Las palabras mienten. También dicen la verdad. Acompañar a unas palabras de otras es por eso un ejercicio no solo literario sino también, y siempre, moral: se busca decir algo más con ellas que la mera descripción. Las palabras tienen así un aire de conjuro que buscan reducir la realidad a sus límites. Y a veces, falsificarla.
Los empresarios españoles se han lanzado, con la complicidad de los medios de la derecha, a una batalla antigua: la consecución del despido gratuito. Sin embargo, ellos le llaman despido libre lo cual es, sin duda, la primera falacia. Y lo es porque en España el despido es libre, es decir: se puede despedir a cualquier trabajador, salvo cuando se violan sus derechos fundamentales y se cae, tras sentencia judicial, en despido nulo. Y la prueba fehaciente de que esto es así, es decir de que hay despido libre, es la larga lista del paro que se incrementa mes a mes a pesar, en la versión empresarial, de la enormes dificultades que sufren para despedir a alguien muy, siempre muy, a su pesar.
Así, y oyendo el monotema empresarial, nos encontramos ante un dilema: ¿es la causa de la crisis económica española y el incremento del paro la actual legislación sobre el mercado laboral? ¿Es la solución a dicho paro el poder echar a alguien de su trabajo de forma gratuita –a partir de ahora llamaremos así a lo que en su lenguaje se llama flexibilización de las condiciones del mercado de trabajo-? Es decir, ¿tienen razón los empresarios cuando señalan que la causa de las destrucción de empleo en este país es el rígido mercado laboral y que con él resulta imposible volver a crear empleo?
Vayamos por partes analizando, sosegadamente como nunca se quiere que se haga, todos los elementos.
¿Es la causa de la crisis española el mercado laboral? Veamos. Si bien ya hemos analizado aquí la crisis, es bueno recordar algo. La causa principal de la crisis no es industrial sino financiera. Esto se deriva al crédito, de una forma lógica, y afecta especialmente a aquellos sectores que viven básicamente de él. La economía española tiene dos sectores fundamentales: construcción y turismo. A ello cabría añadir, si acaso, el sector del automovil. Es decir: tres sectores que en la producción y consumo o en el consumo viven del crédito de una forma fundamental. Y este tejido industrial español, tan dependiente de lo financiero y en particular del crédito, es así por dos motivos. El primero, que la dictadura franquista generó un tejido industrial ridículo y una economía tercermundista durante los años, precisamente básicos, que tuvo para asentar una base económica industrial con condiciones; la segunda es que, acontecido lo anterior y a partir especialmente de los años 90, la clase empresarial española y la clase política decidieron un acuerdo implícito en el cual la gran locomotora económica del país iba a ser la construcción porque conseguía una acelerada reducción del paro, grandes y rápidos beneficios para los empresarios y extraordinarias plusvalías que permitían llenar las arcas administrativas mientras, para el mercado electoral y es que todo es un mercado, se prometía una reducción de impuestos. Es decir, la estructura económica española es cierto que es fruto de una condición objetiva -el retraso por la dictadura franquista- pero a su vez se generó porque beneficiaba a dos colectivos sociales determinados: empresarios y clase política. De esta forma, los únicos que nada tenían que ver con ese tejido industrial que se fabricaba como castillo de naipes sin base sólida eran los trabajadores que se incorparaban a él o a otros mercados, como las hortalizas, laborales. Y de hecho tan poco tenían que ver los asalariados españoles con esta conformación económica nacional que -oh sorpresa- no sacaban beneficio alguno del mismo excepto un puesto de trabajo pues su poder adquisitivo caía cada año independientemente del partido que gobernara. Incluso es más, el ahora inflexible mercado laboral español, de nuevo con la complicidad de la clase política y la empresarial, permitió, y permite, la tasa de temporalidad más alta de la OCDE, tasa bajo la cual los empresarios españoles estuvieron contratando mucho tiempo sin que en ellos surgiera la inquietud por las condiciones de trabajo de precisamente esos empleados a los que podían despedir -se llama no renovar su empleo- y además presionar para que no reivindicaran sus derechos laborales precisamente por su precariedad laboral -sí ya sé que eso nunca ocurre en el mundo laboral español-. Es decir, el mercado laboral español -o sea: la venta diaria de cada persona bajo ciertas condiciones legislativas- resultó perfecto mientras produjo beneficio, que indudablemente iba destinado a un mundo mejor y más justo, pero de pronto y ante la situación de crisis sobrevenida por otro factor es el gran chivo expiatorio. Y en vez de reconocer que la causa del actual desbordamiento del paro en España es debida a lo anteriormente expuesto y que no fue creado sino por las élites sociales y benefició fundamentalmente a las mismas y a sus intereses siendo ellos responsables, se presenta a los más débiles, los asalariados, como los malos y protegidos excesivamente. Mientras el estado mima a la banca.
