se le presenta como la punta de esa vanguardia reivindicativa. Pero frente a esta visión aparentemente trasgresora este artículo pretende demostrar que, al contrario, la marginación de los homosexuales pervive en sus formas y maneras pues lo que se está haciendo con ellos es integrarlos como maricones (es decir: de acuerdo al prejuicio fijado por el rol social más conservador) y no como individuos. Y ello, lo cual es lo más lamentable, con la complicidad de una parte importante del mismo colectivo y de los presuntos y autodenominados progresistas de izquierdas.

La integración del diferente en las sociedades totalitarias sólo se realiza desde la eliminación de esa misma diferencia. Pero la eliminación de la diferencia, sin embargo, no es siempre realizada desde la imposición e imitación de los comportamientos considerados normales sino también desde la reproducción de los comportamientos que el prejuicio social considera como correctos. Es decir: que los negros se comporten como negros (como afroamericanos, según lo políticamente correcto, porque los americanos son los blancos), los judíos como judíos, los moros como moros y los maricones como tales. Así, los que se consigue, con vistas a la dominación, es un doble objetivo: por un lado, dominar a los individuos que conforman ese colectivo a costa de clasificarles de forma grupal para que su identidad individual, que es el auténtico desarrollo de su libertad, devenga arrollada por su pertenencia al grupo; y, dos, dominar al propio grupo donándole unas señas de identidad que, en realidad, no es sino la aceptación, podríamos decir que simpática, de los propios prejuicios sociales que les marcan como diferentes. Así, la sempiterna idea del respeto a la diferencia se convierte en una forma de dominación. Los individuos se clasifican previamente a su desarrollo, sólo por su pertenencia a ciertas culturas, en un sentido antropológico, o colectivos a los que aparentemente deben rendir culto y no emanciparse. Lo presentado aparentemente como progresista es así la clave del sistema de dominación de los individuos. Los prejuicios lo invaden todo y la gente –pues se les ha negado su individualidad al resultar forjada su identidad, como en el mejor fascismo, por su pertenencia a la cultura o grupo X- se comportan, si quieren ser correctos, como se espera de ellos.

Este sistema de dominación tiene, en España, un exponente muy interesante en la forma en la cual se está presentado a los homosexuales. Su mismo nombre gay, que significa alegre, jovial, ya marca la primera dominación. El homosexual, que no se debería distinguir más que en un gusto sexual privado por los individuos del mismo sexo, se convierte así en una forma ya de enfocar la vida en su totalidad. El gay, como señala su nombre y marca su imagen difundida ampliamente por los medios, debe ser divertido, extrovertido, gracioso, promiscuo (en esto resultaba paradigmática una serie como queer as folk.)... Es decir: su forma de ser individual, su personalidad, debe venir dominada por el rol, el papel social, que esa misma sociedad, que le desprecia y le hace ser frente a humano sólo gay, ha decidido. El gusto sexual, innato o no pues ese es otro tema, pasa a formar parte no de una faceta de la personalidad, lo que realmente es y no desde luego la más importante, sino que se convierte en su clave. Nadie espera, curiosamente, que todos los heterosexuales nos comportemos igual o de un modo claramente identificativo, incluso los hay aburridos de su propio yo y de los otros como uno mismo, pero sí esperamos ver rasgos comunes, y el prejuicio social, en el que se alían conservadores y progresistas, los describe, en los homosexuales. Así, el paradigma del homosexual liberado, que curiosamente se sitúa en el mundo periodístico de la basura televisiva dedicándose a tener un comportamiento digno de mamarracho, puede ser bien Boris Izaguirre. Éste, en su afán por cumplir su buen papel para la propia reacción social y la mirada aprobatoria de una progresía que hace mucho tiempo perdió el norte, no escatima todo el repertorio que cualquier persona de derechas de toda la vida podría situar en un maricón: gritos, saltitos, amaneramiento y presuntas trasgresiones. De esta forma el homosexual se acaba convirtiendo obligatoriamente en eso, homosexual/maricón, de acuerdo a la propia imagen que la sociedad se ha forjado de los mismos. Y con ello los individuos se ven obligados, so pena de ser marginados por no aceptar esa identidad que se les presupone como propia y que sin embargo ha sido impuesta, a comportarse tal y como a priori les ha descrito la sociedad. Así, por citar un ejemplo, la propia existencia de Chueca, el barrio de Madrid, resulta realmente no el lugar de libertad que canta la autosatisfecha y autoproclamada progresía sino precisamente el gueto: pues la existencia de un barrio homosexual implica a su vez que no hay libertad real en ningún otro sitio de esta, ni de ninguna, ciudad para que se amen fuera de él.

