En la anterior entrega de esta serie analizábamos el cambio fundamental que se da entre el nuevo capitalismo y cualquier otro sistema anterior incluyendo el propio capitalismo clásico anterior. En todos los sistemas precedentes, decíamos, el papel de los seres humanos había sido el de fuerza de trabajo mientras que en el sistema actual los seres humanos son mercancía. Y esto, añadíamos, lejos de liberarles de la explotación ha llevado a esta hasta una radicalidad nueva pues explotación es ya la propia vida como existencia. Así, antes al ser fuerza de trabajo, había un momento de explotación y otro de recuperación de esa misma fuerza donde la explotación no podía tener efecto; ahora, sin embargo, la explotación es en cada instante. Por ello, concluíamos, al tiempo y en una aparente paradoja, han mejorado ostensiblemente las condiciones materiales de vida a través de la necesidad del consumo.
Este articulo actual pretende, una vez sentada la base económica sobre la que se establece el nuevo capitalismo, explicar las consecuencias que esto genera socialmente y como el capitalismo actual poco tiene que ver con el anterior. Es decir, pretendemos analizar la configuración de la sociedad desde la base económica. Pero antes, y de eso va esta parte, necesitamos hacer una aburrida -¿otra?- consideración metodológica sobre la relación entre esa base económica de explotación radical –el hombre como mercancía- y la sociedad dada. Es decir, plantearnos si lo que defendemos es un automatismo entre base económica y superestructura, para hablar en términos marxistas clásico y que se traduce como una relación de necesidad entre el sistema económico y la sociedad dada, o no.
En primer lugar, no se puede pretender una teoría del reflejo, que defiende a la base económica responsable directa de cada fenómeno social, pero tampoco defendemos una ausencia absoluta de relación entre lo señalado como hecho productivo y lo referido a la conciencia social –entendiendo esta como el conjunto de fenómenos sociales no estrictamente económicos-. En nuestra teoría -¿a que sonó pretencioso?- la relación entre la producción económica y los fenómenos sociales son como condición de posibilidad. Sin embargo, esto no es decir mucho. Iremos más allá.
En los sistemas anteriores, donde el individuo era fuerza de producción, las consecuencias sociales para la mayoría de la población eran de un determinismo extremo: los fenómenos sociales ocurrían de acuerdo a los procesos productivos excepto, precisamente, entre las élites que liberadas de la determinación extrema de la producción, es decir: de ser fuerza de trabajo, podían llevar una vida como condición de posibilidad. Así, las élites sociales hacían literalmente la historia de acuerdo a su acción que si bien no podía sobrepasar lógicamente su condicionamiento histórico sí podía lograr, sin embargo, ir en una u otra dirección. Y esto lo señalaban también las ideas sociales. Por eso, occidente y oriente se separan especialmente a partir de la baja edad media –usamos cronología occidental- tanto como consecuencia de una historia anterior como, esencialmente, como producto de una nueva visión ideológica que surge en occidente y que luego se conocerá como modernidad.
¿Cuál es la diferencia ahora? Hay una similitud y una diferencia. La similitud es que la conversión de los individuos en mercancía, clave del nuevo capitalismo, sirve como condición de posibilidad de los cambios sociales que se expondrán, pero ahora para toda la población –y así la vida individual va a aparecer como libre autodeterminación-. O diciéndolo de modo negativo, la nueva sociedad que aquí se va a explicar no sería posible si no fuera porque los seres humanos han pasado de ser fuerza de trabajo a ser mercancía. Pero eso, claro está, no quiere decir que automáticamente una cosa lleve a la otra. Por ejemplo, una consecuencia posible de la nueva base económica –los individuos como mercancía- es la mejora del nivel económico de la población para el consumo. Pero, por supuesto, esto no quiere decir que necesariamente se dé pues dicha mejora puede acabar siendo para el mercado exterior y dejar a la población interna como mera fuerza de trabajo –dilema al cual deberá enfrentarse China en los próximos 25 años-. Así, el nuevo capitalismo es la condición de posibilidad de un nuevo modelo social que se da ya, y se va a dar, en los países económicamente avanzados pero que no, necesariamente, se dará en todos pues puede haber países donde su población sea solo fuerza de trabajo y por tanto su existencia valga poco –lo que se llama países pobres-. Diciéndolo brevemente: una parte, y muy importante vaticinamos, de la población mejorará su condición económica por el desarrollo del propio sistema pero eso no quiere decir necesariamente que toda la población mundial lo haga. Y donde esto no se produzca la vida humana –como ha sido norma habitual en la historia, por cierto- seguirá no valiendo nada. Y donde se haga –también por cierto- la vida humana valdrá su valor en el mercado del sistema.
