En el anterior artículo analizábamos la pretensión de ETA y el motivo por el cual había realizado el atentado. En este, pretendemos analizar la acción electoralista de PSOE como gobierno, dejando para el siguiente el análisis de la estrategia electoralista del PP y en el último la arrimada a la sombra del poder del denominado arco parlamentario. Y para analizarlas correctamente tenemos que investigar el antes del atentado, el ahora y predecir, como en teoría científica, el futuro.
¿Qué buscaba ZP? Aparte de sus ansias infinitas de paz y amor al bien, que ya demostró con creces al recibir a Obiang por ejemplo, preservar el poder. ¿Para qué comenzó ZP el llamado proceso de paz? Analicemos. Zapatero gana las elecciones tras el atentado de Madrid. La manipulación que pretendió el gobierno del PP desde el mismo día del crimen, y que aún pretende junto a medios afines como El Mundo, le permite ganar, y tras una intensa campaña propagandística del grupo PRISA, las elecciones, cosa que nunca hubiera pensado. Y allí aprendió algo: movilizar la abstención era fundamental. En los grandes temas socioeconómicos no había diferencias apreciables PP-PSOE (y donde de forma mínima las había no daban rédito electoral) pero bien podía comenzar a darse una diferencia explotable en votos en otros temas. Uno de dichos temas le vino sobrevenido con las pretensiones caciquiles del nuevo gobierno catalanista y autoproclamado de izquierdas: el apoyo a toda reforma de estatuto que significara un recorte del estado central, y con él de la propia democracia española. Así, el PSOE descubrió, algo no nuevo del todo y que ya utilizaron González y Aznar, que la cesión permanente ante los nacionalistas y la instauración de los nuevos reinos de taifas, léase estatutos de autonomía, garantizaría el apoyo de estos partidos en el Congreso y por lo tanto la posibilidad, negada al PP, de gobernar sin mayoría absoluta. Pero hay que conseguir el máximo número de votos posibles para negociar con fuerza. Las fuerzas fieles PP-PSOE están muy igualadas y así no hay manera. Hay que recurrir a una fuerza nueva: la abstención, tal y como las elecciones del 2004 demostraron. Y la abstención sólo se moviliza por motivos concretos e ideológicos, por aldabonazos. El atentado y la desastrosa gestión del gobierno del PP el 11-M fue uno de ellos y se trataba ahora de buscar otro.
La palabra paz es una palabra jugosa pues carece de problemas ideológicos y es universalmente admitida: hasta Franco se vanaglorió de ella. Además, en la simpleza ideológica actual la paz es palabra fetiche, con una puntuación electoral alta. Así, sobre esta palabra, y la inanidad teórica posmoderna, se construyen las dos grandes apuestas ideológicas de Zapatero: la alianza de las civilizaciones, la traición a la idea universal de los derechos humanos, y el proceso de paz. Se trata de ambos planes cortados por el mismo patrón: lo importante era la paz frente a la verdad o la libertad. Así, en una sociedad autosatisfecha el gobierno planteaba una política de la autosatisfacción. Daba igual los contenidos concretos, lo importante era la paz: con etarras o fanáticos musulmanes (por cierto, siempre defendidos por las potencias occidentales frente a los nacionalistas árabes, por ejemplo, tipo Nasser). Así, Zapatero se presenta no como un tonto sino precisamente como el político con más visión de España ya que sabe cuál es el futuro de la sociedad: desideologización social y palabras fetiches. Y lo ha utilizado.
¿Qué le ha salido mal? Qué cometió un pequeño error, no tuvo en cuenta que ETA era una organización marxistaleninista, es decir, no posmoderna y sin poder. Acostumbrado a transitar entre gente que tiene algo que defender (y por tanto algo que perder) Zapatero se encontró con que ETA no tenía nada que perder y, caramba, él sí: las elecciones. El resultado final del proceso es claro: se encontró una Batasuna hundida y una ETA asfixiada y nos deja ahora una ETA rearmada y una Batasuna más fuerte que nunca desde su justa ilegalización. Ha sido pues una experiencia desastrosa.
¿Y ahora? Pues al presidente se le presenta un problema doble: por un lado, el aparato de su partido, que nunca vio bien a Zapatero, empieza a mostrar síntomas de división (ahí están las diferencias con Rubalcaba a la hora de emplear la palabra suspender o romper el proceso, diferencias más que interesantes); y, por otro lado, necesita, hecho fundamental en política, remontar en las encuestas. ¿Cuál será la solución?
Pues apuesto (y aquí viene la predicción).
Mientras el partido no dé un golpe de mano, probabilidad que guarda relación con las encuestas, la política de ZP y sus sector será doble: por un lado, demonizar al PP (para lo cual no hace falta mucho esfuerzo ya que se demonizan solos) para evitar que esa abstención clave de la cual hablábamos pueda llegar a votarle hastiada por la ineficacia y torpeza del gobierno; y por otro lado, mostrar un doble lenguaje cuya ambigüedad permita no dejar de lado la propia negociación. Así, esa temporada en Doñana mientras los bomberos buscaban a los asesinados solo puede entenderse, en alguien amante de la paz, el bien y la condición social de los humildes -como hoy domingo se ha preocupado de nuevo de cacarear en El País de forma repugnante al recordarnos lo buena persona que es con huella profunda y todo- como una jugada política: esto no es tan grave (o diciéndolo en su ya triple, como S. Pedro, lapsus: es un accidente).