Los homosexuales, no todos afortunadamente, han aceptado el juego. Han admitido que su integración pasa por hacer aquello que precisamente les degrada como individuos. La gente espera verles en los programas de televisión como payasos cuyo único mérito es ser, para un público que nunca querría que sus hijos fueran así, maricones. De esta manera, la drag queen -un patético personaje con un interés artístico nulo, reivindicativo ridículo y cultural negativo- se convierte en la gran expresión de una falsa liberación: el maricón debe comportarse como tal.

La derecha respira tranquila: son ridículos.
La izquierda, tan real y tan plural, satisfecha: les dejamos ser maricones.
Y mientras tanto, los homosexuales, se lo digo yo que trabajo en un instituto, siguen escondiéndose para besarse, siguen ocultando que lo son. Menos si salen comportándose como cualquiera esperaría que lo hiciera un maricón o se comportan de acuerdo a la propia degradación de lo humano que la sociedad les marca como rol.
Y siguen así marginados: que nadie lo olvide.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Plas Plas Plas!

Un articulo genial don EP.

Un Oyente de Federico dijo...

Creo que es el mejor análisis que he leido sobre el tema.
Sin tópicos, sin concesiones a lo “politicamente correcto” y cargado de humanismo.

Digo “creo” porque hace tiempo leí un texto de Pier Paolo Pasolini que también me impresionó, pero no lo tengo a mano, mejor dicho no se donde lo tengo; y no puedo releerlo.

Su análisis “Orgullo de lo humano”, si a Ud no le importa, lo copio y me lo imprimo y lo guardo, para que no me pase como el de Pasolini.

Me alegro mucho por sus alumnos.

Justo dijo...

Pues yo, agradeciendo de entrada cualquier reflexión bien elaborada e intencionada como lo es esta, no comparto en absoluto su tesis, que me parece surge de un cierto desconocimiento del asunto. Yo también soy profesor y homosexual y te aseguro que las celebraciones del orgullo, la existencia de Chueca -cualquiera que conozca Chueca sabe que no es un gueto, es mucho más gueto el barrio heterosexual de Salamanca, por ejemplo-, etc son para casi todos nosotros un alivio y una gozada. No puede existir la normalidad a la que se aspira si no hay un proceso de reconocimiento e identificación previa y, por qué no, una cierta complacencia en la proclamación de la diferencia. De acuerdo en que desde los círculos heterosexuales se tiende a caricaturizarnos -nada comparado con lo que se hacía hace años- pero ahora mismo hay una gran diversidad de modelos y de actitudes en lo que podríamos llamar la comunidad gltb. Y otro lugar común: no pienso en absoluto que Boris Izaguirre sea un mamarracho, él ha sido un pionero en muchas cosas, y querido compañero, no olvides una cosa, la normalización no consiste en imitaros a vosotros, tenemos derecho a ser mariquitas o amanerados o como lo queráis llamar, y para sobrellevar eso con dignidad hace falta mucho más valor que para mantener comportamientos y actitudes estereotipadas. Yo, con permiso vuestro, siento orgullo, aparte de ser humano, de ser gay.

Anónimo dijo...

Muy buen artículo, señor Mesa ^

Anónimo dijo...

D. Justo, de verdad cree usted que Chueca no es un gueto? Yo, también homosexual, salgo mucho por Chueca, de hecho sólo salgo por este barrio, ¿por qué?, pues porque es el único sitio en donde no me miran mal por bailar con un chico, por besarme con un chico o por realizar cualquier otra conducta "no-hetero", cosas que si hiciera en otro sitio le aseguro que no saldría solo de la discoteca o del bar porque probablemente tendría problemas. Y usted me dirá: pero si sólo sales por chueca ¿cómo sabes que fuera de "el barrio" no puedes hacer esas cosas? pues lo sé porque las he hecho y he tenido q soportar miradas inquisidoras.
Total, que chueca es claramente un gueto, un gueto al que acudimos todos porque ciertamente es el unico sitio en donde podemos estar tranquilos y ser nosotros mismos o representar el rol social asignado (dependiendo de cada cual). Si existiera la libertad que se supone en chueca, el propio barrio de chueca no existiria pues no habría necesidad de él y podríamos ir a cualquier otro sitio sin que nadie se sorprendiese o sin que se nos señalase con el dedo.