Pero hay algo más –ya acabo por hoy-: el nuevo capitalismo, al desarrollar la producción como vida, implica también el modelo de una nueva forma de ser –y debe leerse esto en su sentido literal fuerte-. Lo que la modernidad intentó en un sentido ideológico, en cuanto a un terreno constreñido al ideal: formación de una nueva forma de ser humano,el capitalismo actual lo está desarrollando de forma real -pero en sentido, bien es verdad, opuesto-. La modernidad pretendió generar sujetos y el desarrollo del capitalismo pretende generar determinado tipo de individuo –pero no sujetos- con unas características determinadas. Así, lo interesante del nuevo capitalismo, también, es la formación determinada de una manera de ser humano que ya no responde a un ideal, como en el discurso moderno, sino a una posibilidad real. Sin embargo, y esto es algo que también veremos, esta forma de ser no remitirá a algo concreto sino a una formalidad, a una estructura de sustentación de la mercancía.
Por último, hasta aquí hemos hecho una diferenciación, clásica, entre la producción –base económica- y los hechos sociales –superestructura-. Esa distinción, como igualmente analizaremos, ya no es posible pues la radicalidad de la producción del nuevo capitalismo implica que todo sea producción. Ya no hay ideología, para ser brillante y enigmático a la par, porque todo es producción ideológica. Y también porque, curiosamente, la falsa conciencia, en cuanto aquello que no pertenece a la realidad material, es curiosamente mi propio discurso.
Pero todo esto –y ya sé qué usted piensa que lo va a leer un familiar cercano mío- otro día. Y una cosa sincera. Si usted heroicamente ha llegado hasta aquí y no ha comprendido lo que quería decir no lo achaque a la, presunta, profundidad de mi discurso sino a mi torpeza al redactarlo y, tal vez, a que no sea tan interesante como yo creo.
Este articulo actual pretende, una vez sentada la base económica sobre la que se establece el nuevo capitalismo, explicar las consecuencias que esto genera socialmente y como el capitalismo actual poco tiene que ver con el anterior. Es decir, pretendemos analizar la configuración de la sociedad desde la base económica. Pero antes, y de eso va esta parte, necesitamos hacer una aburrida -¿otra?- consideración metodológica sobre la relación entre esa base económica de explotación radical –el hombre como mercancía- y la sociedad dada. Es decir, plantearnos si lo que defendemos es un automatismo entre base económica y superestructura, para hablar en términos marxistas clásico y que se traduce como una relación de necesidad entre el sistema económico y la sociedad dada, o no.
En primer lugar, no se puede pretender una teoría del reflejo, que defiende a la base económica responsable directa de cada fenómeno social, pero tampoco defendemos una ausencia absoluta de relación entre lo señalado como hecho productivo y lo referido a la conciencia social –entendiendo esta como el conjunto de fenómenos sociales no estrictamente económicos-. En nuestra teoría -¿a que sonó pretencioso?- la relación entre la producción económica y los fenómenos sociales son como condición de posibilidad. Sin embargo, esto no es decir mucho. Iremos más allá.
En los sistemas anteriores, donde el individuo era fuerza de producción, las consecuencias sociales para la mayoría de la población eran de un determinismo extremo: los fenómenos sociales ocurrían de acuerdo a los procesos productivos excepto, precisamente, entre las élites que liberadas de la determinación extrema de la producción, es decir: de ser fuerza de trabajo, podían llevar una vida como condición de posibilidad. Así, las élites sociales hacían literalmente la historia de acuerdo a su acción que si bien no podía sobrepasar lógicamente su condicionamiento histórico sí podía lograr, sin embargo, ir en una u otra dirección. Y esto lo señalaban también las ideas sociales. Por eso, occidente y oriente se separan especialmente a partir de la baja edad media –usamos cronología occidental- tanto como consecuencia de una historia anterior como, esencialmente, como producto de una nueva visión ideológica que surge en occidente y que luego se conocerá como modernidad.
