martes, enero 27, 2009

DE REBAJAS Y DEL VALOR DE LA VIDA HUMANA


Hay una estupenda película de John Ford, que a John Ford no le gustaba, que se llama Dos cabalgan juntos. En ella aparece un cínico sheriff interpretado magistralmente por James Sterwart, lo cual no es novedad, al que le pregunta entre indignado y digno el coronel de la caballería, interpretado por otro gran actor como era John McIntire, que cuánto cree que vale una vida humana.

- Bueno, eso depende del mercado- responde.

Estaba yo el domingo en el estadio Santiago Bernabéu para ver otro tostón. Y al principio hubo un minuto de silencio por la muerte de los cuatro niños que fallecieron cuando el techo de un polideportivo no pudo soportar que hubiera viento. Los jugadores se abrazaron rodeando el centro del campo. Todo muy bonito. Y el árbitro inició el minuto de silencio con su silbato. Eso, creo, se llama emotividad. Pero yo miraba el reloj con interés científico: ¿cuánto durará un minuto de silencio?

Treinta y dos segundos después, ocho segundos por niño, el árbitro volvió a pitar.

Decía Einstein que el tiempo es relativo. Hay un libro estupendo de Landau, se llama ¿Qué es la teoría de la Relatividad?, que lo explica de forma muy clara. Pero ni el Bernabéu, ni ningún otro estadio de fútbol, es una singularidad tan extraordinaria que en ella cambie el normal transcurrir del tiempo sobre el planeta Tierra. Hoy miro los periódicos y veo que el accidente del polideportivo va desapareciendo. Y pienso, no soy buena persona, qué hubiera ocurrido si dentro de poco tiempo hubiera habido elecciones en Cataluña. Sí, soy sin duda un miserable.

Las mercancías tienen un valor. Y a ellas mismas también les afecta la temporada de mercado. De hecho, yo mismo me he comprado una americana preciosa en rebajas.

lunes, enero 26, 2009

TRANSPORTE PÚBLICO E IMPUESTOS

Recientemente en toda España ha subido el transporte público. Ha dado igual si la administración pública era de la derecha, de la autoproclamada izquierda o incluso que en su gobierno estuviera la izquierda transformadora. En todas ellas el transporte público se ha encarecido mas allá, mucho más allá, que la inflación: si ésta se ha situado al acabar el año en un 1,4% la media de la subida del transporte público, a nivel nacional, ha sido del 5%. Y eso en época de crisis cuando los políticos nos han pedido a todos aunar esfuerzos - lo que pensé al principio que significaba que nos fuéramos todos de vacaciones como están nuestros diputados. Así, al parecer, aquellos que utlizamos diariamente el transporte público podríamos pensar que no debemos sufrir las consecuencias de la crisis. Y lo suben.

Comencemos por ser racionales absolutos. Se mire como se mire el transporte público solo aporta ventajas sociales. Disminuye la contaminación, en proporción a la posible si todos utilizáramos el coche, ahorra energía y mejora la movilidad urbana. Es decir, el transporte público es una pieza clave del bienestar social y del nivel de vida. Hay un problema de movilidad en las grandes zonas urbanas españolas, y de cualquier otro lugar del mundo incluyendo las nacionalidades historicas, al tiempo que hay un problema de contaminación. Ambos problemas, sin duda, podrían ser resueltos, o al menos paliados en importante medida, con una potenciación del transporte público pues con menor superficie ocupada y menor contaminación por persona consigue los mismos resultados: el traslado de viajeros. Pero ademas, económicamente, y en relación a su efecto, tiene, y si se potenciara tendría aún más, una alta rentabilidad económica al disminuir el diario atasco y con eso su coste económico. El transporte público es, de sta manera, un bien estratégico de primer orden y como tal debería ser mimado. Pero aún más, debería ser potenciado sin duda en época de crisis económica de manera especial, pues implicaría un ahorro para los ciudadanos y, por consiguiente, una ayuda para aquellos sectores menos favorecidos. Así el transporte público debería ser una apuesta presente para cualquier administracion ante la situación actual. Sin embargo, han ocurrido dos cosas curiosas: por un lado una subida brutal de sus precios, hasta el cuadruple de la inflación; y, por otro, curioso a su vez, una ausencia de respuesta sindical o política contundente ante esta subida. Y la pregunta es por qué se han dado estos dos factores.

