domingo, noviembre 20, 2022

LA PALABRA IGUALDAD Y EL FIN DE LA IZQUIERDA MODERNA/2

Nota: este artículo se ha publicado completo en la revista Argumentos Progresista nº48, noviembre diciembre 2022
Este artículo es una serie de tres.
Aquí el primero
Este es el segundo.
Y este el tercero.

En el artículo anterior, y primera parte de este artículo, habíamos explicado el origen de la izquierda moderna.  Ahora, vamos a desarrollar su fin y el surgimiento de la izquierda posmoderna para seguir explicando por qué es tan significativo el empleo de la palabra igualdad en un solo sentido..

En España hay en la actualidad un Ministerio de Igualdad. No es algo baladí tener todo un ministerio dedicado a tan peliagudo tema. Es más, el gobierno español se autoproclama como de izquierdas y progresista. Por lo tanto, cabría esperar que la propiedad estuviera preocupada al menos. Sin embargo, cuando el progresismo despertó, la propiedad todavía estaba allí. Y si el Ministerio de Igualdad no lucha por un reparto de la propiedad y que ésta deje de ser fuente de privilegios, ¿por qué lucha? Mejor aún, ¿por qué se llama exactamente Ministerio de Igualdad?

La llamada filosofía posmoderna inicia lo que un autor como Rorty ha calificado, creemos que con gran acierto, como un giro del lenguaje. Mientras que la filosofía moderna era un giro hacia el sujeto y su capacidad de transformación de la realidad, la filosofía posmoderna, sin embargo, es un giro hacia el lenguaje y la forma de expresar la realidad como la clave de su desarrollo y análisis. De ahí que todas las teorías de origen posmoderno pongan tanta importancia en el lenguaje frente a los presuntos hechos objetivos de la Modernidad. No hay hechos, sólo interpretaciones es una sentencia de Nietzsche que esconde toda la raíz del discurso posmoderno. 

Tampoco cabe duda de que las palabras son fundamentales en las teorías políticas. Pero no lo son las palabras en sí misma sino el significado que se le otorga a dichas palabras: lo que sería su concepto. A partir de Rousseau, como ya hemos visto, la idea de igualdad en la izquierda moderna tenía imbricados dos significados: su causa era por el desigual reparto de la propiedad y su solución, como consecuencia, implicaba reformar esa propiedad de alguna manera. 

Sin embargo, el Ministerio de Igualdad no trata este tema. Se trata específicamente de un ministerio creado, seguramente entre otros motivos, para tratar el problema de la igualdad efectiva entre los hombres y las mujeres desde una perspectiva feminista. No se trata aquí de discutir ese problema, que es real, sino que lo interesante es analizar cómo la palabra igualdad ha dejado de significar una condición socioeconómica relacionada con la propiedad para pasar a ser una condición de exclusivo contenido de la teoría feminista. O dicho de otra manera, sobre lo que tratamos aquí de reflexionar es como la palabra igualdad ha perdido un significado que fue fundamental para la izquierda y ha ganado otro significado distinto. Y qué repercusión tiene esto dentro del discurso político de esa misma izquierda que otrora se presentará como transformadora de la realidad socioeconómica y, con ello, de la distribución de la propiedad. 

¿Por qué es tan importante esta sustitución del significado de las palabras? 

En el discurso político existen palabras concretas que son fundamentales porque permiten distinguir entre un discurso y otro. Tanto es así, por ejemplo, que cuando la izquierda moderna o la derecha moderna utilizaban la palabra libertad o la palabra igualdad o la palabra propiedad no estaban dando el mismo significado a la palabra y por lo tanto con esas palabras estaban marcando sus diferencias ideológicas. 

Estas palabras además, especialmente por parte de la izquierda moderna, estaban cargados de un significado socioeconómico y no de cualquier otro significado, como pudiera ser uno cultural, sobre las costumbres o antropológico. La izquierda  moderna así se definía por su discurso marcadamente socioeconómico, tanto porque las causas fundamentales y primeras de todo el entramado social eran causas económicas como porque la solución a dicho problema social era también tomar medidas concretas socioeconómicas y, en concreto, actuar sobre la desigual distribución de la propiedad de los medios de producción. Desde la utópica comuna anarquista hasta el Estado totalitario soviético pasando por las críticas de la Escuela de Frankfurt o las actuaciones socialdemócratas, la izquierda se unía en este esquema conceptual básico.

A partir de los años ochenta del pasado siglo surgió un hecho muy interesante en el discurso de la izquierda y fue la paulatina eliminación del término justicia social y su sustitución por el término solidaridad. De pronto, los partidos de izquierdas ya no pedían justicia social sino que pedían solidaridad. Este hecho, que ha concluido en la eliminación del término justicia social y el triunfo definitivo de esa palabra que es solidaridad, era el inicio de algo mucho más importante que una mera batalla terminológica. Era toda una batalla conceptual que iba a ganar la nueva izquierda o lo que vamos a llamar izquierda posmoderna. Efectivamente, justicia social implica, en sus mismos términos y necesariamente, un análisis objetivo de una determinada estructura donde se precisa señalar cuál es la distribución injusta que se produce de una forma estructural. Así, justicia social implicaba dos cosas fundamentales.

La primera, el término se derivaba de un hecho que se daba realmente en la sociedad y que era la existencia de una injusticia y que dicho hecho dado era indiferente que se sintiera no como tal, pues se pretendía hablar desde la objetividad y no desde la subjetividad. 

