lunes, septiembre 12, 2005

NACIONALISMO PALETO/ y 2

Hay cierta anécdota que, sin saber su veracidad como en cualquier otra, me atreveré a contar. Un día le preguntaron a Chesterton, escritor inglés, que cuál era su opinión sobre los franceses. Y él impertérrito, contestó: “No lo sé, no los conozco a todos”. Esto viene al caso por ese tema del nacionalismo que ahora, encima y en el colmo de su propio desvarío, cierta izquierda parece querer respetar. El nacionalismo, el orgullo de sentirse de un lugar geográfico determinado y de pertenecer a un “pueblo” y a una cultura, parece que va poco a poco ganando posiciones. Sin embargo, no puede ocultar su autentica cara: es paleto.

Dentro de la estructura ideológica del nacionalismo aparece, en primer lugar, la idea de “pueblo”. Alguien podría señalar que también existe esta idea en las democracias. Sin embargo, no es igual. Mientras que la idea de pueblo liberal está basada en una abstracción que se admite explícitamente, la idea de pueblo nacionalista pretende ser concreta. Efectivamente, el pueblo nacionalista se sitúa en el origen del tiempo y con unas características comunes aparentemente reales: la lengua, la etnia y las costumbres ancestrales. Lo que debe unir al pueblo para el nacionalismo son, básicamente, esas tres características. La unión dentro del nacionalismo, pues, no se presenta como una conciliación de intereses racionales (tal y como el liberalismo presentó, y de ahí su propia contradicción, la imagen de pueblo) sino en un origen común indiscutible e independiente a la voluntad individual. El pueblo nacionalista es así totalitario: no se puede cambiar pues su esencia está consumida en sí mismo. Mientras que la democracia establece su propia fórmula de unión y cambio en las constituciones (que en cuanto a acuerdo, y de ahí su posibilidad de cambio, son la garantía de su ser pueblo), el nacionalismo es estático: se es pueblo desde el origen de la historia. La garantía del pueblo nacionalista no radica en sus miembros sino en una historia, en realidad un mito, que les justifica a ellos mismos. Es decir, el nacionalista no da sentido a su nación, sino que es la nación, real a priori en cuanto a estado existente o producto de la fantasía, la que le da a él sentido. Así los individuos concretos, como en todo buen totalitarismo, están subordinados a los intereses de un ente que les supera: el pueblo vasco, catalán o carpetovetónico, la patria o la nación.

En segundo lugar se encuentra la idea de cultura popular que se identifica, sin más ni más, con la idiosincrasia de un pueblo. Y aquí el nacionalismo tuvo una doble función y contradictoria: mientras en ciertos territorios resultó progresista (como en Alemania) al exigir un poder central representativo frente a los príncipes absolutistas que dirigían pequeños territorios o a los imperios, sin embargo en los países que ya contaban con dicho estado central resultó conservador. En estos países, y entre otros España, el nacionalismo (ya fuera el español o algún otro todavía más provinciano) fue una de las claves, como bien sabía Goya, del pensamiento conservador: el ilustrado era afrancesado. Así , si la ignorancia, la falta de ilustración y el desconocimiento de otras realidades fueron la causa, necesaria en un tiempo, de que las tradiciones culturales, la mayoría de ellas barbáricas o ridículas, pervivieran estableciendo esa “idiosincrasia” que no escondía sino la incultura de un colectivo depauperado y analfabeto, sin embargo, a partir especialmente del siglo XVIII y XIX, a estos se añadió el apoyo del pensamiento más conservador frente a los avances, escasos siempre, ilustrados. Así, la denominada cultura, poco hay en ella de tal palabra, popular se transformó en folclore. Lo que importaba era preservar como espectáculo ideológico, desde la verbena hasta los coros y danzas -o su versión más progre en la música étnica- haciendo que lo que en otro tiempo pudo tener sentido careciera ya de él. Sin embargo, el nacionalismo sitúa todo esto en un papel preponderante. Así, un conjunto de individuos se encuentran unidos por cosas tan importantes como la forma de menear las piernas al bailar, las especies que le echan a la comida o la manera, siempre distinta siempre la misma, en que torturan animales o hacen imposible la auténtica vida de las personas. Esa es la cultura nacionalista. La esencia se encuentra así en la costumbre y, esta a su vez, no es más que la propia perseverancia en mantener rituales fuera de la realidad. Si la cultura, la auténtica, busca emancipar a los individuos, la cultura popular, la cultura nacionalista, pretende que el reparto secular de papeles se perpetúe. Y está claro que del mismo modo que las tribus primitivas se han convertido hoy en los parques temáticos de los progres, que viajan hasta aquellas en cómodos aviones y vacunados, la cultura popular no es sino el folclore de las instituciones administrativas que desean perpetuarse.