Pero ahora bien, resultaría que el actual enfrentamiento entre empresarios pidiendo el despido gratuito -recuerden: ellos lo llaman libre- y la clase política -que o bien, en el caso del PP y la dereha, ni lo apoya explícitamente ahora ni lo concedió cuando gobernó o bien, en la autoproclamada izquierda, ya se ha negado- iría contra nuestra tesis anterior de la alianza de estas élites. Sin embargo, no es así. Pues el problema aquí estaría en que ambas élites ahora se enfrentan en la asunción del gasto social, económico y político de la misma crisis. Es una pelea entre sectores privilegiados precisamente para mantener sus extraordinarios beneficios anteriores pues ninguno quiere cederlos a pesar del cambio de situación. Los empresarios saben que con el despido gratuito para ellos todo serían ganancias: económicas, en cuanto que les ahorraría dinero; sociales, pues en un país con una bajísima afiliación sindical, cosa que no extraña por cierto, el despido gratuito implicaría la automática sumisión del empleado; y político, pues quedaría constituido el sector empresarial como el principal actor social. Sin embargo, la élite política piensa que sólo encontraría pérdidas: económicas, pues implicaría tener que aumentar el gasto social que actualmente está muy por debajo de la media de la UE -27% frente al 20% español-; sociales, pues los sindicatos, incluso la UGT fíjense, tendrían que movilizarse contra la clase política y se generaría además una respuesta social espontánea aún más peligrosa por sus imprevisibles consecuencias; y política, pues habría que asumir electoralmente la subida significativa de impuestos directos para aumentar ese mayor gasto social o bien aguantar la movilización social. Así, las dos élites ahora sí están enfrentadas pero no en pro de la economía del país, que al fin y al cabo consideran su cortijo, sino por sus propios intereses como tales élites –que por supuesto son independientes socialmente a la propia creencia individual de cada sujeto perteneciente a ellas-. Y o bien encuentran una solución de compromiso que les permita a ambas mantener su privilegio o bien entrarían, obsérvese la astucia de empleo del tiempo verbal, en colisión.
Pagar el coche es duro. Pagar un coche de lujo, sin duda, requiere más esfuerzo. Si se puede conseguir que ese esfuerzo lo hagan otros la cosa saldrá satisfactoriamente. No se trata, sin embargo, de una maldad personal, algo así como que los empresarios o los políticos sean malas personas pues imaginamos que habrá de todo, sino que como forma social su interés es opuesto al interés de los asalariados. Tampoco se trata, no vayan a creer, de la lucha de clases pues no existe en la actual estructura capitalista intereses sociales que trasciendan las actuales condicones de vida. Se trata, de forma más simple, de grupos sociales con intereses distintos y que buscan su propio beneficio: empresariado, clase política y asalariados. Pero el problema surge de que en el juego de alianzas inherente a esa situación unos siempre ganan, pues tienen más fuerza, y otros pierden. Y ya el BBVA ha conciliado la postura de los dos grupos más fuertes: bajar las cotizaciones sociales al empresario –¡yupi!- y subir el IVA, el impuesto indirecto por excelencia, para beneficiar a la clase política –¡que guay!-. El perjudicado queda claro.
Ya se están poniendo de acuerdo. Es un alivio.
