lunes, marzo 23, 2009

MADRID, 25 DE MARZO.HUELGA EN EDUCACIÓN: JUSTICIA Y PRIVILEGIO

Hay veces en que las cosas no están tan claras como nos gustaría. Suele ser casi siempre. Y hay veces en que quizás pensar demasiado, como bien le advierten al engreído Gastón en esa joya del cine que es La Bella y la Bestia –la de Disney, no la de Cocteau-, puede resultar si no peligroso sí cuando menos impopular. El próximo día 25 de marzo, miércoles, hay convocada una huelga de trabajadores de la enseñanza pública en Madrid. Y el problema es que la huelga es justa, justísima, pero al tiempo no lo es. O al menos no es tan fácil todo como se pinta.

Efectivamente, podemos preguntarnos tres cosas sobre la huelga del próximo 25: si hay motivos para ella, algo a lo que ya respondimos en un artículo anterior y cuya reflexión sigue vigente; si es justa; y, tercero, si estratégicamente es inteligente.

¿Hay razones para una huelga? No cabe duda de que la idea de Esperanza Aguirre no es la eliminación de los servicos públicos sino su privatización como tales servicos públicos. Es decir, la idea de Esperanza Aguirre es generar servicios públicos ofrecidos, sin embargo, por entidades privadas creando así unos intereses empresariales que ella se preocuparía muy mucho de gestionar sabiamente a través de los lobbys -de empresas sanitarias y educativas fundamentalmente- formados por dichos intereses y que la apoyarían. Como de esto ya hemos hablado en otras ocasiones –una, al menos, en general y otra, más concreta, en educación con el artículo vinculado en primer lugar- no consideramos que debamos pararnos aquí. Pero sí queremos dejar claro, y no como peaje sino como necesidad argumentativa, nuestro frontal rechazo a la política del gobierno Aguirre –quien por cierto ya ha quedado retratada como demócrata en la vergonzosa comisión de investigación sobre la trama de espionaje y antes lo fue como persona en su calcetinada -.

Sin embargo, lo que nos interesa ahora no es aquello ya dicho sino lo que aún queda por decir. Y lo que queda por tratar es la justicia o no de esta huelga y su oportunidad estratégica. Y es que hay veces en que la justicia camina ajena a la oportunidad política o incluso a la oportunidad que hace relación a las propias acciones para conseguir esa misma justicia. Pero hay otras en que curiosamente ambas caminan juntas. No estamos seguros de cual sea este caso, pero el hecho mismo de tener nuestras dudas nos lleva a plantearnos algunas cosas.

Cuando uno se afilia a un sindicato puede elegir entre uno de los denominados de clase -UGT, CCOO o CGT, por ejemplo- o bien uno corporativo y limitado a su mera profesión –en educación serían ANPE, STES o CSIF, por ejemplo-. La elección no es en absoluto baladí tanto en referencia a lo que se busca individualmente al afiliarse como a la hora de juzgar la relación entre oportunidad y justicia de las acciones de ese sindicato. Efectivamente, un sindicato coorporativo pretende esencialmente defender el interés gremial de sus afiliados. Sin embargo, al menos se supone, un sindicato de clase busca una conciliación entre ese interés propio y el resto de la población, estando dispuesto a renunciar incluso a ciertas ventajas que se podrían obtener si estas pudieran ir en detrimento del resto de los trabajadores -como por ejemplo la jornada continua en Primaria, a la que por cierto ningún sindicato se niega-. Así, la lógica de actuación sindical no puede ser la misma en unos sindicatos y otros ni tampoco, pero como causa de lo anterior y no como consecuencia, en sus afiliados. Y no solo no puede ser la misma sino que no debería serlo porque por eso también uno se afilió en un sitio y no en otro.

