jueves, noviembre 03, 2022

LA PALABRA IGUALDAD Y EL FIN DE LA IZQUIERDA MODERNA/1

 Nota: este artículo se ha publicado completo en la revista Argumentos Progresista nº48, noviembre diciembre 2022
Este artículo es una serie de tres.
Aquí el primero
Este es el segundo.
Y ahora viene el tercero.

En 1754, Rousseau escribe su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Con él, podemos decir, se inaugura la izquierda política moderna, puesto que la posmoderna, como vamos a ver luego, es otra cosa.

En esta obra, Rousseau argumenta que existe una relación entre la propiedad, en su época fundamentalmente la tierra, y el establecimiento por parte de los grandes propietarios de una serie de leyes que lo que buscan es mantener y aumentar esa diferencia de propiedad, creando así una legislación que perpetúe la desigualdad establecida y sostenga el privilegio social. Es decir, que el autor establece una relación estructural entre la desigualdad económica y la desigualdad sociopolítica, situando a la primera desigualdad, la económica, como clave de la segunda, la desigualdad en los derechos. Como consecuencia de este análisis, la palabra igualdad adquiría un concepto absolutamente novedoso en el panorama de la teoría política por varias razones.

En primer lugar, se vinculaba un contenido legislativo con una realidad socioeconómica como era la posesión de la propiedad. Las leyes que garantizaban los privilegios, y por lo tanto el propio poder político, no tenían su fundamento en el mérito de los privilegiados, un poder sobrenatural o la costumbre sino que exclusivamente dependían de un criterio cuantitativo: quien tenía más y mejor propiedad obtenía como consecuencia mayor  poder político y una legislación a su favor.

En segundo lugar, mostraba una relación causa y efecto entre la estructura socioeconómica de una sociedad y la estructura política de la misma: en Rousseau, al menos, era imposible explicar la desigualdad de la sociedad constituida sin hablar de quién o quiénes poseían la tierra y quiénes no tenían riqueza alguna.

Y, en tercer lugar, esta teoría tenía un claro matiz emancipatorio. La solución al problema social de la desigualdad ya no podía venir en una clave individual o en una clave estrictamente moral, que los oprimidos cambiaran su forma de ser o adquiriesen un determinado nivel de conocimiento o ascendiesen en la estratificación social, sino de una clave en la cual la reforma social incluía la creación de un nuevo marco estructural de relaciones, el contrato social, que incluyera a la igualdad legal como elemento fundamental y por encima de las decisiones o posibilidades individuales y peculiares de cada persona y su riqueza.

De esta forma, podemos decir que Rousseau se posiciona como el abuelo, digámoslo así en términos cariñosos, de toda la izquierda moderna, pues ésta siempre tendrá este esquema formal que relacione propiedad y marco político como fundamental en su teoría, construyéndola a su vez sobre este esquema. Así, toda la izquierda moderna seguirá el esquema roussoniano en al menos tres elementos claves.

Primero, que el problema de la desigualdad social tiene que ver con una condición económica y social estructural, y no con el mérito, la costumbre o una fuerza sobrenatural, relacionada necesariamente con la propiedad de los medios de producción.

Segundo, que, por lo tanto, construir la igualdad implica necesariamente al menos una reforma social, cuando no una revolución, para actuar sobre ese problema de la propiedad. La desigualdad, como consecuencia, no precisa solo acciones de compensación individual o de caridad pública, sino medidas estructurales que reformen o eliminen, cada izquierda aquí dirá una cosa, la propiedad.

Tercero, que, de acuerdo a esta lógica y en vista de los anterior, el discurso de izquierdas será necesariamente económico y no solamente político: la economía será política también. Y dentro de este discurso económico se buscarán medidas estructurales para lograr superar esa desigualdad cuya causa no es subjetiva y personal, como va a defender la derecha, sino objetiva y social.

Así, la palabra igualdad tendrá desde entonces en el discurso de la izquierda moderna un contenido necesariamente socioeconómico y su superación hará referencia a la necesidad de actuar sobre la desigualdad en la propiedad para alcanzar la igualdad en los derechos y deberes políticos. Por lo tanto, la izquierda admitirá, creemos que con acierto, que la transformación política solo se puede llevar a cabo desde la transformación de las relaciones económicas que tienen que ver necesariamente con la propiedad. Y desde ese momento, siglo XVIII, podemos decir que surge realmente el pensamiento de izquierdas y su vinculación con la propiedad como elemento fundamental de desigualdad. Y esta va a ser la diferencia fundamental y radical, es decir: de raíz, en el pensamiento moderno entre izquierdas y derechas.

La derecha, fundada un siglo antes por Locke y el liberalismo, defenderá que la propiedad es un derecho natural y, por lo tanto, que la propiedad es la base fundamental, o una de ellas, de la sociedad y la libertad. La izquierda, inaugurada con Rousseau, defenderá justo lo contrario: la propiedad es la clave del antagonismo social y es causa de la sociedad no sea racional ni libre. Y por eso, cuando la derecha hable de igualdad lo hará desde la perspectiva del statu quo ya vigente, representándolo en la carrera falsamente meritocrática, o a lo sumo en derechos formales. Sin embargo, la izquierda al hablar de igualdad lo hará desde una perspectiva socioeconómica evidente y una perspectiva estructural: la desigualdad no procede del mérito personal sino de la desigual distribución, previa y estructural, de la propiedad de los medios productivos.

De esta forma, la izquierda podrá estar en permanente discusión entre sus diversas facciones, y fusilándose con alegría unos a otros en muchas ocasiones, pero siempre tendrán todos un poso común que procede de sus orígenes roussonianos: para transformar la sociedad es necesaria la transformación de la propiedad. O dicho de otro modo: la igualdad es un término socioeconómico. Y solo se logrará la igualdad real cuando las relaciones de propiedad sean justas. Y, como conclusión, hay que intervenir para reformar o suprimir, ya saben que cada izquierda dirá una cosa, esas formas de propiedad.

Y ya seguimos luego, que lo dejado en lo más emocionante.

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