¿Pero cuál es el fundamento último de todo este proceso ideológico en el cual se inscribe el nacionalismo? Su fundamento es el mito. El “pueblo” nacionalista, la realidad de su existencia, se basa en una falsificación histórica doble: por un lado, se falsifica su origen y desarrollo, enfrentado a la realidad histórica.Por otro, se sitúa en el origen, los denominados derechos históricos, la fundamentación de lo actual. Así, lo que surge es doble: en primer lugar, el pasado, además un pasado falsificado por el mito, dirige la realidad del presente. Por otro lado, y ahí es donde se cierra el círculo del totalitarismo nacionalista, los individuos ven el fundamento de lo importante de sus vidas, su razón de ser, no en algo propio de ellos mismos, una autonomía, sino en algo que no les pertenece, pura heteronomía. El origen, el presente y el futuro son circulares: todo está atado y bien atado. Uno es vasco, catalán o español para siempre aunque ese ser vasco, catalán o español no hayan existido siempre y sólo surgiera en un determinado momento histórico. El mito supera la verdad y encadena a los humanos.

El nacionalismo es paleto. Pero esa es su cara amable, como Paco Martínez Soria era la simpatía del régimen. Su cara auténtica es totalitaria y sin remedio. La ridiculez de sus argumentos, desde el RH negativo (no lo olvidemos) hasta el espíritu rociero, no deberían presentárnoslo como simpático. La emancipación de los seres humanos no puede ser real cuando estos se encuentran subordinados a elementos colectivos que no son formados racionalmente por ellos sino previos a los mismos. Por eso queremos acabar con una inocente pregunta: ¿qué pinta la izquierda, aparte de chupar poder y votos, en todo esto?

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Plas, plas, requeteplas. Brillante artículo, muy acertado. Te recomiendo otra lectura: http://www.lainsignia.org/2003/octubre/ibe_103.htm

Anónimo dijo...

También échale un vistazo a este artículo: http://www.lainsignia.org/2003/julio/ibe_065.htm
Nos gustará, seguro.

Anónimo dijo...

A ver, a ver, que hay muchas cosas aquí. Toda idea nacionalista política se basa en la existencia en un momento dado de un conjunto suficientemente grande de individuos que se reconocen como miembros de una comunidad que constituye una organización social que se ha prolongado en el tiempo y que se sustancia en que ese conjunto de individuos ha devenido en compartir una lengua, unos referentes culturales, un sistema económico, un territorio concreto, etc... Sin ese sentimento personal e interno, la idea política no tiene sentido porque se estaría refiriendo a algo inexistente. La clave de tu error es suponer que el sentirse vasco, catalán, gallego... es una perversión inducida por maléficos duendecillos, cuando en realidad es una decisión de personas libres. Se nota el rastro del nacionalismo español en este concepto que expones, al pretender que está mal ("es paleto") no sentirse español, y los que tal pretendan deben dar explicaciones por ello.

En cuanto a lo que comentas acerca de la cultura, descalificándola y minimizándola, evitas (creo que intencionadamente) referirte a las lenguas. Y haces bien (desde el punto de vista de tu argumentación), porque la lengua es el elemento diferenciador más claro que permite distinguir a una comunidad de personas que generación tras generación han evolucionado juntas. Es el mapa del camino recorrido por esa comunidad humana. Y ésto no son invenciones, sino hechos.

Sin embargo, estoy de acuerdo en que los derechos históricos no deberían servir de base para sustanciar políticas actuales. Los derechos de una nación no tienen más remedio que ser actuales si es que tienen que ser útiles. El camino que recorra cada sociedad y los individuos que la componen no debería determinarse en función del ya recorrido, sino de su situación actual. Un ejemplo actual: el sistema económico de Cataluña no debería basarse en hechos de hace siglos, sino lo que los catalanes, democráticamente, decidan.