No cabe duda de algo: ser funcionario es un privilegio laboral. Y lo es aún más en tiempos de crisis declarada, ahora que ya no mienten y no nos acusan de antipatriotas podremos llamarla así. Efectivamente, la seguridad laboral que da el funcionariado no parece, en realidad no lo es, igualada por ningún otro empleo. Y resulta curioso que si uno repasa las principales protestas sindicales del año 2009 comprobará como en su mayoría son fruto de funcionarios. Y mientras los empleados de SEAT –cuidado, otros privilegiados laborales- tienen que votar congelar su salario, a los funcionarios se les subirá el año que viene su sueldo. Y curiosamente, mientras los sindicatos piden una subida del 2% en los convenios colectivos, uniéndola a la productiva para aumentarla, en los funcionarios se subirá más del 3 % sin necesidad de productividad alguna. Así, hay una doble vara de medir en las propias organizaciones de trabajadores y que, no curiosamente sino como siempre, perjudica más a los más necesitados: no sólo tienen un contrato laboral que en cualquier momento les puede dejar en la calle sino que además van a ver incrementado su salario, el que aún lo tenga, menos que un funcionario. Y tal vez un sindicato gremial ni se lo plantee, esa es su función, pero uno de clase debería preocuparse al generar la impresión, y la realidad, de trabajadores de primera y de segunda.

Pero, ¿qué significa todo esto? ¿Acaso por ello la huelga del 25 se transforma en injusta y Esperanza Aguirre y su gobierno en bondadosos adalides de la justicia? Comencemos por la segunda pregunta: el interés de Esperanza Aguirre sigue siendo destruir la educación, y la sanidad y cualquier otro servicio público como derecho ciudadano, en Madrid. Es decir, sigue siendo una miserable. En ese aspecto una protesta frente a esto es justa. Vayamos a la primera cuestión.

Si analizamos la primera cuestión podemos ya de paso contestar a la que se planteaba al principio, hace tanto ya para tan poco, del artículo sobre la justicia y oportunidad de la huelga. Dividamos en primer lugar nuestras peticiones como futuros huelguistas en dos bloques. Utilicemos para ello como criterio lo que atañe directamente a la prestación del servicio público y, por otro lado, las reivindicaciones relativas a los beneficios para los funcionarios. Sin embargo, se podría argüir en esta división una falacia y argumentar que en realidad lo que beneficia a los trabajadores repercute en la mejora del servicio. No obstante, y como contrapartida a semejante razonamiento, ante la situación económica y el privilegio de ser funcionario, resultaría dicha pareja escasamente real. Es más, el propio hecho de la ineficiencia de la administracidn pública, lo que incluye una educación pública con un profesorado que como colectivo se ha convertido en un poder fáctico que ha tomado los centros para sus intereses, demuestra que las mejoras laborales no han ido nunca juntas a una mejora del servicio. Por tanto, no cabía esperar ahora lo contrario.

Las reivindicaciones del funcionariado están llevándose en un sentido equivocado pues lo único que hacen es aumentar la brecha, acrecentada por la crisis, entre una población que vive la precariedad laboral propia del mercado laboral español –admitida gustosamente por empresariado y clase política- y una casta social intocable del funcionario que, pase lo que pase, puede pedir siempre más. No se trata, no crean, de que las reivindicaciones del funcionariado no sean sensatas sino que en el proceso de atomización llevado a clase por los propios sindicatos -que no saben llevar una respuesta de asalariados conjunta y que tienen precisamente una fuerza fundamental en el funcionariado que les mantiene a ellos mismos como poder social- se convierten en reinvidincaciones elitistas que además se ven magnificadas en su privilegio ante la situación laboral de los propios funcionarios y que los propios padres trabajadores observan, por ejemplo, en el horario administrativo que alcanza cotas de ridículo social – un ejemplo: ¿quién puede ver al tutor de su hijo a las 12 de la mañana?-. ¿Tenemos derecho los funcionarios a pedir un aumento de beneficios -que por cierto se reducen a aumentar el sueldo o los días de vacaciones, aún más, y no a hacer que no tengamos que dar materias para las que no estamos preparados y que perjudica claramente al alumno o a cuestiones fundamentales de docencia cuando esos mismos sindicatos apoyaron la LOGSE y la LOE - con una crisis como la actual y viendo que los sindicatos asisten complacientes ante lo que está pasando con el resto de trabajadores?