Anónimo dijo...

Sr Mesa, me siento indignada por su artículo y coincido con Justo en que me parece que es fruto del desconocimiento profundo de la cuestión a la que ha lanzado a comentar.

Lo primero que me indigna es su insistencia en hablar del Orgullo Gay. Mira que participamos, organizamos exposiciones, marchamos todas tras una pancarta donde ponga bien grande “lesbianas orgullosas” e incluso encabezamos la manifestación y nos subimos al escenario a leer el manifiesto, pero veo que no sirve de nada, nadie nos ve, todo el mundo nos ignora o en el mejor de los casos nos incluye en ese conglomerado uniforme que resulta el término gay en el que lesbianas, bisexuales y transexuales acabamos metidas.

Da la sensación de que solo mira lo que quiere ver y no se ha molestado en mirar la realidad y tratar de entender en qué consiste el Orgullo, por qué salimos a la calle y por qué lo hacemos de la manera en que lo hacemos.

Si se molestara en mirar más allá se daría cuenta de la diversidad del colectivo lgtb, se daría cuenta de que ni los gays son todos como Boris Izaguirre, ni las lesbianas somos todas camioneras de camisa de cuadros, machorras y con pinta de querer exterminar a todo hombre heterosexual que se nos cruce (perdone que no le de un nombre propio como si que lo tengo en el caso de los gays, pero es que la invisibilidad alcanza incluso a las que a pesar de ser mujeres de éxito siguen en el más profundo de los armarios, temerosas de lo que les pudiera pasar a sus carreras de enterarse la opinión publica de este horrible pecado que es ser lesbianas. Ninguna se atreve a dar la cara a pesar de que existen, que lo sabemos, politicas, alcaldesas, cantantes, deportistas,….). Gays y lesbianas estamos en todos los ámbitos, somos abogados, ingenieras, médicos, juezas, albañiles y paradas. Estamos en todos los ámbitos sociales, todas las clases sociales y no representamos todos ni todas el mismo papel tipo Alfredo Landa en “No desearás al vecino del quinto”.

Me resulta muy indignante porque en el fondo critica la marcha del Orgullo, no le encuentra sentido porque supone que hemos claudicado ante algún ente superior heterosexual y le hemos hecho el juego a aquellos que nos quieren así, mariquitas y bolleras, manteniendo el mismo rol que durante años nos han obligado a llevar. Pero nuevamente vuelve a ver una realidad parcial. Cada uno de nosotros y nosotras tiene una forma de ser, ha tenido que construir su identidad partiendo de una identidad heterosexual impuesta desde pequeños y ha tenido que reconstruirse a si mismo prácticamente en solitario. Los hay más o menos dentro en el armario, mas visibles, menos visibles, con unos gustos o con otros, si en esta sociedad hay algún colectivo diverso es precisamente el colectivo lgtb, que ha crecido sin referentes, que se ha construido como ha querido o como ha podido y que no ha tenido ningún tipo de modelo ni nada parecido.

Sr Mesa, en treinta años las cosas han cambiado mucho. Hace treinta años a los hombres homosexuales se les encarcelaba por ser peligrosos sociales y a las mujeres terminaban bajo el control de la familia en instituciones psiquiatritas donde se intentaba “curar” su orientación sexual a base de descargas eléctricas. Treinta años después, nuestros derechos han sido reconocidos, al menos de manera formal, aun queda mucho y usted lo sabe que es profesor de un instituto, para que esos derechos sean accesibles para todos y todas y que además ningún adolescente se vea marcado en el colegio por ser el/la “diferente”.

Mientras sigamos siendo señalados con el dedo, mientras terminemos despedidos de nuestros trabajos o sigamos siendo agredidos en la calle por ir con nuestras parejas seguiremos saliendo a la calle a reivindicar el Orgullo, Lésbico, Gay, Bisexual y Transexual. Porque orgullo es lo que nos hace falta para contestar el resto de los
365 días del año a las miradas indiscretas y reprobatorias, los insultos, las discriminaciones y las agresiones.

