Todos hemos sido adolescentes y todos nos hemos creído el ombligo del mundo. Es algo típico: uno va en el metro y entra un grupo de jóvenes y hablan a gritos. Buscan llamar la atención: buscábamos llamar la atención. Es una forma psicológica de garantizarse el yo: todo el mundo debe escuchar lo que estoy diciendo porque soy muy importante. Es confudir la personalidad con el afán de protagonismo. Es, también, una falta de educación porque la gente tiene derecho a no escucharte pues no estaban ahí, por ejemplo en el metro, para hacerlo. Por eso, existe la educación obligatoria: intentamos que los jóvenes, no pienso poner lo de y las jóvenes, aprendan y crezcan como personas. Yo mismo les invito a abrir un blog: si tienen algo que decir, y seguro que lo tienen, que lo hagan en un lugar que sea correcto.
Hoy un jovencito ha metido la pata. Él había aceptado participar leyendo un artículo de la constitución en un acto entre hortera y patriótico: son dos cosas que marchan unidas. Sin embargo, ha decidido darnos su opinión con un grupito de consignas aparentemente muy críticas: otra especialidad de la adolescencia. Ha sido un acto de mala educación y esperemos que en su centro educativo, según se informa es de un colegio católico concertado, se lo expliquen. Porque no se trata de que tenga razón o no la tenga -normalmente nadie en una frase puede tener razón, aunque se sea un intrépido adolescente, excepto quizás Kant y su sapere aude (atrévete a valerte de tu propio entendimiento)- sino que ha buscado imponer su inmaduro yo, típico de adolescente, ante la situación que él mismo había aceptado. Es algo característico del jovencito: quiero ser protagonista pase lo que pase.
Cuando uno da clase soporta mucho. Y especialmente soporta, año tras año, a alumnos decir frases categóricas, positivas o negativas, sobre temas de los que apenas saben nada: me recuerdan a mí y, seamos sinceros, también a usted lector cuando éramos joven. También me recuerdan a tanto periodista en tertulias de radio o de televisión: más crecidos, más culpables. Uno, le pagan para eso, intenta enseñarles que hay que ser más modestos y reflexivos. Y ya, tal vez desengañado, solo espera que ahora no se transforme en héroe a quien solo ha actuado, y la mejor excusa es su edad, como un niñato.
Hoy un jovencito ha metido la pata. Él había aceptado participar leyendo un artículo de la constitución en un acto entre hortera y patriótico: son dos cosas que marchan unidas. Sin embargo, ha decidido darnos su opinión con un grupito de consignas aparentemente muy críticas: otra especialidad de la adolescencia. Ha sido un acto de mala educación y esperemos que en su centro educativo, según se informa es de un colegio católico concertado, se lo expliquen. Porque no se trata de que tenga razón o no la tenga -normalmente nadie en una frase puede tener razón, aunque se sea un intrépido adolescente, excepto quizás Kant y su sapere aude (atrévete a valerte de tu propio entendimiento)- sino que ha buscado imponer su inmaduro yo, típico de adolescente, ante la situación que él mismo había aceptado. Es algo característico del jovencito: quiero ser protagonista pase lo que pase.
Cuando uno da clase soporta mucho. Y especialmente soporta, año tras año, a alumnos decir frases categóricas, positivas o negativas, sobre temas de los que apenas saben nada: me recuerdan a mí y, seamos sinceros, también a usted lector cuando éramos joven. También me recuerdan a tanto periodista en tertulias de radio o de televisión: más crecidos, más culpables. Uno, le pagan para eso, intenta enseñarles que hay que ser más modestos y reflexivos. Y ya, tal vez desengañado, solo espera que ahora no se transforme en héroe a quien solo ha actuado, y la mejor excusa es su edad, como un niñato.
Ayúdennos, un poco al menos, a educar.
2 comentarios:
Education, education, education.
Por desgracia dudo que le expliquen nada al muchacho, al menos que haya cambiado mucho la tónica general del centro educativo del que formé parte desde lo que era pre-escolar hasta 2º de bachillerato.
De hecho, hasta lo que yo sé, casi se le ha aplaudido. Porque el mensaje, es un mensaje que "les gusta" a cierta parte del centro. Si hubiese sido otro distinto, otro gallo cantaría, y se le "aleccionaría".
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