Seguramente si los trabajadores funcionarios de la educación, y también de la sanidad, cumplieran con su trabajo de acuerdo a sus condiciones de privilegio laboral, en comparación al resto de trabajadores de este país, la mayoría de la gente seguiría llevando, a pesar de Esperanza Aguirre, a sus hijos a la escuela pública. Y seguramente el funcionariado dejaría de ser una fuerza regresiva socialmente que solo busca su privilegio y se transformaría en grupo social de progreso. Pero ahora mismo eso no es así y resulta difícil, de verdad que lo resulta, distinguir la propia política del privilegio de Aguirre para las clases altas de la política del privilegio del funcionariado para sí mismo. Y uno piensa que el ombligo , ese donde se miran, acaba siendo el mismo. Y todo es un dilema triste.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, te has pasado. Me veo obligada a contestar. La mayoría de los docentes estamos implicados en nuestro trabajo. Tú lo estás y no eres el único. Lo has reconocido públicamente en varias ocasiones. Te has visto, nos has visto. De acuerdo, hay otros "compañeros" que no lo están y que llevan su progenie a la enseñanza concertada o a la privada (también a la sanidad, no es higiénico mezclarse con la “chusma”), que llegan tarde a clase, que no hacen las huelgas porque pierden 100 euros (piérdelos tú, pringao, para mí también será el fruto de tus luchas) y que se piden bajas porque les duelen las cervicales (nosotros les hacemos las guardias, los alumnos las sufren, aunque griten de júbilo al enterarse). Ellos son la casta privilegiada. Ellos son los que nos desprestigian. Eso se debería atajar pero, a pesar de que existen mecanismos para hacerlo, no se hace. Acaso debiéramos preguntarnos por qué.
En la docencia constituyen una minoría minoritaria, y esta “especie” no es ni mucho menos exclusiva del funcionariado, es un perfil que abunda en nuestra “ciudadanía” de manera portentosa. Es uno de los males de España. Quizá una herencia de la ominosa dictadura que hizo “tabula rasa” con la moral pública e instituyó el arribismo.
Con respecto a los “privilegios” de los que gozamos los funcionarios, he de apostillar lo siguiente:
1) Los horarios del “mercado laboral” español son anómalos, inhumanos e improductivos (esto último según la “lógica del mercado”). Hay que luchar porque todo el mundo tenga horarios dignos y no cargas laborales propias de la Revolución Industrial. Luchemos por cambiarlos, por tener vida. El profesorado tiene unos horarios racionales, siempre y cuando queramos ofrecer una enseñanza de calidad y disponer de tiempo para preparar las clases. Tú lo haces, muchos lo hacemos y esto se nota en el día a día.
2) Hasta hace poco muchos de nuestros amados conciudadanos se mofaban de nosotros porque –literalmente- ganábamos una mierda y no nos podíamos comprar ni siquiera un piso. Yo lo he sufrido, incluso los alumnos te lo decían a la cara. ¿Qué pasa ahora que hemos matado a la gallina de los huevos de oro (entiéndase especulación inmobiliaria)? Los pisos no se comen, ¿verdad?, ¿las hipotecas tampoco? Los que no tenemos hipoteca porque no podíamos –o más bien no queríamos- tenerla estamos en una posición más desahogada, pero esto se debe a nuestra previsión, a nuestra racionalidad.
3) Muchos –sobre todo los poderosos- estarían encantados de terminar con unos derechos laborales que ayudan a garantizar servicios públicos de calidad (independientemente de que algunos individuos no cumplan su cometido); no les demos alas, no caigamos en su demagogia. Ellos jamás padecerán las consecuencias del deterioro de dichos servicios, sencillamente porque no hacen uso de ellos y los consideran caridad. Lo hemos visto en Estados Unidos, lo estamos mimetizando.

