1.- El problema fundamental de la cuestión saharaui es su planteamiento: no se trata de un problema de independencia o no sino un problema sobre el régimen político imperante en Marruecos: dictadura camuflada de democracia.
2.- El pueblo saharaui. No hay cosa más repugnante, al menos desde una perspectiva de izquierdas, que esas ñoñas categorías esencialistas del nacionalismo sobre el pueblo ya saharaui, ya catalán, ya vasco o español. La idea importante no es el pueblo, ¿qué es eso?, sino los individuos. Vamos a decirlo otra vez: las banderas son trapos cuando representan a pueblos.
3.- Entonces, ¿qué? Entonces la lucha en el desierto del Sahara, y esto es importante de señalar para no irse por la tangente de los pueblos y el romanticismo de disfrazarse de beduino de película, debe ser la lucha por los ciudadanos concretos de ese territorio: por su nivel de vida, en una clave reformista, y por su calidad de vida, en una clave más amplia. No se lucha por la esencialidad del pueblo saharaui sino por las personas concretas.
4.- Por tanto, el problema cambia de perspectiva. No se trata esencialmente de una lucha por la independencia del Sahara sino de una lucha por los habitantes del Sahara. Tanto por los que actualmente habitan allí como por los refugiados que tuvieron que huir ante el acoso de las fuerzas marroquíes desde el principio de la descolonización española. Y por tanto, la cuestión es qué es mejor para que esta gente mejore sus condiciones de vida. Y por ello, la respuesta ya no es tan inmediata sino que precisa de reflexión. Los trapos coloreados, otros les llaman banderas, dejan paso al pensamiento.
5.- Así, la perspectiva es distinta. Lo que se debe pedir, y lo que pedimos, no es la independencia del Sahara o no, da igual el color de un trapo u otro, sino la democratización, política y social, de la vida de los habitantes de la zona. Y eso incluye necesariamente la democratización para los habitantes de Marruecos y la superación de un régimen corrupto y dictatorial que vive de sus habitantes, ya se autodenominen saharaui o marroquíes.
6.- Pero, ¿no nos volvemos a perder en la torre de marfil y huimos de lo concreto? No solo no, sino que es al revés. Pedimos la democratización de Marruecos porque, aparte de que los pobres habitantes de aquel país como los de cualquier otro la merecen, es la única manera de mejorar las condiciones de vida de los habitantes del Sahara. Sin embargo, frente a esto quienes piden la independencia del Sahara no muestran sino su idealismo, y que conste que nunca hemos creído que el idealismo sea una virtud sino el fruto del dogmatismo.
7.- Efectivamente, ¿alguien puede creer que un Sahara independiente es viable? Pongámonos en el mejor de los casos: las presuntas riquezas naturales del Sahara son ciertas –desde el fosfato a la pesca- y el Sahara es una fuente de comercio y producción. Pero ahora analicemos su población. ¿Acaso alguien cree que la –presunta o no que ahora da lo mismo- riqueza natural del territorio podría ser gestionada por una población mayoritariamente analfabeta o con estudios tan limitados? ¿No serían, otra vez como lo es el continente africano, las presas de las grandes corporaciones internacionales? Independencia, entonces, ¿para qué?
8.- ¿No seremos unos malvados racistas? ¿No estaremos defendiendo que la población saharaui no puede ser independiente frente a por ejemplo la española? Que va. Lo que estamos defendiendo es que hay unas condiciones necesarias mínimas para la democracia, sociales fundamentalmente, que el Sahara en concreto no cumple. Por supuesto esto es debido, entre otros motivos, a la acción española primero y luego la marroquí. Pero curiosamente, estas condiciones sociales, sin embargo, ya se dan en Marruecos para iniciar un camino democrático y si no se cumplen es porque al régimen marroquí no le interesa, cosa fácil de entender, y porque Europa, fundamentalmente y Francia en particular, apoya dicha dictadura. Es decir, y yendo al terreno político concreto, del cual nunca hemos salido, es más factible un Marruecos democrático, con la mejora consiguiente para la población saharaui, que un Sahara independiente y democrático que mejore el nivel de vida de su población. El segundo saldría de la nada, el primero ya está en germen.
