lunes, enero 30, 2012

LA NUEVA ECONOMÍA/3: EL TRIUNFO (¿para siempre?) DEL NEOLIBERALISMO

Parece una cosa clara: el neoliberalismo va ganando. De hecho, la autoproclamada izquierda no se cansa de advertir, y con razón, de la ofensiva neoliberal. Sin embargo, convendría primero señalar qué es el neoliberalismo para luego analizar, algo fundamental, si su triunfo es o no una necesidad del desarrollo del capitalismo -tal y como también otros defienden-.

¿Qué es, y qué no es, el neoliberalismo? Empecemos diferenciando. El neoliberalismo no es ni una filosofía, como sí lo es el liberalismo, ni tan siquiera una teoría económica general, como lo es el keynesianismo. El neoliberalismo es una práctica económica que responde al interés de un grupo social concreto y dominante económicamente. Por lo tanto, así, de primeras, el neoliberalismo intelectualmente carece de valor porque ni su base es un conjunto de ideas filosóficas sobre el hombre, el conocimiento y el mundo -al modo del liberalismo- ni es una teoría sobre ciclos, producción y crisis económicas -como el keynesianismo-. Efectivamente, el neoliberalismo es una corriente de pensamiento cuya última finalidad no es afianzar el capitalismo sino mantener y aumentar el beneficio de la oligarquía económica y con ella el del resto de las oligarquías sociales. Pero, va ganando.

Definamos neoliberalismo. Su primera característica es que el estado no debe intervenir como agente productivo. El estado, con esta idea, no debe ser un agente económico directo ni como industria ni como prestador de servicios. Pero, esto, a diferencia del liberalismo, no significa su asunción como estado mínimo sino su preminencia con carácter financiero. Efectivamente, el liberal no quiere estado por su idea de libertad, pero el neoliberal sí lo quiere para su idea de negocios. El estado neoliberal no podrá intervenir directamente en economía como agente productivo pero deberá hacerlo financiado a las empresas para que estas se beneficien.

Así, la segunda característica: el estado es un agente financiero en beneficio exclusivo de la empresa privada. Se suele presentar al neoliberalismo como contrario a las prestaciones públicas: nada más lejos de la realidad. El neoliberalismo encuentra su aliado natural en el estado. Efectivamente, la idea clave del neoliberalismo es que el estado financia un servicio, desde la industria de armamento en EEUU hasta los servicios públicos en Europa, que convierte en mercado y beneficio de la empresa privada. Lo último que busca la oligarquía es el desmantelamiento del estado asistencial: lo que quiere es su reparto y clientelismo. El neoliberal, como la nefasta Aguirre, no clama contra el estado sino que busca su complicidad y vasallaje. Con los impuestos de todos consigue, merced a la privatización de la prestación del servicio pero no a su desaparición -ejemplo español es la escuela concertada financiada por el estado y con beneficio privado-, el beneficio exclusivo de su grupo social. El liberal odia al estado por honestidad intelectual, el keynesiano lo ampara como agente económico por honestidad científica, el neoliberal lo quiere como gallina de los huevos de oro por avaricia.

Y aquí entra el tercer punto: el pacto de oligarquías. El liberalismo, verdadero o falso, esconde un sueño emancipatorio y por eso gestó revoluciones. El keynesianismo, un proceso conservador con consecuencias de equidad social. El neoliberalismo es reaccionario: su sueño es la desigualdad social anterior, cuando algunos vivían aún mejor. Si el neoliberalismo ha sido, y especialmente es, posible como práctica se ha hecho así por el interés de la oligarquía social. Efectivamente, la oligarquía económica ha ganado un nuevo campo de explotación económica con los servicios públicos. La oligarquía política ha ganado, a su vez, un aliado fiel que le apoya como aparato profesional a sueldo y prebendas con, entre otras cosas, aparato financiero y mediático. Y todo ello implica una pérdida de ganancia en el más amplio colectivo de ciudadanos.

¿Qué ganancias pierde la ciudadanía con el triunfo neoliberal? ¿Tenderá el capitalismo entonces a la pérdida de derechos sociales?

Primero, resulta indudable que esta mejora para la oligarquía se hace, en el neoliberalismo, con la depauperación del resto del grupo social. Efectivamente, la simpleza del neoliberalismo en teoría económica es así: yo también me como tu parte del pastel. Y lo hace en un frente doble.
En relación a la población, el neoliberalismo roba tarta rebajando condiciones de trabajo y aumentando así la productividad, o sea, su beneficio. Las recetas neoliberales económicas son rebaja de sueldos y de derechos sociales. Para unos.
En relación al estado, se da la lucha contra el déficit sin distinguir gasto de inversión. Una vez creada la alarma, las empresas privadas se adueñan de los servicios públicos como negocio. Así, se da una paradoja: al neoliberalismo le interesa, como mercado, la permanencia del nivel de cobertura de aquellos derechos sociales, nunca los laborales, que puedan convertirse en mercado de explotación. Además, ese mercado pagado por el estado es perfecto: clientela cautiva. De esta forma, el neoliberalismo no tendría en teoría que rebajar el nivel prestación: pero lo hará. ¿Por qué? Porque la búsqueda del beneficio económico implicará no la pérdida formal de derechos, sino la pérdida real de los mismos. Si el estado demuestra su pésimo servicio asistencial por su incompetencia, y lo ha hecho, la empresa privada ofrecerá un pésimo servicio social por su competencia: una clientela cautiva es un buen sujeto de ahorro. Así, el derecho formal seguirá existiendo, pero el real bajará. Y si no le gusta lo público -pero privado- váyase a lo privado: ¡anda!, será lo mismo y la banca siempre gana.