Todas las administraciones públicas hace tiempo han elaborado una oferta de rebaja fiscal. Hay una batalla permanente en este campo: es una promesa, falsa como veremos, que cada vez pagaremos menos impuestos. Al tiempo, todas las administraciones han aumentado sin rubor alguno sus gastos, fundamentalmente los más prescindibles. Así, se produce una aparente paradoja: habría una, aparente como ahora veremos, rebaja fiscal al tiempo que un aumento de gasto. ¿Será posible esto?

Como sabe todo el mundo se pueden dividir los impuestos en directos, aquellos que se cobran como tales impuestos de manera separada y que son proporcionales, de manera más o menos justas, a los ingresos y rentas y los indirectos, aquellos que se cobran en el contrato de un servicio o por el consumo.O sea: si yo gano X en un impuesto directo pagaré menos que quien gana X+1 pero en uno indirecto por la misma cantidad gastada pagaremos lo mismo. Y en ambos el estado ganará dinero. La rebaja fiscal se presenta, a su vez, siempre en los llamados impuestos directos, es decir: en aquellos que se pagan como tales impuestos y no como acompañamiento a otro producto. O dicho de otro modo: uno nunca ha visto una promesa electoral de bajada de impuestos indirectos pero está cansado de ver que le rebajarán el IRPF, el impuesto de sucesiones o el de actividades económicas. Resulta curioso.

El billete de transporte público está subvencionado y por ello la administración paga una parte del coste. Al tiempo un alto porcentaje del precio de la gasolina son impuestos y, por tanto, contribuyen a la recaudación administrativa. Si la inflación sube un 1,4% y el billete de transporte una media del 5%, lo que se está haciendo es cargar más sobre los usuarios el precio del billete que antes y, a través de ello, bajar la aportación de la administración en relación a ese billete pues se incrementa el porcentaje que paga el usuario. Dicho de otro modo: el usuario paga más porque el estado paga menos, pues no olvidemos la inflación. O resumiendo: el estado gana dinero porque no lo invierte a costa del usuario del transporte público. Además, al subir el precio evita un desplazamiento porcentualmente alto de usuarios del transporte privado al público pues lo hace menos competitivo. A su vez, los automovilistas deberán seguir echando gasolina en su vehículo consiguiendo así una mayor recaudación por los impuestos indirectos del carburante. Resumiendo: subir el transporte público por encima de la inflación es en realidad una acción cuyo resultado final es idéntico a subir los impuestos ya que la administración pública consigue dinero. Pero, al utilizar para aumentar dicha recaudación el impuesto indirecto de la gasolina, que seguirán pagando aquellos que no se cambiarán al transporte público, o bien la disminución o congelación de la subvención al billete del transporte resultará que en dicho aumento de la presión fiscal no pagará más quien más tiene sino que contribuirán en mayor medida las clases menos favorecidas económicamente al no ser un impuesto progresivo sino indirecto. Y lo paradójico es que lo hace así la misma administración -municipal, autonómica o estatal- que luego se jacta, falsamente, de bajar impuestos: pero solo los directos, aquellos que son más justos por su proporcionalidad, mientras que los indirectos o la reducción de la subvención en ciertos aspectos fundamentales para la vida cotidiana de precisamente los grupos sociales menos pudientes, como la mayoría de los que utilizan el transporte público, aumentan. La idea clave es pues una mayor recaudación fiscal a costa precisamente de los grupos sociales menos favorecidos económicamente al tiempo que una rebaja fiscal, aquí sí real, para las clases altas.

