martes, octubre 28, 2008

EL RETRATO DEL ABUELO Y LA MEMORIA

La aristocracia pueblerina venida a menos y la pequeña burguesía de provincias suele colgar en el salón el retrato del abuelo. A veces, de su bisabuelo si la depauperación fue ya hace tiempo. Una vez perdida la capacidad de intervención efectiva sobre la sociedad, es esta una forma de consuelo ante una realidad que ya no contesta y a la que tampoco se critica. Y así, cuando se reúnen en ocasiones familiares acabarán siempre hablando de los heroicos actos de aquel antepasado mientras, afuera, la noche cae envolviendo todo en tinieblas.

La reciente moda de la memoria histórica ha dado un paso adelante en su significación emotivo-mítica -es decir: totalitaria- con el auto del juez Garzón. Fuera de los aspectos literalmente ridículos de dicho escrito, a cuyo paroxismo se llega al pedir el certificado de defunción de Franco y sus secuaces, lo interesante del mismo, y donde se delata el carácter totalitario, es, sin embargo, otras cosas en las que coincide plenamente con todo el proceso de la memoria histórica tan querido por la autoproclamada izquierda.

En primer lugar, provoca cuando menos sorpresa que en el proceso de la memoria histórica la finalidad no sea sacar a la luz pública el debate desde un análisis reflexivo sobre la guerra civil o recuperar para sus familiares y para la civilización, pues así es realmente, unos cadáveres, sino imponer desde estructuras estatales una cierta interpretación, por lo demás sesgada, de la historia. Efectivamente, el estado toma una potestad que en democracia no puede asumir como es la de la interpretación histórica y su imposición. No se trata de que un estado en democracia sea neutral, pues debe defender los valores constitucionales, sino de que no puede señalar la interpretación correcta de un hecho histórico pues ello sería ir contra la libertad de conciencia de sus ciudadanos. Un estado podrá legislar, para lo que le hubiera bastado un decreto concediendo ayubas para la exhumación y ordenando la retirada de símbolos, pero no marcar por ley modelos explicatorios de la historia. Pero, incluso, aquí la memoria histórica es manipuladora pues se trata de evitar la complejidad histórica del problema, que ahí sí se deja a los historiadores porque nadie los lee, y generar un modelo de explicación emotivo donde debe quedar claro quienes fueron los buenos, sin fisuras, y quienes los malos. Y como consecuencia se ordena quitar los nombres del sector que defendía los intereses de la oligarquía nacional -pues eso eran realmente los nacionales- pero se podrán mantener las estatuas y los centros denominados con cualquier nombre del bando republicano aun cuando dichos individuos tuvieran como ídolo y guía a Stalin.

La memoria histórica como contenido político tiene ese, sucio e inmoral, matiz sentimental de la pura identificación. De esta forma la amalgama de elementos políticos que lucharon contra los representantes de la oligarquía nacional, pues una mirada a la verdad histórica nos permitiría ver que no todos en el mismo bando lucharon por la misma República, se transforman en bloque en luchadores por la libertad. Da igual saber con certeza que ni anarquistas, comunistas o un importante sector de los socialistas tenían interés alguno por la libertad pues la función mítica del ritual nunca ha sido la verdad sino la identificación de la masa con los designios de la élite curandera. Y, así, y a imitación de lo realizado por la Iglesia Católica con sus mártires, auténtica maestra en cuestiones de manipulación, se busca la identificación plena de los propios cadáveres con la idea que esa oligarquía política con autoproclamación progresista necesita para su propia permanencia como tal élite. Efectivamente, para la susodicha institución religiosa todos son mártires al morir por causa de la fe y de esta forma, fuera cual fuera la verdadera causa de su muerte, todos consiguen un mismo rango independiente a su propia vida real –bondadosa o miserable-, que les hace a todos ser partícipes de la palma y acceder a la canonización en masa al tiempo que refuerzan la estructura de dominación: los justos con la gentuza cumpliendose así el puro totalitarismo de la indiferencia. Pues así en la memoria histórica ocurre igual. Todos sabemos que los asesinatos en uno y otro bando fueron provocados por causas diversas -políticas, de robo de tierras, por rencillas personales e incluso por puros errores- sin embargo, para la desmemoria historica todo se junta en esa rimbombante frase de luchadores por la democracia, frase que por cierto a más de uno de los que murieron le sonaría, y tal vez con razón y eso le honraría aún más si se puede, a ideología burguesa.