Pero ¿es esto una necesidad del capitalismo? No lo parece. El neoliberalismo no es sino un intento de la oligarquía de enriquecerse aún más a costa de la población. Sin embargo, que nadie vea aquí una estructura de explotación de clase: eso ya no existe en el capitalismo (aquí 1 y 2). Por eso precisamente es posible derrotarlo.

El neoliberalismo no es un producto necesario del desarrollo del nuevo capitalismo. Lejos de eso, es un proceso que necesita un agente exterior para afianzarse como consecuencia, precisamente, del desarrollo del nuevo capitalismo. La depauperación de un sector de la población occidental implica, necesariamente, su sustitución como demanda. Por eso el triunfo neoliberal se basa en China y los países emergentes. La idea, ya la hemos contado otras veces, es que la demanda la asuman ciertos países occidentales, ya no todos, y la parte abandonada sea tomada por un sector social de esos países emergentes, no hace falta irse más allá del 20%, que sustituirá con creces el consumo perdido. Y además allí será, por su propia situación sociopolítica frente al resto de la población, una oligarquía en sí misma. La alianza está servida. A cambio, una parte de la población europea, sur y antiguo este básicamente, será depauperada en sus condiciones sociolaborales aumentando con ello su productividad, y con esto el beneficio oligárquico, sin inversión, gasto, alguno. La oligarquía gana aún a costa de hundir la economía nacional pues esta implicaría también a la chusma. Y ellos son un grupo selecto: la oligarquía, una vez lo fue el género humano, es la internacional.

¿Cómo combatir el neoliberalismo? Eso, ya, otro día.

2 comentarios:

ElSrM dijo...

Siempre que pienso en el (neo) estalinismo chino, tomado como modelo de economía, de sociedad, etc. se me ponen los pelos como escarpias. En lugar de ver allí conquistas como los derechos laborales, de sindicación, civiles... nos persiguen desde los medios de masas con la cantinela de si son más productivos, de si hay que competir en costes... Es decir, que desde algunos sectores se desean ver aquí retrocesos que nos aproximen a aquello.

Interesante lo de que el Neoliberalismo no era necesario. Uno examina el último siglo y ve que la llamada edad de oro del Capitalismo (mayores aumentos de producción y distribución, ciclos contractivos más atenuados...) se dio con políticas públicas keynesianas (de estímulo de la Demanda agregada) y redistributivas (con expansión de los servicios públicos de Estado del bienestar).

Las cifras del Neoliberalismo (ni en producción, ni mucho menos en distribución) no pueden compararse con aquéllas. A no ser, y también es posible que los tiros vayan por ahí, que la gracia no resida ahora en comparar las cifras de las economías estatales, en las que el Neoliberalismo se demuestra mucho peor, sino las cifras de las economías tomadas sólo las élites socioeconómicas dentro de cada Estado.

Esto último se parece a cuando a nos explicaban los fallos de mercado en clase: monopolio, oligopolio... Según la teoría (bastante liberal, basada en autores como Smith, Pareto... de los menos conservadores que se ven en la universidad actual encontraríamos a Keynes) de la economía de mercado, dichos fallos hacen ineficiente al sistema (se produce y distribuye menos cantidad, o a mayor coste, de lo que se podría en condiciones óptimas). Pero, siendo negativos para el conjunto del sistema económico, tales fallos, p.ej. el monopolio, es muy eficiente y positivo para un único operador concreto del sistema: el monopolista, precisamente. Éste puede producir menos y venderlo más caro. Parecido sucede con los oligopolistas.

Quizá sucede que el Neoliberalismo, no siendo necesario económicamente, sí fuera posible políticamente: una jugada en el tablero que condujese a un "aún más todavía" para las oligarquías. Además, una Economía de mercado cada vez más keynesiana y redistributiva, a largo plazo, pese a mantener bien engrasadas y estabilizadas producción y distribución de riqueza, a saber qué cambios políticos podría haber ido favoreciendo.

En su "El fin del trabajo", el cual el otro día también mencionaba por tener puntos de conexión con el tema tratado, Rifkin relata que en la segunda mitad del siglo XX, hubo algo que hizo coaligarse con tenacidad a las principales patronales (en EE.UU.) y responder como empujadas por un resorte. Se había aumentado la producción y el consumo y se insinuaba con comenzar a repercutir el aumento de la riqueza en aumento de las rentas del trabajo por encima de los aumentos en las rentas del capital. A nivel económico, para el conjunto de los Estados, esa situación no era perjudicial, ni mucho menos (la suma de rentas sigue siendo la misma, si lo que pierde un sumando lo gana el otro). Sin embargo, a nivel sociopolítico, tal tendencia y los escenarios que podía llegar a aventurar serían inaceptables para las personas situadas entonces en aquellas élites socioeconómicas. Uno de sus objetivos prioritarios fue el debilitamiento a largo plazo de las organizaciones sindicales.

Esperamos con el gran interés acostumbrado el siguiente artículo de la serie, profesor.

Cordialmente,

Enrique P. Mesa García dijo...

D. SrM es usted incansable. Y muy interesante.