El futuro de los impuestos para la clase política está en el incremento de los impuestos indirectos precisamente por su invisibilidad. Esta invisibilidad y al tiempo la necesidad de recaudar es lo que a su vez lleva a una escasa respuesta social de aquellas instituciones que viven del dinero de la administración: por un lado, los partidos políticos no podrían quejarse pues todos, en una región u otra, están implicados; por otro, los sindicatos si lo hicieran, deberían a su vez proponer la subida de los directos y su mejor gestión, o sea una auténtica política de izquierdas, pero esto sería tremendamente impopular. Así que protestan un poquito y se callan.

Ya se lanzan globos sonda sobre un aumento del IVA o sobre el copago de la presuntamente gratuita Seguridad Social -por cierto, siempre es bueno recordar que la seguridad social no es gratuita, consulten su nómina- como formas de financiar el gasto público mientras las autonomías negocian y piden más dinero, siempre más dinero. Los impuestos indirectos se constituyen así como la auténtica respuesta de una clase política especializada en vender humo: recorte fiscal y aumento del gasto público. Y también especializada en reservar ideológicamente las grandes movilizaciones para aquellos asuntos en los que no pueden intervinen pero sí presentarse demagógicamente como progresistas.

miércoles, enero 21, 2009

VIDA INTERIOR/17: MELANCOLÍA

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.

Todo terminó.
Un llanto en silencio.

compañero del alma, tan temprano.

martes, enero 20, 2009

CUENTA HEGEL

Cuenta Hegel, filósofo alemán de comienzos del siglo XIX, en alguna parte que la historia es el desarrollo del concepto. Creía el pobre que la Razón, así con mayúsculas, se desarrollaba a lo largo del tiempo hasta llegar a un saber absoluto. Pero se olvidó de agregar que la imbecilidad no le iba a la zaga.

Por la mañana. Que llevamos a los alumnos a la universidad Rey Juan Carlos en Fuenlabrada. Que habla una profesora de universidad: un desastre. Pero no es sorpresa. Tampoco sabe explicar nada. Eso, tampoco. Y nos dan una fotocopia con los nuevos títulos de grado para el próximo curso. Y uno es Igualdad. Lo juro.
Y ya, tampoco es sorpresa.

Hegel, qué simple.

lunes, enero 19, 2009

MANIPULAR NIÑOS

El fin de la eduación no es, al menos no debería ser, el adoctrinamiento. Uno supone que cuando se entra en clase lo que se busca no es que los alumnos piensen como uno mismo, por más que crea que uno tiene siempre razón, sino que piensen por sí mismos: al fin y al cabo esa es su profesión y es, tal vez, la más hermosa e importante. Uno tiene puesto en el aula, justo encima de la pizarra y en medio de la serie de fotos de los filósofos que se tratan en los diversos temarios y no de aquellos que están más próximos a sus ideas, no un crucifijo, no al Che Guevara, no a un autor concreto, ni tan siquiere una estampa de niños pobres, sino una frase: Sapere aude (ten el valor de servirte de tu propio entendimiento). Es una vieja frase de Kant que no dice que haya que ser kantianos ni que haya que estar de acuerdo con él sino sólo exige -¿solo exige?- que hay que pensar: ese es el lema, decía aquel filósofo, de la Ilustración. Y uno cree, tal vez sólo porque aún le gusta creer cosas así, que da clase para eso. Que se da clase para eso.

