Pues que en la Universidad Autónoma de Madrid quieren que la gente fiche. Como en cualquier empresa. Pero, hay un problema: son funcionarios. Y la cosa cambia porque el lema es yo no he sacado una oposición para esto. En realidad, la he sacado para nada. Y CCOO, en carta enviada al gerente con registro del 18 de julio -no es paradoja de día-, se niega a ello y pide, cuando menos, un complemento de puntualidad. Imagino que como principio de negociación. Luego, otro por trabajar. Y más tarde otro por aparecer por allí los días impares, que siempre tiene más mérito. Son funcionarios.
Conocí una vez a un hombre que se levantaba cada día a las seis de la mañana para ir a trabajar. Cuando llegaba al trabajo, contaba, no había nadie. Luego, cuando se iba, cumpliendo su horario, tampoco: era el último, era el primero. Viejo dicho evangélico realizado: el buen Dios debería estar contento. Nunca nadie se lo agradeció, nunca le sirvió de nada. Era solo un administrativo. Creo que de grupo C. Era funcionario.
Conozco a la mejor profesora posible de Filosofía. Los alumnos se emocionan en sus clases y siempre quiere ser tutora. Cada trimestre se queda dos tardes para recibir a aquellos padres que no pueden venir por la mañana pues no trabajan de funcionarios y no pueden mostrar tanto interés como exige el profesor funcionario: les echarían del trabajo. En cada instituto en que ha estado la junta directiva le ha puesto pegas para quedarse esas tardes: lo solucionó con los conserjes. Este año su tutoría la invitó a cenar y los padres le dieron las gracias. Nadie más se las ha dado nunca. Ni le han dicho: un buen trabajo. Y nada de todo eso que ha hecho le ha servido en el concurso de traslado para ganar puntos. Tal vez, debería haber hecho un curso en algún Centro de Formación del Profesorado. Entonces sí le hubieran dado puntos. Quizás uno sobre motivación.
A la profesora de Economía de mi instituto, este año la felicitó el inspector por sus resultados en selectividad. La profesora de filosofía es interina, no tiene plaza fija, y curiosamente es la única jefe de departamento que es, a su vez, tutora. Creo, ahora que lo pienso, que es la única jefe de departamento interina. La felicitación de inspección no le sirve en el baremo de la oposición. He buscado, pero no hay donde colocarlo. Debería haber dado un año más de clase. O tener un año más asistiendo a un instituto, entrando y saliendo a ciertas horas, para lograr los puntos. Y tendría seguro su plaza.
Cuando llegó al centro en 2006 supo que el anterior profesor de Filosofía daba dieciséis horas lectivas porque según la ley podía sólo dar quince: era jefe de departamento. De esta forma se quedaba libre un curso de ética de 4º que daba, según le contaron al nuevo, alguien de francés. Sin embargo él dio el primer año dieciocho horas porque decidió que la ética de la ESO era fundamental. Y al año siguiente dio veinte horas porque decidió, otra vez, dar la psicología de 2º de bachillerato. Antes la elegían, es una optativa, seis alumnos; el año pasado, cuando la dio él, la eligieron treinta. Este año la junta directiva se la quiere quitar. No ha ganado más dinero ni ha logrado más puntos. Sólo ha trabajado más. Tal vez, debió elegir algún cargo: jefe de actividades extraescolares quizás. O ser solo jefe de departamento y dar quince horas.
En mi instituto durante el presente curso un amplío número de tutores han sido interinos: son profesores de paso, que deben adaptarse al centro y a los alumnos, sin esperanzas de quedarse y a los que sin embargo se les da el puesto fundamental. De hecho, este año, los dos tutores de 2º de bachillerato han sido interinos que, además, tenían media jornada. Sin embargo, nadie dudó en nombrarles tutores del último curso de la enseñanza secundaria. Y de un curso tan difícil. Lo hicieron muy bien y se preocuparon mucho. Pero ser tutores no les ha servido para las oposiciones. Tampoco esta vez. No sacan plaza para ser funcionarios de carrera.
Años después el individuo que se levantaba a las seis de la mañana se jubiló sin pena ni gloria. Luego, murió de un ataque al corazón mientras se duchaba y al caer se hizo una brecha en la cabeza. Todo así de sencillo. Le enterraron en un lugar donde en invierno hace frío y en verano un calor abrasador porque da el sol casi todo el día. Pero al tiempo es un lugar oscuro. Y nunca nadie le dio justicia ni en la tierra ni, tampoco, en el cielo.
