En
el artículo anterior analizábamos cómo había que distinguir
radicalmente entre Capitalismo y neoliberalismo. Lo que nos interesaba demostrar era que Capitalismo y liberalismo no
solo no eran lo mismo, sino que además podía haber gestiones del Capitalismo
distintas a la actualmente vigente que es la neoliberal.
En este artículo lo que vamos a
intentar explicar es en qué consiste la famosa globalización para, a
continuación, ver como esta globalización no implica necesariamente una gestión
neoliberal, aunque sí es una necesidad propia del desarrollo capitalista
actual.
Es importante comprender que para
entender la globalización en su conjunto debemos verla como un todo y no solo
como un mero proceso económico. Esto es necesario porque en el Capitalismo actual
no existe la división tradicional de las sociedades anteriores entre hechos
económicos y sociales sino que, y precisamente por un aspecto de la
globalización que luego analizaremos, esta distinción se ha borrado. La
globalización por lo tanto la deberemos entender en distintos aspectos pero
siempre estará relacionado con el desarrollo del propio Capitalismo y como una
necesidad del mismo, pues el Capitalismo necesita, y queremos recalcar que este
necesita es estricto, esa globalización para desarrollarse y con ello y por
ello subsistir.
El primer aspecto de la globalización
que nos interesa, y que es el más llamativo y sobre el que se suele describir únicamente este proceso, es la
expansión mundial del sistema capitalista como único sistema económico
existente. Efectivamente, la derrota de todos los demás sistemas económicos,
que también eran de explotación pero de
una forma más rudimentaria, es una de las claves del Nuevo Capitalismo que con
ello ha logrado construir un mercado universal donde las mercancías han llevado
adelante de forma real el deber ser marxista de la internacionalización: las
mercancías no tienen patria –ni tan siquiera en Cataluña-.
El segundo aspecto fundamental de la globalización
sería la conversión de toda la vida humana en producción de mercancías y por lo
tanto en producción capitalista. Efectivamente, si queremos analizar en
profundidad la globalización no podemos verla exclusivamente como un modelo de
mercado externo que solo se desarrolla en relaciones internacionales. Lejos de
eso, lo auténticamente novedoso de la globalizacion actual es la conversión de
toda la vida humana en una estructura global de producción. Esto quiere decir
que cualquier momento actual de la vida, dentro del seno de las sociedades
desarrolladas del Nuevo Capitalismo, produce beneficio capitalista o bien a
través del trabajo o bien a través del consumo. Esta globalización de la
producción capitalista, esta universalización de las condiciones de producción
más allá del mero marco del trabajo es, sin duda alguna, una de las
características más propias de la globalización y el hecho fundamental que
diferencia el Nuevo Capitalismo de cualquier otro sistema económico anterior.
El tercer aspecto de la globalización
sería la conversión de la política en un hecho subsidiario del desarrollo
económico. De siempre,
economía y política han marchado conjuntamente. De hecho, no hay más que ver
como la formación de los Estados nacionales del siglo XIX en Europa guarda
estrecha relación con el desarrollo del propio Capitalismo. Sin embargo, no era
una relación de subordinación necesaria sino que había elementos, tanto en uno
como en otro campo, que escapaban a la propia dependencia. Lo novedoso del
desarrollo del Nuevo Capitalismo es que la política ha quedado totalmente
subsumida dentro de la estructura del mercado y lo único que es capaz de hacer
dicha política es generar las condiciones para que esa estructura económica
siga existiendo como tal. Este proceso va más allá de aquello que se dio en el Capitalismo
con los movimientos reformistas, pues se trata de que las estructuras políticas
actuales son inútiles frente al desarrollo de la propia globalización y sus consecuencias.
Efectivamente, las estructuras
políticas actuales están pensadas dentro del marco del estado nación y este se
ve impotente ya ante el mercado mundialmente establecido. Así, los gobiernos
nacionales carecen de la suficiente fuerza, cosa que no ocurría en el Capitalismo
clásico cuyo mercado era nacional, para imponer ninguna medida ni tan siquiera
meramente reformista a las condiciones expansivas del mercado mundial. No se
trata por tanto de que el mercado mundial ya no admita una directriz politica
que pudiera llevarle por ciertas condiciones, aun dentro de la dinámica
capitalista, sino que las estructuras políticas actuales han quedado
absolutamente obsoletas frente al avance de la globalización.