Tratar con respeto a los niños es, precisamente, tratarles como a niños no para que sigan siéndolo eternamente sino para que un día lleguen a ser adultos. No se trata pues de tratarles solo infantilmente, pues entonces se les negaría su desarrollo posterior al no exigirles nada más que aquello que en la actualidad pueden dar y acomodarles exclusivamente al tiempo presente, ni tratarles ya como adultos, pues entonces se negaría el hecho actual de que son solo niños y no pueden asumir las responsabilidades de los adultos. Se trata, en definitiva, de tratarles como un proyecto. Y por eso, el respeto a los niños implica su no utilización en cosas de adultos -todavía no lo son- pero al tiempo en prepararles para poder intervenir en ellas. Es difícil sin duda esta tarea pero cada día miles de profesores y millones de padres, esos mismos individuos a los que por cierto tanto profesor mira por encima del hombro, la realizan con bastante eficacia: no resulta, pues, imposible. No debe, por tanto, socializar a los niños en el dogmatismo o en determinadas creencias -por más que se considere, con razón o sin ella, que dichas creencias son las verdaderas-. Ni tan siquiera, observen, se debe socializar a los niños en mis creencias o en las suyas, estimado lector. Habrá que, por supuesto, educar a los niños de acuerdo a ciertas pautas de comportamiento social, y que en la escuela se limitarían a los valores del respeto a las personas, la libre exposición de las ideas y la racionalización de las mismas y el gobierno democrático de la sociedad junto con tal vez alguna más de contenido igualmente general, pero no dar a estos valores un contenido concreto y exacto frente a otros: no se trata de que el alumno aprenda que estas ideas concretas sean mejor que estas otras, que esta filosofía determinada sea la verdadera, que esta política sea la acertada . Eso, qué idea concreta es mejor, deben elegirlo ellos cuando tengan, por su madurez, dicha posibilidad. Y mientras tanto la labor de los profesores, que asisten a clase como profesionales y no solo como individuos concretos con determinadas ideologías o incluso ideas, es la de enseñar a los alumnos a pensar por sí mismos. Y, por supuesto, para ello les enseñan, les intentamos enseñar, ciertas cosas y ciertas teorías, ciertas ideas y ciertas obras, ciertos pensamientos, pero no como creencias concretas que deben aceptar sino como instrumentos que deben utilizar para llegar a generar una conciencia crítica. Pues lo que sí debemos enseñar es que hay que argumentar las ideas y meditarlas y que, por ello, no todas las ideas son iguales. Y pensarlas será su tarea lejos de nuestro adoctrinamiento.

Hace poco escribí aquí un artículo en contra de la presencia de los crucifijos en las aulas. Señalaba igualmente el sapere aude kantiano como el referente educativo. Lo mismo dicho allí prácticamente, y lo que añado ahora, me lleva a estar a contra de organizar caceloradas en el recreo en contra de los asesinatos llevados a cabo por el ejército israelí en Gaza. No importa la ideología que se defienda detrás de la sucia acción de sacar a niños como comparsas tanto como que la educación no es adoctrinamiento. Los niños no son, al menos no deben ser, objeto de manipulación por más que se señale una presunta voluntariedad de los mismos que resulta a todas luces absurda a esas edades. Sencillamente lo que convocó -y algunos profesores -¿profesores?- han apoyado- el Consejo Municipal de Educación de Rivas Vaciamadrid (Madrid) es una muestra de ese fondo reaccionario que perdura en la autoproclamada izquierda y que sigue buscando, como en sus mejores momentos, la creencia, el dogmatismo y la barbaríe sobre la Ilustración. Sacar a niños al recreo –lo repito: a niños- para protestar por hechos políticos es algo tan moralmente repugnante que solo cabe ya en la cabeza de quien se siente en tal posesión de la verdad que incluso niega que los futuros ciudadanos puedan llegar a pensar distinto que él. Es, en el fondo y en la forma, lo mismo que mantener el crucifijo en clase pero cambiando la imagen del cristo por la de otra campaña publicitaria. Pues en realidad hablamos de campaña publicitaria, de lemas y consignas, cuando el público al que se dirige la acción está imposibilitado, por su edad, a entender y refelexionar sobre aquello con lo que se le bombardea. Es, en fin, pura y sucia manipulación.