Conocí una vez a un hombre que se levantaba cada día a las seis de la mañana para ir a trabajar. Cuando llegaba al trabajo, contaba, no había nadie. Luego, cuando se iba, cumpliendo su horario, tampoco: era el último, era el primero. Viejo dicho evangélico realizado: el buen Dios debería estar contento. Nunca nadie se lo agradeció, nunca le sirvió de nada. Era solo un administrativo. Creo que de grupo C. Era funcionario.
Conozco a la mejor profesora posible de Filosofía. Los alumnos se emocionan en sus clases y siempre quiere ser tutora. Cada trimestre se queda dos tardes para recibir a aquellos padres que no pueden venir por la mañana pues no trabajan de funcionarios y no pueden mostrar tanto interés como exige el profesor funcionario: les echarían del trabajo. En cada instituto en que ha estado la junta directiva le ha puesto pegas para quedarse esas tardes: lo solucionó con los conserjes. Este año su tutoría la invitó a cenar y los padres le dieron las gracias. Nadie más se las ha dado nunca. Ni le han dicho: un buen trabajo. Y nada de todo eso que ha hecho le ha servido en el concurso de traslado para ganar puntos. Tal vez, debería haber hecho un curso en algún Centro de Formación del Profesorado. Entonces sí le hubieran dado puntos. Quizás uno sobre motivación.
A la profesora de Economía de mi instituto, este año la felicitó el inspector por sus resultados en selectividad. La profesora de filosofía es interina, no tiene plaza fija, y curiosamente es la única jefe de departamento que es, a su vez, tutora. Creo, ahora que lo pienso, que es la única jefe de departamento interina. La felicitación de inspección no le sirve en el baremo de la oposición. He buscado, pero no hay donde colocarlo. Debería haber dado un año más de clase. O tener un año más asistiendo a un instituto, entrando y saliendo a ciertas horas, para lograr los puntos. Y tendría seguro su plaza.
Cuando llegó al centro en 2006 supo que el anterior profesor de Filosofía daba dieciséis horas lectivas porque según la ley podía sólo dar quince: era jefe de departamento. De esta forma se quedaba libre un curso de ética de 4º que daba, según le contaron al nuevo, alguien de francés. Sin embargo él dio el primer año dieciocho horas porque decidió que la ética de la ESO era fundamental. Y al año siguiente dio veinte horas porque decidió, otra vez, dar la psicología de 2º de bachillerato. Antes la elegían, es una optativa, seis alumnos; el año pasado, cuando la dio él, la eligieron treinta. Este año la junta directiva se la quiere quitar. No ha ganado más dinero ni ha logrado más puntos. Sólo ha trabajado más. Tal vez, debió elegir algún cargo: jefe de actividades extraescolares quizás. O ser solo jefe de departamento y dar quince horas.
En mi instituto durante el presente curso un amplío número de tutores han sido interinos: son profesores de paso, que deben adaptarse al centro y a los alumnos, sin esperanzas de quedarse y a los que sin embargo se les da el puesto fundamental. De hecho, este año, los dos tutores de 2º de bachillerato han sido interinos que, además, tenían media jornada. Sin embargo, nadie dudó en nombrarles tutores del último curso de la enseñanza secundaria. Y de un curso tan difícil. Lo hicieron muy bien y se preocuparon mucho. Pero ser tutores no les ha servido para las oposiciones. Tampoco esta vez. No sacan plaza para ser funcionarios de carrera.
Años después el individuo que se levantaba a las seis de la mañana se jubiló sin pena ni gloria. Luego, murió de un ataque al corazón mientras se duchaba y al caer se hizo una brecha en la cabeza. Todo así de sencillo. Le enterraron en un lugar donde en invierno hace frío y en verano un calor abrasador porque da el sol casi todo el día. Pero al tiempo es un lugar oscuro. Y nunca nadie le dio justicia ni en la tierra ni, tampoco, en el cielo.
7 comentarios:
Pero, ¿de qué va esto? Esta loa al trabajo no remunerado me parece el colmo. ¿No iba usted de defensor de la clase trabajadora? ¿A qué viene hacerle el juego a los neocons y a los esquiroles? ¿Qué es eso de dar más horas de las que tocan en vez de pedir otro interino? Hombre...
Valeriana G.