Los empresarios españoles se han lanzado, con la complicidad de los medios de la derecha, a una batalla antigua: la consecución del despido gratuito. Sin embargo, ellos le llaman despido libre lo cual es, sin duda, la primera falacia. Y lo es porque en España el despido es libre, es decir: se puede despedir a cualquier trabajador, salvo cuando se violan sus derechos fundamentales y se cae, tras sentencia judicial, en despido nulo. Y la prueba fehaciente de que esto es así, es decir de que hay despido libre, es la larga lista del paro que se incrementa mes a mes a pesar, en la versión empresarial, de la enormes dificultades que sufren para despedir a alguien muy, siempre muy, a su pesar.
Así, y oyendo el monotema empresarial, nos encontramos ante un dilema: ¿es la causa de la crisis económica española y el incremento del paro la actual legislación sobre el mercado laboral? ¿Es la solución a dicho paro el poder echar a alguien de su trabajo de forma gratuita –a partir de ahora llamaremos así a lo que en su lenguaje se llama flexibilización de las condiciones del mercado de trabajo-? Es decir, ¿tienen razón los empresarios cuando señalan que la causa de las destrucción de empleo en este país es el rígido mercado laboral y que con él resulta imposible volver a crear empleo?
Vayamos por partes analizando, sosegadamente como nunca se quiere que se haga, todos los elementos.
¿Es la causa de la crisis española el mercado laboral? Veamos. Si bien ya hemos analizado aquí la crisis, es bueno recordar algo. La causa principal de la crisis no es industrial sino financiera. Esto se deriva al crédito, de una forma lógica, y afecta especialmente a aquellos sectores que viven básicamente de él. La economía española tiene dos sectores fundamentales: construcción y turismo. A ello cabría añadir, si acaso, el sector del automovil. Es decir: tres sectores que en la producción y consumo o en el consumo viven del crédito de una forma fundamental. Y este tejido industrial español, tan dependiente de lo financiero y en particular del crédito, es así por dos motivos. El primero, que la dictadura franquista generó un tejido industrial ridículo y una economía tercermundista durante los años, precisamente básicos, que tuvo para asentar una base económica industrial con condiciones; la segunda es que, acontecido lo anterior y a partir especialmente de los años 90, la clase empresarial española y la clase política decidieron un acuerdo implícito en el cual la gran locomotora económica del país iba a ser la construcción porque conseguía una acelerada reducción del paro, grandes y rápidos beneficios para los empresarios y extraordinarias plusvalías que permitían llenar las arcas administrativas mientras, para el mercado electoral y es que todo es un mercado, se prometía una reducción de impuestos. Es decir, la estructura económica española es cierto que es fruto de una condición objetiva -el retraso por la dictadura franquista- pero a su vez se generó porque beneficiaba a dos colectivos sociales determinados: empresarios y clase política. De esta forma, los únicos que nada tenían que ver con ese tejido industrial que se fabricaba como castillo de naipes sin base sólida eran los trabajadores que se incorparaban a él o a otros mercados, como las hortalizas, laborales. Y de hecho tan poco tenían que ver los asalariados españoles con esta conformación económica nacional que -oh sorpresa- no sacaban beneficio alguno del mismo excepto un puesto de trabajo pues su poder adquisitivo caía cada año independientemente del partido que gobernara. Incluso es más, el ahora inflexible mercado laboral español, de nuevo con la complicidad de la clase política y la empresarial, permitió, y permite, la tasa de temporalidad más alta de la OCDE, tasa bajo la cual los empresarios españoles estuvieron contratando mucho tiempo sin que en ellos surgiera la inquietud por las condiciones de trabajo de precisamente esos empleados a los que podían despedir -se llama no renovar su empleo- y además presionar para que no reivindicaran sus derechos laborales precisamente por su precariedad laboral -sí ya sé que eso nunca ocurre en el mundo laboral español-. Es decir, el mercado laboral español -o sea: la venta diaria de cada persona bajo ciertas condiciones legislativas- resultó perfecto mientras produjo beneficio, que indudablemente iba destinado a un mundo mejor y más justo, pero de pronto y ante la situación de crisis sobrevenida por otro factor es el gran chivo expiatorio. Y en vez de reconocer que la causa del actual desbordamiento del paro en España es debida a lo anteriormente expuesto y que no fue creado sino por las élites sociales y benefició fundamentalmente a las mismas y a sus intereses siendo ellos responsables, se presenta a los más débiles, los asalariados, como los malos y protegidos excesivamente. Mientras el estado mima a la banca.