Las ideologías totalitarias tienden a buscar la pura identificación y para ello niegan la conciencia individual porque consideran que nadie puede pensar distinto a ellas. En el caso de los niños, aún sin una capacidad racional plenamente formada, el trabajo es aún más sencillo: el adoctrinamiento busca eliminar ya de raíz incluso la posibilidad del surgir de la alternativa. Por eso, hay quienes defienden la religión en la escuela y por eso hay quienes defienden las caceroladas en los recreos. Se trata de uniformar, de adoctrinar, de aborregar. No se trata, en definitiva, de educar. Al fin y al cabo, como en el final de Rebelión en la Granja, los cerdos presuntamente revolucionariosy los presuntamente humanos opresores resultaron ser los mismos.

sábado, enero 17, 2009

DEFENDER LA ALEGRÍA, ¿no?


Dubidubi
dubidubi
dubidaaaa.

SUB SPECIE AETERNI (¿se dice así?)

1.- Recientemente, y tan reciente, publicamos aquí un artículo sobre el conflicto palestino-israelí. En él, veníamos a decir, había que desprenderse de la idea de un pueblo judío o de uno palestino para entender el porqué a las oligarquías respectivas, palestina e israelí, les interesaba la perpetuación del conflicto. E íbamos a lo concreto: el conflicto perduraba no por oscuras razones metafísicas sobre pueblos sino por intereses estrictamente socioeconómicos.

2.- En el evangelio de san Juan (9, 1-41) se cuenta que se acercó un ciego a Jesús. Y los apósteles le preguntaron que si habían pecado sus padres para que naciera ciego.

3.- Una vez un periodista, es una anécdota que refiero a menudo, pidió al escritor inglés George Bernard Shaw su opinión sobre los franceses. Y él contestó con modestia: no lo sé, no los conozco a todos.

4.- No creo que existan metafísicamente pueblos o naciones. Existen por avatares históricos y, por tanto, lo que hicieron los anteriores habitantes no responsabiliza a los de ahora. Ni, por supuesto, viceversa. Nunca me he sentido español más allá de mi DNI. Ni tan siquiera, cuánto antipatriotismo, en la Eurocopa.

5.- Joan Saura, que dirige el Departamento del Interior de la Generalidad en Cataluña, se autoproclama ecosocialista. No es que sea dos veces socialista, yo lo pensé al principio por aquello del eco, sino que se autoproclama así de izquierdas, pero que muy de izquierdas. Vamos, que casi da miedo pensar lo de izquierdas que puede ser.

6.- Joan Saura pertenece a ICV, la IU catalana para entendernos, que son tan de izquierdas que defienden el estatuto: los ricos deben defender sus privilegios.

7.- Joan Saura es muy de izquierdas -¡brrrrrrrr!, casi asusta- así que apoya a Palestina. O sea, está haciendo el juego a la oligarquía palestina frente a los de derecha que se lo hacen a la oligarquía israelí.

8.- Y claro, autoproclamarse de izquierdas cada día, cada hora, cada minuto, le debe de haber eliminado ciertas cualidades racionales. No se puede estar pensando cada mañana qué voy hoy a hacer para demostrarle al mundo cuán de izquierdas soy y encima estar pensando qué debo hacer porque soy de izquierdas. Es demasiado complejo. Y hasta contradictorio.

9.- Cada año, al parecer desde el 2005, la Generalidad catalana hacía un homenaje público a las víctimas del Holocausto.

10.- Pero este año Joan Saura, ecosocialista y autoproclamado izquierdista, ha decidido que no. Y al parecer tiene que ver con el tema de Gaza. Y esto demuestra, sin lugar a dudas, que Joan Saura es un tío culto y preparado que sabe bien a las claras que la culpa ya no solo pasa de padres a hijos -como señala la tradición, el folclore e incluso la ignorancia- sino también, porque para algo es ecosocialista y radical a tope, de los hijos a los padres. Y de los nietos a los abuelos. Y de los bisnietos a los bisabuelos. Algo, sin duda, habrá leído.