Estoy segura de que estarás de acuerdo conmigo en más de un aspecto. Nos vemos en la manifestación, aunque a juzgar por los ánimos, parece que va a ser exigua. Hace tiempo que nos han derrotado, pero aun no estamos muertos. Un saludo.

Anónimo dijo...

Yo creo que su análisis es correcto a grandes rasgos. Resumiendo:

1. Hay motivos para la huelga: la lucha contra una idea de Estado que mantiene que el Estado ha de servir a la oligarquía y que hay que destruir los servicios públicos como derecho ciudadano.
2. La huelga sería justa pues Esperanza Aguirre busca destruir el actual sistema educativo pero al mismo tiempo es injusta, pues el profesorado usa la protesta para defender y ampliar sus privilegios frente al resto de la población.
3. La huelga es inoportuna pues usted considera que "Las reivindicaciones del funcionariado están llevándose en un sentido equivocado pues lo único que hacen es aumentar la brecha, acrecentada por la crisis, entre una población que vive la precariedad laboral y la casta social intocable del funcionario que, pase lo que pase, puede pedir siempre más."

Esta sería la conclusión de su artículo. Supongo que está usted de acuerdo.

Me ha gustado especialmente que como colofón haya definido al profesorado: "el funcionariado dejaría de ser una fuerza regresiva socialmente que solo busca su privilegio y se transformaría en grupo social de progreso. Pero ahora mismo eso no es así y resulta difícil, de verdad que lo resulta, distinguir la propia política del privilegio de Aguirre para las clases altas de la política del privilegio del funcionariado para sí mismo."

Lúcido pero triste, muy triste don EP.

Hoy en la empresa donde trabajo subcontratado han convocado a "PRODUCCIÓN" a una reunión. Les han dicho que son unos vagos y que no trabajan lo bastante. Les han dicho que no basta con trabajar doce horas cada día, que no puede ser que cada tres horas paren 3 o cuatro minutos para fumar un pitillo o que hablen en el puesto de trabajo. Les han dicho que deben producir más, que se ha acabado lo de hacer las cosas en cadena, que ha partir de ahora cada uno construirá integramente su propio aparato y que deberá llevar una contabilidad de los mismos. Puesto que ahora la productividad se ha de duplicar con la misma gente, claro. El incentivo será la calle. El que no trabaje como una máquina irá a la calle. Y todo por 1200 euros al mes. Los de PRODUCCIÓN estaban atónitos, pero yo aún lo estaba más. Esa gente está escuálida y fibrada, es normal curran como locos todo el año. La gente que me ha conocido como trabajador ha afirmado muchas veces que yo soy al parecer un buen profesional, pero ... sinceramente no les llego a la suela de los zapatos a esos tíos. Son máquinas de currar y les llaman vagos. Es flipante. En serio es flipante.

Anónimo dijo...

Entonces, cuál es la conclusión, ¿que debemos sentirnos culpables por ser "privilegiados"? Yo no lo siento, lo siento, no me siento culpable. No soy un privilegiado. soy un ser humano. Y si tengo la suerte de poder serlo, alucino como quien por venganza de nihilismo negativo recalcitrante quiere que todo sea muerte y destrucción para sentirse acompañado. Qué propongan su lucha y yo me uno. Tiene por adelantado y descontado mi apoyo. Pero les viene mejor llorar y desear el mal al resto. En fin. Así son.

Sr. Mesa, son sindicatos de clase, pero ¿de qué clase? ¿cuál es su valoración sobre por qu´´e convocan este tipo de huelgas, en estas fechas y de estas maneras? ¿No se puede3n valorar a los sindicatos por por ejemplo como funcionan internamente? Y veo que se olvida de algunos. Y no es un olvido inocente. usted es inteligente y si los omite será por algo. En su responsabilidad queda.

¡Qué pena que al final coincida tanto con la autoproclamada izquierda y se parezca tanto a los progres ñoños que usted tan artificialmente detesta!