¿Cuál es la diferencia ahora? Hay una similitud y una diferencia. La similitud es que la conversión de los individuos en mercancía, clave del nuevo capitalismo, sirve como condición de posibilidad de los cambios sociales que se expondrán, pero ahora para toda la población –y así la vida individual va a aparecer como libre autodeterminación-. O diciéndolo de modo negativo, la nueva sociedad que aquí se va a explicar no sería posible si no fuera porque los seres humanos han pasado de ser fuerza de trabajo a ser mercancía. Pero eso, claro está, no quiere decir que automáticamente una cosa lleve a la otra. Por ejemplo, una consecuencia posible de la nueva base económica –los individuos como mercancía- es la mejora del nivel económico de la población para el consumo. Pero, por supuesto, esto no quiere decir que necesariamente se dé pues dicha mejora puede acabar siendo para el mercado exterior y dejar a la población interna como mera fuerza de trabajo –dilema al cual deberá enfrentarse China en los próximos 25 años-. Así, el nuevo capitalismo es la condición de posibilidad de un nuevo modelo social que se da ya, y se va a dar, en los países económicamente avanzados pero que no, necesariamente, se dará en todos pues puede haber países donde su población sea solo fuerza de trabajo y por tanto su existencia valga poco –lo que se llama países pobres-. Diciéndolo brevemente: una parte, y muy importante vaticinamos, de la población mejorará su condición económica por el desarrollo del propio sistema pero eso no quiere decir necesariamente que toda la población mundial lo haga. Y donde esto no se produzca la vida humana –como ha sido norma habitual en la historia, por cierto- seguirá no valiendo nada. Y donde se haga –también por cierto- la vida humana valdrá su valor en el mercado del sistema.
Pero hay algo más –ya acabo por hoy-: el nuevo capitalismo, al desarrollar la producción como vida, implica también el modelo de una nueva forma de ser –y debe leerse esto en su sentido literal fuerte-. Lo que la modernidad intentó en un sentido ideológico, en cuanto a un terreno constreñido al ideal: formación de una nueva forma de ser humano,el capitalismo actual lo está desarrollando de forma real -pero en sentido, bien es verdad, opuesto-. La modernidad pretendió generar sujetos y el desarrollo del capitalismo pretende generar determinado tipo de individuo –pero no sujetos- con unas características determinadas. Así, lo interesante del nuevo capitalismo, también, es la formación determinada de una manera de ser humano que ya no responde a un ideal, como en el discurso moderno, sino a una posibilidad real. Sin embargo, y esto es algo que también veremos, esta forma de ser no remitirá a algo concreto sino a una formalidad, a una estructura de sustentación de la mercancía.
Por último, hasta aquí hemos hecho una diferenciación, clásica, entre la producción –base económica- y los hechos sociales –superestructura-. Esa distinción, como igualmente analizaremos, ya no es posible pues la radicalidad de la producción del nuevo capitalismo implica que todo sea producción. Ya no hay ideología, para ser brillante y enigmático a la par, porque todo es producción ideológica. Y también porque, curiosamente, la falsa conciencia, en cuanto aquello que no pertenece a la realidad material, es curiosamente mi propio discurso.
Pero todo esto –y ya sé qué usted piensa que lo va a leer un familiar cercano mío- otro día. Y una cosa sincera. Si usted heroicamente ha llegado hasta aquí y no ha comprendido lo que quería decir no lo achaque a la, presunta, profundidad de mi discurso sino a mi torpeza al redactarlo y, tal vez, a que no sea tan interesante como yo creo.
1 comentario:
es muy interesante, pero la mayoría de la gente interesada en tal cuestión parte, cuando menos, de aquí: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/Societe.pdf
otros no renuncian a la distinción modo de producción/superestructura y hablan de modelo postfordista productivo del capitalismo.
igual es que hacen falta nuevas koinés...
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