Y esto lo he entendido muy bien la
derecha política que ha tendido a ir vaciando de contenido las escasas
estructuras internacionales que existían, sobre todo la Unión Europea, o
convirtiendo a estas estructuras internacionales en agentes políticos con un
discurso neoliberal, caso del Fondo Monetario internacional. Mientras, ante
esta nueva situación de la política, la izquierda ha situado la ridícula idea
de la Europa de los pueblos y la economía social como solución ante lo que es
el mayor desafío a la forma de vida característica de Europa desde la Segunda
Guerra Mundial y que es la propia globalización. Lejos de comprender que la
única respuesta a la globalización es una respuesta que vaya más allá del
Estado nacional, se ha refugiado en los nacionalismos tribales y paletos, en
los barrios y la municipalización de la economía, en la ”moneda social” como
modelo financiero frente a la existencia de las grandes transacciones
financieras y en los aspectos solidarios y caritativos del cristianismo
primitivo como formas sociales de distribución de la riqueza. Con todo ello, la
izquierda está haciendo el ridículo ante el avance absoluto y total de la
globalización como estructura económica dominante.
El cuarto hecho de la globalización
sería la subsunción de todos los elementos que hasta ahora, dentro de la
tradición marxista, habían formado parte de la superestructura en un producto
propio de la base económica, pues producen también beneficio capitalista a
través de su conversión en mercancía. Este es, sin duda, el aspecto más
interesantes a nivel ideológico de la propia globalización. En el marxismo
tradicional existía una diferencia clara y rotunda entre los elementos de la
superestructura y de infraestructura. Si bien se podía identificar su relación
como compleja, pues no existía en realidad una supremacía mecánica de la base económica entre ambos conceptos, no era menos cierto que
superestructura e infraestructura eran fácilmente identificables en cualquier
sociedad. Hoy en día, sin embargo, el proceso de globalización de la vida
humana, del que ya hemos hablado, lleva a que los factores propios de la
superestructura pertenezcan a su vez a la propia infraestructura y que todos
los procesos ideales, y espirituales, se hayan convertido radicalmente en
mercancías. Por supuesto, esto no se debe entender como que los procesos
culturales anteriores pertenecían a la libertad de los individuos pues, como
muy bien señalaba Marx, es el ser social el qué determina la conciencia. Pero
hoy en día está determinación de la conciencia va más allá. Se trataría de que
todos los procesos ideológicos pierden su valor y su contenido a través de su
proceso de mercantilización volviéndose así objetos de consumo. La idea de esto
es que igual que hemos visto anteriormente que la distinción entre política y
economía ya carece de sentido, es igualmente cierto que también sería erróneo
presentar como separados cultura y producción de mercancías: el arte es el
mercado del arte. No se trata, por supuesto, de que las obras culturales o
intelectuales no tengan valor alguno intrínseco a ellas mismas, sino que su
presencia social es la presencia social de las mercancías y no de los valores
culturales tal y como la propia burguesía decimonónica los presentó. E incluso
en esto ha habido una celebración de la autoproclamada izquierda creyendo que
era fruto de un proceso de igualar la cultura popular, si es que existe tal
cosa, con la cultura.
Concluyamos. La globalización es
actualmente, junto con el cambio climático que se relaciona con ella, el mayor
desafío político. Lo es porque la globalización resulta inevitable y solo
podemos hablar en el terreno político sobre su gestión. Pero, que la
globalización sea inevitable no quiere decir que sus consecuencias tengan que
ser unas determinadas y concretas. Es ahí, precisamente, donde se planteen la
política. Y esta política, esta forma de gestionar la globalización, podrá ser
de derechas o de izquierdas pero necesariamente tendrá que ser, como hemos
referido, internacional. Pero, eso ya lo vamos viendo.