Segundo, y consecuencia de lo anterior, que esta injusticia pertenecía a algo objetivo y estructural propio de la sociedad analizada y no guardaba relación necesariamente con el sentimiento de los individuos. Estos podían sentirse tratados justamente y sin embargo seguir existiendo esa injusticia social y, por lo tanto, la llamada a la justicia social iba más allá de la mera creación de una conciencia y afectaba necesariamente a la transformación social objetiva.

Sin embargo, la palabra solidaridad lo que pedía era una intervención emocional por parte de los sujetos que debían sentirse llevados a realizar las acciones necesarias para adherirse a la situación de los otros. Esto, implicaba la desaparición del concepto objetivo, la injusticia lo era independientemente a la adhesión o no a la causa, y su sustitución por un criterio de subjetividad. La solidaridad lo que generaba era en el fondo convertir en laico el discurso de la compasión y caridad cristiano y situarlo en un concepto puramente emotivo social que sirviera para poder exigir a los individuos ciertos comportamientos, pero siempre de carácter individual. De esta forma, al admitir la eliminación del término justicia social, la izquierda abandonaba la concepción de que los términos y conceptos derivaban de la realidad objetiva y empezó a situarlos en la confianza y responsabilidad individual de las distintas personas.

¿Y todo esto qué tiene que ver con la Igualdad? Pues en el siguiente, acabamos.

4 comentarios:

Flaneur dijo...


Estimado profesor, me decepciona usted cuando, tras haber conocido sus extraordinarias clases de Historía de la Filosofía, me opina de esa forma que aquí expresa. Desigualdades hay muchas, y siendo las más importante la que tiene que ver con las desigualdades económicas, obcecarse en que esa es la única desigualdad y que luchar contra el resto de desigualdades civiles es contraproducente para el supuesto ideal de la "izquierda" no parece tener mucho sentido. ¿Acaso luchar contra la discriminación racial supone un menoscabo para la lucha contra el injusto reparto (por supuesto basal, más "fundamental") de la propiedad? ¿Cómo puede pensarse de forma argumentada que un ministerio de Igualdad, cuya función es eliminar privilegios del género dominante favorece la desaparación de eso que usted llama la "Izquierda"?
Usted critica mucho el giro lingüístico que, por cierto, puede ser tan postmoderno como moderno (Habermas), pero toda su argumentación se basa en un análisis terminológico de un nivel infinitamente inferior al de sus clases en YouTube.
Eso que usted llama "la Izquierda" no sucumbirá por las luchas feministas, ni nacionalistas ni de género, no se equivoque. Si usted cree que la desaparición de eso que denomina "la Izquierda" se debe a Montero, Otegi o Montero, humildemente lo digo, es que no ha entendido nada de Marx. Póngase con Marzoa o Heinrich, y verá.
Desde la admiración y disculpándose por la insolencia, un saludo.

Enrique P. Mesa García dijo...

Dos cosas si me lo permite.
1.- Por supuesto hay varias desigualdades. El problema está en situar cuál es la desigualdad estructural y fundamental. Cuando la palabra igualdad ya solo signific una cosa, está claro qué se busca sobre este tema.
2.- El hecho de que estemos en desacuerdo no implica que no se haya entendido a este o aquel autor. Las interpretaciones sobre autores, dentro de un orden por supuesto, son libres y no implican necesariamente desconocimiento.
Y otra si me lo permite. Queda todavía otra parte.

Flaneur dijo...


A usted se lo permito todo, y más en su casa, faltaría más. Tiene toda la razón en lo referente al desacuerdo, ello no merece el reproche del desconocimiento. Disculpe lo que (ya le avisaba) fue una insolencia. Pero...:
1. ¿Es semánticamente correcto hablar de "desigualdades estructurales"? Dado que el análisis estructural es meramente descriptivo, lógico, cualquier concepto político o moral parece espúreo. En todo caso, un análisis estructural puede encontrar contradicciones, pero nunca injusticias.
2. Luego las injusticias se encuentran en otro lugar, en el ámbito cívico-político, en el de los ciudadanos que reclaman justicia porque una determinada situación les parece injusta.
3. ¿Es la estructura capitalista injusta? No. Es una estructura que conduce a la miseria de una gran parte de los seres humanos y, posiblemente, a la destrucción de la humanidad. "Creo" en el Marx no moralista, sino científico, althusseriano, marzoísta, de la interpretación contemporánea alemana...
4. Aun aceptando su interpretación, sigo sin entender qué tiene que ver el uso "cívico" del concepto de "desigualdad" de género con el menoscabo de la desigualdad estructural, aceptando que esta es la fundamental y que tiene que ver con la justicia. No sé, veo mucho embrollo en ese razonamiento.
Espero su segunda parte, y mucha gracias por su respuesta.

Enrique P. Mesa García dijo...

Yo creo que la clave de la discrepancia está en el punto 1 y 3.
El análisi estructural no es meramente decriptivo, tal y como dirían los estructuralistas o postestructuralistas. El análisis estructural, aquí y en Marx, es un análisis que refiere a una realidad como sistema realmente existente en su objetividad, no es una mera estructura simbólica sino material y real: el capitalismo.
En cuanto a Marx, negarle su carácter moral, como hacen los citados por usted, es negarle en realidad su fuerza. La idea de Marx está enraizada en dos aspectos: una idea fuerte de sujeto y un carácter ético de que dicho sujeto es un fin y no un medio. Los análisis Althusser no me parecen correctos.