Hasta aquí, hemos hablado de ETA, (y al hablar de ella se habla de Batasuna), PSOE y PP. En los tres hemos destacado una estrategia en la utilización del terrorismo etarra, que es el único culpable de la situación por supuesto, para conseguir sus fines. Toca ahora hablar del resto de los partidos que conforman el arco parlamentario. Nos fijaremos en un primer punto en algo general a todos y, en un segundo tramo, en las circunstancias individuales de PNV, CiU e IU.
Lo característico de los partidos políticos que componen el arco parlamentario español, excepto PSOE y PP e IU, aunque esta con ciertas diferencias con respecto a los otros dos, es que son partidos nacionalistas. Cada autonomía, región, comarca, aldea o villorrio tiene -debido indudablemente a sus características propias basadas en la historia, la providencia, la esencia y los bailes regionales- uno. Y este tema no puede olvidarse en el análisis. Así, si bien son partidos sin posibilidades nacionales sí las tienen en cuanto a sus regiones, donde forman una fuerza de poder importante ya como gobierno ya como pacto de gobierno. No son partidos solo con ansia de poder, como todos, sino con capacidad real para asumirlo. Y que lo tienen ya, dicho poder, o bien están cerca de conseguirlo. Se trata, en definitiva, de partidos de pacto, especialistas en alcanzar acuerdos y que tienen como realidad y esencia precisamente ser organizaciones pensadas para pactar buscando así, seamos bondadosos, defender la idiosincrasia propia del paleto al tiempo, seamos malvados, que desarrollar sus ansias de poder. Y resultan partidos necesarios, a su vez, para los dos grandes partidos nacionales en su idea de formar gobierno. Por último, son partidos desideologizado fuera de las reclamaciones, ideológicas por cierto, para su zona geográfica, eso que se llama su país. Es, en definitiva y en el mercado político del pacto, una oferta maximizada pues pueden tanto pactar con unos, el PSOE, como con otros, el PP. Y las ofertas maximizadas suelen funcionar bien. Son muy rentables.
Pero ha ocurrido algo nuevo. El PSOE ha reventado el mercado con una oferta impresionante e irrechazable: la reforma general, universal, al alza y extensiva de los estatutos de autonomía. Y esta oferta, que se inicia en el supermercado de Cataluña, pronto se extiende a los otros centros comerciales. Es decir, más poder para los reinos de taifas. Precisamente, esa acción, que hasta aquí nada tiene que ver con ETA logra algo sin precedentes en la democracia española: la oferta de pacto del PSOE, una especie de dumping político, le hace arrastrar a todos los partidos. El arco parlamentario completo es seducido por la oferta. Y así, el PSOE logra la unanimidad clientelar.
¿Pero que tiene esto que ver con ETA? Analicemos. La unión absoluta en torno al gobierno sobre el tema de ETA, en la que se que ha llegado incluso a pactar amordazar al PP en el Congreso, podría ser presenciada como un hecho político: todos piensan igual. Pero resultaría extraño, cuando menos, que todos hayan cambiado de opinión, como ha hecho el PSOE, en torno a ETA y Batasuna. Y que no sólo hayan cambiado, sino que encima hayan cambiado para opinar lo mismo que el gobierno. Por ello, preferimos otra posible interpretación. Los partidos nacionalistas nunca han cuestionado, excepto el PNV a quien el PSOE se ha acercado en su nueva política, la política antiterrorista. Así, una u otra no es un asunto espinoso para la relación importante: conseguir más privilegios. Pero, en cambio, sí lo es para el tema fundamental pues ahora el PSOE, tal y como ya analizamos, ha centrado su estrategia electoral en el autodenominado proceso de paz y necesita, por tanto, el apoyo del Parlamento. Así, el ideal que subyace es simple: el trueque, primitivo pero eficaz. El PSOE apoyará cualquier desventurado estatuto a cambio de apoyo en el proceso de paz: no en vano, qué casualidad, se han dado al mismo tiempo. Y la causa es doble: se apoya al PSOE porque si el proceso saliera bien ganaría las elecciones (ya empiezan a aparecer encuestas castigando al partido socialista), y a cambio se renegocia al alza el estatuto. Así, los políticos de provincias consiguen poder.
Pero, ¿y CiU, PNV e IU?
CiU juega, como siempre, sibilinamente. Sabe que el tripartito no va a durar y espera paciente que ocurran dos cosas: por un lado, que el tribunal constitucional eche por tierra los artículos del estatuto denunciados ocasionando con ello una crisis del gobierno catalán (cosa que le vendría de perlas a Zapatero pues así ofrecería Cataluña a CiU a cambio del apoyo permanente); por otro, presentarse en Cataluña como el partido que hace y deshace las cosas en Madrid, en detrimento del PSC. Así, con el proceso de paz, que no le atañe, CiU sólo gana: si sale bien un PSOE fortalecido, pero sin mayoría absoluta, tendría en ellos el primer objetivo del pacto (precio: la generalitat); si sale mal, el propio desgaste del gobierno la convierte en el socio deseado tanto por PSOE como por el otro posible ganador, el PP.