Durante el tiempo que nuestra hija estuvo yendo al conservatorio musical de mi barrio (C/Baleares), se hicieron unas obras de reforma en las aulas.
De tal forma que algunas no se podían utilizar y en otras se tenían que hacer turnos.
Una profesora que daba clases de solfeo días alternos, tuvo temporalmente que dar clases diariamente.
Molesta con sus incomodidades personales que estas obras le producían, en charla con mi mujer, la dijo “Usted no sabe lo que es tener que venir a trabajar todos los días”.
Mi mujer –que lleva trabajando desde los 14 años y sólo ha parado hace unos meses que la han despedido– me dijo que no supo contestarla. Dice que tuvo la sensación de quedarse corta, le dijera lo que le dijera.
Espero que sus alumnos sepan valorar lo extraordinario de disponer de un maestro como Ud. Sr. Mesa.
Y si no son conscientes ahora de lo que tienen, seguro que en algún momento de su vida lo serán y lo valorarán.
Hombre, no voy a hacer un comentario tan emocionante como don Oyente, que parece su padre, pero si que voy a decirle algo positivo:
Si van los tiros pora la senda del cambio profundo en el mundo del funcionariado (posibilidad de despido para los casos de absentismo laboral e ineficiencia manifiesta, mayor control de la administración sobre sus propios empleados, etc...) estoy con usted.
Debería defenderse de la crítica de Doña Valeriana porque es cierto que le ha quedado el post un poquito cojo en ese sentido. Que divaga usted tanto que a veces pierde claridad en el mensaje que pretende lanzar.
Aníbal
Sr. Mesa,
no me queda otra que agradecerle su artículo. Parece ser que viene siendo necesario explicar la labor del funcionario, en este caso la de los profesores (esos vagos, que no son más que unos vagos). Si bien es cierto que hay muchos que se alimentan de la sopa boba, no lo es menos que hay muchos otros que se dejan la piel, eso sí, porque quieren.
Dado que el sistema de oposiciones es una forma un tanto extraña de seleccionar profes, no queda otro remedio que asimilar el proceso y, con el tiempo, desentrañar el misterio. Y mientras tanto trabajar como interino para ir aprendiendo el oficio. Si vienen tutorías y alguna jefatura de estudios (sin cobrar, que para eso somos interinos, como le ha pasado a una compañera de inglés y amiga) pues bienvenidas sean, entre otras cosas porque o aceptamos o nos cagamos -con perdón- en el sistema educativo, o ambas cosas a la vez.
Insisto en el agradecimiento, por lo que me toca, y sin su permiso lo citaré en otros foros.
Salud.
Hombre, un artículo acertado, don EP. Lo celebro. Aunque un poco dramático.
A veces, los sindicatos olvidan que el centro del servicio público es precisamente el público y no el funcionario.
Por otra parte, he de informarle que en el Ayuntamiento de Rivas los funcionarios fichan desde siempre, y que yo sepa, no ha habido mayores problemas.
Yo diría que usted le hace justicia de muchos modos.
La funcionaria
Don Anibal, entre los tick franquistas que no tengo ningún interés en quitarme, esta el considerar al maestro, como la persona que continua la responsabilidad de padre durante el tiempo que el hijo está en la escuela.
En mi trabajo, al minuto en punto en que termina mi jornada a mi se me cae el lápiz de los dedos, pero en mi función de “padrear” (como dirían los que hablan el esperanto) no se me puede caer el lápiz, mientras la tarea no esté terminada o las funciones transferidas.
Y en la función de “maestrear” cási que tampoco.
Un amigo muy allegado, lleva bastantes años haciendo de director de un colegio público en un concello importante de Galicia. Y ocurrió que el autobús que recoge a los escolares diariamente se estropeó, por lo que durante unas semanas los alumnos tuvieron que ir por sus propios medios a la escuela.
Un alumno, perteneciente a un grupo énico-cultural históricamente perseguido en España, dejo de asistir a clase, pese a que sus padres dedicados a la venta ambulante, disponían de varios vehículos.
Pues ahí tiene a mi amigo, todo un director de colegio, pero sobretodo maestro, yendo todos los días a recoger al jicho con su coche, para que este no faltara a clase.
No existe ninguna ley, ni ningún estatuto, ni convenio colectivo, ni norma, ni sobresueldo, ni gratificación, más que la moral, que obligue a mi amigo a hacer esto, pero el lo hace.
¿Es lo que Valeriana G. denomina “esquirol”?
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