El Sanfe

Anónimo dijo...

¿Así son?¿Quien?¿Alguien quiere que te sientas culpable?¿Por qué?
Me parece que te crees alguien muy importante.

Tú eres quien habla de nihilismo y destrucción, nadie más lo ha hecho en este artículo.
Deduzco, y tal vez deduzco mal, que eres un profesor o un maestro.
Nadie ha deseado nada malo para tu colectivo: eres tú el que deduces eso de mi texto. Si no te ha gustado lo que he escrito lo entiendo, pero no pongas palabras que no he dicho en mi boca porqué no te caiga bien. Al contrario, don EPMesa, que seguramente secundó la huelga, explicó que era lo que no le gustaba de la misma. Una posición valiente manifestar tu discrepancia respecto lo que piensa la mayoría, lo se por experiencia propia. Mi posición al respecto siempre ha sido la misma: solidaridad de clase. A mi pesar, tengo más en común contigo que con mi jefe, los dos somos asalariados, todos tendríamos que tener los privilegios que tenéis vosotros. Pero eso no resta ni un ápice de validez a los argumentos de EPMesa, ni un ápice.
Y aquí he de citarme a mi mismo:

"martes, mayo 20, 2008 4:50:00 PM
POCHOLO dijo...

Debo decirle que tiene usted todo mi apoyo por varias razones.
- Porqué en este sistema político nadie regala nada y son ustedes los que primero deben plantar cara a los que quieren precarizar sus condiciones laborales.
- Por sentido común, a diferencia de otros lo que a mi me gustaría sería disfrutar de derechos como los que ustedes poseen. Y no, desear por pura envidia que ustedes cayeran en la misma situación en la que yo me encuentro.
- Y finalmente, porqué ustedes, los funcionarios, son probablemente el último bastión de los sindicatos. Ustedes son de los pocos que a día de hoy pueden disfrutar de los derechos que un día conquistaron nuestros abuelos. Derechos, que a día de hoy para la inmensa mayoría son sólo papeles mojados. Si el gobierno de Aguirre consigue sus propósitos, no sólo ustedes sino todos los asalariados sufriremos una merma de derechos y calidad de vida.
Por tanto, toca salir a la calle a ir a defender nuestros derechos."


Y sólo una cosa más, que tengamos cosas en común: somos asalariados, ambos respiramos, etc. Sólo quiere decir eso, payaso.

Enrique P. Mesa García dijo...

A ver, D. Pocholo, calma, que parece usted único para ganarse amigos. Le rogaría que no se acalorara tanto y no insultara a la gente. Es que estoy de evaluaciones y no puedo tampoco contestar a los comentarios pero sí ruego cierta tranquilidad.

Anónimo dijo...

Sr. Don Pocholo, simplemente por aclarar.

Su primer comentario no lo leí. Sólo los dos primeros párrafos. Lo siento, soy demasiado importante como para perder el tiempo leyendo cierto tipo de intervenciones.

Su segundo comentario tampoco lo he leído. He dejado de hacerlo cuando usted pone que "eres tú el que deduces eso de mi texto". Mal pude deducir nada de su texto si no lo había leído. Así que intuí que todo lo demás que usted escribía no tenía ningún valor. Dialéctico me refiero. Dialógico ya intuyo yo que nunca.

Pero la intervención del Sr. Mesa me dio curiosidad a buscar el insulto. Adviértole que "payaso" no es un insulto para mí. Si acaso una descripción. Y he de confesarle, pero así, en bajito, en la intimidad, que no me disgusta nada. Pero nada nada nada.

Sr. Mesa, gracias por dejar íntegro el comentario del Sr. Don Pocholo y no censurarlo. Cada uno nos debemos describir a nosotros mismos. Tenemos ese derecho. Y además, aunque sólo sea para marcar posibles diferencias y similitudes.

Ayns, tengo tanta cosas en común con tanta gente... yo que soy tan puro e importante... ayns, vida esta... proclamo...

El Sanfe