El PNV está ahora feliz. Innecesario si el proceso hubiera ido bien, aunque obligado a apoyarlo, es ahora una figura básica del debate. El País Vasco siempre ha sido suyo, y lo consideran como tal, así que el pacto es sencillo: yo te ayudo con ETA y el PSE hace una política tímida, de seguidismo, sin pretensiones de arrebatarnos el poder – donde la reciente asistencia a la manifestación o el voto favorable a la resolución del parlamento vasco son solo un ejemplo-.
¿Pero que ocurre con IU? Al no tratarse de un partido nacionalista y sí de uno con una tradición autoproclamada de izquierdas su análisis varía ligeramente. La única forma de supervivencia de IU es el pacto con el PSOE. Fuera del PSOE, IU no puede conseguir el poder ni tener la menor relevancia social precisamente porque, a diferencia de los partidos nacionalistas, su oferta es limitada. Así, IU existe ya en tanto en cuanto pueda pactar con el PSOE. Y además, lo cual es más grave, homogeneizada por un discurso ñoño de izquierdas que es el que se vive socialmente. Tal vez IU, su tragedia, daría para un análisis en solitario, pues su tragedia es la de la izquierda política, pero aquí nos interesa presentar su doble desgracia: por un lado, su necesidad de PSOE convertida como está en una estrategia del parásito; por otro, su discurso prestado de lo que hegemónicamente se califica de izquierdas que la lleva a defender proyectos alejados de cualquier emancipación. Así, en su mescolanza entre subsidariedad e ideología, IU necesita la pervivencia del PSOE, pues solo por ella es posible su propia existencia, y mantener aquello que los grandes grupos de opinión han decidido que es la izquierda. Y a eso se añade la fragmentariedad, los pequeños caciques dentro de la organización, que impiden una estrategia común pues en el País Vasco se pacta con la derecha, en Cataluña son nacionalistas (pero ojo, de izquierdas) y en Madrid ya no se sabe (aunque creo recordar que en la última definición del inefable Llamazares eran algo así como ecologistas, socialistas y feministas).
¿Seguirá apoyando el arco parlamentario al PSOE y haciendo el vacío al PP? Sólo un cambio drástico en la intención de voto, y de ahí la urgencia del PSOE en volver al proceso, podria cambiar los hechos. Son hondas preocupaciones de pensamiento -y repetimos un argumento que nadie ha rebatido: ¿cuánto gasta un partido en publicidad?, ¿cuánto en una editorial de ensayo?- las que están en la base. Y los pequeños partidos buscan también un lugar en el sol aunque sea, como cada mañana hacían aquellos pobres de la estupenda Milagro en Milán, persiguiendo sus rayos a través de un inmenso estercolero.
Lo característico de los partidos políticos que componen el arco parlamentario español, excepto PSOE y PP e IU, aunque esta con ciertas diferencias con respecto a los otros dos, es que son partidos nacionalistas. Cada autonomía, región, comarca, aldea o villorrio tiene -debido indudablemente a sus características propias basadas en la historia, la providencia, la esencia y los bailes regionales- uno. Y este tema no puede olvidarse en el análisis. Así, si bien son partidos sin posibilidades nacionales sí las tienen en cuanto a sus regiones, donde forman una fuerza de poder importante ya como gobierno ya como pacto de gobierno. No son partidos solo con ansia de poder, como todos, sino con capacidad real para asumirlo. Y que lo tienen ya, dicho poder, o bien están cerca de conseguirlo. Se trata, en definitiva, de partidos de pacto, especialistas en alcanzar acuerdos y que tienen como realidad y esencia precisamente ser organizaciones pensadas para pactar buscando así, seamos bondadosos, defender la idiosincrasia propia del paleto al tiempo, seamos malvados, que desarrollar sus ansias de poder. Y resultan partidos necesarios, a su vez, para los dos grandes partidos nacionales en su idea de formar gobierno. Por último, son partidos desideologizado fuera de las reclamaciones, ideológicas por cierto, para su zona geográfica, eso que se llama su país. Es, en definitiva y en el mercado político del pacto, una oferta maximizada pues pueden tanto pactar con unos, el PSOE, como con otros, el PP. Y las ofertas maximizadas suelen funcionar bien. Son muy rentables.
Pero ha ocurrido algo nuevo. El PSOE ha reventado el mercado con una oferta impresionante e irrechazable: la reforma general, universal, al alza y extensiva de los estatutos de autonomía. Y esta oferta, que se inicia en el supermercado de Cataluña, pronto se extiende a los otros centros comerciales. Es decir, más poder para los reinos de taifas. Precisamente, esa acción, que hasta aquí nada tiene que ver con ETA logra algo sin precedentes en la democracia española: la oferta de pacto del PSOE, una especie de dumping político, le hace arrastrar a todos los partidos. El arco parlamentario completo es seducido por la oferta. Y así, el PSOE logra la unanimidad clientelar.