En cuanto a si Chueca es un guetto o no lo es. En realidad Chueca es un espacio de libertad, nadie te mira tanto si vas de la mano de un chico o de una chica. Qué pasa si voy por la calle Goya de la mano de mi novia, que cada dos por tres me doy con la mirada de alguno con cara de asco que me está llamando “lesbiana depravada” con toda su violencia, de hecho, hubo quien no solo lo pensó, además me lo gritó presa de la histeria. Chueca no está solo habitado por gays o lesbianas, esta habitado por gente que cree en la libertad y en la convivencia y por eso tanta gente que en su casa no puede expresarse como quiere, termina saliendo por Chueca como un sitio donde nadie le cuestiona ni le juzga. Si hubiera que enseñar algún tipo de carnet para entrar en Chueca, entonces si podríamos decir que es un guetto, pero en realidad, lo que si que es un guetto es el resto de la ciudad.

María dijo...

Y es que parece especialmente fácil herir ciertas susceptibilidades aunque la ofensa, en este caso y personalmente, yo no la vea por ninguna parte, y de aquí que no entienda la expresión de indignación de Myriam.
Lo que creo sacar en claro del comentario de don Enrique Mesa es fundamentalmente la idea de que parte del colectivo homosexual se presenta como homosexual antes incluso que como persona, el orgullo gay antes que el orgullo humano, anteponiendo aquel rasgo (que a mi parecer debería ser secundario)a cualquier otro que podría funcionar mucho mejor como indicador de la personalidad e individualidad de cada uno, y no que parece que primero se es gay, y luego, Fulanito de Tal. No parece ya tanto una cuestión de reivindicación (el día del Orgullo Gay)como de celebración de una sexualidad que se exhibe como si fuera lo único o lo más relevante de la persona. No es que me parezca censurable el mostrar orgullo homosexual ni mucho menos, pero hacer una fiesta de ello le quita seriedad a ojos del mundo. La sexualidad, en mi humilde opinión, es para celebrarla y disfrutarla en privado. No verás a una persona heterosexual aireando su sexualidad a los cuatro vientos o aventurándola como carta de presentación (y eso que podría resultar conveniente si la comunidad gay siguiera revelándose cada vez más numerosa) ¿por qué debe hacerlo una homosexual? Si de verdad queremos igualdad, actuemos con igualdad.
No caigamos en generalizaciones fáciles que den pie a posibles ofensas. Don Enrique no hablaba, supongo, de la totalidad de la comunidad gay, sino de una minoría que, ya en medios de comunicación ya en la vida misma, hacen de su orientación sexual un espectáculo que denigra y caricaturiza al resto del colectivo. Y eso, amigos, no facilita el proceso contra la marginación y hacia la tolerancia que aparentemente se busca.

Anónimo dijo...

Hace poco, en mi ciudad, una pareja de chicos denunció el acoso al que fue sometida durante toda una jornada festiva por diversas personas, tanto hombres como mujeres, desde la mañana a la noche, simplemente por comportarse como una pareja y besarse, abrazarse o bailar. El artículo parte de prejuicios y no resulta convincente. Los barrios como Chueca, los desfiles del orgullo gay, las drag queen que tanto horrorizan al autor, son productos de la marginación y no tendrían sentido si ésta no existiera. El hecho de que haya homosexuales afeminados no debería escandalizar tanto al autor: evidentemente, no todos lo son, pero tampoco hay que estigmatizar al que lo sea. También hay un estereotipo heterosexual que todos conocemos del hombre promiscuo que tiene montones de amantes (así como lo hay de la mujer devoradora de hombres, incluso en su sentido más peyorativo de ninfómana o prostituta) y nadie se alarma por ello... Yo no soy homosexual y nunca he participado en una manifestación del orgullo, pero me parece bien que las haya como forma de visibilizar al colectivo y mientras los propios homosexuales decidan celebrarlas. En fin, que el artículo es engañoso y decepcionante (incluso se permite veladas críticas a la corrección política sin saber lo que significa o confundiendo interesadamente su significado); de lo que no puede acusarse al autor (y seguro que esto le gratifica) es de parecer progresista.