¿Y el futuro? Si el pasado fue el desastre, el propio proceso de paz y sus consecuencias, y el presente es la ambigüedad (verán mañana), ¿qué nos depara el futuro? Pues el futuro tiene una lectura doble que guarda relación, una vez más, con las encuestas y el doble proceso político abierto por el PSOE. Primero, seguir negociando con Batasuna, ahora seguramente a través del miserable PNV e Ibarretxe que han vuelto a ver el cielo abierto de lograr el protagonismo político en el País Vasco arrebatado por Zapatero, para dejar la puerta abierta al proceso en una segunda legislatura. Segundo, hacer una intensa campaña de propaganda para acabar presentando al PP como un partido de extrema derecha y peligroso para la democracia, que identificará consigo mismo. Con esta estrategia, se pretenderá conseguir que la abstención que se hubiera movilizado si el autodenominado proceso de paz hubiese triunfado se movilice ahora frente al doberman ya famoso. Y esperar encuestas para en su momento más oportuno adelantar las elecciones. Aunque esto, dependerá de aquellas pues en caso de no ganar votos se realizará completa la legislatura, segunda opción, buscando que todo se olvide y esperando que el número de fieles sea suficiente para pactar con otros (y sabiendo que ya el PP necesitaría siempre mayoría absoluta).
¿Y el PP es entonces el bueno? No, sólo es otro marketing. Pero eso ya lo explicaremos más tarde.
¿Qué buscaba ZP? Aparte de sus ansias infinitas de paz y amor al bien, que ya demostró con creces al recibir a Obiang por ejemplo, preservar el poder. ¿Para qué comenzó ZP el llamado proceso de paz? Analicemos. Zapatero gana las elecciones tras el atentado de Madrid. La manipulación que pretendió el gobierno del PP desde el mismo día del crimen, y que aún pretende junto a medios afines como El Mundo, le permite ganar, y tras una intensa campaña propagandística del grupo PRISA, las elecciones, cosa que nunca hubiera pensado. Y allí aprendió algo: movilizar la abstención era fundamental. En los grandes temas socioeconómicos no había diferencias apreciables PP-PSOE (y donde de forma mínima las había no daban rédito electoral) pero bien podía comenzar a darse una diferencia explotable en votos en otros temas. Uno de dichos temas le vino sobrevenido con las pretensiones caciquiles del nuevo gobierno catalanista y autoproclamado de izquierdas: el apoyo a toda reforma de estatuto que significara un recorte del estado central, y con él de la propia democracia española. Así, el PSOE descubrió, algo no nuevo del todo y que ya utilizaron González y Aznar, que la cesión permanente ante los nacionalistas y la instauración de los nuevos reinos de taifas, léase estatutos de autonomía, garantizaría el apoyo de estos partidos en el Congreso y por lo tanto la posibilidad, negada al PP, de gobernar sin mayoría absoluta. Pero hay que conseguir el máximo número de votos posibles para negociar con fuerza. Las fuerzas fieles PP-PSOE están muy igualadas y así no hay manera. Hay que recurrir a una fuerza nueva: la abstención, tal y como las elecciones del 2004 demostraron. Y la abstención sólo se moviliza por motivos concretos e ideológicos, por aldabonazos. El atentado y la desastrosa gestión del gobierno del PP el 11-M fue uno de ellos y se trataba ahora de buscar otro.
La palabra paz es una palabra jugosa pues carece de problemas ideológicos y es universalmente admitida: hasta Franco se vanaglorió de ella. Además, en la simpleza ideológica actual la paz es palabra fetiche, con una puntuación electoral alta. Así, sobre esta palabra, y la inanidad teórica posmoderna, se construyen las dos grandes apuestas ideológicas de Zapatero: la alianza de las civilizaciones, la traición a la idea universal de los derechos humanos, y el proceso de paz. Se trata de ambos planes cortados por el mismo patrón: lo importante era la paz frente a la verdad o la libertad. Así, en una sociedad autosatisfecha el gobierno planteaba una política de la autosatisfacción. Daba igual los contenidos concretos, lo importante era la paz: con etarras o fanáticos musulmanes (por cierto, siempre defendidos por las potencias occidentales frente a los nacionalistas árabes, por ejemplo, tipo Nasser). Así, Zapatero se presenta no como un tonto sino precisamente como el político con más visión de España ya que sabe cuál es el futuro de la sociedad: desideologización social y palabras fetiches. Y lo ha utilizado.