Pero ahora bien, resultaría que el actual enfrentamiento entre empresarios pidiendo el despido gratuito -recuerden: ellos lo llaman libre- y la clase política -que o bien, en el caso del PP y la dereha, ni lo apoya explícitamente ahora ni lo concedió cuando gobernó o bien, en la autoproclamada izquierda, ya se ha negado- iría contra nuestra tesis anterior de la alianza de estas élites. Sin embargo, no es así. Pues el problema aquí estaría en que ambas élites ahora se enfrentan en la asunción del gasto social, económico y político de la misma crisis. Es una pelea entre sectores privilegiados precisamente para mantener sus extraordinarios beneficios anteriores pues ninguno quiere cederlos a pesar del cambio de situación. Los empresarios saben que con el despido gratuito para ellos todo serían ganancias: económicas, en cuanto que les ahorraría dinero; sociales, pues en un país con una bajísima afiliación sindical, cosa que no extraña por cierto, el despido gratuito implicaría la automática sumisión del empleado; y político, pues quedaría constituido el sector empresarial como el principal actor social. Sin embargo, la élite política piensa que sólo encontraría pérdidas: económicas, pues implicaría tener que aumentar el gasto social que actualmente está muy por debajo de la media de la UE -27% frente al 20% español-; sociales, pues los sindicatos, incluso la UGT fíjense, tendrían que movilizarse contra la clase política y se generaría además una respuesta social espontánea aún más peligrosa por sus imprevisibles consecuencias; y política, pues habría que asumir electoralmente la subida significativa de impuestos directos para aumentar ese mayor gasto social o bien aguantar la movilización social. Así, las dos élites ahora sí están enfrentadas pero no en pro de la economía del país, que al fin y al cabo consideran su cortijo, sino por sus propios intereses como tales élites –que por supuesto son independientes socialmente a la propia creencia individual de cada sujeto perteneciente a ellas-. Y o bien encuentran una solución de compromiso que les permita a ambas mantener su privilegio o bien entrarían, obsérvese la astucia de empleo del tiempo verbal, en colisión.
Pagar el coche es duro. Pagar un coche de lujo, sin duda, requiere más esfuerzo. Si se puede conseguir que ese esfuerzo lo hagan otros la cosa saldrá satisfactoriamente. No se trata, sin embargo, de una maldad personal, algo así como que los empresarios o los políticos sean malas personas pues imaginamos que habrá de todo, sino que como forma social su interés es opuesto al interés de los asalariados. Tampoco se trata, no vayan a creer, de la lucha de clases pues no existe en la actual estructura capitalista intereses sociales que trasciendan las actuales condicones de vida. Se trata, de forma más simple, de grupos sociales con intereses distintos y que buscan su propio beneficio: empresariado, clase política y asalariados. Pero el problema surge de que en el juego de alianzas inherente a esa situación unos siempre ganan, pues tienen más fuerza, y otros pierden. Y ya el BBVA ha conciliado la postura de los dos grupos más fuertes: bajar las cotizaciones sociales al empresario –¡yupi!- y subir el IVA, el impuesto indirecto por excelencia, para beneficiar a la clase política –¡que guay!-. El perjudicado queda claro.
Ya se están poniendo de acuerdo. Es un alivio.
6 comentarios:
Excelente, camarada. ¿Ves ya movilizaciones en el horizonte?
No acierta con su post, posiblemente por desconocimiento, tanto de la génesis, desarrollo y fin de las condiciones y circunstancias del mercado de trabajo, como de las razones especificas de la conyuntura económica actual que no permiten soluciones nacionales autónomas. Su reflexión parte de tópicos erróneos ( p. ej. temporalidad vs indefinidos) muy extendidos y la desarrolla, aplicando prejuicios, sin tener presente esas puntuales y específicas circunstancias económicas. Por eso, en mi opinión, concluye mal.