9.- Y aquí surge lo extraño para quien siempre, ideológicamente, quiso ver la crítica intelectual como ajena a la política concreta. Resulta que quienes piden la independencia del Sahara no viven en la realidad concreta sino en un sueño, subjetivamente hermoso pero objetivamente terrorífico por su significado histórico, donde la gente, por el mero hecho de ser gente, puede gestionar asuntos que cualquiera en su país de origen reconocería no saber gestionar sin una preparación específica y unas condiciones sociales muy concretas. Pero aunque estas condiciones no se den, ni por asomo, en el país extraño se defiende allí que sí serán capaces de realizar lo imposible. Por cierto, con hipocresía pues mientras la democracia sí vale allí y se usa la vara de medir democrática frente a esos regímenes, otros -desde Cuba para IU hasta Arabia Saudita para el PP- no merecen tanto respeto a los derechos humanos.
10.- ¿Pero como conseguir un Marruecos democrático? Primero acabando con la intromisión exterior de Francia; segundo, generando una política auténticamente exterior en la UE; y, tercero, no olvidando que lo que importa no son los pueblos ni las naciones sino los individuos concretos. Es decir, si existe la conciencia de generar un mundo más libre, el factor fundamental es precisamente la presión desde la Unión Europea para ello. No se trata de luchas independentistas tipo años 60 del pasado siglo, con el fracaso que supusieron y lo fácil que se lo pusieron curiosamente a las antiguas potencias coloniales para seguir colonizando pero más barato que nunca, sino de un concepto sencillo: el mercado europeo solo se abre para países democráticos o que puedan, de acuerdo a criterios objetivos y concretos, demostrar avances en su democratización. Y por democracia se entiende, fuera de payasadas, existencia efectiva de diversas fuerzas políticas y derechos sociales reales. Si esa idea política se presenta en los movimientos progresistas se haría más por el desarrollo de los países y sus habitantes, que son lo que importan, que banderitas y carnavales de beduinos.
y 11.- Y por supuesto esto implica injerencia en los asuntos internos de los países y renuncia a tonterías tipo Alianza de Civilizaciones. La Democracia es un régimen superior a cualquier otro y los derechos humanos, políticos y sociales, están por encima de tonterías como costumbres, folclores y demás ñoñerías.
2.- El pueblo saharaui. No hay cosa más repugnante, al menos desde una perspectiva de izquierdas, que esas ñoñas categorías esencialistas del nacionalismo sobre el pueblo ya saharaui, ya catalán, ya vasco o español. La idea importante no es el pueblo, ¿qué es eso?, sino los individuos. Vamos a decirlo otra vez: las banderas son trapos cuando representan a pueblos.
3.- Entonces, ¿qué? Entonces la lucha en el desierto del Sahara, y esto es importante de señalar para no irse por la tangente de los pueblos y el romanticismo de disfrazarse de beduino de película, debe ser la lucha por los ciudadanos concretos de ese territorio: por su nivel de vida, en una clave reformista, y por su calidad de vida, en una clave más amplia. No se lucha por la esencialidad del pueblo saharaui sino por las personas concretas.
4.- Por tanto, el problema cambia de perspectiva. No se trata esencialmente de una lucha por la independencia del Sahara sino de una lucha por los habitantes del Sahara. Tanto por los que actualmente habitan allí como por los refugiados que tuvieron que huir ante el acoso de las fuerzas marroquíes desde el principio de la descolonización española. Y por tanto, la cuestión es qué es mejor para que esta gente mejore sus condiciones de vida. Y por ello, la respuesta ya no es tan inmediata sino que precisa de reflexión. Los trapos coloreados, otros les llaman banderas, dejan paso al pensamiento.
5.- Así, la perspectiva es distinta. Lo que se debe pedir, y lo que pedimos, no es la independencia del Sahara o no, da igual el color de un trapo u otro, sino la democratización, política y social, de la vida de los habitantes de la zona. Y eso incluye necesariamente la democratización para los habitantes de Marruecos y la superación de un régimen corrupto y dictatorial que vive de sus habitantes, ya se autodenominen saharaui o marroquíes.