Y 11.- Porque no hay nada más chulo, guay y chachi que ser ecosocialista y autoproclamarse de izquierdas. Ossssea.

domingo, enero 11, 2009

DESCARTES, ISRAEL Y PALESTINA (pero siempre Descartes)

La grandeza de Descartes no está en su contenido, ya superado, sino en su actitud: negar la mayor. Cuando Descartes inició la Filosofía Moderna lo hizo porque no buscó rebatir cada punto de la filosofía escolástica y convertirse a su vez en escolástica, como le ocurrió al nominalismo, sino que fue a negar aquello que ambos movimientos anteriores habían, falsamente, situado como verdad evidente. Descartes inició la filosofía moderna sencillamente -¿sencillamente?- porque negó que la existencia de la realidad externa al individuo fuera indudable. Es decir, dudó de que la existencia del mundo fuera algo evidente. Y seguro que si ustedes se paran a pensarlo y se preguntan cómo demostrar que eso que les rodea es real llegarán a una conclusión: no es tan fácil. Descartes negó la mayor, el fundamento de la propia filosofía clásica y cristiana que era el aparente mundo real, e inauguró una nueva filosofía y, con ella, una nueva esperanza.

Olviden ustedes la idea ridícula de la causa palestina y los derechos de su pueblo. Olviden las estupideces sionistas sobre el estado de Israel y la tonta tierra prometida. La oligarquía israelí y la oligarquía palestina están en guerra. Por eso ahora muere mucha chusma, seres humanos que por azar nacieron allí, pero poca oligarquía. O diciéndolo en otras palabras: los conflictos surgen por intereses pero el propio conflicto los hace evolucionar y unas veces no se resuelven porque una parte no lo desea pero otras, y aquí está la clave de éste, no se resuelven porque las dos partes están interesadas en su mantenimiento. Y efectivamente, a ninguna de las partes de este conflicto -y por partes no entendemos aquí a eso que rimbombatemente se llama pueblo palestino o israelí sino a sus respectivos grupos de poder- le interesa realmente su solución pues esta implicaría una perdida total o parcial de su poder.

¿Por qué a Israel, es decir, a su oligarquía, le interesa la perpetuación del conflicto y hacerlo permanente? En primer lugar tenemos el lobby militar que es fundamental en una sociedad acostumbrada a la guerra. Para el ejército israelí la mejor forma de promoción e influencia social es la guerra porque es donde el cuento de hazañas bélicas, medallas y promoción funcionan de forma más evidente. Además, este estado de guerra permanente, y victorioso, ha generado la idea en la opinión pública de que el empleo del ejército es la solución a todos los males lo que consigue un doble efecto: por un lado, cada vez que haya problemas de cualquier índole el gobierno puede actuar militarmente pues eso une a la opinión pública en torno al emblemático poder militar y con ello prestigia al propio gobierno; por otro, porque la misma alta jerarquía militar puede dar el salto a la política y mostrar su cara menos amable cuando las encuestas van mal como hace ahora Olmert. Al fin y al cabo en Israel hay elecciones el 10 de febrero y una opinión pública mayoritariamente favorable a la línea dura puede ser manipulada con unas intervenciones militares donde los muertos propios son mínimos frente a los ajenos. Pero además hay una importantísima industria militar israelí que tiene una ventaja sobre cualquier otra del mundo: sus armas se prueban lo que las hace más interesantes. En tercer lugar, hay algo aún: la mano de obra barata. Para Israel, que tiende a que sus ciudadanos tengan una alta cualificación, es importante tener cerca una mano de obra barata para la industria básica que al tiempo no está cubierta por los servicios sociales. Es el mismo chollo, para entendernos, de la inmigración en España pero con una seguridad jurídica y social mucho más limitada, para los palestinos, y mantenida a sangre y fuego, y no en un sentido metafórico. Y por último un tema que puede parecer ridículo pero es muy importante: el agua. Efectivamente, la importancia del agua, que en nuestro país ya se empieza a dar en el tema autonómico, es una clave para entender la política israelí que quiere controlar todo recurso hídrico de la zona pues, ausente el petróleo, esa será una gran riqueza, resultando que la zona palestina tiene esos recursos en gran abundancia.
Así, lo último que interesa a la oligraquía israelí sería una paz perpetua que garantizara un desarrollo del sector palestino pues perdería demasiado.