Si tengo tiempo, le comentaré por si es de su interés, en dos partes, cómo el problema no está en la finalización de los contratos (el despido) sino en su desarrollo, cuando está vivo, y por qué las circunstancias actuales y las estructuras contractuales laborales, desembocan en un desempleo masivo cuya solución tendría un coste político enorme en una primera fase.
Lo poco que estudié lo hice en época de Franco y es obvio que Franco no se iba a culpar a si mismo como responsable del “ridículo tejido industrial”. Me explicaron entonces, que mientras Europa y Japón se industrializaba, en España la burgesía, en vez de invertir en industria, se dedicaba a comprar grandes fincas provenientes de la última desamortización que se hizo a la Iglesia.
Con la excepción tardía, pero excepción, de la burguesía catalana que si invirtieron en industria.
¿Somos la 8ª Potencia Industrial que no se le cae de la boca a Zapatero?
Y si lo somos ¿Cuando nos hemos situado en ese puesto?
El bum de la vivienda se inicia con el “Decreto Boyer”. Este decreto socialista, desprotege a los inquilinos que se beneficiaban de la ley franquista de “Arrendamientos Urbanos”, dando la posibilidad de echar al los inquilinos cuando al arrendador le convenga, así como aumentar las rentas.
Pasando la compra de viviendas a ser una inversión más rentable, que cualquier otra industria.
Por tanto, segun Ud., nos hicimos la 8ª Potencia Industrial en los años comprendidos entre la muerte de Franco (1975) y el Decreto Boyer (1985)
No recuerdo la “Crisis del 83”, pero recuerdo lo años previos a la Expo-92 y el V-Centenario, como si a todos nos cayera el dinero del cielo.
Lo que vino a continuación, fue la inevitable “Crisis del 92”, pero entonces todavía quedaban restos del viejo tejido industrial y, por ejemplo, el trabajador que despedian al cerrar las industrias, textiles o del calzado le daban como indemnización maquinaria, con la que podía trabajar en casa y obtener ingresos a la par que cobraba el subsidio de desempleo.
La “economía sumergida” que existía entonces en todos los sectores, mantuvo la capacidad de consumo en España durante esa crisis.
Pero a esta ‘Crisis del 2008” se llega sin más industria que la del ladrillo, que por muchos créditos que Ud. quiera que de la Banca, ya me dirá que se hace con ese más de 1.000.000 de viviendas construidas que exceden a la posible demanda.
Hubo infinidad de chavales que con posibilidades y capacidad de estudiar lo dejaron, porque currando en la construcción, sus nóminas han rondado los 3000 euros mensuales. Hoy los tenemos parados, propietarios de coches de 40.000 euros, que por falta de demanda no pueden vender y a los que tienen que echar gasolina y pagar seguros caros. Sin el colchon de la “economía sumergida” del 92 (a excepción de trapicheos con sustancias o prostitución).
Lo peor que se les ha hecho a los trabajadores, se lo han hecho los gobiernos de izquierda de acuerdo con los sindicatos de izquierda (CNT no): los “Contratos Basura” y esa aberración que son las “ETT” con las que, por primera vez en España, los trabajadores pagan por poder trabajar.
Si a mi no me despiden de mi trabajo, es porque mi jefe tendría algún problema legal para mantener esa subplantilla de trabajadores gratuitos o casi gratuitos (becarios, prácticas…) con los que puede sacar adelante su producto con un costo casi “0”.
El “Contrato indefinido”, el de verdad indefinido, desapareció tras la muerte de Franco y es el que nos llevan 30 años promentiendo los sindicatos de izquierda.
En la actualidad el despido es LIBRE, lo único que varía es la indemnización y eso es lo que quieren abaratar.
No se me ocurre ninguna relación posible entre abaratar despido y generar puestos de trabajo, como afirman los expertos de la derecha y los técnicos de la izquierda.
Sin desmerecer en absoluto su concienzudo análisis Don EP, ese avance que ha dejado Don Guapo, me ha puesto los dientes largos, ojalá encuentre tiempo.