¿Qué le ha salido mal? Qué cometió un pequeño error, no tuvo en cuenta que ETA era una organización marxistaleninista, es decir, no posmoderna y sin poder. Acostumbrado a transitar entre gente que tiene algo que defender (y por tanto algo que perder) Zapatero se encontró con que ETA no tenía nada que perder y, caramba, él sí: las elecciones. El resultado final del proceso es claro: se encontró una Batasuna hundida y una ETA asfixiada y nos deja ahora una ETA rearmada y una Batasuna más fuerte que nunca desde su justa ilegalización. Ha sido pues una experiencia desastrosa.
¿Y ahora? Pues al presidente se le presenta un problema doble: por un lado, el aparato de su partido, que nunca vio bien a Zapatero, empieza a mostrar síntomas de división (ahí están las diferencias con Rubalcaba a la hora de emplear la palabra suspender o romper el proceso, diferencias más que interesantes); y, por otro lado, necesita, hecho fundamental en política, remontar en las encuestas. ¿Cuál será la solución?
Pues apuesto (y aquí viene la predicción).
Mientras el partido no dé un golpe de mano, probabilidad que guarda relación con las encuestas, la política de ZP y sus sector será doble: por un lado, demonizar al PP (para lo cual no hace falta mucho esfuerzo ya que se demonizan solos) para evitar que esa abstención clave de la cual hablábamos pueda llegar a votarle hastiada por la ineficacia y torpeza del gobierno; y por otro lado, mostrar un doble lenguaje cuya ambigüedad permita no dejar de lado la propia negociación. Así, esa temporada en Doñana mientras los bomberos buscaban a los asesinados solo puede entenderse, en alguien amante de la paz, el bien y la condición social de los humildes -como hoy domingo se ha preocupado de nuevo de cacarear en El País de forma repugnante al recordarnos lo buena persona que es con huella profunda y todo- como una jugada política: esto no es tan grave (o diciéndolo en su ya triple, como S. Pedro, lapsus: es un accidente).
¿Y el futuro? Si el pasado fue el desastre, el propio proceso de paz y sus consecuencias, y el presente es la ambigüedad (verán mañana), ¿qué nos depara el futuro? Pues el futuro tiene una lectura doble que guarda relación, una vez más, con las encuestas y el doble proceso político abierto por el PSOE. Primero, seguir negociando con Batasuna, ahora seguramente a través del miserable PNV e Ibarretxe que han vuelto a ver el cielo abierto de lograr el protagonismo político en el País Vasco arrebatado por Zapatero, para dejar la puerta abierta al proceso en una segunda legislatura. Segundo, hacer una intensa campaña de propaganda para acabar presentando al PP como un partido de extrema derecha y peligroso para la democracia, que identificará consigo mismo. Con esta estrategia, se pretenderá conseguir que la abstención que se hubiera movilizado si el autodenominado proceso de paz hubiese triunfado se movilice ahora frente al doberman ya famoso. Y esperar encuestas para en su momento más oportuno adelantar las elecciones. Aunque esto, dependerá de aquellas pues en caso de no ganar votos se realizará completa la legislatura, segunda opción, buscando que todo se olvide y esperando que el número de fieles sea suficiente para pactar con otros (y sabiendo que ya el PP necesitaría siempre mayoría absoluta).
¿Y el PP es entonces el bueno? No, sólo es otro marketing. Pero eso ya lo explicaremos más tarde.
4 comentarios:
¿Por qué no habrá buenos en esta película?. ¿O es que nunca los hubo?.
Aplaudo su impecable y lúcido análisis.
Bastante correcta la descripción, Don Epé,lo que en mi opinión no tiene mucho mérito por su obviedad.
Solo disiento en la ya vieja discusión de si ZP es un bobo solemne o un taimado estadista.
Yo desde luego me apunto a lo primero y cada vez son menos los que piensan lo segundo.
La estrategia general que nos ha contado es cierta, pero no olvide que en cada cruzada que ZP acomete se empieza por el final: el cumplimiento de un deseo que le va a conceder algún duende: Estatut, Endesa, alcaldía de Madrid, Negociación con ETA, etc, etc.
Nunca se plantea el "cómo", sino un "ya veremos", dejando todo al devenir de la providencia.
Esa actitud no solo no es inteligente, sino más bien estúpida, además de extraordinariamente peligrosa.
Eso sin contar con los accidentes colaterales que va dejando en el camino, ya sea en forma de muertos, de fractura social o de quiebro de la Constitución
Lo terrible de este indigente mental es el futuro que nos deja cuando salga del gobierno y regrese al concesionario de Ford de Ponferrada, que es lugar que siempre le ha corrspondido.
Sabiopelotas numbertwo
Claro como el agua.
Aunque seguro que no acierta cuando, para compensar, describa la posición del PP. Me temo.
D. Güevos, aquí nunca se ha compensado. Uno puede acertar o no, pero jamás ha ido por la vida en plan equilibrista. Y no lo digo en plan orgullo sino en plan triste.
D. Filo de Espada, yo creo que no os hubo, al menos buenos absolutos. Ahora, los hay peores que otros.
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