¿Pero que tiene esto que ver con ETA? Analicemos. La unión absoluta en torno al gobierno sobre el tema de ETA, en la que se que ha llegado incluso a pactar amordazar al PP en el Congreso, podría ser presenciada como un hecho político: todos piensan igual. Pero resultaría extraño, cuando menos, que todos hayan cambiado de opinión, como ha hecho el PSOE, en torno a ETA y Batasuna. Y que no sólo hayan cambiado, sino que encima hayan cambiado para opinar lo mismo que el gobierno. Por ello, preferimos otra posible interpretación. Los partidos nacionalistas nunca han cuestionado, excepto el PNV a quien el PSOE se ha acercado en su nueva política, la política antiterrorista. Así, una u otra no es un asunto espinoso para la relación importante: conseguir más privilegios. Pero, en cambio, sí lo es para el tema fundamental pues ahora el PSOE, tal y como ya analizamos, ha centrado su estrategia electoral en el autodenominado proceso de paz y necesita, por tanto, el apoyo del Parlamento. Así, el ideal que subyace es simple: el trueque, primitivo pero eficaz. El PSOE apoyará cualquier desventurado estatuto a cambio de apoyo en el proceso de paz: no en vano, qué casualidad, se han dado al mismo tiempo. Y la causa es doble: se apoya al PSOE porque si el proceso saliera bien ganaría las elecciones (ya empiezan a aparecer encuestas castigando al partido socialista), y a cambio se renegocia al alza el estatuto. Así, los políticos de provincias consiguen poder.
Pero, ¿y CiU, PNV e IU?
CiU juega, como siempre, sibilinamente. Sabe que el tripartito no va a durar y espera paciente que ocurran dos cosas: por un lado, que el tribunal constitucional eche por tierra los artículos del estatuto denunciados ocasionando con ello una crisis del gobierno catalán (cosa que le vendría de perlas a Zapatero pues así ofrecería Cataluña a CiU a cambio del apoyo permanente); por otro, presentarse en Cataluña como el partido que hace y deshace las cosas en Madrid, en detrimento del PSC. Así, con el proceso de paz, que no le atañe, CiU sólo gana: si sale bien un PSOE fortalecido, pero sin mayoría absoluta, tendría en ellos el primer objetivo del pacto (precio: la generalitat); si sale mal, el propio desgaste del gobierno la convierte en el socio deseado tanto por PSOE como por el otro posible ganador, el PP.
El PNV está ahora feliz. Innecesario si el proceso hubiera ido bien, aunque obligado a apoyarlo, es ahora una figura básica del debate. El País Vasco siempre ha sido suyo, y lo consideran como tal, así que el pacto es sencillo: yo te ayudo con ETA y el PSE hace una política tímida, de seguidismo, sin pretensiones de arrebatarnos el poder – donde la reciente asistencia a la manifestación o el voto favorable a la resolución del parlamento vasco son solo un ejemplo-.
¿Pero que ocurre con IU? Al no tratarse de un partido nacionalista y sí de uno con una tradición autoproclamada de izquierdas su análisis varía ligeramente. La única forma de supervivencia de IU es el pacto con el PSOE. Fuera del PSOE, IU no puede conseguir el poder ni tener la menor relevancia social precisamente porque, a diferencia de los partidos nacionalistas, su oferta es limitada. Así, IU existe ya en tanto en cuanto pueda pactar con el PSOE. Y además, lo cual es más grave, homogeneizada por un discurso ñoño de izquierdas que es el que se vive socialmente. Tal vez IU, su tragedia, daría para un análisis en solitario, pues su tragedia es la de la izquierda política, pero aquí nos interesa presentar su doble desgracia: por un lado, su necesidad de PSOE convertida como está en una estrategia del parásito; por otro, su discurso prestado de lo que hegemónicamente se califica de izquierdas que la lleva a defender proyectos alejados de cualquier emancipación. Así, en su mescolanza entre subsidariedad e ideología, IU necesita la pervivencia del PSOE, pues solo por ella es posible su propia existencia, y mantener aquello que los grandes grupos de opinión han decidido que es la izquierda. Y a eso se añade la fragmentariedad, los pequeños caciques dentro de la organización, que impiden una estrategia común pues en el País Vasco se pacta con la derecha, en Cataluña son nacionalistas (pero ojo, de izquierdas) y en Madrid ya no se sabe (aunque creo recordar que en la última definición del inefable Llamazares eran algo así como ecologistas, socialistas y feministas).
¿Seguirá apoyando el arco parlamentario al PSOE y haciendo el vacío al PP? Sólo un cambio drástico en la intención de voto, y de ahí la urgencia del PSOE en volver al proceso, podria cambiar los hechos. Son hondas preocupaciones de pensamiento -y repetimos un argumento que nadie ha rebatido: ¿cuánto gasta un partido en publicidad?, ¿cuánto en una editorial de ensayo?- las que están en la base. Y los pequeños partidos buscan también un lugar en el sol aunque sea, como cada mañana hacían aquellos pobres de la estupenda Milagro en Milán, persiguiendo sus rayos a través de un inmenso estercolero.
1 comentario:
Sin duda, el mejor de todos los post sobre este asunto.
Y muy cachondo.
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