Que, como lo prometido es deuda,no me olvido. Pero como escribir lo que otros ya han escrito me da pereza y dado que los lectores de este blog, además de saber leer, entienden lo que leen, linkeo el artículo que, el pasado viernes, publicó en el País un afamado economista que dice casi todo lo que dije el jueves que iba a decirles. Aunque, eso sí, de manera correcta, muy correcta pero dejando caer palabras y conceptos como que el problema no es el despido, que la falta de productividad general es la raíz del asunto y encima no existe la salida devaluatoria, que la solución pasa por la congelación salarial el descuelgue de convenios y la reforma de la educación.
Vamos que me han hecho los deberes
Después de leer y releer el artículo de Don Enrique he llegado a la "sesuda" conclusión de que las ideas más básicas del mismo son las siguientes:
1. El empresariado español defiende como salida de la crisis el despido gratuito.
2. La causa de la crisis es financiera y no tiene sus raíces en el mercado laboral.
3. La insistencia de las organizaciones empresariales en reformar el mercado de trabajo radica en la necesidad de salvaguardar sus beneficios en un momento de caída de la demanda de productos y servicios y, no tiene nada que ver con la creación o no de empleo.
Pienso que el análisis de EPMesa es a grandes rasgos correcto.
El oyente de Federico, está de acuerdo con EPMesa al menos en lo esencial pues en el último párrafo dice lo que sigue: "No se me ocurre ninguna relación posible entre abaratar despido y generar puestos de trabajo, como afirman los expertos de la derecha y los técnicos de la izquierda."
La respuesta de Don Guapo ya es otra historia.
Don Guapo no alude en ningún momento al origen de la crisis que es financiero y no industrial. Y no lo hace porqué no le interesa el origen de la crisis sino que se lleven a cabo una serie de políticas concretas.
- Congelación salarial.
- Descentralización de convenios.
- Cheque escolar.
No es extraño que Don Guapo defienda ese tipo de reformas pues como sabemos sus antiguos contertulios de EPD, al parecer detrás de su nick según ha dicho en más de una ocasión se esconde un empresario. En todo caso, Don Guapo nos ha presentado un texto publicado en la edición electrónica del diario "El País" escrito por el economista Don Guillermo de la Dehesa. Señor que cuenta con una página web interesante:
http://www.guillermodeladehesa.com
Les recomiendo leer su curriculum vitae es interesante saber que este señor ha sido:
Consejero Delegado del Banco Pastor, Presidente de Gas Madrid, Presidente de Pastor-Alliance, Vicepresidente de Hullas del Coto Cortés y Presidente de Fons Galicia. Actualmente es Consejero Asesor de la Presidencia de Banco Pastor, Vicepresidente de Goldman Sachs Europe, Presidente de Plus ultra, Consejero de Unión Fenosa, Campofrío, CGNU y Telepizza.
Y que actualmente es Presidente de Honor del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, presidente del Foro de Liderazgo Empresarial del Instituto de Empresa, miembro de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Es además Presidente del CEPR (Centre for Economic Policy Research) de Londres, miembro del Comité Bretton Woods en Washington, Presidente de la Escuela de Negocios ESCP-EAP y Director del Instituto de Estudios Económicos de Galicia.
Resumiendo, este señor es un miembro distinguido de la élite empresarial de este país.
Por cierto, en la sección "Artículos de Economía Española" podemos encontrar un artículo titulado "El mercado de trabajo" de 92Kb donde el hombre da más detalles sobre sus ideas al respecto, dichas ideas no han cambiado desde los años 90 del siglo pasado.
Curioso, las mismas recetas para distintos contextos económicos. Es como si fueras al médico y te recetara siempre lo mismo a pesar de acudir aquejado de distintas dolencias en cada visita.
Mire Don Guapo, yo no me lo creo.
Vaya, Don Pocholo, va a ser como en el Rokn'Roll, que cuenta más para ser considerado una estrella, el certificado de penales, si se droga, se emborracha o si ha matado a alguien, que los conocimientos técnicos.
¿Sería más interesante Don Guillermo de la Dehesa si hubiera estado en la toma del Palacio de Invierno o en el Mayo del 68?
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