martes, octubre 31, 2006

DÍA DE DIFUNTOS

Cuando alguien lo ha dicho mejor no merece la pena repetir. Cuando alguien lo ha dicho tan bien, intentar mejorarlo es ridículo.

(…) La melancolía llegó entonces a su término; por una reacción natural cuando se ha agotado una situación, ocurrióme de pronto que la melancolía es la cosa más alegre del mundo para los que la ven, y la idea de servir yo entero de diversión...

-¡Fuera, exclamé, fuera! - como si estuviera viendo representar a un actor español-: ¡fuera!-, como si oyese hablar a un orador en las Cortes. Y arrojéme a la calle; pero en realidad con la misma calma y despacio como si tratase de cortar la retirada a Gómez.

Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo (…)

MARIANO JOSÉ DE LARRA, El día de difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio.

1 comentario:

. dijo...

Toda una generación educada en el videoclub recorriendo las calles de Madrid con calabazas desdentadas. Yo me eduqué en otro tiempo: esto era cosa de americanos. Qué será del antiamericanismo oficial ante esta claudicación cultural. ¿Cambiaremos el Malboro por Haloween? ¿No tiene el nacionalismo localizado una alternativa con butifarra o pil pil a esta plaga foránea? ¿Seguirán los niños de Zapatero esta multiculturalidad no excepcional a riesgo de ser increpado por los directores de cine?