Almudena Grandes suele presentarse publicamente como persona de izquierdas. Hace bien y está en su derecho. A nadie se le puede discutir si se siente o no de izquierdas o de derechas pero sí, sin duda, si las ideas que presenta son de aquello que dice ser. Hoy, Almudena Grandes ha escrito en el diario El País una presentación de lo que para ella es un modelo de ciudad. Y lo interesante es como La utopía, así se llama el artículo, destapa al columnista.
Dice así:
Dice así:
La ciudad se fundó de nueva planta, sobre un terreno llano, saneado, y su propio trazado refleja la idea de progreso, de racionalismo humanista al servicio de la comunidad, que inspiró su creación. Las calles trazan una cuadrícula perfecta, a excepción de dos diagonales que se cruzan en el centro, para asegurar la ventilación y prevenir epidemias. Todas son rectas y de idénticas dimensiones, excepto en el eje principal, donde grandes avenidas acogen los edificios públicos, auténticas catedrales laicas que compiten en solemnidad monumental con el principal, y no menos grandioso, templo de la ciudad. Las dotaciones y servicios de cada barrio siguen el mismo riguroso esquema.
Las plazas, amplias, ajardinadas, pensadas también para los niños, están distribuidas equitativamente por todo el trazado. En el centro, un gran parque acoge instalaciones más ambiciosas: estadios deportivos, un lago, un zoológico, un observatorio astronómico y varios museos, gestionados por la institución más importante y prestigiosa de la ciudad, que es, por supuesto, la universidad. Pero hasta esta universidad es especial, porque todos los centros educativos de la ciudad dependen de ella. El impulso racionalista llegó hasta el punto de que la educación, como empeño más importante del bien común, se confió a la autoridad universitaria, que es la responsable del buen funcionamiento y elevado nivel académico de guarderías, colegios e institutos de secundaria.
Aunque parezca mentira, esta ciudad existe. Se llama La Plata, y fue fundada hace 120 años, a 60 kilómetros de Buenos Aires, como modelo de una nueva concepción de vida urbana, una ciudad para el progreso. Que aquella idea admirable fracasara sin remedio, como han fracasado tantas otras, no afecta a la emoción cálida, casi balsámica, que se respira hoy al pasear por sus calles.
Dejando a un lado el tono cursi -¿emoción cálida, casi balsámica?-, y el ñoño aire de perdedor de quien tiene a su disposición un espacio en el diario más importante de España, lo interesante es la idea de educación, el empeño más importante del bien común, de la utopía. Porque dice: la educación, como empeño más importante del bien común, se confió a la autoridad universitaria. Es decir, eso se llama despotismo ilustrado, contra el que estaban los ilustrados, o si bien se prefiere se llama la idea de la élites dirigiendo a la chusma. Porque que uno sepa, la universidad no es, ni debe serlo, un órgano representativo y por tanto no debe tener opción de gobierno y mucho menos dirigir la educación. No solo porque la universidad fácticamente es un desastre sino porque de admitir lo contrario se podría ser orteguiano, es decir: admitir que el hombre masa debe ser regido por la élite y por tanto la democracia no sirve, pero no desde luego demócrata. Cada uno es muy libre, por supuesto, de elegir sus utopías, pero por ellas les conoceréis –parafraseando esa otra utopía terrorífica que es la evangélica-.
6 comentarios:
Por primera vez coincido plenamente con lo expuesto. Lo iba leyendo y la idea que me venía a la cabeza aparecía en el siguiente renglón.
Justo he pensado en eso, en el hombre masa de Ortega y la aristocracia del mérito en cuya parodia vivimos inmersos.
También pensaba en la crítica de Popper a los totalitarismos que es una crítica a los platonismos.
Sólo falta el panóptico contra el que advirtió Foucault.
Como antídoto frente a semejantes optimismos estoy leyendo la Lógica de lo peor de Clement Rosset. Tiene un poco el tufo académicista de la filosofía francesa de los 60 -la poca que he leído- y es una descripción de una filosofía trágica.
Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con usted. Es un artículo muy poco afortunado...
Anque creo que el caso que describe doña Almudena se repite constantemente: muchas ideas que fueron buenas en y para el siglo XIX han quedado sin actualizar, entre ellas, la propia democracia parlamentaria...
Pues yo también coincido con Mesa en esta ocasión. Francamente, tampoco se puede esperar demasiado de Almudena Grandes. Pero, hombre,ha torturado un poquito a Ortega, que tiene caspa, claro, pero su teoría social también arroja algún rayo de luz, comparándolo con Almudena.
La ciudad, segun la describe Doña Almudena tiene todo el aspecto de la arquitectura masónica —Philadelphia también es como ella dice—.
Desconozco el enfoque que daba la masonería americana a la educación, pero por la época es posible que se ajuste, también, a algún proyecto masónico.
Aquí, Ferrer i Guardia o Giner de los Rios, parece que, si no tenemos en cuenta lo elitista que era su clientela, sus proyectos másónicos si que eran más “ilustrados”.
Pero en el fondo, este artículo y el continente donde se expone,—a buenas horas, “El País” iba a publicar algo así hace 15 o 20 años— denota una ausencia absoluta de intelectuales en la izquierda, que sirvieran de referente para que estos frikis convencidos de que son Séneca, se dedicaran a sus oficios y a manifestar sus “rallados” apostolados en los afteragües.
Don Oyente: "estos frikis convencidos de que son Séneca, se dedicaran a sus oficios y a manifestar sus “rallados” apostolados en los afteragües."? a quiénes se refiere, a los columnistas como Almudena Grandes? a todos los de la izquierda? es que no lo he entendido.
Por lo demás he estado repasando mis escasos conocimientos de literatura utópica. siempre he preferido la utopía de los poetas a la de los profetas, profeticen lo que profeticen.
saludos.
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