Pero, y tampoco desdeñable, es la idea, ya en el súmmum de ese proceso identitario, de la unilateralidad del crimen contra la humanidad que Garzón lleva a cabo en su auto: sólo es crimen contra la humanidad la represión de un bando. Efectivamente, no dudamos que la represión franquista fuera un crimen contra la humanidad pero lo interesante del auto es, tal vez fruto de un lapsus por la mala conciencia, la propia referencia al tema Paracuellos, por cierto no único ejemplo de la represión en el bando republicano. El juez señala el caso Paracuellos como un ejemplo de represión republicana para, a continuación, desligarse de él por haber sido ya juzgado. La idea legal parece brillante pero tiene un fallo de base: si el estado franquista era ilegítimo e ilegal, como lo era, resulta difícil que pudiera juzgar legítima y legalmente caso alguno. Con lo cual las víctimas de la represión republicana están esperando a su vez su propia memoria histórica. ¿Por qué no la tienen? Porque la tan cacareada memoria histórica no pretente tal, sino sólo rendir homenaje a la elucubración imaginaria que una oligarquía política ha decidido sobre un acontecimiento histórico. Unos poseen la esencia humana, y por eso hay crimen, y otros asesinados son el enemigo que carecía, en absoluto, de humanidad: están mejor represaliados. Y en eso se identifica el proceso de la memoria histórica con el Valle de los Caídos, caídos solo de un lado, siendo una vez más el dictador Franco el sucio precursor, pues no podía ser precursor de nada limpio, en el modelo. Es el mafioso uno de los nuestros llevado al extremo: solo lo nuestros fueron humanos. Negación de la vida individual, de la complejidad del problema, de la propia racionalidad. Y exaltación de lo mítico.

¿Qué es la memoria histórica? La memoria histórica es la sucia identificación emotiva que una oligarquía política y una autoproclamada izquierda ya sin discurso quieren hacer con un pasado que, en realidad, nunca existió. Se trata de generar una cómoda identificación con los nuestros, en realidad siempre los suyos ahora que ya han muerto, para, como en el caso del retrato del abuelito en las casa burguesas, olvidar la vacuidad de un pensamiento absolutamente desfasado con respecto al avance de lo real. Y así, mientras se ondea ñoñamente la bandera republicana o se lleva en la solapa, como diciendo públicamente lo subversivo, y con ello lo ridículo, que se es, se exhibe la identificación como último recurso de dicha subversión. Derrotado el pensamiento que busca la aristas, sólo quedan las emociones de peluche. Y la República se ha convertido en el gran peluche de la autoproclamada izquierda a la que en la noche, ya casi eterna, se abraza para olvidar lo que hay ahí fuera.

Puede que sea hermoso tener ideales.
Resulta necesario tener razonamientos.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Y sabiendo y estando de acuerdo en casi todo lo que ha escrito.

¿Cómo estamos mejor, con Garzón y memoria histórica o sin Garzón ni memoria?

Anónimo dijo...

Joder EP, es usted un freak con todos mis respetos.

Anónimo dijo...

impresionante, esclarecedor, impresionante

Anónimo dijo...

Ahora me entero yo de que Azaña tenía como ídolo a Stalin. Gran aportación intelectual, sin duda.

Aníbal

Anónimo dijo...

Vale, aunque habría mucho que matizar; pero y entonces ¿qué?

Y otra cosa, por supuesto usted identifica en bloque a la por usted denominada "autoproclamda izquierda" y no ofrece espacio posible para otras. Usted piensa en uno y no en múltiple. Esa es su bondad razonable, es decir, razonadora. Y yo digo, ¿sí? Permítame dudar de que usted entre en la racionalidad y consiga salir del mito. Claro, pero su mito mola más que el de los demás. No faltaba más. Cuando deje espacio para la pluralidad, empezaré a pensar que sus escritos cobran valor. Valor de razón. Pues valor ahora ya tiene, aunque me da a mí que no el que usted supone o gustaría.