"La emancipación de los seres humanos no puede ser real cuando estos se encuentran subordinados a elementos colectivos que no son formados racionalmente por ellos sino previos a los mismos." En vista de tal afirmación, entiendo que habrás renunciado a la nacionalidad española y repudiado a tus padres por hacerte hablar castellano de pequeño, horrendo crimen éste que impide la libre emancipación del alma humana y la ata para siempre a una manera determinada de describir el mundo.

Miguel K. Stobbs Serrano dijo...

Imagino que cuando menta el término "nacionalismo" lo hace aplicándolo a todo conjunto de ideas preexistentes en la sociedad que generan una relación de pertenencia y exaltación de sus ciudadanos ante el territorio en el que nacen.
Si esto es el nacionalismo, comparto su visión, me repatea el folclorismo asociado a los nacionalismos, sean periféricos, sean centralistas.
Ahora bien no por no estar de acuerdo con lo que el fenómeno nacionalista significa podemos obviar que es un sentimiento residente en muchos conciudadanos que forman la sociedad al igual que usted y yo, y que, por mor de esto, deben entrar en el juego de la definición de la política y la gobernación del Estado.
Yo creo que la izquierda, y la derecha, debe tender puentes hacia el nacionalismo, pero no asumiendo sus chantajes políticos.
Al fin y al cabo una sociedad se hace por el agregado de todos sus ciudadanos, nacionalistas y no nacionalistas.
Una última cosa, cuando se refiere a nacionalismo paleto intuyo que se refiere a los nacionalismos en un marco estríctamente español, y no, por ejemplo, al nacionalismo de las colonias africanas de mediados de siglo, o el de la gran descolonización del XIX.
Un saludo.

Enrique P. Mesa García dijo...

Respondamos por parte y primero a Anónimo (por cierto y si no les importa les ruego pongan su nombre para escribir pues este sistema lía un poco):

1.- Usted dice:
Toda idea nacionalista política se basa en la existencia en un momento dado de un conjunto suficientemente grande de individuos que se reconocen como miembros de una comunidad que constituye una organización social que se ha prolongado en el tiempo y que se sustancia en que ese conjunto de individuos ha devenido en compartir una lengua, unos referentes culturales, un sistema económico, un territorio concreto, etc... Sin ese sentimento personal e interno, la idea política no tiene sentido porque se estaría refiriendo a algo inexistente.
La primera parte es de cajón si se habla de creencia. Es decir, la todos esos individuos creen en lo que usted dice (la existencia de una comunidad...). Pero en la segunda aparece la trampa. El sentimiento es real (en eso como el que cree haber sido abducido) pero el hecho de que el sentimiento se de no implica, tal y como usted parece insinuar, que la realidad a la que se mueve ese sentimiento exista tal cual. O dicho de otro modo, que el hecho de que exista sentimiento de sentiorse, por ejemplo, vasco no implica que exista algo así como El Pueblo Vasco.

2.- La clave de tu error es suponer que el sentirse vasco, catalán, gallego... es una perversión inducida por maléficos duendecillos, cuando en realidad es una decisión de personas libres. Se nota el rastro del nacionalismo español en este concepto que expones, al pretender que está mal ("es paleto") no sentirse español, y los que tal pretendan deben dar explicaciones por ello.
Dos cosas: claro que es una decisión pero algo que sea decidido no escapa a la crítica. El tema es si es una decisión buena o no. En mi artículo defiendo que no. Y un argumento a favor de una decisión no puede ser que sea una decisión libre pues entonces habría que avalar cualquier acto que cumpla ese criterio.
En cuanto a lo de español no sé de dónde sale. Sentirse español es tan paleto como sentirse vasco si uno se siente español por los motivos expuestos en el artículo.
3.- La lengua. Pues tampoco. Porque tiene usted una visión de la lengua como de un objeto elegido cuando no lo eres. Yo no hablo español porque haya elegido hacerlo sino porque he nacido en España. Si me hubieran dado a elegir preferiría hablar inglés que me parece más útil. La hiostoria de la lengua, como la historia de la cultura, no es la historia del acuerdo sino de la imposición violenta o por utilidad. Si no fuera así, seguiríamos hablando todos la lengua adánica, de existir.
4.- ¿Debe basarse el sistema fiscal catalán en lo que decidan los catalanes? ¿Y el resto de España? Porque parece que tiene usted una idea de que solo los catalanes deciden sobre "lo suyo". Pero, y primero, ¿qué es lo suyo?. Y segundo, ¿quiénes son los catalanes como unidad de interés? Porque a lo mejor el interés de un obrero que vive en Cataluña y de otro que vive en Turín está más cercano que el interés de un obrero en Barcelona y de su empresario.
5.- No he renunciado a ser español y soy español. ¿Por qué? Porque tengo un DNI español. Y punto. Y lógicamente no estoy emancipado ni soy libre. Mi padre era un santo.