6.- Pero, ¿no nos volvemos a perder en la torre de marfil y huimos de lo concreto? No solo no, sino que es al revés. Pedimos la democratización de Marruecos porque, aparte de que los pobres habitantes de aquel país como los de cualquier otro la merecen, es la única manera de mejorar las condiciones de vida de los habitantes del Sahara. Sin embargo, frente a esto quienes piden la independencia del Sahara no muestran sino su idealismo, y que conste que nunca hemos creído que el idealismo sea una virtud sino el fruto del dogmatismo.
7.- Efectivamente, ¿alguien puede creer que un Sahara independiente es viable? Pongámonos en el mejor de los casos: las presuntas riquezas naturales del Sahara son ciertas –desde el fosfato a la pesca- y el Sahara es una fuente de comercio y producción. Pero ahora analicemos su población. ¿Acaso alguien cree que la –presunta o no que ahora da lo mismo- riqueza natural del territorio podría ser gestionada por una población mayoritariamente analfabeta o con estudios tan limitados? ¿No serían, otra vez como lo es el continente africano, las presas de las grandes corporaciones internacionales? Independencia, entonces, ¿para qué?
8.- ¿No seremos unos malvados racistas? ¿No estaremos defendiendo que la población saharaui no puede ser independiente frente a por ejemplo la española? Que va. Lo que estamos defendiendo es que hay unas condiciones necesarias mínimas para la democracia, sociales fundamentalmente, que el Sahara en concreto no cumple. Por supuesto esto es debido, entre otros motivos, a la acción española primero y luego la marroquí. Pero curiosamente, estas condiciones sociales, sin embargo, ya se dan en Marruecos para iniciar un camino democrático y si no se cumplen es porque al régimen marroquí no le interesa, cosa fácil de entender, y porque Europa, fundamentalmente y Francia en particular, apoya dicha dictadura. Es decir, y yendo al terreno político concreto, del cual nunca hemos salido, es más factible un Marruecos democrático, con la mejora consiguiente para la población saharaui, que un Sahara independiente y democrático que mejore el nivel de vida de su población. El segundo saldría de la nada, el primero ya está en germen.
9.- Y aquí surge lo extraño para quien siempre, ideológicamente, quiso ver la crítica intelectual como ajena a la política concreta. Resulta que quienes piden la independencia del Sahara no viven en la realidad concreta sino en un sueño, subjetivamente hermoso pero objetivamente terrorífico por su significado histórico, donde la gente, por el mero hecho de ser gente, puede gestionar asuntos que cualquiera en su país de origen reconocería no saber gestionar sin una preparación específica y unas condiciones sociales muy concretas. Pero aunque estas condiciones no se den, ni por asomo, en el país extraño se defiende allí que sí serán capaces de realizar lo imposible. Por cierto, con hipocresía pues mientras la democracia sí vale allí y se usa la vara de medir democrática frente a esos regímenes, otros -desde Cuba para IU hasta Arabia Saudita para el PP- no merecen tanto respeto a los derechos humanos.
10.- ¿Pero como conseguir un Marruecos democrático? Primero acabando con la intromisión exterior de Francia; segundo, generando una política auténticamente exterior en la UE; y, tercero, no olvidando que lo que importa no son los pueblos ni las naciones sino los individuos concretos. Es decir, si existe la conciencia de generar un mundo más libre, el factor fundamental es precisamente la presión desde la Unión Europea para ello. No se trata de luchas independentistas tipo años 60 del pasado siglo, con el fracaso que supusieron y lo fácil que se lo pusieron curiosamente a las antiguas potencias coloniales para seguir colonizando pero más barato que nunca, sino de un concepto sencillo: el mercado europeo solo se abre para países democráticos o que puedan, de acuerdo a criterios objetivos y concretos, demostrar avances en su democratización. Y por democracia se entiende, fuera de payasadas, existencia efectiva de diversas fuerzas políticas y derechos sociales reales. Si esa idea política se presenta en los movimientos progresistas se haría más por el desarrollo de los países y sus habitantes, que son lo que importan, que banderitas y carnavales de beduinos.
y 11.- Y por supuesto esto implica injerencia en los asuntos internos de los países y renuncia a tonterías tipo Alianza de Civilizaciones. La Democracia es un régimen superior a cualquier otro y los derechos humanos, políticos y sociales, están por encima de tonterías como costumbres, folclores y demás ñoñerías.
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