Lo decía Antonio Gasset en Días de Cine (en TVE2): San Sebastián es una ciudad preciosa. Debe de serlo, ni lo dudo. Tanto paseo marítimo, tanta Concha, tanta clase… En fin, debe de ser un sitio de esos que la gente viajada llama precioso. Excepto, tal vez, para hablar de política. Entonces necesitas irte o tener escolta. Pero nunca dejes que semejante nimiedad estropee un festival de cine.
Nuestros actores son gente comprometida. Una barbaridad. A veces, incluso, pienso yo con asombro: ¡caramba, cuánto compromiso! Y lo pienso así, todo entre exclamaciones. Incluso, a veces también, proponen cordones sanitarios o algo parecido frente a aquellos que ellos consideran -en ruedas de prensa anunciadas y hechas, ¿dónde creen?, en Madrid- fuerzas no democráticas. Y es hermoso estar comprometido porque eso siempre llena el corazón de la gente. Sin embargo, hay excepciones para el compromiso. Porque semejante nimiedad nunca debe estropearte un buen festival de cine.
Todavía recuerdo la ceremonia de los Goya cuando la guerra de Irak. Tanto compromiso es inolvidable. Llega, si yo tuviera esa superstición, al alma. Toca, pero tampoco la tengo, la fibra sensible de cualquier persona progresista. Nuestros actores luchando por una causa justa: ¡tan hermoso¡ Así, otra vez con exclamaciones.
Este año ha vuelto el Festival de Cine de San Sebastián. Cada año vuelve. Y cada año, uno detrás de otro, se desarrolla con la normalidad característica de aquellas, deber de ser hermosas, tierras: asesinos, cómplices, cobardes, héroes sin escolta y héroes con escolta. Y luego, ya catalogadas en una de esas especies, gente del cine que opina que semejante nimiedad no debe estropearles un buen festival. Sobre todo en una ciudad que debe de ser muy hermosa para todo excepto para vivir en libertad.
Nuestros actores son gente comprometida. Una barbaridad. A veces, incluso, pienso yo con asombro: ¡caramba, cuánto compromiso! Y lo pienso así, todo entre exclamaciones. Incluso, a veces también, proponen cordones sanitarios o algo parecido frente a aquellos que ellos consideran -en ruedas de prensa anunciadas y hechas, ¿dónde creen?, en Madrid- fuerzas no democráticas. Y es hermoso estar comprometido porque eso siempre llena el corazón de la gente. Sin embargo, hay excepciones para el compromiso. Porque semejante nimiedad nunca debe estropearte un buen festival de cine.
Todavía recuerdo la ceremonia de los Goya cuando la guerra de Irak. Tanto compromiso es inolvidable. Llega, si yo tuviera esa superstición, al alma. Toca, pero tampoco la tengo, la fibra sensible de cualquier persona progresista. Nuestros actores luchando por una causa justa: ¡tan hermoso¡ Así, otra vez con exclamaciones.
Este año ha vuelto el Festival de Cine de San Sebastián. Cada año vuelve. Y cada año, uno detrás de otro, se desarrolla con la normalidad característica de aquellas, deber de ser hermosas, tierras: asesinos, cómplices, cobardes, héroes sin escolta y héroes con escolta. Y luego, ya catalogadas en una de esas especies, gente del cine que opina que semejante nimiedad no debe estropearles un buen festival. Sobre todo en una ciudad que debe de ser muy hermosa para todo excepto para vivir en libertad.