y 6.- entiendo que habrás renunciado a la nacionalidad española y repudiado a tus padres por hacerte hablar castellano de pequeño, horrendo crimen éste que impide la libre emancipación del alma humana y la ata para siempre a una manera determinada de describir el mundo.
Y aquí aparece la teoría de la Relatividad Lingüística. Pues resulta que la teoría, que señala que el lenguaje determina la concepción del mundo, resulta falsa. Y lo es porque si no resultaría imposible la traducción y, además, porque con ella no se podría explicar el cambio de lenguas que de hecho se producen y se han producido a lo largo de la historia. Que yo hable español yo implica mi concepción del mundo pues sino, además, mi estimado contertulio y yo deberíamos tener la misma concepción y, es de hecho que no la tenemos.

david dijo...

Resulta muy interesante la distinción que haces entre el nacionalismo alemán del Siglo XVIII (superador de un feudalismo despótico), y el Español del XIX (cerrado a los avances ilustrados), porque pone de relieve que cuanta relación guarda el nacionalismo con la distribución del poder. Aunque dicho poder ya aparece reflejado en la definición del diccionario:

nación.
(Del lat. natĭo, -ōnis).
1. f. Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno.
2. f. Territorio de ese país.
3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.

Precisamente la primera definición es la que me parece políticamente relevante, porque la tercera es algo con lo que uno se encuentra. Uno no elige ni su orígen, ni su lengua materna, ni siquiera una parte de sus tradiciones.

Ocurre a veces en cambio que el gobierno de una nación (tipo 1ª acepción) trata de imponer un idioma y unas costumbres a una nación (tipo 3ª acepción) que se encuentra en dicho territorio. Por ejemplo, esto ha ocurrido en la Península Ibérica desde hace 300 años, y es normal que suscite tensiones.

Y no es que yo crea que una nación (tipo 3) tenga que conservar a toda costa todas sus características. En absoluto. De los otros siempre tenemos algo que aprender. Y hay gente que se cataloga a sí misma como "nacionalista" y también piensa así. De hecho, el "catalanismo" de finales del XIX / principios del XX estaba más orientado a Francia y a la Ilustración que el "españolismo" de entonces.

A mi juicio, este debate no tiene nada que ver con que le pongamos a alguien el cartelillo de nacionalista o no, porque eso al fin y al cabo es hacerle el juego a los que se reparten el poder (véase otra vez la 1ª acepción). Es simple y llanamente una cuestión de respeto por las personas, y eso incluye también las circunstancias descritas en la 3ª acepción.

Enrique P. Mesa García dijo...

Vamos a ver si conseguimos seguir respondiendo. Para ello, me voy a permitir agrupar los temas tratados por los diferentes contertulios y responderlos a la vez. También quiero aclarar que si alguien no se ve respondido que, por favor, lo señale.
Veamos. Por ahora el tema creo que gira en torno al “sentimiento” como la vinculación afectiva y voluntaria a una comunidad que tiene, presuntamente, unos principios en común. Resulta indudable que dicho sentimiento existe e incluso que existe una articulación política en torno al sentimiento. Pero eso sólo quiere decir eso mismo. El hecho de que exista un sentimiento no da cuenta de la verdad de ese sentimiento. También hay un sentimiento antisemita o xenófobo y una articulación política en torno al mismo. Es decir, que haya sentimiento y articulación política no habla de que dicho sentimiento sea bueno, racional, progresista o con verdad. Por lo tanto puesto que yo ya he dado argumentos, rebatibles por supuesto, sobre que es malo me gustaría que alguien me explicara qué tiene de bueno ser nacionalista o, mejor aún, porqué hay que serlo. Yo lo digo claramente: es irracional y reaccionario (ojo, no solo conservador). Ahora, pido que más allá de sentirse nacionalista, lo cual no es nada, se me explique porqué debo sentirme nacionalista.
Y Miguel dice algo distinto. Está de acuerdo conmigo, según entiendo, pero sin embargo señala que es una opción política, de acuerdo, con la que se debería contar. Aquí hay tres temas: ¿se debe contar con toda opción política? Me parece a mí que no. Segundo, ¿qué hemos sacado desde la izquierda con los nacionalismos? Porque sospecho que la respuesta es bastante negativa. Y tercera y que nadie quiere ver:¿es proporcional el poder de los nacionalistas a su apoyo ciudadano o es producto de una ley electoral que les beneficia? Porque igual resulta que ese sentimiento no es tan masivo como se presume.