Para acabar un reconocimiento. Empieza a notarse un esfuerzo por un decir positivo. Pero seguimos lejos aún de alcanzar su límite de entrada. Repito. Vale; pero y entonces ¿qué?

El Sanfe.

Un Oyente de Federico dijo...

Tiene Ud toda la razon, pero no es divertido.
Su innegable razonamiento, no conduce a nada.
Desde el 68 todo tiene que ser divertido.

Prefiero, como Garzón, dudar que Franco haya muerto.
A lo mejor está criogenizado como Walt Disney, clonado como Hitler, o escondido como Elvis y Morrison.

Imagínese Ud, una boda en Las Vegas disfrazado de Franco, con su sable y su capa (sin caballo por no abusar).
Joer, estoy por casarme otra vez.

Lucas dijo...

D. El Sanfe, no creo que el escrito refleje unanimidad de izquierdas, ni mucho menos, simplemente es una, desde mi punto de vista, muy buena crítica de, para D.Mesa, es la autoproclamada izquierda.
(...) "frase que por cierto a más de uno de los que murieron le sonaría, y tal vez con razón y eso le honraría aún más si se puede, a ideología burguesa." (...)

Si da lugar a otro tipo de izquierda, existente quizá, pero no de memoria histórica.

Anónimo dijo...

D. Lucas, no descarto ser yo el que no le entiende, aunque creo sinceramente que es usted el que no entendió mis palabras.

Incluso, insisto puede ser incomprensión o falta mía, creo sinceramente que sus palabras adolecen de cierta cohesión lingüística, es más, hasta coherencia lingüística.

D. Lucas, una apreciación, no se esfuerce en dar cierta cara por el Sr. Mesa. Él entiende más de lo que siempre deja ver y cuando lo estima necesario sabe responder con habilidad. El no hacerlo por su parte es ya significativo, es decir, comunicativamente significa su silencio. Sus respuestas, como en persona en verdad inteligente, están activas en otros posteriores textos suyos.

El Sanfe.

P.D.: antes de que se me enfade nadie, los terminos coherencia y cohesión son términos técnicos lingüísticos. En esa acepción y uso son empleados. Y no en otros.

Lucas dijo...

D. El Sanfe, de ningún modo voy a enfadarme, una vez leido mi propio escrito reconozco cierta falta de claridad en él, gracias por la crítica.
Me explico: Hasta donde llega mi capacidad, que no es para nada tan brillante como la de muchos de los invitados de D.Mesa, yo entiendo de este trozo de su post, "(...) Y otra cosa, por supuesto usted identifica en bloque a la por usted denominada "autoproclamda izquierda" y no ofrece espacio posible para otras. Usted piensa en uno y no en múltiple. Esa es su bondad razonable, es decir, razonadora. Y yo digo, ¿sí? Permítame dudar de que usted entre en la racionalidad y consiga salir del mito. Claro, pero su mito mola más que el de los demás. No faltaba más. Cuando deje espacio para la pluralidad, empezaré a pensar que sus escritos cobran valor. (...)", Que Ud. quita valor al escrito por pensar que D.Mesa peca de no considerar a la izquierda lo suficientemente seria para no ser "autodenominada" y lo único que yo intente, sin efecto y de manera bochornosa según parece, fue defender el texto y no a D.Enrique, lo que yo entiendo del mismo, que es para lo que se lee al fin y al cabo. Para mí es una crítica a una parte de la izquierda, la gobernante, de ahí que hable en uno y no en multiple. Si da lugar a otro tipo de izquierda, pero eso sería otra conversación diferente.

Saludos.

Anónimo dijo...

Perdón por mi ausencia. Larga. Sí.

Con perdón, D. Lucas. Confirmado, no entendió mis palabras. Defienda el texto, claro que sí.

El Sanfe.

P.D.: no explico el asunto más profusamente pues pasado tanto tiempo no sé si alguien lo leerá. Fuera de usted, querido Sr. Mesa.