Pero, ¿y la oligarquía palestina? Podemos preguntarnos algo: ¿qué haría Hamas en una situación de paz? ¿Convertir Palestina en un nuevo Irán pero encima sin petróleo? ¿Destruir el país como tanto contribuyeron a hacer con el Líbano? ¿Repetir el descontrol y pillaje que hicieron antes Arafat y sus socios? La supervivencia de Hamás como movimiento de poder depende de la situación de permanente conflicto. Es un caso similar a como ya utilizó esto Arafat cuando acorrolada por la corrupción encontró su salvación en la llamada segunda intifada cuya única causa real fue por parte del Likud israelí conseguir el poder y de Arafat desviar la atención ante el desastre que significaba su gobierno. Así, y copiando la táctica de Arafat, Hamás mantiene el lanzamiento de cohetes, inútiles militar y estratégicamente, para provocar la deseada intervención israelí. Cada asesinado, y más si son niños, perpetúa su posición de poder del mismo modo que da votos a los partidos israelíes con lo que el conflicto sigue y todos permanecen en sus puestos.

¿Pueblo palestino?¿Pueblo israelí?¿Causa palestina o israelí? ¿Ocupación o tierra prometida? Todo eso sería cierto si se admitiera la mayor: existe un pueblo palestino y existe un pueblo israelí. Sin embargo lo único que vemos, y no en modo romántico sino de forma racional, son seres humanos que quieren tener eso que se llama vida. Y eso es imposible porque las respectivas oligarquías están interesadas en la perpetuación de un conflicto cuya causa real es que los palestinos son considerados ciudadanos de segunda, bueno tercera, categoría por la economía israelí al tiempo que las organizaciones palestinas viven del estado permanente de terror.

Mientras acabo este artículo en el metro, lo escribo en una agenda electrónica, veo a gente que marcha a una manifestación contra los asesinatos que el ejército israelí -no encuentro otra palabra- está realizando. Pero, al leer su convocatoria, no leo una crítica a los terroristas palestinos ni sus asesinatos -porque tampoco encuentro otra palabra-. Luego, la embajada israelí ha hecho un comunicado criticando la doble moral de los manifestantes por no hablar de los terroristas palestinos: pero ellos no hablan de los israelíes.

Siempre, frente a la estupidez de unos y otros, nos quedará la negación de la idea mayor –la existencia del pueblo palestino y del pueblo judío- y con ella del fundamento ideológico bajo el que se esconde la realidad de un conflicto que se perpetúa por interés de unas oligarquías mientras los muertos caen de un lado y otro. Enfrentado al hortera pañuelo palestino y a la paleta kipá, nos queda Descartes. Siempre Descartes.

jueves, enero 08, 2009

SUPERSTICIÓN

Soy una persona fría. Sólo espero ansioso que D. Gabriele Amorth, decano de los exorcistas del Vaticano (sic) -que a pesar de lo que pueda creerse no es un grupo de heavy- desarrolle en un artículo su arriesgada tesis sobre que el demonio es el causante de la crisis económica.

Soy una persona fría, Sólo espero ansioso que D. José María Simón Castellví, que por lo visto tiene incluso una carrera de medicina, desarrolle su tesis según la cual la píldora anticonceptiva es causante de contaminación atmosférica y del, presunto, aumento de la infertilidad masculina. En cuanto lo publique en una revista científica, no vale L'Osservatore Romano ni la hoja parroquial, lo intentaré leer atentamente.

Mientras tanto, persona simple, buscaré respuestas sin duda alguna menos espirituales y profundas -uy, qué profundas-. Es más, mientras tanto seguiré pensando que hay que ser muy ignorante para creer en exorcismos o para estar en contra de un medicamento que no es que libere a la mujer sino que es una emancipación para toda la humanidad. E incluso pensaré que la incultura y la barbarie deben ser combatidas.

Poco multicultural que es uno. Aunque, eso sí, bastante frío.