Miguel K. Stobbs Serrano dijo...

Yo, efectívamente, estoy de acuerdo en la visión del nacionalismo como algo que no conduce a las ideas que yo defiendo y que, por tanto, no apoyo.
Pero sí que creo que es respetable que ciertos individuos defiendan tal postura, no me parece que sean ideas política y éticamente rechazables las de querer emanciparse de un poder para constituir otro, como no me parece rechazable el ser conservador, progresista o marxista, mientras no se haga apología de la violencia o la criminalidad.
Los nacionalistas NO están sobrerrepresentados, y es fácil de calcular.¿Cúantos votos tiene ERC? el 2'4%. ¿Cúantos escaños tiene? 8 de 350...el 2'4% de 350 es...8.
Sobrerrepresentados en este país siempre están los dos grandes partidos, ya que la ley D'Hondt está pensada para provocar el llamado bipartidismo imperfecto, en el cual hay dos grandes partidos turnándose en el poder y una serie de "outsiders" coadyuvantes a cada lado del espectro político.

Anónimo dijo...

El nacionalismo es producto de la reacción. Todas las naciones del mundo se formaron artificialmente en contraposición a otro poder sea violentamente o mediante negociación. A eso se le llama liberación nacional. Lo que pasa es que eso siempre ha resultado en un timo disfrazado con muy buenas intenciones. El mentado nacionalismo español del XIX viene de la paella que nos comimos con los franceses, y la verdad es que mirando hacia atrás nos hubiera ido mejor con Napoleón que con Fernando el VII. Poco más o menos les fue lo mismo de mal a los antiguos virreinatos en la América española. Salieron de la sartén para caer en el fuego. Sus propios terratenientes fueron los que hicieron la revolución y he ahí el resultado. Fíjate lo prontito que han brotado nacionalistas en Bolivia, ¡coño! que casualidad: en la zona de los yacimientos petrolíferos. El nacionalismo siempre suele ser la argucia perfecta para que el poder político y los recursos de un área cambien de manos. Pero ¡ay que putada!, la misma raza de perros pero esta vez de la casa y con más hambre.
Hoy día en España hemos reinventado el nacionalismo.
De hecho el nuevo nacionalismo es una respuesta a el nuevo internacionalismo capitalista. Como los recursos económicos hace tiempo que se enajenaron y ya no pertenecen a individuos ni a estados sino a corporaciones, este nacionalismo de nuevo cuño, lo único que desea es perpetuarse en el sistema político, ora en el poder o en la oposición. Eso reza para todos: catalanes, españoles, marroquíes, estadounidenses, malgaches.....
Alternativas:
¿la dictadura mundial de corte nacionalsocialista? ¿un nuevo imperio tipo Carlos V? ¿la república mundial de los trabajadores? ¿la ONU? ¿la extinción?

Enrique P. Mesa García dijo...

A D. elstir:
Todo sentimiento identitario excluye. Desde el más simple (el yo) al más complejo (por ejemplo, “nación”). Uno es yo porque no es otro y unos son catalanes porque no son andaluces. Además, el sentimiento identitario nacionalista es esencialista porque carece de temporalidad. Uno no es vasco, gallego , catalán o español y espera dejar de serlo sino que lo es porque eso le hace ser y busca permanecer en ello (y esa diferencia es muy importante, por ejemplo, al enfrentarla a la conciencia de clase que es precisamente lo contrario)
¿De donde vengo? Pues mire, como todos de África. Porque hace usted una trampa y es que yo debería contestar una nación. Pero sería falso. Seguramente, seguro, ha influido más en mí las películas del oeste que ser español y, seguramente, ha influido más en mí el capitalismo que toda la fanfarria nacionalista. Y lo de la izquierda es tema aparte. ¿qué van a sacar los catalanes del tripartito de izquierdas, por ejemplo? Un nuevo estatuto. ¿Y la política social?
Admito su pertinente comentario sobre la ley electoral y la rigidez de la partitocracia. Pero admita usted a su vez que por ejemplo CIU, ERC y PNV tienen como mínimo unos 500000 votos menos que IU y más escaños. Claro que les beneficia la ley electoral.
Y lo de las soluciones a los problemas de los ciudadanos queda resuelto en el gran problema autonómico: los estatutos. ¿Por qué esa preocupación de los políticos nacionalistas (y no nacionalistas pero sí autonómicos) por los estatutos? Hay una encuesta sangrante que refleja que no le interesan a nadie excepto a los políticos. Yo tengo una hipótesis. Ya se la contaré.

A D. Miguel:

Las ideas no son respetables, son respetables las personas. Las ideas están para criticarlas, ojo no prohibirlas, y lo más triste que puede pasar es que llegue un momento en que nadie critique nada. El nacionalismo, repito, es racionalmente ridículo pero eso no quiere decir que las personas que lo defienden sean despreciables por ello. Ahora, la idea sí. Y de lo que se trata es discutr ideas.
Lo de la representación electoral le felicito por el ejemplo, muy bien sacado, pero le ruego mire la contestación a nuestro contertulio D. elstir y me conteste sobre dicha cuestión.

A D. Pablito:
Casi de acuerdo en todo (pues entiendo que en una respuesta no se puede matizar convenientemente).

Roberto Iza Valdés dijo...
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Gerónimo Diez dijo...

Me gustaría hacerle una pregunta que tiene que ver con su entrada. ¿Es el nacionalismo un amor a tu pueblo o un odio al resto de los pueblos?

Enrique P. Mesa García dijo...

Le contesto con una pregunta que es, a su vez, respuesta: ¿por qué tengo que amar a mi pueblo?

Gerónimo Díez dijo...

Claro que una persona no tiene porque amar a su pueblo, pero en muchos casos el nacionalismo, este amor hacia tu propio pueblo, lleva a un odio hacia el resto, pongo por ejemplo a los nacionalistas vascos o catalanes con España.

Miguel García dijo...

Creo que llego años tarde a esta entrada. Un interesante debate en el que quiero introducir elementos históricos que modelan y permanecen en la idea de nacionalismo.
El nacionalismo decimonónico presenta unas características románticas, que serán los elementos supervivientes en todos las posteriores manifestaciones.
Podemos señalar los "nacionalismos unionistas" que intentan aglutinar en una gran nación los elementos que se consideran comunes y que de forma paradójica serán los mismos argumentos que sirven a los nacionalismos separatistas para argumentar sus afanes de escisión.
Sería interesante revisar a Giuseppe Mazzini y su discurso de fundación a la Joven Italia en la que después de argumentar refiriéndose al pasado muestra la verdadera intención del nacionalismo vinculado con las revoluciones Burguesas del XIX, en este caso la eliminación de los aranceles aduaneros internos que impedían formar una Italia poderosa. En el final del manifiesto Mazzini nos dice que La Joven Italia no es un partido político sino un apostolado y una fe y realmente es a eso a lo que se parecen los nacionalismos.
El Volkgeist alemán plasmado por Herder defiende la existencia de naciones con características diferenciadas e inmutables a lo largo de los tiempos, para reforzar ese sentimiento siempre nos remontamos a momentos lejanos pertenecientes a la épica medieval y tan ajenos al cambiante mundo del siglo XIX.
Es el momento de revivir en España el honor patrio y volver a Calderón y Pedro Crespo y a eso es a lo que suena el concepto de nacionalismo.
Lenin defendía la cultura común de clase y aunque las diferencias culturales entre el minero asturiano y el galés son enormes son mucho mayores los elementos comunes de pertenencia al proletariado.
En definitiva y citando a Rick en Casablanca - mi nacionalidad es borracho, ciudadano del mundo-